2.13.2008

Segura de la Sierra -3

LAS TORRES DEL VALLE ‑ 29

Y llegado a estas alturas le dices que ya te tienes que ir.
‑ ¿Adónde vas ahora?
Te pregunta.
‑ Estoy dando un paseo por el pueblo para conocerlo un poco pero a este paso no voy a terminar nunca.
‑ Ya, una vez que aquí, te viene mejor no volverte para atrás sino seguir, pasar por las ruinas del convento y rodear esta casa y el mesón por la parte de atrás.
‑ ¿Dónde queda el convento?
‑ Míralo, eso que ves ahí es.

Te señala hacia el lado derecho un poco cerro arriba buscando el castillo que es por donde cae el convento. Ahí mismo existen unas ruinas, las paredes en ruinas de lo que debió ser una gran casa de piedra y por eso te extraña. Nunca habías oído que aquí hubiera un convento.
‑ Ya no existe, desde luego.
Te aclara de nuevo.
‑ ¿Y qué monjas eran las que vivían aquí?
‑ Hasta ahí no llego. Habría que ir a la historia y ver qué cuenta del convento y de estas monjas. Me acuerdo de ellas porque, junto a las chumberas, en esta misma casa que remodelan ahora mismo, después de la guerra teníamos nosotros una fonda. La única fonda que había en el pueblo y a donde venían a dormir todos los arrieros y caminantes que por aquí pasaban. Ahí mismo teníamos nosotros una fonda y sé, porque lo veía, que las monjas del convento las traía el cura. Primero trajo dos o tres y después fue trayendo más. Hasta treinta monjas llegaron a vivir en esa casa.

Según vas conociendo detalles te dice que todo es pura novedad para ti.
‑ ¿De qué vivían aquí estas monjas?
‑ Hacían su vida dentro de su convento. No salían nada más que cuando iban a pedir por las casas; así que de esto vivían, de lo que le daba la gente, lo que le traía el cura y lo que podían cultivar en el huerto, porque dentro del convento tenían su huerto. Por la calzada que va por encima de las casas del pueblo bajando puntal adelante hacia Orcera, las he visto ir y venir más de una vez.

Miras por encima las casas y como precisamente también, en alguna ocasión, has visto bajar gente por ahí, sobre todo gente joven y los fines de semana, lo del camino de la loma despierta tu curiosidad. Querías saber desde hace algún tiempo, a dónde lleva el camino, por lo alto del cerro de rocas blancas y cómo se llama. Se lo preguntas y ella te dice que:

‑ Ese camino se llama “Correllana”, y va a Orcera, ya te lo he dicho antes. Sale de aquí, de la parte baja del pueblo, por el lado este del cerro y fuente del Góntar y va a juntarse con la carretera precisamente un poco antes de donde el arroyo de Góntar cruza la carretera. Por ahí baja también el arroyo del Higuí y barranco de la Viña, quedando, entre Orcera estos barrancos y arroyos que te he dicho, el arroyo Nacimiento y nosotros, el gran pico que se llama Picorzo y que tiene 1.046 m.

Al oír el nombre de Góntar, una vez más te vuelves a hacer un lío: llevas ya un montón de tiempo queriendo saber dónde se encuentra exactamente Góntar y qué es. Y lo que hasta ahora has averiguado es que la palabra Góntar, se refiere a seis cosas en estas sierras: un pico por el Calar de Cobos. Una aldea por río Mundo. Otra aldea ya en términos de Albacete. Un cerro aquí junto a Segura de la Sierra. Una zona pegada a este cerro que es donde estuvieron los lavaderos y a un arroyo que también corre por aquí cerca.

Además, sabes que este nombre lo lleva también un monte ordenado de los pertenecientes al catálogo de monte y que se llama “Collado de Góntar hasta los Besignes” que es el número J‑1040 y pertenece al grupo “Arrancapechos” que comprende los montes de: Arrancapechos, Calarejos, Calar del Pino, Collado del Góntar, Loma del Calar del Pino, Pinar del Sahucar y Prado Madero, sumando entre todos estos montes, la cantidad de 6.150 Has. Y el de Góntar sólo, la cantidad de 1.206 Has. También sabes que este monte se encuentra en el término de Santiago de la Espada y cae por el lado derecho del arroyo de los Huecos de Bañares, por la parte de abajo del Pantano de Anchurica donde ya quedan cerca los términos de Albacete y Granada con los de Jaén.

‑ Esta senda que tan bien se ve desde la puerta de esta casa tuya y que dices se llama “Correllana”, ¿lo sigue usando la gente todavía?
Le preguntas.
‑ Ya no; eso era antes de hacer la carretera y cuando las personas no tenían coche. Hoy, todo el mundo viene y va por la carretera montado en su coche y como sabes, buenos, lujosos y potentes. Ya las cosas no son como antes.
‑ Pero siguiendo con el camino, lo que desde aquí se ve parece como si todavía lo siguieran usando la gente. Fíjate como blanquea por encima de las rocas.
‑ Claro, porque el camino de montaña se trazó por lo más alto de la cuerda esa que desde este pueblo se alarga en busca de Orcera y aunque ahora ya nadie o casi nadie va por ahí, las rocas se han quedado descarnadas y como en las rocas no crece ni la hierba ni otra vegetación, relucen casi con la misma blancura de aquel día en que la gente iba y venía por él de un pueblo a otro. Teniendo buenos pies y ganas de andar, por ahí se coge recto y se llega a Orcera casi antes que con el coche por la carretera.

- ¿Y lo que me decías antes de aquella senda tuya?
- Es un recuerdo muy vivo que tengo dentro de mí. ¿Quieres oírlo?
- Seguro que me va a gustar mucho.

- Recorriendo aquella senda me pasaba yo las tardes enteras y en más de una ocasión me iba preguntando cuál de las dos cosas habría sido primero, la senda o ese bodrio de casas nuevas llamadas chalés. En más de una ocasión en aquellas tardes largas me iba yo preguntando si a las casas aquellas se les podría llamar pueblo, aldea, urbanización o cortijos serranos puesto que cuando los oía a ellos llamarlo pueblo, algo se revelaba dentro de mí. Fundamentalmente esto era lo que me preguntaba en más de una ocasión justo en el momento en que me encontraba recorriendo algunos de los tramos de aquella senda tan bonita. Y también luego, en más de una ocasión me iba yo diciendo que en el fondo a mí me daba igual que aquello se llamara pueblo y que hubiera sido primero o después que la senda; porque yo también me decía que una cosa u otra no quitaba ni ponía ningún valor a la propia senda ya que mi sensación personal era que ella por sí sola trascendía en mucho al pueblo o chalés por donde pasaba e incluso a la ladera de donde arrancaba quedando igualada o quizá algo superada por el río.

Recorriendo aquellas tierras en más de una ocasión yo me fui dando cuenta que ahora todo había quedado o quizá de siempre había estado, justo a las espaldas del pueblo aunque sucedía casi lo mismo: era ella indiferente al pueblo en infinidad de rasgos y bellezas. Como si la senda misma en sí y no por ninguna otra cosa, tuviera la suficiente identidad y fuerza como para que no le importara ni lo más mínimo aquel pegote de pueblo que los ricos de la ciudad habían construido allí mismo. Mas a la ladera no le pasaba igual con la senda. De ello me iba yo dando cuenta también ya que una tarde y otra descubría como si las rocas, el monte y la tierra existieran y estuvieran allí sólo para darle soporte y acogerla a ella. Como si la primera no tuviera otra finalidad que la de fraguar y conformar a la segunda: la senda que arrancaba desde su mismo centro.

Y eso era verdad: la senda arrancaba de su mismo centro, del corazón de aquella ladera. Arrancaba de allí mismo y a ella le sucedía como a otras muchas sendas mías por estas sierras: no tenía comienzo. Bueno, en realidad lo tenía pero es que su comienzo, su nacimiento era tan fino, tan casi invisible y delicado que no se advertía así a simple vista sino hasta que ya la habías recorrido en un buen trozo. Porque la verdad es que ella nacía en el mismo centro de la ladera. Pero sin llegar a arrancar de un punto concreto sino que poco a poco se iba juntando desde todas las direcciones y sin apenas aspaviento alguno, cuando acordabas, ya te veías trazando sus curvas y dejándote caer casi en picado en busca del barranco del arroyo pequeño.

Y era aquí, en el barranco un poco a la derecha, donde se encontraban las primeras casas que iban dando alguna forma a este extraño pueblo. Una cosa de pueblo sin ninguna identidad porque aunque sí había sido levantada aprovechando los cimientos y piedras de algunos cortijillos serranos, ya estas lujosas y nuevas construcciones, nada tenían que ver ni con aquellos cortijos antiguos ni con la solera de las mil otras presencias serranas. Cuando yo le pregunté a mi amigo un día me dijo que:

‑ Han sido los ricos de la ciudad, esos que tienen casas en dos o tres sitios distintos, los que, para sus vacaciones y tiempos de descanso, se han adueñado de estos paisajes limpios para construirse otra vivienda más.
‑ ¿Para su descanso en la época de vacaciones, dices?
‑ Dicen ellos que para su descanso en la época de vacaciones y fíjate tú que paradoja más rara: ellos que son los que menos trabajan en esta sociedad porque viven sacándole el dinero, con trampas y engaños, a unos y otros, vienen a construirse sus casas de descanso y vacaciones a las tierras que nos han quitado y nos daban de comer. ¡Fíjate tú que paradoja!
Me decía mi amigo aquel día que le pregunté.

Luego yo aquel día y después otros días más me decía a mí misma que en el fondo mi amigo tenía razón al menos en lo que a aquella senda tocaba, tan bonita en otros tiempos. Resulta que cuando la senda se aproximaba a la aldea, por llamarla de alguna manera, o más bien allí donde a la senda habían aproximado las casas del poblado, lo que sucedió es que la rompieron por completo. Al comienzo del pequeño arroyo, donde existían unos manantiales, con su llanura y sus grandes árboles, le construyeron una zona recreativa de gran categoría.

La llenaron luego de jardines, bancos, paseos y cocinas y ni siquiera respetaron las grandes rocas ni los magníficos robles que también crecían en aquel rellano.
‑ ¡Una pena, porque por más que ellos digan, todo ha quedado feo, destrozado, sin personalidad, sin paz y sin soledad ni agua limpia!
Le seguía diciendo yo a mi amigo a lo que él me respondía diciendo:
‑ Y hasta creo yo que desde que esta gente empezó a establecerse por aquí, ya ni llueve ni nieva como antes.

Pero como yo tengo la intuición dentro de mí de que la senda fue antes que todos ellos, puedo comprender que a pesar de todo ahora, mal herida y toda estropeada, milagrosamente logre escaparse de las casas y cosas que le han construido por el barranco en que pasaba y orgullosa sigue bajando por el arroyo hasta besarse con el río. Casi se abraza ahí con él, en la curva y entre las aguas en el mismo punto en que también el arroyo se entrega generoso a la corriente de su hermano el grande.

Amorosamente el río se pliega a los pies de la senda y como si tendiera ante ella una amplia alfombra blanca, le deja paso por el lado derecho para que siga bajando en su compañía. Cruza ésta, adaptándose a las gruesas rocas doradas que las aguas del río por aquí han cortado y a unos trescientos metros se tropieza con el otro pequeño rellano. Un asombro de belleza por la fragancia de los charcos ahí tan cerca y la espesura del bosque que abraza a ambos también por los dos lados.

Quizá sea por eso o quizá sea porque el mismo río se lo permite, el caso es que la senda por aquí ya se hace grande, recta, cómoda y más orgullosa aún, sigue bajando en busca del arroyuelo que su ladera madre por segunda vez le ofrece. Llega él vestido todo de cascadas blancas y escudado por un montón de rocas que se alargan hasta el mismo borde del charco grande.

Sin embargo, cuando todo parece que vuelve a la normalidad y sencillez de aquellos tiempos, cuando ya uno cree que los de la ciudad dejan en paz a la naturaleza y a los silencios de estos barrancos, de nuevo aquí se hace presente otro extraño personaje que en esta ocasión hasta es amigo mío. Otro amigo más que por supuesto es muy diferente a mi primer amigo. El se ha puesto aquí delante de la senda y le ha dado el zarpazo grande. Porque ahí mismo, junto a la cascada vestida de blanco, entre las rocas y casi pisando el agua del charco azul, mi amigo se ha construido su casa.

