3.31.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-12

DON ALFONSO

Y eso quiere decir que “Todas las parvas tienen granzas”. La madre de don Alfonso me hizo a mí las entrañas. Cuando yo nací, como no había de donde darme otra cosa, pues mientras le venía la lecha a mi madre, mamé de la madre de don Alfonso. Ella estaba criando al marido de mi prima que es Juan José y me llevaron para que me diera de su leche. Vivía justo donde yo nací, en la Cueva del Torno.
- Y digo yo, ¿cómo fue que luego don Alfonso se metió a cura?
- Pues que ya pegaron a venir maestros a la aldea de las juntas y tenían la escuela a la par donde ellos tenían la casa. Cuando se dieron cuenta que desarrollaba, empezaron a indicarle ese camino. Ya ve tú si desarrolló que adelantó dos años de estudios en la carrera. Dos años antes lo nombraron cura porque es que ha sido muy eficaz.

Y no creas, que don Alfonso todavía, coge una herramienta y se pone a hacer caballones y los saca como si fueran de cera. Yo lo he visto labrar con un borrico y sacar unos surcos derechos como las velas. A las burras les hacía labrar primorosamente. Veníamos nosotros, yo y un tío mío a ayudarle a sembrar el grano, a este lado del Collado de las Tablas y yo labrando con mis vacas y él cavando los encuentros. Y él tan contento porque le dejábamos muy poca cava. Así que fíjate.

La hermana nos corta la conversación diciendo:
- Es que las cosas más bonitas que don Alfonso se puedan contar, las he visto yo con mis propios ojos.
- ¿Pues qué es lo que has visto?
- En Los Pardales, ¿Ya sabes? Por debajo de la gran pared rocosa de las Banderillas, lo que es nos ayudó en tiempo de la guerra. Mi hermano se lo llevaron, mi padre ya era mayor y yo tendría unos dieciocho años o así. Mi hermana diez años mayor que yo, pero soltara también. Pues en aquellas tierras teníamos unos pedazos que los sembrábamos. Se llamaban la Huelga de la Ceniza. Don Alfonso siempre se iba con nosotras dos para darnos compañía. Todo el día estaba trabajando en lo que hubiera que hacer en las tierras y cuando llegaba la noche, si nos teníamos que quedar a dormir, pues en cualquier rincón de aquellos, nos quedábamos los tres. El siempre dormía allí con nosotras para darnos compaña. Aunque era pequeño, era un hombre y nosotras dos muchachas.

Para nosotras él fue mucho mejor que un hermano.
- Y eso de dormir allí ¿por qué era?
- Siempre llevamos una mula que teníamos y en ella mantas y comida. Ya sabíamos que en las tierras había mucho trabajo y eso de ir y volver en un día, no era posible por el terreno tan malo y lo lejos que nos caía desde el cortijo. Como estaba muy retirado, se nos hacía de noche y allí encendíamos nuestras lumbrecillas y nos quedábamos. Las cosas buenas y naturales que se deban antes.

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