3.19.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO-25

LA HERMOSA CAPITANA

Y como éste, otros muchísimos recuerdos de allí. Se me viene a la mente, empujado por el cariño, a una parienta de mi padre que se llamaba Felipa, le decíamos la hermana Felipa. Había nacido el mismo día que mi padre, el día uno de mayo que entonces se celebraba en ese día la fiesta de San Felipe y Santiago Apóstoles. Por ello a ella le pusieron Felipa y a mi padre Felipe. Y aquella mujer, cada vez que me cogía en el pueblo, me colmaba de besos al tiempo que exclamaba: “La hija de mi Felipe, la niña de mi primo Felipe”. Pues yo de esta mujer me acuerdo con un cariño enorme. Me da pena pensar que ella también habrá muerto. Pero ahora caigo que ella, cuando en aquellos días me daba tantos besos, jamás podría imaginarse que pasado el tiempo yo la iba a recordar con tanto cariño. Es que me dieron mucho amor y eso es lo que rebosa en mí ahora, porque tuve la gran suerte de recibirlo de pequeña en mi tierra querida.

Hubo una persona muy humilde, muy sencilla en el pueblo, porque a veces, las personas sencillas prestan servicios importantes que es lo que pasaba con este hombre. Se llamaba Longino y era el sepulturero del pueblo de Hornos. Y, además, puedo decir que también era el noticiario. Porque allí no había eso del boletín oficial ni lo que hay ahora para publicar las noticias. Cuando la autoridad tenía que comunicar algún asunto al pueblo, llamaban a Longino y él hacía el papel de pregonero. Cuando la autoridad ordenaba alguna cosa o si alguien de fuera del pueblo entraba vendiendo mercancía interesante, siempre se oía la voz de Longino diciendo: “Se hace saber, a todo el pueblo de Hornos, por orden de tal y tal...” En fin, él era el que daba las noticias. Longino tenía su sitio estratégico donde se ponía a lanzar sus pregones y cuando empezaba a hablar todo el pueblo se quedaba en silencio.

Tenía un hijo que se llamaba Bernardino. Tenía hijas también: una se llamaba Concha, otra Aracelis y la otra, me parece que se llamaba Catalina. Bueno pues este señor prestaba un servicio importante en el pueblo como sepulturero y también como pregonero. Era una persona tan sencilla y al mismo tiempo tan conocida para todos que más adelante te contaré un hecho que te vas a quedar maravillado. Es una lástima que estas historias, trozos importantísimos de la vida real de mi pueblo, queden en el olvido. Ahora te la contaré.

Es una historia hermosa que ocurrió en mi pueblo de Hornos y que por hacer ya tanto tiempo, no sé si alguien la recordará. Los jóvenes tal vez no estén informados, los que sean de mi edad es posible que la recuerden de haberlo oído a sus mayores y las personas de más edad que yo que todavía vivan en el pueblo puede que alguna la recuerde. Ruego a Dios que sea así para que alguien colabore y dé testimonio de que es verdad lo que a continuación voy a contar. Mi norma es decir la verdad. Todo lo que estoy contando de mi pueblo y la Vega de mi Soto es la pura verdad. ¿Por qué voy a mentir ahora? Es una historia preciosa que guardo dentro de mí entre el gran manojo de recuerdos que a lo largo de mi vida he conservado.

Un soldado, hijo del pueblo de Hornos, al hacer el servicio militar, lo destinaron a Cuba. Fue cuando aquello de la guerra de Cuba, que yo no lo conocí pero sí lo oí contar entre las cosas que se habla en las familias. Este hombre de Hornos contrajo matrimonio en Cuba con una señora viuda que tenía hijos. Y cuando termino la guerra, al venir a Hornos, se trajo su mujer y los hijos de su mujer. A esta señora en el pueblo se le llamaba “Mangá”. No sé si era un apodo o un diminutivo cariñoso de su nombre. Eso no lo sé, sólo la oía nombrar con el nombre de Mangá. Ella tenía unos parientes que eran huérfanos y no tenía más familiares que ella. Su marido, hijo del pueblo de Hornos, le habló de la paz y la belleza de este rincón. En Cuba parece que entonces había muchas revueltas. Estos parientes huérfanos eran: una muchacha que se llamaba María, un hermano que se llamaba Agustín y otro hermano que le decían Manané. Tampoco puedo precisar si era apodo, porque parece ser que se llamaba Sebastián.

Entonces estos muchachos huérfanos que no tenían más parientes que la señora Mangá, se vinieron con ella a España y dentro de España a Hornos de Segura, mi pueblo del alma. Pues esta María, como muchacha joven que era, hizo una gran amistad con mi madre. Tanta era la amistad que fue su madrina de boda, cuando mi madre se casó. La boda de mi madre se celebró en la misma iglesia de Hornos en el año 1913. Se querían como hermanas y por eso mi madre sí conocía bien su historia. Agustín murió en Hornos, Manané me parece que también. María estaba prometida a un señor que era capitán de un barco, no sé si de guerra o mercante y por esto a ella se le identificaba como a “María la Capitana”. El caso es que allí llegaba la correspondencia de su prometido pero serio y formal. Un día ocurrió una desgracia, el barco naufragó y su capitán murió con él.