‑ ¿Es que no te gusta?
Me decía él uno de aquellos días cuando bajaba por la senda y me lo encontré sentado en las mismas rocas y con los pies metidos en el agua del río.
‑ Como eres mi amigo y sé que tú sí estás orgulloso de tu casa, casi me siento obligada a decirte que sí, que me gusta pero como esta respuesta no es la que siento en mi corazón, prefiero no engañarme a mí ni engañarte a ti. No me gusta tu chalé por el sitio en que has venido a construirlo y el daño que tanto a este río como a la senda y a la ladera le has hecho.
‑ Fíjate que si me criticas y no estás conforme con las cosas que tengo y hago, puedo dejar de ser tu amigo.
‑ Eso lo sé pero como yo no tengo chalé ni tierra ni dinero ni casi nada en este mundo, en el fondo me siento libre para decir la verdad y lo que siento, aunque a ti no te guste porque no apruebo tu chalé rompiendo a esta senda mía que tanto placer sencillo me ha dado a mí y a otros antes de que tu casa y esos amigos tuyos, estuvieran por aquí.

Y mi amigo, para ser todavía más moderno que esa otra gente rica de la ciudad, cogió y donde existía dos o tres fresnos, él los arrancó y en su lugar plantó cañas de bambú. También se siente orgullo de ellas porque parece que en el fondo eso le da cierta seguridad. Así que ahora en lo más hondo de mi espíritu, aunque se me desgarre el alma y la rebeldía se me empine, lo único que puedo, es decir, que, pobre senda mía, tan destrozada junto a su río y su ladera.

Y ya está. Mi recuerdo, mi senda y mis sentimientos los he puesto en tus manos para que te hagas una idea de lo que fuimos y fue esta sierra.
- Una idea tremenda que no sé cómo modelar. Porque no me has dicho dónde está tu senda, el río y ese pueblo raro que allí construyeron.
- No importa. Mi senda es un símbolo y se parece a todas las que por estos montes existieron y por una causa u otra, cada día van muriendo. Aunque te dijera el lugar y los nombres ¿quién los conoce ya? Y si alguno todavía queda por aquí que los recuerde ¿para qué los quiere? Fijéte la que aquí mismo tenemos y antes comentábamos.

La visión que desde aquí ofrece la senda de Correllana, los olivares, las rocas y los pinares por donde pasa, es perfecta, tremenda y solitaria. Al fondo, sin tener que mover ni los ojos, te quedan las famosas torres que surcan el valle de Segura, remontadas cada una de ellas sobre algún cerrillo. Al verlas piensas que ahora, antes de despedirla y seguir, es el momento de preguntarle algo de estas torres.
‑ Te digo que cada vez que paso por esta carretera, uno de los símbolos que más me llama la atención, son esas tres torres en lo alto de los montículos llenos de olivos. Sé que por el valle, a lo largo y ancho de muchos kilómetros, existen otras torres y otros castillos. Es más, te digo que un día leí que:

“A una legua de Segura en dirección poniente se divisa la torre de Albaladejuelo y la Fuensanta, muy fuerte de calicanto, algo derribada por algunas partes”. ¿Serán estas torres algunas de aquellas o no? Estas son tres y aunque no quieras verlas se te meten por los ojos en todo momento y desde cualquier rincón de las sierras.
‑ ¿Cómo se llama, por ejemplo, esta primera?
Le preguntas.
- Esta torre se llama las “Zorreras”, y también la Torre del Tesoro y en ella ocurrió una historia cuya mujer, que fue la protagonista de la historia, yo conocí.
‑ ¿Qué ocurrió y por qué se llama la Torre del Tesoro?
‑ Te lo voy a contar para que tengas más conocimiento de estas tierras y sus rincones pero antes, si me permites, te voy a contar algo en general de las torres que existen por estos valles y colinas.
‑ No sólo te lo permito, sino que lo deseo. Creo también que estos trozos de sierra, raíces del pasado, son importantes y oírlas de ti puede que aún sean más importantes; así que empieza que te escucho con gusto.

‑ Oí decir que la Sierra de Segura es un balcón privilegiado que se asoma a la cabecera del alto Guadalquivir. Y luego, cuando ya fui mayor, en un libro que se titula “Los castillos de Jaén”, en las páginas que habla de esta zona dice que: “La Sierra de Segura fue y es vía de paso natural entre la baja Andalucía y levante de una parte y Granada de otra.

En la antigüedad una de las rutas principales, la de Saltus Castulonensis o ruta de la plata, bordeaba este macizo que se llamaría Oróspeda, tierras que hoy queda comprendidas entre las sierras de Cazorla, del Pozo, de la Sagra, de Segura y Alcaraz. En época musulmana las corrientes demográficas y comerciales iban de Este a Oeste y viceversa. Era por lo tanto imprescindible, para dividir y controlar el territorio musulmán de Andalucía y Levante, dominar esta región.

Los pasos entre Andalucía y Levante, principalmente el de Montizón, quedaban controlados por Alcaraz del mismo modo en que los de Santisteban se vigilaba desde el Exnavejor y los del Muradal desde Dueñas. Estos pasos habían quedado abiertos después de las expediciones de Alfonso VIII. Hay que añadir que la función meramente comercial de tales portillos será mantenida luego por los conquistadores cristianos. A finales del XIII, por ejemplo, tenemos noticias de que las recuas de mercaderes y los ganados extremeños siguen pasando por Montizón. La estrategia conquistadora de Fernando III será continuación de la que ya había diseñado su antecesor. Para 1.235 había asegurado la vía de Alcaraz al Alto Guadalquivir mediante conquista y consolidación de la presencia castellana en Torres de Albanchez, Torres, Santisteban, Iznatoraf y la vertiente del Alto Guadalimar.

La presencia castellana más temprana en la Sierra de Segura se detecta en 1.214, cuando conquistan Segura de la Sierra. A pesar de ello el control efectivo de la región se haría esperar bastantes años todavía. A partir del 1.235 se combinan dos factores complementarios que favorece la implantación cristiana: la descomposición del reino de Murcia, que debilita la defensa de este franco esencial y el buen momento económico de la Orden de Santiago que favorece su acometividad.

Los santiaguistas, sólidamente instalados en el Campo Montiel, quieren prolongar su conquista como una cuña entre Murcia y Granada. Hacia 1.235 se conquista Génave, Villarrodrigo, Torres de Albanchez. Entre 1.239 y 1.242 caerían Hornos, Segura, Siles, Benatae y Orcera. En 1.235 la Orden recibe los castillos de Chiclana, Torres y Hornos; en 1.239 Alcaraz y Beas, a cambio de algunas heredades en otros lugares. En 1.242 el de Segura. Esta serie de apropiaciones culminará con la cesión de Orcera, en 1.285 por Sancho IV.

Dada la complejidad que presenta el relieve segureño sus fortificaciones se pueden agrupar según sus respectivos emplazamientos a lo largo de las rutas que vigilaban. Se puede establecer cuatro grupos. El primero lo forman aquellos castillos que siguen el itinerario de la ruta de Levante remontando la cuenca que Guadalimar. Por aquí se encuentran Bujalama, la Puerta de Segura, Cardete, Peñafleita y Tasca. Un segundo grupo incluye las fortalezas dispuestas a lo largo del camino que va de Riopar a Bujaraiza: Siles, Morles, Puentehonda, Benatae o Huete en ramal alternativo, Orcera, Segura y Hornos.

La vía del levante recibe por el Norte una serie de caminos secundarios que proceden del Campo de Montiel: el de Villarrodirgo y Torres, el de Génave y el de Matamoros, vigilados por otros tantos castillos. Este es el tercer grupo. Y finalmente la vía del levante recibe por el Sur otra serie de caminos cuyas fortalezas constituyen el cuarto grupo. El de Beas tiene dos ramales que van, respectivamente al Puente de Génave o a la Puerta. El primero queda vigilado por la torre cercana a Peñolite, el segundo por Catena, Espinareda y la Torre”.

LA TORRE DEL TESORO ‑ 30

Estas son, bastante resumidas, algunas de las estupendas páginas del libro de los castillos, que nos vienen bien ahora para centrarnos en lo de la torre que vemos desde aquí y que ya te dije se llama “La Zorrera”.
‑ ¿Ahora ya si podemos ir con esta torre y la historia que dices en ella ocurrió hace tiempo?
‑ Ya sí. Y empiezo contándote que lo de la Zorrera no sabría aclararte por qué se lo dicen pero lo del tesoro, La Torre del Tesoro, puede que sea por lo de la historia de la mujer y su dinero.

Sabes que a veces, en los pequeños relatos que cuenta la gente sencilla, también de las cosas sencillas pero corazón grande y vidas llenas de recuerdos hondos y puros, se encuentran leyendas bellas que desenmascaran realidades concretas. Son esas cosas de andar por casa que nunca nadie recogió ni en actos oficiales ni en crónicas de prensa ni en libros de historia o guías turísticas. Son las intrascendencias del vivir cotidiano y que apenas conocen unas cuantas personas que luego con el tiempo, poco a poco se va olvidando porque la vida es así. Y como estoy viendo que tienes interés por las torres del valle y otras cosas de estas tierras, te voy a contar lo del tesoro de esta torre llamada “La Zorrera”.

Te lo voy a contar a mi manera y tal como ocurrió y puede ser que cuando la oigas creas que es una cosa de poco importancia o hasta una tontería. Pero en fin, aquello ocurrió y como yo conocí a la mujer y al hombre, pues por contarlo no pasa nada. La mujer vivía aquí, en el pueblo y esto fue hace ya mucho tiempo. No había tenido ella nunca dinero pero no se sabe cómo, un día se encontró con una buena bolsa de monedas.

Y como en aquellos tiempos no había bancos como hay ahora para guardar en ellos los ahorros o el poco dinero que tenga uno, la mujer, al verse con aquella buena bolsa de monedas, empezó a darle vueltas en su cabeza para ver cómo escondía el dinero no se lo fueran a quitar.

Mucha gente por aquellos tiempos lo que hacía era guardar los dineros debajo de un ladrillo en alguna dependencia de la propia casa. Pero había personas que se creían que en otro lugar que no fuera la casa iba a estar más seguro y lo que hacían era esconderlo en alguna cueva que conocían por el monte, en algún castillo abandonado, en alguna roca grande como dicen ocurrió con esa roca de Peña Mujo, donde creo que en la misma peña o por allí cerca también, hubo un tesoro escondido.

En fin, esto era lo que en aquellos tiempos ocurría. Cuando alguien tenían algún dinerillo o algún objeto de valor, lo que hacía era esto: esconderlo bien y si era posible enterrarlo para que nadie lo supiera y así no se lo pudieran quitar. Que de estas historias vienen los tesoros. Como los tiempos entonces estaban tan malos, a veces las personas del tesoro escondido, morían, los mataban o se los llevaban a la guerra y como luego nadie sabía que tenía una fortuna escondida, allí enterrado se quedaba el tesoro para siempre hasta que pasado el tiempo y por las circunstancias que fueran, alguien hacía obra en la casa o araba los campos y por pura casualidad salía el tesoro. Que así han sido siempre los tesoros.

Esta mujer empezó a darle vueltas en la cabeza para ver si encontraba donde esconder su capital a fin de que nadie lo supiera y así no se lo quitarían. Venga pensar, venga pensar hasta que se le ocurrió que el sitio seguro y secreto era esa torre, la de la Zorrera, que es de las tres que vemos, la primera, la más próxima nosotros. Así que preparó su dinero en una talega y un día, cuando ya el sol iba a ponerse, cogió ella sola por el monte abajo y se fue derecha a la torre con la conciencia tranquila porque creía que nadie la vería.

