3.12.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO -1

SOTO DE ARRIBA

- Mi abuelo, fue arrendatario del cortijo de Los Parrales. Allí nació mi padre. Era un rincón bonito el de aquel cortijo bajo el abrigo de la pared rocosa. Todo lleno de pinos, la casa, el corral, las higueras, los nogales, la era, la cascada, la oscuridad de la covacha, los enebros, las sabinas, todo aquello parecía un auténtico belén a lo grande. Hasta la situación: en mitad de la ladera, justo donde el cortado de las rocas forman un gran escalón y mirando al oriente. Ni en sueño podría quedar más bello. Además, para llenarlo de un encanto todavía más especial, a los pies de ese magnífico belén, quedaba el Valle. Desde Los Parrales, en las tierras del valle se fue fijando mi abuelo. Y aunque en Los Parrales nació mi padre, en los terrenos que por el valle, mi abuelo fue comprando, poco a poco construyó el cortijo del Soto de Arriba. El primer cortijo fue todo junto. En él vivieron mis abuelos con sus hijos. Ellos fueron los que levantaron el Soto. Los fundadores, se podría decir. Luego se hicieron partes. Un trozo para cada uno de los cuatro hijos. Las cuatro familias que acogió el Soto que yo conocí. Al tío Ramón Muñoz Ortega, que era el mayor, le correspondió ésta parte. Al segundo de los hijos, Daniel, le cupo en suerte, la parte del centro. José, que era el tercero, se llevó el trozo que da al muro del pantano del Tranco. Y al cuarto, mi padre, que era el menor de los hermanos y se llamaba Felipe, le tocó la sección que mira al pueblo de Hornos. El trozo que, de la casa de mi tío Ramón, baja hacia el río y que estamos viendo en este plano, lo edificó él después. Fue la cuadra y luego los graneros y el pajar. En la puerta del cortijo que queda en el centro mirando a Fuente de la Higuera, estaba el horno y un rellano que dejó mi abuelo para los arrieros cuando llegaban con sus bestias. Si se paraban y llovía o hacía calor, en este porche se refugiaban ellos y sus mulos. - ¿Por dónde pasaba el camino real? - Por la misma puerta. Bajando de Hornos hacia el Tranco, el río Hornos quedaba a la derecha. A la izquierda del cauce estaba mi casa y las huertas. Por la puerta del cortijo, el camino real. Pasaba luego por la misma puerta del Soto de Abajo y por el cortijo del Tío Hilario. Cuando corría el río Guadalquivir por los llanos de San Román, allí se juntaba con el río nuestro y entonces aquello se le llamaba "Las Juntas de los ríos”. Al río Guadalquivir, nosotros, que sabíamos que su nombre era Guadalquivir, le llamábamos "Río Grande”. Y al nuestro, "río Chico”, que era el río Hornos. Mi cortijo estaba en el lecho del Valle. Y a un lado, a la derecha del río, se alzaba Montillana, La Cueva, Los Parrales... Y a la izquierda, la Fuente de la Higuera, La Canalica, Los Baños, La Laguna... Pero da la casualidad de que mi cortijo se encontraba en un punto estratégico. Que mi abuelo no fue tonto cuando lo hizo en aquella llanura. Desde mi cortijo se veía: La Fuente de la Higuera y La Canalica. Los Baños no se divisaban pero estaban muy cerquita. Nada más con asomarse a los cortijos, se podían comunicar. Luego mi madre, claro, yo soy su hija, no tiene valor lo que diga pero mi madre tenía una formación muy especial. Si digo que muy buena persona, no me lo van a valorar pero es la verdad: tenía una formación cristiana y humana muy alta.
- ¿Y la acequia que se ve en el plano?