Cuando llegó la noticia a esta muchacha, contaba mi madre que era todo un mar de lágrimas. Tanto fue el dolor que sintió, que en aquel mismo momento hizo el propósito de que en adelante no amaría a nadie nada más que a Jesucristo. Desde siempre ella se había distinguido en el pueblo por su bondad y su devoción a la patrona del Hornos. Pero a partir de la muerte de su prometido, volcó todo su amor al Santísimo Sacramento y a la Virgen de la Asunción. Se contaba que por las mañanas, cuando por la calle se encontraba a alguien camino de la iglesia, no le dirigía la palabra. Pero tampoco le negaba el saludo. Saludaba con un gesto, con una sonrisa, con una inclinación de cabeza pero sin pronunciar palabra. Entraba a la iglesia y cuando oía misa, después de comulgar, ya saludaba a todo el mundo con palabras dulces. Siempre decía que sus primeras palabras del día eran para Jesús Sacramentado

La amistad de esta señora con mi madre fue desde solteras. Después de casada mi madre siguió siendo su amiga. Ella, en cuanto se casó, se fue al cortijo del Soto pero como mis abuelos maternos vivían en el pueblo, mi hermano se pasaba muchas temporadas en Hornos y por eso fue monaguillo. Por eso mi hermano conocía también a esta señora. De los apellidos yo no me acuerdo. Ahora me pesa no haber puesto más atención a las cosas que ella me contaba. Lo que sí me acuerdo con toda claridad es que como había sido prometida del capitán del barco, ella se quedó ya con el nombre de María la Capitana. Por aquel nombre era con el que se le conocía en todo Hornos.

Todo el mundo la quería mucho en el pueblo. Su hermano Agustín le propuso volver a Cuba. Ella le dijo: “Si no tenemos allí a nadie. Mi prometido ha muerto y si nos encontramos tan bien aquí en esta tierra ¿Por qué nos vamos a ir? Yo prefiero quedarme en la paz de este pueblo antes de emprender un viaje hacia una tierra que a lo mejor no nos da lo que en esta sí encontramos”. Esto es lo que ella libre mente eligió: la paz y sencillez que se respira en mi pueblo. Ya había perdido la ilusión por casi todas las cosas de esta tierra. Sólo encontraba consuelo en su fe cristiana.

Mi madre contaba que era muy hermosa. Su color era moreno y en los rasgos de su cara se veía con claridad su procedencia cubana. El acento, al hablar, también era cubano aunque se le fue gastando un poco. Pues llegó el día, como a todos nos tiene que llegar, que se hizo mayor. Se puso enferma y en la cama de su habitación comenzó a consumir los últimos momentos de su vida. Tenía un crucifijo en su dormitorio. No quería ponerlo en la cabecera de la cama porque decía que allí no lo veía. Por eso lo colgó en la pared de un lado porque así sólo tenía que volver la vista y verlo. “Si me lo ponéis en la cabecera no lo puedo ver”. Decía ella.

Parece que lo suyo fue una enfermedad larga que le hizo permanecer mucho tiempo en la cama sin poder moverse. Siempre estaba acostada del lado en que le quedaba el crucifijo. Cuando acudían las amigas y las vecinas, entre ella mi abuela Asunción por ser tan amiga de mi madre, trataban de volverla de posición. Las amigas le decían: “María, ¿por qué no quieres que te volvamos hacia el otro lado? Tienes que estar cansada siempre en la misma postura”. Invariablemente ella respondía diciendo: “Estoy bien así. Dejadme así”. Y un día, al cambiar la ropa de la cama, se dieron cuenta que en aquel lado tenía llagas. Es lo que le suele suceder a las personas mayores cuando están mucho tiempo acostadas. Pero a esta señora se le hicieron no solamente por ser mayor sino también por las horas que permanecía en la misma postura.

Y tanto le insistieron para que se volviera hacia el otro lado que se quejó diciendo: “No me volváis al otro lado. Tengo el crucifijo enfrente y si me ponéis en otra postura no podré verlo. Tendré que echarle las espaldas al Señor y eso es lo que yo no quiero. El Señor a mí nunca me ha vuelto las espaldas y menos desde que vivo en este pueblo. Por eso yo no se la voy a volver ahora en los últimos días de mi vida. Nunca esperaba verme rodeada de personas tan buenas y en un pueblo que es el pórtico de la gloria. Es un bien que el Señor ha tenido la bondad de darme en esta tierra, sin que yo lo merezca y por eso me siento tan dichosa y agradecida. ¡Dejadme como estoy!”. Entonces le propusieron cambiarle el crucifijo al otro lado. También dijo que no. Que la pared donde querían poner el crucifijo estaba muy oscura. “No da de lleno la luz de la ventana y por eso no lo veo bien. Dejádmelo donde está y dejad que mi cuerpo sufra porque mi alma se encuentra muy alegre”.