Pero esa torre y las otras dos, en aquellos tiempos, estaban en la finca, es decir, eran propiedad de un señor que conocía bien todo el mundo aquí en el pueblo porque era el dueño de muchas tierras. Y este señor había contratado a un hombre para que le guardara la finca y las cosechas que en la propiedad tenía sembradas. Así que sucedió que como la mujer iba sola y era ya cayendo la tarde, el guarda que estaba por allí escondido en el monte, al verla se dijo: “¿Adónde va esta mujer a estas horas de la tarde y tan sola por aquí?” Y se puso a seguirla sin hacerle ni decirle nada y procurando que ella no lo viera a él.

La mujer terminó de bajar la ladera, dejó el caminejo que llevaba, subió ese cerrillo donde se encuentra la torre y cuando llegó a ella se metió dentro. Buscó por allí, en un sitio que ella creyó seguro y haciendo un agujero grande depositó dentro su dinero. Luego salió de la torre, ya de noche y por eso no se paró más por allí. Creyó ella que precisamente por ser de noche ya nadie la iba a ver y por eso regresó por su senda y su ladera al pueblo tan tranquila porque ya tenía su dinero seguro.

Esto es lo que ella creía sin saber que el guarda lo había estado viendo todo. Y como el guarda se dio cuenta que cuando aquella mujer bajaba por allí y luego cuando entró en la torre, llevaba en las manos una talega y ahora cuando salía y subía ya no llevaba nada, el hombre se alertó. “¿Qué habrá venido a hacer esta mujer a esta torre?”. Se preguntó mientras seguía viéndola caminar ladera arriba. Esperó un rato a que oscureciera por completo y a que la mujer se alejara de aquellas tierras y luego entró en la torre a ver qué había hecho allí.

Como el hombre llevaba mucho tiempo de guarda en las tierras ya conocía perfectamente los rincones de la finca y también los recovecos y escondrijos de las tres torres que se ven subiendo por el valle. Encendió él unas mechas y prendió fuego a unas teas y enseguida se dio cuenta que uno de los agujeros de un rincón de aquellos no estaba como él siempre lo había visto. Se dio cuenta que la tierra se hallaba recién movida y ya empezó a sospechar. “Aquí es donde esa mujer ha escondido lo que sea pero ¿qué habrá escondido y precisamente en esta torre?”, se dijo y se preguntó. Y como él era el guarda de aquella finca se sintió con autoridad de saber lo que en su territorio pasaba y, además, como la curiosidad le empujaba, se puso a excavar y enseguida descubrió la talega que estaba llena de monedas de oro.

“¡Madre mía! Pero ¿por qué esa mujer ha venido a enterrar su tesoro aquí?”, se volvió a preguntar de nuevo, asombrado y con los ojos abiertos como platos. Te puedes imaginar lo que supone encontrarse un tesoro y más aún en aquellos tiempos cuando tanta era la necesidad y se pasaba hasta hambre. Por eso se quedó él allí, durante un rato parado y pensando ante aquella cantidad tan grande de dinero y luego se puso a discurrir en serio.

“¿Qué hago ahora con tantas monedas de oro? Madre mía, si esto no me lo puedo creer, me parece un sueño de tan bonito. ¿Qué hago ahora con tanto dinero?”. Porque claro, él pensó que si se lo llevaba y seguía en la finca de guarda, tarde o temprano se iba a saber que había encontrado un tesoro. Enseguida se compraría utensilios y muebles y empezaría a llevar una vida con más abundancia de cosas y esto haría que, tanto el dueño de la finca como otras muchas personas y mucha gente del pueblo, comenzaran a sospechar de él.

Y por otro lado estaba la mujer, la dueña de aquel tesoro. Un día u otro ella sabría que su riqueza ya no estaba en la torre. Que alguien se lo había robado y como el guarda de la finca era el más cercano y trabajaba precisamente para eso, para vigilar la finca con la torre incluida y si, además, en él se veían señales de una vida mejor que la de antes, sin duda que todo el mundo iba a sospechar y la mujer más que nadie.

Así que pensó lo siguiente: “Me llevo el dinero no sea que si lo dejo aquí otro venga y si se lo encuentra se lo quede él. En cuanto venga por aquí el dueño de la finca le diré que dejo el trabajo porque gano poco y me quiero ir a otros lugares del país en busca de vida mejor. En cuanto vuelva el dueño le pediré la cuenta, me voy del pueblo y de la comarca y así, cuando la mujer se dé cuenta de que ya no tiene su dinero en esta torre, que se las arregle como pueda pero si sospecha de mí ya voy a estar bien lejos de estos lugares.

Y, además, como a nadie le voy a decir lo más mínimo del tesoro ni tampoco a qué lugar del país me voy a mudar, nadie sabrá nada de mí y así no podrán encontrarme en caso de que llegaran a desconfiar”. Esto fue lo que pensó aquel hombre y enseguida cargó con la talega de los dineros. Salió de la torre. Al día siguiente le dijo al dueño que le diera la cuenta porque se iba a otras tierras a trabajar y como en dueño se la dio, un día más tarde se fue de esa finca y desde entonces nunca nadie supo de él.

Cuando unos días más tarde la mujer del pueblo bajó por la ladera y se fue derecha a la torre a darle una vuelta a su tesoro se encontró que aquello estaba lleno de agujeros y que su dinero había desaparecido por arte de magia. Había volado. Como por lo visto aquel tesoro no era dinero limpio ella no quiso decir nada a nadie pero lo encubierto, como ya te decía antes, más tarde o más temprano acaban sabiéndose y en los pueblos aun todavía más temprano que tarde y como las historias en los pueblos la mayoría de las veces se saben de oírlas contar a unos y otros, sucede que en ocasiones la verdad se desforma.

Pero esto que te acabo de contar a ti te lo puedes creer seriamente porque con mis propios ojos he visto a esa mujer muchas veces. La conocí cuando era todavía pequeña y también conocí al guarda de la finca y al dueño de esas tierras donde se alza la torre. Y si todavía no te convence lo que te digo, cuando quieras ve por allí, entra en la torre y mira bien verás como por dentro no hay nada más que agujeros y eso es que desde aquel día, mucha gente que se enteró de esto del tesoro, se pusieron a buscar para ver si ellos se encontraban otro.

LA CARTA ‑ 31

‑ Hasta me acuerdo de cuando en aquellas fechas de los cuarenta querían llevarse el Ayuntamiento de este pueblo al de Cortijos Nuevos. ¿Has oído hablar del tema?
‑ Algo y también como tú, con respecto al tema, me acuerdo de una carta que leí un día.
‑ Se escribió y se dijo mucho, porque los vecinos no querían que de ninguna manera Segura de la Sierra dejara de ser la capital del municipio.
‑ Una de esas cartas llegó a la redacción de una gran revista que se publicaba entonces. En ella, los vecinos del pueblo se quejaban de lo que las autoridades pretendían. La dirección de la famosa revista, en contestación a la carta, publicó un escrito donde se decía lo siguiente:

“Recibimos una atenta y extensa carta fechada en 25 de enero de 1.948, que firma, por la Comisión Pro‑Defensa de Segura de la Sierra, don Anselmo Cazorla. En ella se nos expone amablemente, quejas y temores de aquel vecindario ante un supuesto traslado de la capital del Municipio al anejo de Cortijos Nuevos, distantes diecisiete kilómetros del pueblo.

Hemos examinado afectuosamente la cuestión sin entrar en las razones que hayan tenido o puedan tener las autoridades municipales de Segura de la Sierra para proyectar el cambio de capitalidad y, en consecuencia, respetuosos con sus actos, nos creemos, sin embargo, obligados por fuero del cargo que ostentamos a dejar aquí consignado el juicio que nos merece el traslado de que se nos da noticia.

Segura de la Sierra, villa de la que toma su denominación la sierra y el río de su nombre, muchos pueblos de la comarca y no pocas personas su apellido, es un baluarte histórico de la provincia de Jaén de tan remoto origen que resulta difícil precisarlo. Villa, acaso, de las más antiguas de España, son numerosos los acontecimientos que ennoblecen su existencia; cargada de tradiciones, su situación topográfica la eleva a unos mil doscientos metros de altura en horizontes de excepcional belleza panorámica. Las dificultades de comunicación ‑que ante la aislaban ‑ ya no cuentan, y cuanto es posible en la urbanización y progresos de su vecindario asistido de valores espirituales, ya está allí.

¿Qué móviles aconsejan el traslado de la capital del Municipio? Por respetables que sean, creemos que deben paralizar su acción por un sentimiento natural de devoción al pasado y un fervor netamente religioso a las glorias de Segura de la Sierra. Destruir la importancia de un pueblo ‑ rico por demás ‑ que tiene significación propia y derecho a una permanencia de vida municipal, no debe hacerse. Así se va perdiendo, por causas, tal vez, de modernidad o conveniencia no del todo justificadas, los vestigios de antiguas civilizaciones que interesa a la historia provincial.

Honradamente entendemos que las autoridades locales de Segura de la Sierra ‑ a las que sólo un sano propósito nos obliga a dirigirnos ‑ deben meditar acerca de las consecuencias de un cambio que, sin duda alguna, herirá, de llevarse a cabo, los sentimientos de más alta estirpe de aquel vecindario. DIRECCIÓN”.

‑ Así que esto es lo que leí con relación al tema del cambio de municipalidad de este pueblo al del Cortijos Nuevos y ahora que lo hemos sacado a relucir caigo en la cuenta de una cosa.
‑ ¿De qué caes en la cuenta?
‑ Leí también un día, que luego, unos años más tarde, declararon Paraje pintoresco al pueblo y su castillo.
‑ ¿Por qué año fue eso?
‑ Lo que leí en un libro que se titula precisamente nada más y nada menos que “Segura de la Sierra” y que fue escrito por Genero Navarro López, decía lo siguiente: “Decreto por el que se declara Paraje Pintoresco el conjunto que forma el castillo y la villa de Segura de la Sierra, en la provincia de Jaén. El privilegiado emplazamiento de Segura de la Sierra le da extraordinarias condiciones de Paraje Pintoresco.

En la Cumbre del Castillo‑Alcázar, en que aún quedan piedras góticas de la Fuente Imperial, con el escudo de Carlos V; al fondo, el amplio valle, de una singular belleza, y en medio, al pie mismo de la montaña, el pueblo con sus calles retorcidas y sosegadas de aspecto y ambiente medieval.

Para conservar, en toda su belleza e integridad este notable lugar, es aconsejable colocarlo bajo la protección del Estado Nacional y previa deliberación de Consejo de Ministros.

DISPONGO:
Artículo 1‑ Se declara Paraje Pintoresco el conjunto que forman el castillo, y la villa de Segura de la Sierra, en la provincia de Jaén. Artículo 2‑ La tutela de este conjunto, que queda bajo la protección del estado, será ejercida por el Ministerio de Educación Nacional. Artículo 3‑ La Corporación Municipal así como los propietarios de los inmuebles enclavados en la misma, quedan obligados a la más estricta observancia de las Leyes del Tesoro Artístico, Municipal y Ensanche de Poblaciones.

Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid, a 28 de junio de 1.962. ‑ Francisco Franco. ‑El Ministro de Educación Nacional. ‑Jesús Rubio García Mina”.

Y ya, de esta materia, no tengo más que contarte.
‑ Fíjate qué bonito y bello fueron saliendo las cosas al correr del tiempo y ello quizá pretendiendo lo contrario ¿Verdad?
‑ Eso es lo que me he dicho y me digo continuamente y claramente se ve, aquí una vez más, que por encima, a los hombres, a la humanidad entera, alguien la va guiando y por eso los proyectos llegan a buen puerto, es decir, a los puertos que en un principio no se pretendía.

‑ Esto que dices y aquello que sé, también tiene que ver con el amor interno y limpio que los humanos ponemos en las obras. Ese amor que en ocasiones es más fuerte que las otras realidades de la vida.
‑ ¿A qué te refieres?
‑ Me estoy acordando ahora de aquel hombre, que como tantos otros, se fue un día de estas tierras, y como pasado el tiempo no podía olvidarlas, volvió por aquí.
‑ Eso es lo que conocemos como “La emigración”, la gran emigración de la gente de estas tierras a otras tierras de España en busca de trabajo y medios de vida mejores.
‑ Esa es la realidad pero fíjate como después la gente vuelve a sus raíces.

