BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO-12
Que todo esto es verdad ¡eh! Te lo cuanto a lo bruto, como yo sé pero que todo esto es verdad. En el Soto de Abajo, había unas muchachas muy guapas. La belleza natural de las mujeres de la Vega, y no por presumir de nada, era exquisita. Sin maquillajes, sin peluquerías, sin nada artificial. Na más que belleza tal como la da Dios. El aire puro, el agua limpia y el sol que da Dios gratuitamente a todo el mundo. Yo no sé sí es porque aquello venía de raza, de aquel terreno, o lo daba el clima, el caso es que las mujeres eran bellísimas. Entre ellas algunas de mi familia: mis primas Virginia, Virtudes, Ramona Manzanares y Francisca, incluso mi misma madre. Yo creo que a una hija no le está prohibido decir esto de su madre siempre que sea verdad: me contaban las mujeres mayores que mi madre había sido una de las muchachas más bonica, más recatá y mejor considerá de toda la Vega.
La hermana Amalia y el hermano Modesto tuvieron cuatro hijas. Una estaba casá, Carlota, con un primo mío. Modesta se casó con uno que le decían Miguel el “Señorito” que vivía en Cañada Morales. Y tenía otras dos hijas solteras: María Antonia y María Josefa. Muy guapas estas dos. Y el hermano Isidro y la hermana María Josefa, tenían otras dos hijas. Una se llamaba Isabel y otra se llamaba Modesta. Que me parece... de esto no estoy muy segura, que uno de los hijos de Matías del Chorreón, estuvo rondando a la Modesta. Yo, como chiquitilla que era entonces, lo veía que de vez en cuando echaba un vistazo por el rincón. Y por eso se comentaba que andaba detrás de la Modesta. Que era muy guapa, por cierto.
Pues esta Isabel, era una moza hermosa, hermosa de verdad y, además, buena. Se casó con uno de “Guabrás” que se llamaba Leocadio. Allí las bodas eran muy pintorescas también. Los sacerdotes muy respetaos. La ceremonia religiosa era en el pueblo y luego la celebración en los cortijos. Y algunas veces, bajaba el sacerdote con todos los ornamentos y en la casa misma se celebraba la ceremonia religiosa. El convite, luego en el cortijo. La ceremonia de esta boda, fue en Guabrás. Pero la boda fue grande. La muchacha era muy aprecia en toda la Vega. El novio tenía posibilidades económicas. La familia de ella, también.
Fue recién terminá la guerra, que había mucha alegría. Mucha alegría. Todo el mundo estaba muy contento. A los que le habían matado a alguno de la familia, pues no. Pero los que habían tenido hijos en la guerra, como pasó en mi casa que desde que se fue mi hermano yo no veía a mi madre nada más que llorar y pendiente de Eusebio el correo a ver si llegaba carta, y luego venir su hijo de la guerra, pues en mi casa había una alegría enorme. Y eso pasaba en todas las casas donde habían vuelto los soldados sin pasarles nada. Estaba, pues eso: recién terminá la guerra. Luego te contaré algo muy bonito que también ocurrió por aquellas fechas. Ahora vamos con la boda.
Iba a casarse esta pareja y pasaron, todos los acompañantes, por lo menos esta boda que la vi yo con mis propios ojos, por la puerta de mi Soto. Toda la comitiva de acompañantes, invitaos, pasaron todos al Soto a recoger a la novia. A sacarla del cortijo todo el acompañamiento. Y pasaban con mulos pero enjaezaos con colchas, con sábanas, con encajes. Todo muy vistoso. Iban las parejas, montás cada una en su mulo. Los matrimonios, los hermanos. Mi hermano Angel estuvo en la boda y llevó de pareja a mi prima Virginia, hija de mi tía Francisca.
Me acuerdo que una colcha de ganchillo que había hecho mi madre de soltera, la puso encima de la albarda. Le pusieron madroños en las cabezás a los mulos, cintas de colores. En fin, que adornaban los mulos, mulas, caballos y todo eso, que iban en la comitiva, los adornaban tanto como las mismas personas. Llegaron al Soto. La novia estaba esperándolos y tenían un mulo especial, adornado todo con sábanas blancas y a ella, en una silleta que había entonces para ponerla encima del aparejo, la sentaron.
Cuando pasaba por la puerta de mi casa, mi madre tenía un canastillo con hojas de rosas que había deshojado y se las echó encima a la novia. Y pasaba Isabel ¡más guapa... ay qué guapa! Y pasó a Guabrás. Allí fue la ceremonia. Allí los casó el cura. El cura se llamaba don Pedro Morales. Que como entonces recién terminá la guerra había escasez de sacerdotes por las cosas que habían pasado, atendía a Segura y a Hornos con todas sus aldeas y cortijos.
La boda fue aquel día y al día siguiente se celebraba también. Se llamaba la tornaboda. Pero aquella fue una boda soná en toda la Vega. La muchacha era muy quería de todo el mundo y se lo merecía todo. A mí me dejó un recuerdo muy bonito. Ver yo tan chiquilla pasar tanta caballería con colchas, con cintas de colores, abajo, al Soto, a por la novia. Y esa boda de Isabel, se me quedó a mí impresa. Así, parecida a esta, eran entonces todas las bodas en aquellos cortijos de la Vega de Hornos.
Cantinuará…
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