Así fue como murió esta señora. Se le dio sepultura, como a todas las personas que morían, sepultura cristiana y listo. Un recuerdo muy grato que dejó, fue muy llorada en todo el pueblo, muy sentida pero como tantas veces suele suceder: otra persona más que ha muerto. La fecha en que ella murió me parece a mí que fue entre el año veinticinco al treinta. Las actas de su defunción deben estar en el registro de Hornos. Tengo interés en aclarar estos puntos porque como la historia es antigua, puede haber quedado en el olvido y se puede creer que no estoy diciendo la verdad. Yo soy Cristina y soy consciente de lo que es mentir y más todavía una mentira de esta índole.

En el registro tiene que constar la residencia de este señora en el pueblo de Hornos, su procedencia cubana y su fallecimiento. El año exacto y el día de su fallecimiento no me acuerdo. Mi madre sí lo sabía pero yo no me acuerdo. Mi madre se casó el día treinta de agosto del año 1913. Como fue la madrina de mi madre en la boda, seguro que en el expediente de casamiento de mi madre puede constar que la madrina fue esta señora y un tío mío, hermano de mi padre: Daniel Muñoz Ortega. Yo creo que todo esto son pruebas que doy para que se vea que estoy diciendo la verdad.

Ya he dicho que después de la muerte, se sepultó aquella mujer en el viejo cementerio de Hornos y punto. Pero en plena guerra civil, un día, Longino que era el que trabajaba en el cementerio, se encontró con una desconcertante sorpresa. No sé si era porque estaba, como suele suceder en los cementerios, eliminando restos sepultados ya de cierto tiempo o no sé que otra cosa estuvo haciendo. El caso es que abrió la fosa donde aquella mujer había sido enterrada y se la encontró incorrupta. Según contó él después, estaba incorrupta, sin tener cara de muerta y, además, aunque la palabra sea fea, él dijo: “Que no estaba tiesa”. Sus articulaciones se movían como si hubiera estado viva. La expresión de la cara era muy bella y, además, desprendía un olor agradable.

Longino se fue asustado a su casa, cogió una sábana y con ella la cubrió. Al parecer la ropa que tenía sí se le deshacía al tocarla. Fue luego a dar cuenta pero todo en el mayor de los secretos porque Longino se asustó. Era el primer caso que se le presentaba a pesar de haber sido sepulturero de toda la vida. Como allí no había ya familiares que la reclamara ni nadie que se interesara por ella de una manera especial, le dieron órdenes a Longino para que la enterrara otra vez con todo respeto. Longino, ayudado según decía él por su hijo Bernadino, la cubrieron con la sábana y le dieron otra vez sepultura. Pero según decía él luego, cavó un hoyo mucho más profundo de lo que era habitual porque decía que le daba lástima que alguien la encontrara otra vez y le hicieran alguna cosa desagradable a aquel cadáver.

El cadáver estuvo desenterrado una noche en el cementerio de Hornos. Al otro día ya no estaba y se comentaba en el pueblo que alguien lo había raptado pero no fue cierto. El mantuvo aquello en el mayor secreto pero al mismo tiempo se lo comentó a los de su familia y por eso se empezó a saber en el pueblo. Mi abuela Asunción, que gracias a Dios puedo decir que fue una persona muy respetada en todo el pueblo y todo el mundo la tenía muy en cuenta para las cosas buenas, fue directamente a él y le digo: “Longino, dime la verdad ¿qué es esto que se comenta en el pueblo de María la Capitana?” Entonces él le digo: “¡Ay hermana Asunción de mi alma! Cuando yo me la encontré así, qué susto me llevé. Yo que estoy acostumbrado a trabajar en las cosas del cementerio, yo que no he llorado nunca ni tampoco he rezado, al ver María la Capitana, lloré y recé. La ropa de la mortaja la tenía podrida pero intacta. Y yo temiendo que al tocarla se le vieran las carnes, fui a mi casa, cogí una sábana sin que me viera nadie y la cubrí. Y yo que no he llorado nunca, lloré y recé movido por aquella imagen tan dulce que encontré en el cuerpo de María la Capitana”:

Y mi abuela le dijo: “Pero hombre, esto no debías haberlo hecho tan en secreto. Esto se debía haber sabido”. Fue cuando él dijo: “Yo fui a dar cuenta”. Dar cuenta en mi pueblo significa denunciar el hecho a las autoridades. “Me dijeron que no convenía armar un revuelo en el pueblo. Que se enterrara otra vez y todo se dejara en secreto”. Esta es la historia de María la Capitana, una rosa cubana que vino a morir a mi pueblo de Hornos. Aun después de muerta su perfume se extendió por las laderas de este pueblo. En una fosa más profunda que las demás, quedó sepultada donde para siempre duerme el sueño de la eternidad. ¿Fue aquella mujer otra hija más, ilustre y santa de los muchos hijos nobles y buenos que el pueblo de Hornos ha dado?
Cantinuará…

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