SEGURA, SILENCIOSA Y LA ESPERA ‑ 32

Y ahora sí, ya la despides dejándola aquí, en su pequeño paraíso, tallado casi en las rocas de esta ladera, arropada la puerta por las verdes pámpanas de las parras y frente al gran valle de los olivos. Le dices que si puedes, luego volverás pero que ahora tienes que seguir y te alejas yéndote por donde te ha indicado: siguiendo la calle que se recoge por detrás de su casa y casi por entre las ruinas del viejo convento. Fue de piedra viva y se recogía y cimentaba sobre la otra piedra viva de la montaña y fue grande por lo que ahora todavía puede verse aquí. Por entre las paredes de piedra ya caídas crecen las zarzas y varias higueras que casi son silvestres y mucho pasto.

¿Tienen algo que ver estas higueras con esas que tanto amaba el emigrante que volvió? ¿Por qué la calle donde vive ella también se llama Calle Higuericas y por qué la higuera es un árbol que acompañó a los serranos en casi todos los cortijos que en otros tiempos poblaban las sierras? Estas preguntas te las haces porque ahora mismo recuerdas que más de mil veces has visto higueras creciendo en muchos rincones de estos montes. Donde hubo un cortijo, una huerta, un manantial con agua, un trozo de tierra roturado y sembrado de lo que fuera, allí junto a las aldeas y pueblos de estas sierras, siempre crecieron las higueras como árboles que daban compañía y fruto a los serranos.

Algo así como las nogueras de las cuales también tienes buenas noticias de ellas porque sabes que crecen muy unidas a la presencia serrana, junto a las higueras y los granados. Recuerdas ahora que hace algún tiempo aquí mismo, donde se desmoronan las ruinas del convento, quisieron hacer un hotel.

Por entre las ruinas del viejo convento sigue la estrecha senda alfombrada con el pasto blanco. Avanzas por ahí sabiendo que vas pisando tierra sagrada ahora silenciosa y abandonada y subes algunos escalones. Desde el rincón a la derecha son seis los escalones y en el número seis, el portal grande de madera y el arco de piedra. Segura señorial y grandiosa en lo alto de esta cumbre de rocas. Segura silenciosa y esperando nadie sabe qué pero esperando. Al frente, a la izquierda, te queda el rellano y en el número cuatro y dos, ves las casas abandonadas.

Segura silenciosa, aplastada aquí, donde las rocas son puro cobijo pero marchita y hasta algo triste. Sus jóvenes se han ido en busca de la vida que aquí no tienen. En casas, como la de ella, sólo vive alguna persona mayor y ella, sola sigue luchando con la vida, y aunque trajo a este mundo a un hijo, también se fue de aquí y ahora anda por Jaén. Segura silenciosa, bella como pocos pueblos sobre esta tierra pero pidiendo a gritos vida. Que si alguien puede y quiere que se la de pero que dejen de prometer para dar tan poco y no herir tanto. Porque ¿a qué lugar se fueron los jóvenes del pueblo, donde tanta belleza sobra y tanto trabajo falta?

Desde el rellano que te queda por la parte de atrás del mesón, hay una desviación, unas escaleras que bajan y otras que suben. Las que bajan te llevarían otra vez al mesón, entrándole ahora por la parte de atrás pero ya has decidido que no vas a volver. Te vas por las escaleras que suben y en cuanto remontas tres “trancos” sales a otro rellano donde te encuentras con dos casas, con sus parras en la puerta y una mujer que barre. La saludas y como desde aquí lo que mejor se ve es la iglesia, ahora miras bien y te das cuenta que su torre es cuadrada. Tiene su reloj que puntualmente da las señales horarias, las campanas y la torre con su final redondo. También silenciosa desde su majestad de roca y más silenciosa y testigo mudo aún parece ahora cuando al comenzar el día ellos abren sus casas y ponen mano a la faena de regar macetas, limpiar calles, abrir ventanas y darle una vuelta a las gallinas del corral.

“La limpieza de las casas, como en toda la zona andaluza, es extrema, lo que constituye no sólo un rasgo antropológico estricto, sino una verdadera ética. La casa va encalada en el interior, y al menos una vez al año se repara y encala totalmente y, si se puede, otra vez para la matanza. Semanalmente se hacen los "bigotes", que consiste en dar de cal a lo que lo precisa, generalmente el trozo de pared comprendido desde la altura de las sillas hasta el suelo, y de continuo se repasa el humero, en una permanente lucha contra la tizne. Los suelos se barren una y mil veces y se friegan con jabón casero o lejía de sosa”, es lo que dice el libro de Lola Suardíaz. Segura silenciosa y llena de misterio, en esta espera prolongada que parece no tener fin a pesar de encontrarse en las mismas puertas del cielo. Segura silenciosa y la espera.

A las espaldas, desde el pequeño rellano donde hasta la torre de la gran iglesia queda un poco a tus pies, un coche pequeño. ¡Hombre, un coche! Exclamas, porque esta mañana hasta te habías olvidado que estamos en la época de los coches. Has descubierto uno aquí y después de lo que estás viendo y oyendo, te parece raro. Como si de pronto hubieras regresado de otra época, a pesar de todo, más llena de eternidad y matiz de verdad sincera. Avanzas tres escalones y la mujer que barre la puerta de su casa.

Ya tiene ella sus macetas regadas junto a las paredes de la entrada que hasta brillan de tan blancas y para hacerlo aún más bonito, más de ensueño, le han puesto ahí mismo una farola que aunque moderna, no queda mal. Como si fuera un puro juego y ellos por aquí, entrando y saliendo en sus casas y afanados en tenerlas limpias y ordenadas. Todas son bonitas y cada una más que la otra por la variedad; encanto que ganan ellos y pierden los de las civilizaciones modernas.

Sigues de frente y compruebas que la calle se termina donde comienza la casa de las mil macetas, la que en lo alto de la puerta le han puesto el número veinte. A todas las casas del pueblo le han puesto su número, como en una pequeña baldosa que imita a la piedra pero que no es piedra. De todos modos resulta bonito y el que haya sido a todas también es buena idea. Aquí, donde empiezan las macetas y por entre ellas se abre la pequeña puerta de la casa, termina la calle. Una calle más que viene sólo a una casa concreta y no va a ningún otro sitio ni vivienda. Pero bajas un poco y te encuentras de frente el rincón con su pila de leña. El rincón de la leña, parecido a otros en muchas casas pero cada uno con su peculiaridad. No te lo ha dicho nadie pero ya sabes que es para cuando los fríos lleguen y la nieve caiga en esos, a veces, crudos y largos inviernos serranos.

Ellos se meten en sus casas y junto al fuego de la chimenea se acurrucan de espaldas al Yelmo y al valle y se enfrenta a su intimidad, a sus recuerdos, a su mundo hondo y real. ¡Qué silencio en esas horas de la noche, con el viento quebrándose en los tejados, la nieve cayendo y el tiempo pasando como de puntilla! ¡Qué silencio en estas laderas, pura roca, la niebla subiendo desde el valle y algún que otro carámbano colgado de los tejados, los bordes de las rocas y las cascadas de los arroyos! Segura silenciosa, arropada por las nubes y acurrucada mientras llega el día.

Giras a la izquierda y te encuentras entre los rosales de la casa que tiene el número 16. También por entre los rosales crecen los geranios y las hortensias. Casi un jardín en medio del jardín serrano donde las casas y ellos tienen que adaptarse al rincón que queda. Lo importante es la casa pero ceñida a la roca y adaptado al paisaje para que el pueblo sea lo que tiene que ser: una morada temporal en el centro del edén que es intemporal, es decir, eterno y, además, construido por el que es dueño y creador de todo. Como si desde siempre ellos hubieran sabido lo que se hacían y nadie se lo dijo pero perfectamente sabían que no es la prepotencia desmesurada, lo bello, sino lo sencillo y pequeño. Segura silenciosa pero Segura hermosa porque es pequeña siendo la más grande en su reducido pedestal camino del cielo.

Frente a los rosales con su calle, su casita escondida entre ellos, el callejón estrecho y dos casas más con el número 14. Aquí se encuentra la antigua casa del Hermano Gigante. ¿Quién fue este hermano y por qué llegó a gigante? Tú sabes que la gente de estas sierras, los que son serranos de pura cepa y tienen aquí su identidad, desde toda la vida se llamaron entre ellos “hermanos”. Una palabra que les sale del corazón porque en el fondo se quieren y de ahí que sepan bien lo que significa esto de “hermano”.

Dentro se les oye a los niños despertándose al nuevo día. También tiene esto su atractivo o mejor, este despertar de los niños en la Casa del Hermano Gigante, es una de las seducciones específicas del pueblo. Hasta los adivinas rebulléndose por entre las sábanas de su cama, con sus caras llenas de sueño, recién despertadas al día que desde lo alto del castillo viene rodando hacia el valle. Como para tantas otras cosas, para este despertar mañanero, ellos tienen su refrán: “Las mañanicas de abril, son dulces de dormir, las de mayo, sin fin ni cabo y las de San Juan, pá qué hablar”. El rincón es estrecho, arropado por las parras y con unas escaleras por donde sigues. Si ahora mismo no fuera por estos niños que retozan en sus camas podrías pensar que, al menos este trozo de pueblo, es un lugar mágico donde más parece fantasía de sueños que realidades vivas.

Porque tanto silencio en medio de estas casas de piedra y al mismo tiempo tanta belleza, parece que ni siquiera es normal en los tiempos que vivimos. Aquí te tropiezas con otras pocas casas cerradas y como no hay nadie viviendo en ellas, tampoco tienen macetas en las puertas porque ¿quién las va a regar? Pero en su lugar, haciendo las veces de las macetas que quizá un día hubo por aquí, de las paredes cuelgan las pequeñas plantas rupícolas que te decían Paqui y Yolanda, las dos muchachas de la Escuela Taller.
‑ ¿Has visto esas flores?
Te preguntaron.
‑ Las he visto en los rincones de las calles, en todas las calles y en casi todas las piedras de cada calle.
‑ Unas son asplenias, ombligo de venus, doradillas y beleños. Plantas en realidad de poca categoría dentro del mundo botánico pero que hacen bonitas verlas trabadas en sus rincones, casi siempre al lado norte y casi todas florecidas en pleno mes de agosto. Nadie las riega ni las cuida sino que salen ellas espontáneas en cualquier sitio. Y como sientes cierta curiosidad por estas pequeñas plantas, porque, además, sinceramente son bonitas y llaman la atención, les preguntas algo más de cada una de ellas y entonces aprovechan para darte una pequeña lección de botánica.

LAS PLANTAS RUPICOLAS ‑ 33

RUDA DE ‑ El nombre de esta planta, según los botánicos, en latín es
MUROS ASPLENIUM RUTA‑MURARIA pero en castellano, en algunos sitios le llaman Culantrillo blanco, también Adiantum album, en francés se llama Capillaire blanc, salva vida, Arruda‑dos‑muros. Esta bonita planta es un helechito pequeño a lo sumo de altura de medio palmo, con las frondes de contorno medio entre ovalada y triangular, divididas y subdivididas en segmentos atenuados en la base, sostenidos por un corto pezón denticulado en los bordes.

La fronde tiene el rabillo más largo que la porción laminar y segmentada y color negro en la base. Los soros son lineales, un poco oblicuos con relación a la venita media del lóbulo que los trae, con el indusio en forma de membranita sujeta a la fronde por unos de sus bordes. Los esporangios maduran durante casi todo el año.

Esta planta se cría sobre todo en los muros sombríos y en los peñascos que miran al norte, mayormente en los calcáreos de todo o casi todo el país, desde las tierras bajas hasta cerca de los dos mil metros como es el caso de los Pirineos, Orientales, en Sierra Nevada, en la Sierras de Mágina, aquí en nuestra provincia, en estas sierras y casi por todas las calles de este pueblo nuestro. Esta pequeña planta tiene algunos principios que son buenos para la salud de los humanos como pueden ser su cualidad expectorante, aperitiva y propia para la tos y dificultad en la respiración.

