3.23.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO-46

EL SUEÑO

Y ahora te voy a contar un sueño que una noche, estando en mi cortijo de la Dehesa, tuve yo. No sé si esto, a lo largo de mi vida, se cumplió o fue eso: un sueño como tantos tenemos las personas mientras estamos vivos. Ocurrió una noche poco antes de venirnos para las tierras de esta Loma de Ubeda. Mi hermano Cesáreo ya estaba en el Tranco ocupando su cargo de capataz general. Nosotros ya estábamos casi en vísperas de venirnos. En el cortijo estábamos mi padre, mi madre, mi abuela, mi hermano Angel y yo. Recuerdo bien que entonces dormía con mi abuela arriba, en dos habitaciones que había pero dormíamos las dos en la misma cama.

Y el sueño que tuve aquella noche es que me vi en una tierra extraña, que no conocía de nada porque nunca había pisado. Me veía como era: niña y cerca de mí vi un grupo de niñas, más o menos de mi edad, que jugaban a la rueda lo mismo que nosotras, mis primas y yo, en el Soto. Yo estaba sola. Aquellas niñas no las conocía de nada pero como me sentía tan sola y lejos de la tierra mía, me acerqué a ellas y les pregunté:
- ¿Queréis que juegue con vosotras?
Al instante ellas se apartaron de mí y me respondieron diciendo:
- No queremos que tú juegues con nosotras.
Se fueron un poco más lejos, siguieron en sus juegos y yo me quedé sola.

En ese momento me desperté llorando. Y al verme y oírme mi abuela: “¿Qué te pasa?” y yo, toda asustada y llena de miedo: “¡Ay, madre Asunción! Que no quieren jugar conmigo”. Y ella: “¿Pero quién va a jugar contigo si estamos aquí en la cama? Estás conmigo y es de noche”. Entonces me desperté y caí en la cuenta que lo había soñado y me tranquilicé. Me acurruqué con mi abuela, me dormí y entonces tuve otro sueño más malo.

Me sentí otra vez en tierra que yo no conocía, lo mismo que había sido el sueño anterior. Me veía niña pero más mayor. Las otras niñas que había visto antes jugar, habían crecido. Ya eran mayores. Veía también señoras andando de acá para allá pero todo en un sitio que no conocía. Y otra vez yo quería acercarme a aquellas muchachas y ellas, se apartaban de mí y para que me aceptaran les decía:
- Pero si yo os quiero.
Y ellas me respondían:
- Pero no te conocemos.
Y entonces yo me volví y me encontré, en mi sueño, en el jardín de mi abuela, que tenía muchas flores. Hasta recuerdo que las que más abundaban eran blancas.

Me puse y en un momento corté un gran manojo de flores blancas, hice un precioso ramo y me fui hacia ellas y les dije:
- ¡Mirad qué flores tan bonitas os traigo! ¿Os gustan? Son para vosotras porque yo os quiero ¿Por qué vosotras no me queréis a mí? Jugad conmigo, quiero pasear con vosotras, quiero estar con vosotras, no deseo estar sola.
Y ellas empezaron a decir, así con la mano y apartándose de mí:
- No, tú no.
Pero se oía la voz así como muy remota, como un eco.
- No, tú no.
Y yo les preguntaba:
- ¿Por qué yo no?
Y ellas me contestaron diciendo:
- Es que tú eres forastera. No te queremos porque eres forastera.

Dos de ellas, cuando vieron que las otras se iban, se pararon un poco, me miraron como diciendo: “No es bueno ni nos parece bien lo que estamos haciendo pero tenemos que irnos con ellas”. Y aquellas dos se fueron también y me dejaron sola. Las flores sí se las llevaron pero a mí no me quisieron. Y en aquel momento me retumbaba en la mente aquel eco de “¡Forastera, forastera!” y se seguía oyendo como un eco lejano, como cuando se dice una cosa y se repite desde lejos: “¡Forastera, forastera, eres forastera!”.

Aquello se me clavó a mí tanto que me desperté llorando, salí corriendo de la cama de mi abuela y durmiendo como iba y con el susto que me dio aquella pesadilla, caí por las escaleras, rodando hasta donde estaba mi hermano acostado. Me reventé el labio y en la espinilla de la pierna izquierda, me hice una herida. Mi hermano, al oírme caer, pues se levantó aturrullado y empezó: “Nena, nena ¿qué te pasa?” y a sus palabras yo sólo repetía: “Yo no soy forastera, yo no soy forastera”.

Por aquel entonces y menos aún en mi sueño, ni siquiera sabía yo lo que significaba esa palabra. Entre los míos y por aquellas tierras de mi Soto y la sierra entera, yo nunca a nadie le había oído pronunciar esta palabra. Pero mi hermano encendió el candil, porque estábamos en el cortijo, allí no había luz eléctrica, y se levantó. Enseguida se levantaron mis padres y mi abuela que bajó detrás de mí, me cogieron, me dieron agua y no hacía nada más que preguntarme: “¿Qué te pasa, hija mía, qué te pasa?” Y entonces me abracé a mi abuela llorando y le pregunté asustada:
- Madre Asunción ¿qué quiere decir forastera?