- Claro, la que bajaba del río Hornos. Venía de una presa que habían hecho, aproximadamente a la altura de la "Loma Alcanta”. Por el cortijo de Gaspar que era el que estaba más cerca del río. El del Maestro Matías, se encontraba más a la derecha, algo retirado del cauce. Por aquel rincón hicieron una acequia con lo que nosotros llamábamos un Acas”, que era una acequia grande de agua. Y aquello bajaba por toda la Vega, dándole riego a las tierras. Pasaba, pues esta era mi casa y a dos o tres metros por detrás de mi casa, iba la reguera hasta llegar a lo hondo del valle. Los pobladores del valle se ponían de acuerdo para regar las huertas por horas. El Soto de Abajo regaba con esa agua también y ya todo esas tierras del fondo de la Vega. Todo, todo de riego. ¡Pero aquello era el paraíso! Todo de riego y árboles frutales de todas clases. Aquello era una maravilla. Muy importante será el pantano, no lo discuto. Yo no entiendo de eso y digo que quien lo hizo, supo lo que hacía y de alguna manera pues valdría la pena que lo hicieran, sino el Estado no se hubiera gastado el dinero que se gastó. Pero no han valorado lo que se perdió en la Vega. Lo mejor de Hornos. Aquello no se valoró. Se le ha dado valor al pantano y no lo discuto pero nunca se ha preocupado nadie de pensar: Y lo que se perdió allí para hacer el pantano, ¿Cuánto valía?
- ¿Cuántas familias había en la Vega?
- ¡Muchas! Y luego como se vivía en mi tierra. ¡Qué manera tan bonito de vida! No he vuelto yo a vivir de esa manera, nunca más. A lo mejor digo alguna tontería, porque yo no sé expresarme bien ¡eh! Yo hablo como sé, a la buena de Dios. Aquí, pues, no es que esté mal, no. Son costumbres distintas. Señora fulana, señor fulano. Por la Vega eso de señora o señores, no. Allí era la hermana fulana o el hermano fulano. Luego, había una unión... Las tierras del Carrascal y la Platera eran muy interesantes también. El Carrascal se llama así porque era una zona donde había muchas carrascas y robles. Encinas, que nosotros le decíamos carrascas. Aquello producía mucha bellota que por lo que decíamos antes, eso para los cerdos, era fabuloso. Un buen pienso para los animales. También por allí y a lo largo de todas las laderas que rodean mi Vega, crecían muchas coscojas. Eso da una bellota amarga que se la comen muy bien las ovejas, los cerdos y las cabras. Todos los ganados se comen la bellota coscoja. No estoy segura si las vacas se las comían, de esto no estoy segura porque como nosotros no teníamos vacas, pues yo de esto no estoy muy al corriente. Los marranos también se alimentaban con gipia, orujo, que esto es lo que queda de la aceituna después de extraerle el aceite. O sea, que en las tierras que ahora cubren las aguas, había de todo menos periodismo y televisión. Yo creo que estas vivencias, cuando nos vemos tristes, nos sirven hasta de consuelo. Porque decimos: ABueno, ahora sufro por este problema, por esto, por aquello pero y lo que yo viví entonces ¿quién me lo quita?” Aquello era muy bonito. ¡Qué lastima! Para llorar. Ya te decía: lo que más valor tenía era el regadío. Mis abuelos hicieron el cortijo en aquel lugar por eso, por el regadío tan bueno. Como es que había tanta agua por todos lados. Y agua buena. En cualquier sitio se arrodillaba uno, se lavaba las manos y bebía agua fresquita y buena. En Montillana había una fuente que le decían ALa Fuente del Tobazo”, que era famosa por el caudal que soltaba y la calidad del agua. Siempre fresquita. Mis hermanos, cuando daban de mano de trillar por la tarde en el verano, cogían las "aguaeras”, una cosa de esparto que hacían con cuatro huecos y la ponían encima de las bestias para llevar los cántaros, e iban a por una carga de agua. Pa cada casa y familia, un cántaro. Otro día le tocaba a otro. Por Montillana también había otra fuente que le decían "Fuente Mala”. Luego estaba el arroyo de la Teja, el arroyo de la Fuente de la Higuera, un pedazo de tierra que había enfrente de mi Soto que le decíamos "El Canalizo”. Había unos fresnos allí de miedo. Si es que hablando de árboles es perderse. ¡Qué lástima! Es que era todo muy agradable.

Cantinuará...

http://es.geocities.com/cas_orla/

1 comentario:

Madeja de Palabras dijo...

Hola, amigo

Precioso tu blog. Felicidades.

Yo acabo de poner un comentario poético en el mío sobre el pantano del Tranco. Me gustaría tener alguna foto que poner, que fuera de allí, y si es posible, en la que se viera el pueblo enmudecido.
¿Podrías tú facilitarme una?

Gracias y saludos
http://madejadepalabras.blogspot.com/

Lola