También sirve para excitar la orina y el esputo para las enfermedades del bazo y de los riñones. Estas virtudes son las que le otorgan todavía la medicina popular pero en medicina facultativa ha caído en olvido. Refiriéndose a Teofrasto, un antiguo botánico llamado Laguna, dice que: “hizo dos especies de adianto, conviene a saber, blanca y negra; el cual por la negra entendió nuestro común culantro de pozo, por razón que sus talluelos son negros y por la blanca otra hierba diferente que nace por los muros antiguos, llamada de algunos Ruta marina”.

CULANTRILLO Esta otra planta, en latín se llama ASPLENIUM TRICHOMANES;
MENOR en castellano también se le llama Culantrillo menudo o Culantrillo bastardo, Adianto rojo, Adiantum rubrum, en francés de donde también deriva Capillaire ruoge, por el negro rojizo de sus rabillos foliares y en la parte del norte algunos la llaman Hierba de Sardina por la ordenada disposición de los segmentos frondinos, como las sardinas enlatadas.

Esta planta es un helechito perenne de medio o poco más de un palmo de altura, con la cepa corta, de la que le nacen numerosas raíces delgadas, duras, negras y un manojo de frondes estrechas y largas, con el nervio medio, el llamado raquis, tieso y de color negro rojizo en toda su extensión. Sobre este raquis se insieren de quince a treinta pares de segmentos aovados, un poco irregulares, de bordes dentados, los de la base más anchos que los superiores, lampiños.

En la cara inferior de estos segmentos los esporangios forman grupos o soros alargaditos, estrechos y con el indusio levantado por uno de sus lados. Las frondes tienen sabor dulzaino poco agradable. Sus esporangios maduran durante todo el año y la hierba conserva su verdor en invierno. Se cría en las paredes de los pozos próximos a sus brocales, en los muros y peñascos húmedos y sombríos del país, desde el nivel de mar hasta más de dos mil metros de altura.

Entre las virtudes y usos de esta planta tengo que decirte que en medicina casera se emplea como el culantrillo propiamente dicho, Adiantum capillus‑venus. Desde mediado de siglo XVIII hasta nuestros días estas plantas ha venido perdiendo prestigio tanto en la Medicina universitaria como en la popular o casera. Se administra en tisana y a tazas contra las llamadas opilaciones del hígado y del bazo. Y con el cocimiento de esta misma planta, hecho en lejía de ceniza, es decir, en aquella que las amas de casa usaban en otros tiempos los días de colada, sin cloro, lavan la cabeza para afirmar el pelo y evitar que se caiga. El nombre de polítrico, literalmente “mucho pelo”, ya alude a esta señal o signo de sus virtudes.

En cuanto a su historia Dioscórides dice que: “trichomanes, el cual también llaman adianto, algunos nacen en los mesmos lugares y es semejante al helecho aunque más pequeño. Produce, de ciertos ramillos subtiles, hoscosos y relucientes, unas hojas menudas como aquellas de las lentejas, de la una y de la otra parte puestas en ordenanza y unas enfrente de otras. Créese que tiene aquesta la mesma fuerza que el adianto” Y por otro lado Laguna dice que: “El tricómames llamados de algunos filícula, que es helechuelo, se muestra dulce, agudo y amargo al gusto y su raíz es acerba; con las cuales cualidades tiene vigor de hacer renacer presto los cabellos caídos y de darles agradable tintura, de donde mereció llamarse polytrichon y callitrichon, siendo del mesmo linaje del culantrillo de pozo”.

DORADILLA Que también en latín se llama CETERACH OFFICINARUM, tiene otros nombres en castellano como doradilla, hierba dorada y en algunas montañas malagueñas, té. Según Laguna, dauradella, dorada, herba daurada, herba de la sang. Y en vasco, kulandrin ori, esto es culantrillo amarillo.

La doradilla es un helecho inconfundible por la forma de sus hojas o frondes de menos de un palmo de longitud, dividida en gajos a ambos lados. La cara superior de estas frondes, agrupadas en rosetón, es de un verde mate y sin pelos y la cara inferior está cubierta de innumerables escamitas brillantes, argentinas o doradas y de ahí el nombre de la planta. En tiempo seco las frondes se encogen y se apelotonan, con la cara verde oculta en lo interior. Los esporangios quedan recubiertos por las escamas del reverso de las frondes.

Maduran los esporangios durante casi todo el año. Se cría en los muros y en los peñascos de casi todo el país, desde el nivel del mar hasta 1.500 metros en las montañas de Andalucía. Las virtudes de esta planta, entre otras, son las de ser astringente y se emplea contra la tos y como diurética, en cocimiento que se prepara con una onza de doradilla y un litro de agua; se deja hervir durante quince minutos. Para provocar la orina este cocimiento se toma a pasto, cuando se quiera. Para combatir la tos, los acatarrados lo toman bien caliente, a tazas, endulzado con miel o azúcar cande. Según Moreira, en Tortosa utilizan este mismo cocimiento para rebajar la sangre. Las genovesas del siglo XVII, utilizaban la doradilla para enrubiarse, con la lejía hecha de esta planta se lavaban a menudo la cabeza y ponían el pelo a secar al sol.

Y sobre esta planta y los efectos que en los humanos puede producir, Dioscórides describe esta especie en los términos siguientes según laguna: “Nace por los muros y por pedregosos y sombríos lugares. No hace talo, ni flor, ni simiente. Sus hojas son hendidas como aquellas del polipodio, por la parte de abajo, vellosas y un tanto rubias y por la alta, verdes. Las cuales cocidas en vinagre y bebidas una cuarentena de días disminuye el bazo; empero tiénese también de aplicar por fuera, majadas con vino para el mesmo efecto. De más desto son útiles al estilicio y a la retención de la orina y sana la estiricia y así mesmo el sopillo y deshacen la piedra de la vejiga. Créese que hace las mujeres estériles si la traen junta consigo o sola o con el bazo de un mulo. Empero dicen que para este efecto se tiene que arrancar de noche y sin luna. Es la doradilla una de aquellas cosas que sin calor notable, consta de partes subtiles y sin alterar nada el cuerpo, abren toda suerte de opilaciones, conforta el estómago e hígado, dan ganas de comer y restituyen su color natural al rostro”.

OMBLIGO Conocida en latín como UMBILICUS PENDULINUS, tiene nombre
VENUS diferente según las regiones en que se encuentre. Así por ejemplo, sus sinónimos en castellano es de ombligera, oreja de abad, de monje o de fraile, basilios, vasillos, escudetes, sombreritos o sombrerillos y gorros de sapo y en vasco, orma belar, begarri belar que quiere decir hierba de hielo por su frescura.

La ombliguera es planta vivaz, que puede medir desde 0,5 a 2 palmos de altura según las condiciones en que se desarrolle. Tiene la base un poco engrosada, como si quiera formar tubérculo. De ella nacen hojas de largos y desiguales rabillos muy carnosas y jugosas, redondeadas, ligeramente festoneadas y con el rabillo en medio un poco ladeado, de lo cual resulta cierta concavidad de la hoja que forma un hoyuelo central remeda un ombligo. Con las uñas bien afiladas o valiéndose de unas pinzas finas o de un alfiler y naturalmente con cierta maña, se puede separar fácilmente la fina piel de la hoja, una telilla muy sutil, tanto en una como en la otra cara y entonces se descubre su carne, fresca y jugosa, de un verde pálido.

Luego, la planta entallece y echa unos vástagos empinados y rollizos con algunas hojas conformadas de diversa manera, sin el rabillo central y más corto. Tanto las hojas como el tallo, todo el vástago es lampiño, por lo menos desde la mitad del tallo para arriba se forma un ramillete de flores cabizbajas, sostenidas por cortos cabillos; tiene el cáliz diminuto, verde y dividido en cinco profundos gajos y la corola es tubosa, cilindrácea, angulosa, de color verdoso pero a menudo con algunas líneas purpúreas y de una longitud que varía de 6 hasta 8 mm. Dividida en lo alto en cinco lobulitos de figura de corazón.

Los estambres se pueden ver fácilmente abriendo el tubo de la corola: son diez muy cortitos y pegados por dentro a dicho tubo. Dentro y en el fondo del caño de la corola están los cinco frutitos incipientes, derechos y muy juntos que en llegando a sazón se secan, se abren y sueltan sus numerosas y diminutas semillas. Las hojas son tiernas y saben a hierba fresca. Florece de mayo a junio.

Se cría esta planta en los muros y las rendijas de las peñas pero siempre quiere mirar al norte porque le gusta vivir a la sombra. A la ombliguera se le halla de preferencia en los terrenos sin cal y en las comarcas lluviosas y de mucha humedad atmosférica. Sin estas condiciones, llega a faltar en absoluto puede decirse que a parte de las indicadas localidades extremas, se extiende por toda la Península. Se recolecta fresca cuando se ha menester; por tanto en primavera y verano.

En cuanto a la composición de esta planta, en la obra de Wehmer, sólo se indica la existencia de maltosa en la tuberosidad basal con más de 40%. También en cuanto a sus virtudes son diuréticas y se recomienda su uso en la hidropesía desde el tiempo de Dioscórides, sobre todo, en estado incipiente. Las hojas por vía interna se consideran refrescantes y además se emplea al exterior como vulnerarias, para sanar las llagas.

Se usan las hojas machacadas en fresco en un mortero bien limpio y aplicada sobre la úlcera o la llaga cubierta luego con gasa y venda. A menudo, si la parte dañada es pequeña, se coge la hoja fresca y con unas pinzas se le quita la piel hasta dejar al descubierto la carne de la hoja y sin pérdida de tiempo se aplica sobre la llaga o úlcera.

Procediendo rápidamente y con la mayor limpieza se logra una superficie vegetal perfectamente estéril. Se cubre con gasa o algodón hidrófilo y se ata con una venda. Las llagas así tratadas crían cuero nuevo sin infectarse. Para provocar la orina se pistan las plantas frescas, las hojas y el tallo, en un mortero bien limpio y la masa obtenida, con el licor derramado, se cuela por un lienzo de hilo. De este zumo recién preparado se toma una cucharada sopera todas las mañanas, en ayunas, mezclada con un vaso de agua. Hipócrates recomendaba las hojas del ombligo de Venus para procrear varones.

BELEÑO Conocido en el mundo de la botánica como HYOSCYMUM ALBUS y
BLANCO en el lenguaje corriente, según las regiones, se le conoce como beleño blanco, colecillas locas, flor de la muerte y adormidera de zorra.

Esta planta se cría lozana al pie de los muros y en sus rendijas, entre cascotes, en los escombros, junto a las corralizas y en todas partes donde el hombre o los rebaños dejaron inmundicias, mayormente en las bajuras, en el litoral y en las islas Baleares y Pitiusas, porque es una especie de los países mediterráneos. El Beleño florece a partir del mes de marzo y puede prolongar su floración hasta bien entrado el verano si no le aquieta la excesiva sequedad.

El beleño es una hierba endurecida que puede florecer y morir en un año según en qué clima pero que a menudo vive dos años sino más. Tiene los tallos rollizos, con pelos largos, finísimos y suaves y tan desarrimados que se empinan sobre el tallo en ángulo recto; y mas luego tiene otra pelusilla cortísima y más espesa y viscosa.

Las hojas del beleño blanco tienen todas sus rabillos y las del tallo, supuesto que las inferiores suelen estar destruidas durante la floración, figura anchamente aovada, con algunos senos en los bordes y la nervadura saliente en el reverso; las más altas se estrechan y se hacen más enterizas al propio tiempo que mengua el rabillo hasta casi desaparecer. Junto al sobaco de las hojas de la sumidad nacen las flores ligeramente ladeadas y sostenidas por un breve pezón que luego se estira un poco.

Tanto las hojas como el cáliz de la flor muestran la misma bellosidad del tallo. El cáliz tiene hechura de cencerro de 12 a 15 mm. de largo y cinco dientes triangulares en el borde o uno más por añadidura. Desprendida la corola el cáliz permanece sobre el pezón y se agranda hasta doblar o más que doblar su longitud al propio tiempo que se ensancha graciosamente un poco por arriba.

La corola es de una sola pieza y cuando empieza a abrirse, un poco más larga que el cáliz pero más tarde, cuando los estambres han abierto sus anteras, casi ha doblado sus dimensiones y tiene figura tubulosa inferiormente pero abierta a manera de embudo en lo alto, un poco encorvada, irregular, verdosa en su parte inferior y de color amarillo de azufre en la parte alta, donde el borde se divide en cinco lóbulos cortos y redondeados.