Mi abuela me cogió otra vez entre sus brazos, me llevó a la cama y calmándome me dijo: “Forastera se le dice a una persona que es de otro pueblo, de otra tierra distinta en la que ha nacido. Yo, y esto que te voy a decir tú lo sabes, vengo de Lorca, de la provincia de Murcia y aquí en esta tierra soy forastera. Lo que pasa es que las personas que en esta tierra he conocido, han sido buenas y nunca me han dicho forastera pero yo soy forastera aquí. Nadie nunca me lo ha dicho porque las personas de esta tierra quizá sepan que ser forastera no es nada malo. Sólo significa que uno es de otro sitio, que está en una tierra que no es pueblo donde ha nacido pero no tiene importancia”.

Con las palabras de mi abuela, yo me calmé y otra vez me volví a acurrucar con ella sin que ahora, se me fuera el susto del corazón. Yo no paraba de llorar hasta que mi hermano me acurrucó con él y me dormí a su lado sintiéndome protegida. Rayó el alba del día siguiente y al ver a mi abuela, enseguida me fui a su lado y de momento le pregunté: “Madre Asunción ¿ser forasteras es malo?” Y ella: “no hija mía, no es malo ser forastera”. Y ya mi madre y mi padre dijeron: “¡hay qué chiquilla esta! Qué tarea ha cogido hoy con lo de forastera”.

Y entonces mi abuela le dijo: “Dejad a la niña, no le digáis nada. Acordaros de los sueños de José hijo de Jacob. Sepa Dios lo que le ha querido dar a entender a esta niña. Acordaros de los sueños de José”.

Y la noche que veníamos montados en el camión con mi hermano Angel ya camino de estas tierras de la Loma de Ubeda, él y yo veníamos arriba y en la cabina, mi abuela y mi madre. Mi padre se fue por el otro lado, por el Tranco, en los otros camiones con la marrana que traíamos engordada para matarla. Y yo empecé a decirle a mi hermano: “Tengo frío, Angel, tengo frío”.

Mi hermano cogió una manta y me la echó por encima y me tapó diciendo: “Duérmete nena”. Como yo no había viajado nunca, cuando vi el camión correr y correr le preguntaba a mi hermano: “Pero Angel ¿tan lejos está eso donde vamos? Angel, ¿Cuándo vamos a llegar? Tengo frío”. Y mi hermano venga taparme con la manta. Y viendo que aquel casi sueño que estábamos viviendo mientras el camión corría y nos traía para estas lejanas tierras, se hacía tan eterno, le dije a mi hermano: “Angel, yo quisiera estar ahora mismo en la Piedra del Aguila, allí en la Vega de Hornos, sembrando garbanzos contigo. Yo no quisiera estar subida en este camión que por momentos, nos lleva más y más lejos de nuestra tierra”.

Y en estos momentos me empecé acordar del sueño que había tenido unas noches antes y otra vez le pregunté a mi hermano: “Entonces, dónde vayamos nosotros ahora ¿somos forasteros?” Y mi hermano me dijo: “Así es nena pero no te preocupes porque eso no es nada malo. No pasa nada. Tranquilízate. Yo he estado en Ubeda y ahí tengo ya muchas personas conocidas que me quieren mucho. No te preocupes tú, nena mía y duérmete que no va a pasar nada malo. Tú no tengas miedo que no nosotros vamos a vivir a nuestra casa, que en vez de ser en el Soto, la tenemos ahora por estas tierras”.

Y animándome con estas palabras, me quedé dormida encima de aquel camión que nos traía hacia tierras que para mí eran desconocidas y en las rodillas de mi hermano.

Desde que tuve este sueño, se me quedó la palabra forastera como una espina clavada en el corazón. Por eso aquella vez que fui a Hornos y me preguntaron si yo era forastera, me dolió tanto. Si vuelvo a mi pueblo, que tan metido llevo dentro de mi corazón y me dicen forastera y en el sitio a donde vinimos a vivir, porque no era de aquí, me decían forastera, yo me digo ahora Dios mío ¿de dónde soy yo? ¿Dónde está mi tierra, dónde tengo mis raíces? Y la única respuesta que siempre encontré es que por perder nuestra casa, nuestras tierras y nuestras raíces en contra de nuestra voluntad, soy y somos forasteros en todos los sitios a donde vaya.

Pero como Dios nos va quitando y al mismo tiempo nos va dando otra mano, en el pueblo de Ubeda, donde ahora me encuentro, tengo ya muy buenas amistades. A muchas personas que me han ayudado mucho a superar mis sentimientos de forastera. Doy gracias a Dios por encontrarme en este hermoso pueblo de Ubeda. Desde el primer día me acogieron con tanto amor que hoy puedo decir, como Pepe Pinto: “que tengo entre dos amores, mi corazón repartido”.

Y como aquí tengo ya a mis padres enterrados, a mis hermanos, mi abuela, mi
tío Daniel y mi marido, aquí me casé en Santa María y aquí han nacido mis hijos, pues lo que hoy pido al cielo y al pueblo de Ubeda es que me den aquí también un poquito de tierra, como decía Santa Teresa en Alba de Tormes: “¿No me darán aquí un poco de tierra?” Pues esto le digo yo al pueblo de Ubeda: ¿Me daréis aquí un poco de tierra para que descansen mis huesos?

Más información de este Parque Natural en:

http://es.geocities.com/cas_orla/

Las fotos más bellas del Parque en TrekNature

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