Arrancando la corola se arranca también los cinco estambres que tienen los filamentos pegados a ella en su tercio inferior; las anteras son blancas. En el fondo del cáliz se forma el fruto que va creciendo con él y tiene la figura de una urna con su tapadera a modo de boina o gorrito. Cuando el fruto llega a la madurez se vuelve seco y se destapa, entonces muestra su interior dividido en dos compartimientos, llenos de simientes grisáceas.

El parentesco de ambos beleños, el negro y el blanco, salta a la vista pero éste es algo más bajo y endeble y de color más pálido, con las hojas menores menos prolongas y un poco carnosas e incluso las que nacen en el tallo y en los ramilletes florales están sostenidas por el correspondiente rabillo; las flores son también menores y más pálidas y sus lóbulos carecen de aquella redecilla de venitas oscuras del beleño negro. Las hojas tienen sabor herbáceos no desagradable.

En cuanto a la composición de esta planta en general se ha estimado que sus principios activos son los mismos que los del beleño negro pero se le ha creído menos activo que éste. Dioscórides y otros, estudiando micro químicamente este beleño sólo hallaron hiosciamina en la raíz y en la simiente pero no en los tallos ni en las hojas. Palau Ferrer, en “Les plantes medicinals baleàriques” se expresó así: “Es planta tóxica y hemos de aconsejar que el vulgo se abstenga de usarla como remedio interno porque la hiosciamina que contiene le hace muy peligrosa; al exterior no lo es tanto aunque puede producir síntomas de envenenamiento si se trata con ella una parte extensa de la superficie del cuerpo.

En cataplasma, calma el dolor; a este fin se calientan las hojas, remojadas en aceite, maceración en caliente sin aproximarse a la ebullición, al 2 ó al 3%. El producto así obtenido, colado, se usa en fricciones no sólo como calmante del dolor sino contra el histerismo, mediante unturas en las entrepiernas y en los lomos. Un par de gotas de este aceite, instaladas en lo profundo de los oídos, calma también el dolor de los mismos”.

CAMINO DE LA TORRE DEL AGUA ‑ 34

Por detrás de la casa del Hermano Gigante las macetas son de cactus. Dos casas a la izquierda, otra a la derecha, cerradas con candado y dentro un gato maullando. Esta es la calle Postigo y te encuentras ya por el número cuatro, rincón y calle que llevan al mirador y aquí la descubres a ella con sus gallinas y sus flores. Las gallinas están encerradas en el pequeño corral que más se parece a una cueva de las muchas que en estas rocas siempre hubo.

‑ Pero ¿qué les pasa a tus gallinas que las veo tan pelonas?
Porque esto es lo que más te llama la atención: las cinco o seis gallinas del corral‑cueva algo de juguete, no tienen apenas plumas. “Peladas vivas” y nunca mejor dicho.
‑ Debe ser que por la noche, mientras duermen, las ratas se las comen desde los mismos cañones. Mire usted qué espectáculo y esas son pollitas y casi todos los días me ponen. Los vecinos me dicen que si no les hecho de comer pero no crea usted, todos los días se comen un par de “almorzás” de trigo.
‑ Algo deberías hacer contra las ratas porque es una pena y un tormento para los animales.
‑ Eso es verdad porque, además, si usted las hubiera visto hace un tiempo; estaban preciosas y ahora da grima mirarlas. Como se suele decir “parecen criás a la sombra como los espárragos”. Las ratas se las comen desde las puntas de las plumas y ya van por el cañón. No sé qué hacer pero estoy viendo que como me descuide, cualquier día de estos, me quedo sin gallinas.
‑ Ya digo, alguna medida tendrás que tomar para que tus gallinas no acaben siendo devoradas por las ratas.

En estos momentos, el gallo canta dos veces. Al oírlo caes en la cuenta de lo que por aquí se dice.
- Si canta pares es que llueve y si nones, hará calor ¿Es así o no?
Le preguntas.
- No es así señor. El refrán dice que: “Si el gallo canta nones, parasoles, si pares, aguazales”.
- ¿Y qué significa?
- Lo que usted decía antes pero al revés: con los nones hace sol y con los pares llueve mucho.

Delante de la puerta de la pequeña cueva donde las gallinas encerradas cacarean, un balcón se deja caer hacia el lado de abajo, repleto de flores. Al fondo queda el Yelmo, siempre el Yelmo vigilando las casas y laderas del pueblo, y parece que desde aquí se encuentra más cerca. Tan cerca que da la impresión que con sólo alargar una mano se puede tocar su cumbre.

Por eso recuerdas ahora aquel pasaje del libro de “Segura de la Sierra”, donde en su página 98 se dice que: “Luis Bello subió a Segura y sus impresiones quedaron reflejadas en el diario de Madrid, el Sol, insertas después en el tomo IV de sus “Viajes por las Escuelas de España” y que transcribimos en su integridad, aunque algunos de sus conceptos deban ser acogidos con reserva: Cuando este país empiece a vivir en el siglo, La Puerta creará una Turística Comercial, S.A. y subiremos a Segura de la Sierra en funicular. También a lo alto del Yelmo aunque tenga nieve. Mientras tanto subimos a caballo con un espolique de Orcera, un buen hombre muy despejado, que no sabe leer y que en diálogo largo, por decir sí, dice siempre ¡ea!. ¡Ea! ; he aquí una fórmula suave de afirmación y de conformidad”.

Fíjate lo que se le ocurrió a aquel viajero allá por el año 1.928, subir en funicular a las cumbres del Yelmo y a este pueblo mismo. ¿Te lo imaginas? Desde luego que no y para ti mismo, sin que nadie ni se entere porque es sólo para ti, te dices que ha sido una gran suerte que aquel sueño no halla llegado a hacerse real. ¿Te imaginas un funicular subiendo por las faldas del grandioso Yelmo, cargado de turistas y lanzando exclamaciones de asombros según suben sentados cómodamente?

Y por unos segundos tu pensamiento vuela por las cumbres de aquella Sierra Nevada de Granada que conociste de pequeño y la comparas con la Sierra Nevada de ahora, la de los Juegos Olímpicos Mundiales. Donde ahora se alzan aquellas instalaciones de hoteles, cañones de nieve y funiculares, en aquellos tiempos sólo existían hermosas praderas, alguna laguna de aguas limpias, rodales silenciosos de nieve y mantos de hierba fresca al final de la primavera y en los calurosos días del verano.

Desde este Ayuntamiento, que tampoco queda lejos de la calle que ahora pisas, sale un cable gordo que por lo visto quieren llevar hasta el castillo para llenarlo de luz. Un poco más adelante los escalones de piedra. En cuanto los subas te van a dejar en lo alto del mirador. No sabías que por aquí y circundando el pueblo, pasara una carretera o mejor dicho, un camino forestal porque aunque es carretera, se encuentra sin asfalto. No sabías esto y por eso ahora al verla, por un momento piensas que a lo mejor la sigues a ver si, por estos rincones, descubres nuevos y diferentes trozos de pueblo. Pero ¿en qué dirección la vas a recorrer?

Te dices que lo mejor en este momento es, aprovechando que te encuentras encima del espléndido mirador artificial, porque mirador es el pueblo entero y eso, que de todas maneras piensas que este es un buen punto para echarle otra ojeada al plano de la Escuela Taller. Aún te queda la mitad y la mitad empezando por el número 1 es la Nave Aserradero, el Polideportivo que se encuentra, al final o al principio cuando se asciende por la carretera que viene del valle.

Un poco más arriba, a la derecha se sitúa el número 2 que indica el Cuartel de la Guardia Civil, que por cierto, andan diciendo que se los van a llevar como también los de otros pueblos. En el número 3 la plaza y en el 4 la asistencia médica, Centro de Salud. Pero entre en 3 y en 2 nos queda también la Escuela, el 29 que son los bares, el 5 que es el Ayuntamiento que se encuentra nada más pasar el arco de entrada al pueblo, a la derecha y junto a este edificio, el número 6 que es la Puerta Nueva. Te queda la Plaza de Toros, la Torre de Góntar que es el Pozo de la Nieve, el nevero, la piscina, el lavadero, la Torre del Agua y el castillo que todo se concentra casi en el mismo punto por ser parte alta del gran cerro y junto a la carretera que va de Segura a Siles.

Si fuera posible pasarás por todos y sino, al menos algunos de estos puntos. Es lo que te dices y ahora, una vez observada la hermosa panorámica que se ve desde el mirador, sigues y te vas hacia el lado derecho. Enseguida aparece ante ti un barrio de casas nuevas que han ido construyendo junto a esta carretera de tierra. No te interesan demasiado porque aunque ellas también son parte del gran pueblo no tienen ni la misma emoción ni la misma belleza que las otras. Sin embargo, sigues y tu intención es la de asomarte un poco al profundo barranco que cae por este lado y que se llama Barranco de los Pinos Buenos y resulta que desde el mirador que hay a la entrada del pueblo, el otro día observaste el barranco y casi todos los pinos que por allí se ven son carrascos, los más feos y raquíticos de la sierra.

Los pinos buenos siempre han creído que son los laricios que también se llaman salgareños y que aunque se dan por muchos sitios de estas sierras, por estos barrancos de Trujala, por las laderas del monte Yelmo, hacia el manantial de las higueras, por el río Madera y un montón de rincones más.

Aunque para ser sincero, los pinos buenos se dieron por toda esta sierra hasta aquellos raros y extraños tiempos que comenzaron en el año 1.734.

“Siglo XIII, concesión de privilegios a los pobladores de la Sierra de Segura por Alfonso VIII, el de las Navas. Donación de la Sierra a los caballeros de Santiago. Siglo XVII, declaración por Felipe V de la propiedad del estado en estas sierras, poniéndolas bajo la administración de los Ministerios de Marina y Hacienda.

1.833, en estas sierras, paso de los montes al Ministerio de Fomento.1.862, inclusión en el Catálogo, como pertenecientes al Estado, varios montes de la Sierra de Segura y deslinde de algunos de ellos. 1.877, formación y ejecución de planes de aprovechamiento, primeras ideas de sobre ordenación de montes. Ley de Repoblación.

1.929, Real Orden de la presidencia para formación de una comisión que dictaminase sobre todas las reclamaciones que les fueren presentadas en Santiago de la Espada y Pontones sobre el deslinde de montes del Estado.

1.930, Real Orden nombrando a los miembros de la Comisión anterior. 1.945, escrito del Ayuntamiento de Santiago de la Espada al Exm. Sr. Gobernador Civil de la provincia protestando por las condiciones en que se hacía la repoblación.

1.946, escrito del Ayuntamiento de Santiago de la Espada a los Exms. Srs. Secretario General de la Ordenación Económica‑Social de la Provincia, Director General de Montes, Caza y Pesca Fluvial y Gobernador Civil de Jaén, quejándose de la repoblación iniciada y de otras varias cuestiones.

1.947, Orden del Ministerio de Agricultura dictando varias medidas conciliadoras y disponiendo la creación de dos Comisiones de Estudio. 1.947, Orden por la que se incluye al Jefe de la Hermandad Provincial de Labradores y Ganaderos de Jaén en una de las comisiones anteriormente citadas. 8 de junio de 1.957, Ley de Montes. Marzo de 1.951, emisión de informe, del Ayuntamiento de Santiago de la Espada, y propuesta de las últimas comisiones mencionadas. 19 de noviembre de 1.951, Ley de repoblación de cuencas de pantanos.

Octubre de 1.952, iniciación de las repoblaciones en la Sierra de Segura en terrenos del Estado que posteriormente fueron reconocidos a particulares. Verano de 1.953, operaciones de campo y deslinde en el gran monte “Calar de Gil y Poyos de la Toba”. 28 de septiembre de 1.953, escrito de varias autoridades locales al Excmo. Sr. Ministro de Agricultura insistiendo sobre la necesidad de resolver varios asuntos relacionados con la Administración Forestal. Otoño de 1.953, operaciones de campo en el deslinde del gran monte “Campos de Hernán Pelea y Calar de las Palomas” en el término de Santiago de la Espada.

25 de noviembre de 1.955, Decreto por el que se declara de Utilidad pública y necesidad y urgencia la ocupación a efectos de su repoblación forestal de los terrenos forestales de los términos de Santiago de la Espada y Pontones. 7 de enero de 1.959, Orden Ministerial aprobatoria de deslinde del gran monte “Calar de Gil y Poyos de la Toba”. 23 de noviembre de 1.959, Orden Ministerial aprobatoria del deslinde del gran monte “Campos de Hernán Pelea y Calar de las Palomas”.

La iniciación de los deslindes en 1.862, provoca los primeros incidentes de que hay constancia entre el Estado y los particulares. Con ello se crea un clima de continuado malestar, abundante de acusaciones contra la Administración tales como las de que ésta se había aprovechado de la ignorancia e incomunicación de los vecinos y había despreciado sus protesta”. Datos recogidos del Informe sobre dificultades existentes entre el Patrimonio Forestal del Estado y el vecindario de este término municipal y formulado por representantes del Ayuntamiento de Santiago de la Espada en el año 1.961.

Son como mil voces, gritos ahogados, raras melodías, coros extraordinarios que surgen de los oscuros bosques que siempre hubo por aquí y que aún parecen no haber muerto. Es el hacha doblándolos y los pineros arrastrándolos hasta los cauces y corrientes de los ríos en un concierto de crujir y quejidos silenciosos pero tristes, profundamente dulces y amargamente dolorosos. Quizá a los serranos no les quedó otro remedio que llamar a este barranco el Barranco de los Pinos Buenos, porque de este modo se consolaban con los cuatro pinos raquíticos que les quedaron después de llevarse aquellos miles de millones de salgareños, los mejores, más robustos y hermosos de estos montes. Ironía del destino, aunque ellos saben bien que los pinos buenos fueron aquellos y no estos.

Y así que avanzas un poco por esta pista de tierra sin que estés convencido de que sea esto lo que de verdad quieres, cuando ahora, en dirección opuesta a la que llevas, te tropiezas con un joven. El primer joven que ves en toda la mañana por las calles del pueblo.
‑ ¿Adónde lleva este camino?
Le preguntas.
‑ Esta pista de tierra, que dentro de poco estará asfaltada, si usted lo sigue, después de darle la vuelta al cerro, se encontrará, primero con la Torre del Agua y con la carretera. ¿Busca algo en concreto?
‑ Busco y no busco. ¿Conoces la Torre del Agua?
‑ Si usted sabe algo de estas sierras, las torres del valle y las casas del pueblo, en cuanto llegue a esta torre advertirá al fortísimo calicanto del tapial musulmán que es el mismo que existe en casi todas las fortificaciones de Segura. Esta torre podría tratarse de obras de épocas Almorávide o como muy tarde, de época almohade, al igual que otras muchas tapias.

Tome nota y ya verá que la estructura interna de la Torre del Agua, descrita por sus excavadores en el siglo XVI, se ajusta totalmente a la de los torreones almorávides de la muralla de Jaén: lechadas de calicanto purísimo que se alternan con otras tongadas de relleno de piedras sueltas y tierra.

Los mismos documentos del siglo XVI, traen también noticias de otras fortificaciones que hubo en la periferia de Segura, algunas de las cuales son todavía visibles. El castillo que hubo frente a la puerta Catena, donde la ermita de San Vicente, casa fuerte de un cerro alto y tiene una cava alrededor donde estuvo el real cuando se ganó esta villa.
‑ Si me voy por aquí y después de ver esa torre que me dices, sigo carretera adelante, la aldea de Los Moralejos ¿me queda lejos o cerca?
‑ A esa aldea se llega siguiendo la carretera. ¿Nunca fue usted por ahí?
‑ El otro invierno, un día de nieve, nevada pequeña, al pasar por la carretera vi una tabla clavada en un palo y éste a su vez clavado en la tierra, con unas letras que ponían: “Los Moralejos”. ¿Y sabes qué me pasa?
‑ ¿Qué le pasa?
‑ Que desde aquél día me intriga a mí ese lugar. ¿Qué sabes de Los Moralejos?

LOS MORALEJOS ‑ 35

‑ De esta aldea tan bonita donde casi nace el bello río Trujala, le podría estar contando un día entero. De entre todo ello le digo, que en su mapa del ejército, no la pone como aldea sino como Cortijo de Los Moralejos y en realidad esto fue en un principio. Fueron dos cortijos, el de arriba y el de abajo pero que ahora eso ya es una preciosa aldea, donde algo se resumen los montes, valles y barrancos de la Sierra de Segura.

En otros tiempos, según me han dicho mis padres, desde la verdadera aldea de Trujala, subía un camino de montaña que se llamaba “Camino de Trujala a los Hoyos”. Esto era porque arriba, por encima de la actual aldea de Los Moralejos, existían dos cortijos, el Cortijo de Los Hoyos de Arriba y el Cortijo de Los Hoyos de Abajo. El camino que remontaba río arriba, antes de llegar a los cortijos de Los Hoyos, pasaba por los dos cortijos que ya le he dicho, el Cortijo de Los Moralejos de Arriba y el Cortijo de Los Moralejos de Abajo.

Por allí mismo, por el cortijo de arriba, a este camino montañoso que remontaba por el cauce del río, se juntaba otro que iba desde la parte de la Torre del Agua. Siguiendo casi el mismo trazado que lleva ahora la carretera que va a las Acebeas. También se llamaba “Camino de Los Hoyos” pero que al llegar al final del actual arroyo de Los Moralejos, se venía cortando la parte alta del arroyo e iba a salir al camino que subía por el río, justo entre los dos cortijos de Los Moralejos.

¿Usted nunca anduvo esa parte de la sierra?
- Si te digo la verdad, la anduve y no.
- Aclárelo porque si no me quedo a dos velas.
- Hace ya más de seis años, siendo yo amigo de los niños, un día planeamos una ruta. Era otoño entrando el invierno y por la mañana, en la casa, decidimos subir hasta el nacimiento del río Trujala. Ni siquiera sabíamos dónde cae este nacimiento y de ahí el interés de aquel día: queríamos descubrirlo para así ya conocerlo y tener claro este otro rincón de la sierra.

Cogimos el coche, subimos por la carretera que desde aquel pueblo viene hasta Trujala y una vez ahí, nos metimos por un carril de tierra que trepa río arriba. Ya te digo que ni lo sabíamos pero como vimos la pista, pensamos que iría al nacimiento y por ella no metimos. A los pocos metros ya no podíamos subir y entonces dijimos:
- Dejamos el coche y ascendemos andando.
- ¡Vale!
Dijo el primo mayor, el que fue un buen amigo mío y un día se quedó en la sierra para siempre. El resto del grupo lo componía la niña rubia, su hermanita de ocho años, el hermano mayor y un servidor.

Siguiendo la pista nos pusimos a subir por el río y como aquel otoño sí había llovido mucho, en más de una ocasión nos tropezábamos con la corriente. Saltando de piedra en piedra la salvábamos siempre con la ilusión puesta de llegar al nacimiento. El cauce se dividió en dos y entonces, al azar, cogimos el ramal de la derecha. Hoy ya sí lo sé pero aquel día no: el cauce que seguimos se llama arroyo de los Yeros.

A la altura del Yelmo, muy cerca de la carretera que va por la cumbre, tiene un nacimiento que se llama: manantial del Avellanar. En lo alto y más a la izquierda tiene otro manantial conocido como la Fuente de la Jordana. El ramal que dejamos a la izquierda es propiamente el río Trujala. Más arriba, por la derecha le entra un arroyo que viene de un venero que se llama Manantial de la Higuera. Por la izquierda recibe la fuerza del arroyo de los Pinos Buenos y de los Moralejos.
- Porque éste pega más a la ladera del Yelmo y se ve allá arriba que el barranco más profundo.
Decía el primo mayor.

Pero aquel día, desde primeras hora de la mañana, el cielo apareció encapotado. Por las cumbres del Yelmo las nubes se amontonaban densas y oscuras.
- ¡ Ya veréis como empiece a llover!
Decía la niña.
- Será una aventura bonita. Somos jóvenes y saldremos de ellas como otras veces.
Respondía el primo.
Y empezó llover. No habíamos llegado ni a la mitad del barranco, cuando primero crujió un fuerte trueno que retumbó en el barranco dando la impresión que la montaña se nos caía encima, y luego empezó a llover.

La más pequeña del grupo comenzó a quejarse tanto del frío como de la lluvia que la estaba empapando.
- ¿Y qué hacemos ahora?
Preguntaba el hermano. El coche ya lo teníamos lejos y como la lluvia arreciaba por momentos, no teníamos escapatoria: nos tocaba empaparnos aunque nos volviéramos. Era tanta la lluvia que caía y tan tremendos los truenos que estallaban, que no se podía hacer nada.
- ¡Tenemos la salvación!
Exclamó de pronto el primo mayor. Lo miramos y vimos que señalaba hacia la ladera de enfrente al otro lado del río. Por entre la niebla, el monte y pegado a la corriente, vimos como un refugio. Una pequeña casa de madera que estaba solitaria y abierta.
- Hay que llegar a ella antes de que nos helemos.
Seguía diciendo el primor. Y era verdad: la lluvia ya nos había empapado y, además, ahora nos estábamos quedando helados. Las gotas que caían de vez en cuando eran copos de nieve y otras veces, granizos.

Pero para llegar al refugio teníamos que atravesar el río y aunque la pista seguía subiendo, el único puente que vimos fue un viejo tronco de pino cruzado de un lado a otro.
- Por ahí pasamos.
Dijo el primo y en aquel momento me acordé, no sé por qué, de ese refrán que por aquí tanto usáis y que dice: “De las aguas mansas, líbreme Dios, que de las corriente me libro yo”. Aquel buen amigo, fue el primero. Nos ayudó luego a cruzar a unos y otros y sobrecogido por los truenos, empapados por la lluvia, helados por el frío y asustados por la tromba que por el río bajaba, logramos cruzar.

Nos metimos en el refugio creyendo que ya estábamos salvados. Buscamos ramas secas y en unos minutos encendimos fuego. Las manos las teníamos que ya no podíamos ni “hacer el güevo”. Se cerró en niebla, comenzó a soplar el viento, siguieron crujiendo los truenos, amentó la lluvia, con la nieve y granizos y al poco rato, nos asustó otro ruido nuevo.
- ¿Sabéis lo que es?
Dijo de nuevo el primo mayor.
- Seguro que se desploma la montaña encima de nosotros.
Exclama la niña.
- Casi se cae el gran monte Yelmo encima de nosotros pero derretido.
- Dinos lo que es.
Preguntó más que asustada la otra niña.
- Son las cascadas de los arroyos. Cuando en estos barrancos y laderas llueve como ahora mismo estamos viendo, enseguida surgen los torrentes y si no, mirad.

Y miramos hacia donde de nuevo el primo señala y lo vemos. Por la ladera que da al Yelmo, se despeña un primer torrente. Algo más arriba se derrama otro y por nuestras espaldas vemos bajar uno tercero.
- ¡Madre mía! Esto es el fin del mundo. ¿Cómo vamos a salir ahora de aquí?
Sigue exclamando.
- Si la tormenta continua descargando y las trombas de agua bajando, seguro que ya nos quedamos en este barranco para siempre.
Aclara el hermano mediano.
- Ya veréis como nos salvamos. Vosotros ahora dedicaros a gozar del espectáculo. Cuando llegue el momento nos pondremos en marcha y saldremos del barranco.
Nos anuncia con seguridad el primor mayor.

Alrededor de las llamas de la lumbre, que a pesar de todo se prendió y comenzó a calentarnos, nos acurrucábamos para quitarnos el frío. Asombrados mirábamos hacia la ladera. Las trombas de agua que por los barrancos bajaban nos retumbaban hasta en lo más hondo del alma. ¡Qué espectáculo más tremendo! Descendían desde la cumbre, saltaban por las rocas, caían hacia lo profundo y al verlas tan de frente, en tanta cantidad, tan turbia y en borbotones tan rizados, realmente asustaban. Se te encogía el corazón de tan bonito y tan salvaje como era aquello. Por un lado la visión resultaba de lo más emocionante pero al mismo tiempo, del núcleo de aquella emoción, te brotaba tal miedo que no sabías si llorar, reír o simplemente dejar que el gozo acabara contigo.

- Ya veréis cuando se llene el barranco y el río se desborde. No podremos salir de aquí nunca o si salimos será flotando sobre las aguas como flotaban los troncos de pinos en aquellos tiempos.
Seguía sentenciando el hermano de las niñas.
- Que sí vamos a salir, hombre, no seas “cenizo”. De eso me encargo yo. Tú tranquilo.
Decía el primo.

Y fue verdad. No te voy a contar ahora cómo pero tengo que decirte, y con orgullo, que aquel joven nos sacó del trance. El mejor amigo que nunca tuve en mis rutas por las montañas de estas sierras y que, como ya te decía antes, un día se quedó para siempre en estos ríos. Tampoco me preguntes ahora qué fue lo que sucedió, porque en este momento eres tú el que tienes que seguir con lo que me ibas a explicar de Los Moralejos. Lo mío ha sido sólo un pequeño inciso para responder a tu pregunta de si anduve o no por estas sierras. Ya sabes que un día sí me perdí un poco por ahí. Conocí entonces, un rincón de estas sierras y conocí también como se las gasta el Yelmo y sus tormentas. ¿Qué me ibas contando?

- Eso de las tormentas del Yelmo tiene tela. Desde luego, lo mejor es vivirlo como usted dice que las vivió, para hacerse una idea de lo que en esos barrancos y cumbres ocurre cuando se fragua una tormenta y ya que estamos metidos en el barranco, por si le interesa, le voy a decir que puede que dentro de poco, por ese lugar a lo mejor montan el Parque de la Naturaleza.
- ¿Qué cosa es esa que oigo por primera vez?
Le iba contando la historia de Los Moralejos en los tiempos que eran cortijos. Y le decía que aunque trabajo le costó, con el correr de los años, el cortijo de arriba se “llevó el gato al agua” y se convirtió en aldea.
‑ ¿Por qué le costó trabajo?
‑ En Los Moralejos, estos días, se celebra una fiesta. ¿Sabes qué es lo que festejan sus habitantes?
‑ Ni lo imagino.
‑ La luz eléctrica.
‑ Explícate.
‑ Los Moralejos por fin ya tiene luz eléctrica como cualquier pueblo normal y por eso le decía que celebran la luz eléctrica y tan grande fue la noticia que hasta lo sacaron en el periódico. ¿No lo ha leído usted?
‑ ¿Qué decía el periódico?
‑ En la prensa se dijo que:

“Los Moralejos es una aldea enclavada en lo más recóndito de la Sierra de Segura donde el tiempo no existe. SIN LUZ A LAS PUERTAS DEL AÑO 2.000.Vecinos de Moralejos, forzados a vivir de espaldas a la modernidad. Primero fueron utilizados como conejillos de india para una experiencia de energía fotovoltaica que dicen ha sido un absoluto fracaso. Y ahora ven como la entrada en servicio de la línea eléctrica, construida desde el último verano, se desmorona por el tema del papeleo.

Cosas tan cotidianas en nuestra sociedad como ver la televisión o utilizar el frigorífico o la lavadora, es un sueño todavía no al alcance de los vecinos de Moralejos, una aldea situada donde la sierra de Segura alcanza su máxima belleza paisajística. >Es una aldea humilde y pequeña pero no por eso nos merecemos estar sin luz=.

Se lamenta su alcalde pedáneo. Hace ahora una década que a esta aldea se la escogió como experiencia piloto para la implantación de las placas de energía fotovoltaica, un invento que ahora el tiempo ha acabado frustrando. >Cuando enchufamos un electrodoméstico las placas saltan porque se quedan sin potencia=, asegura el alcalde. No obstante con las placas han estado aguantando varios años, aunque los resultados nunca fueron satisfactorios: >Hoy teníamos luz y mañana no=, sigue diciendo el alcalde.

El propio Ayuntamiento de Segura de la Sierra, municipio al que pertenece esta aldea, llegó a la convicción del fracaso de estas placas y hace unos cinco años que empezó a gestionar la implantación del tendido eléctrico. Sin embargo, mientras que el resto de las aldeas, Segura, es junto a Santiago‑Pontones el municipio de la provincia con mayor diseminación de su población, no hubo problemas y en la actualidad la energía eléctrica ha llegado a casi todos los hogares, en Moralejos la cosa fue mucha más problemática.

Es más: para los vecinos resultó ser una auténtica odisea. A pesar de que las obras de construcción de la línea eléctrica se finalizaron el pasado verano, casi un año después todavía no ha podido entrar en servicio. ¿La razón?
- Nos dicen que se trata de los papeles.
Asegura en tono de evidente indignación uno de los vecinos resignado.

Estos papeles a los que alude el vecino de Moralejos no son otros que el contencioso judicial que el propietario de una casa próxima a la aldea inició contra el Ayuntamiento de Segura de la Sierra por la colocación de los postes de la luz por su territorio. La denuncia ha sido archivada por la vía penal, aunque todo apunta a que el denunciante va a iniciar ahora la vía civil. Todo ello además de haber acudido también al Defensor del Pueblo. Ese es el motivo por el que el ayuntamiento de Segura no haya obtenido todavía los permisos de enganche en Industria. Claro que el alcalde de Segura cree que ellos obraron con legalidad.

- A nosotros nos dio el permiso el AMA, aunque parece ser que son varios organismos los que tienen competencia en la zona.
El alcalde confía en un pronto acuerdo con estos vecinos, porque asegura que no le gustaría llegar a la expropiación forzosa para desbloquear el conflicto. Con todo, el alcalde rechaza cualquier atisbo de discriminación con esta aldea.
- Eso no lo pueden decir los vecinos.
Afirma para poner como ejemplo, Moralejos fue la primera aldea del municipio a la que se la asfaltó el carril de acceso. Mientras tanto, los vecinos siguen a la espera. Por cierto, que a falta de luz, en verano las verbenas se hacen al más puro estilo ascentral: con acordeón, guitarra y trompeta”.

Y al final, ya si es cierto que el problema de la luz se solucionó. Así que un día de estos tiene usted que ir por a Moralejos, primero a conocerlo y segundo a celebrar con sus habitantes la llegada de la luz.
‑ No estaría de más que un día de estos me vaya por allí para perderme entre aquellas casas serranas, blancas y hermosas que brillan en la aldea de Moralejos.

EL ARBOL QUE ESTUVO EN PELIGRO ‑ 36

‑ De manera que, algo bonito tengo que sumar a la lista de los seres unidos a la naturaleza de estas sierras, para luego despacio saborearlo a fondo.
‑ Pero si encuentra el sitio y el árbol, por favor, no se lo diga a nadie. Ocurrirá como está pasando con el Tejo Milenario en aquella parte de la Sierra de Cazorla, que por el afán de protagonismo y de dar alicientes a los turistas para que entren y vayan por allí, se están cargando no sólo la dignidad y sabia del tejo milenario, sino el resto de aquellas hermosas y tranquilas sierras, en otros tiempos, por supuesto.

- Ahora que hablas del tejo y los turistas ¿qué era lo que antes querías contarme?
- Tiene mucho que ver con lo que acabamos de referir y le sucedió o más bien le ocurre a un amigo ¿Se lo cuanto?
- ¡Claro! Hoy no quiero perderme ninguna oportunidad de aprender cosas de vosotros.

- Este amigo mío no se cansa de repetirme que tengo que venir a su cortijo.
‑ No es porque sea mi cortijo pero te lo digo y nunca me aburriré de insistir: no encontrarás tú nunca en ningún lugar del mundo un rincón tan hermoso como este de mi cortijo y esa pequeña llanura que hoy es alameda junto al río y en otros tiempos fue un espacio lleno de vida salvaje. ¿Cuándo vas a venir un día para que lo conozcas?
‑ Un día de estos iré; no creas tú que tengo olvidado tu invitación.
Y como mi amigo, quizá es de los pocos que todavía queda con tierras propias por el valle del Guadalquivir, tiene tanto interés en mostrarme la belleza de ese trozo de tierra y su cortijo, se le ha corrido una idea: ha comprado papel de acuarela, pinceles y acuarelas y se ha puesto a pintarme un cuadro teniendo como modelo el tejo que él llama milenario, el bosque que lo rodea y todo el rincón que lo acoge.
‑ Verás cuando te lo enseñe como te convences que este trozo de sierra es único.

Pero hoy yo, con dos o tres amigos más, le vamos a dar una sorpresa a mi amigo del cortijo del valle. Al caer la tarde nos hemos venido a la sierra y para acampar hemos buscado ese rincón de la llanura junto al río conocido por La Chopera. Además de darle una sorpresa a este amigo mío y visitar por fin no su cortijo sino las tierras de su propiedad que es lo que realmente él proclama como lo más bello del mundo, luego si nos da tiempo, que procuraremos que nos dé, subiremos desde aquí a las cumbres del Pico Banderillas y recorreremos despacio todo ese río llamado Aguasmulas, nombre que fue derivado de otro mucho más lógico: guarda mulas. Un oficio ciertamente serrano y animales siempre presentes entre todos lo habitantes de estas sierras.

Así que nosotros esta noche hemos puesto nuestra tienda entre los chopos de esta llanura del río y nos hemos encontrado con una primera sorpresa: no descubrimos por ningún sitio ni el silencio ni la tranquilidad que tantas veces él nos ha comentado.
‑ Ha cambiado un poco porque hay más gente ahora aquí, más tiendas y más coches pero si vosotros hubierais visto lo que era este trozo del río hace unos años.
‑ ¿Qué era?
‑ Mira, te ponías ahí, sobre la ladera y echabas una ojeada por entre los pinares hacia este bosquecillo y como desde ese punto quedas bastante alzado sobre la llanura, ante ti se abría un panorama que te dejaba sin aliento. En primer lugar se mecían los álamos con tal esplendor y armonía que hasta el alma se te iba tras sus cadenciosas idas y venidas. Por entre los huecos que quedaban se veía algunos trozos de llanura, otros trozos del río, los encinares aplastados algo más abajo y todo ello arrebolado con el murmullo del río, el sisear de las hojas movidas por el viento y la soledad de la llanura. Tú te ponías aquí junto a este pequeño trozo y lo único que en ese momento querías era morirte ya para siempre y quedar eterno en ese perfecto océano de gozo. ¿No sé si me entendéis?
‑ Algo pero como estas cosas son tan sutiles, es necesario vivirlas como tú, para entrar en la realidad de esa imagen que deseas transmitirnos.

‑ Bueno, pues ahora, desde aquí mismo, desde la ladera, mirad hacia el lado del levante.
Le hacemos caso y al mirar nos damos cuenta que tenemos ante nosotros el paisaje donde crece ese tejo milenario que tanto quiere.
‑ Impresionante ¿Verdad?
‑ ¡Vaya que si lo es!
‑ Desde aquí es desde donde estoy pintando ese cuadro para vosotros pero es que últimamente tengo un problema.
‑ ¿Que problema?
‑ Ando dándole vueltas a un proyecto que probablemente me va a traer mucho dinero.

‑ Seguro que tiene que ver algo con los turistas.
‑ ¿Cómo lo sabes?
‑ A mucha gente, con esto de los turistas y el dinero que puedan ganar con ellos, desde que esto es Parque Natural, se le han revolucionado las ideas y anda algo desconcertados.
‑ Pues mi proyecto no tiene que ver algo con los turistas, sino todo. Quiero mostrar este tejo mío a todos los que vengan por aquí porque sé que esto le va a gustar a mucha gente y para realizar este sueño mío se me ha ocurrido trazar una pista que venga desde la carretera de la llanura justamente hasta este tejo milenario. Quiero también imprimir folletos explicativos y anunciarlo tanto en las guías como en otros sitios. Sé que a todo el mundo le va a gustar no sólo el tejo sino el rincón y la belleza que por aquí existe.
‑ Pero ese proyecto será el final precisamente de todo el encanto que por aquí hay y de tu grandioso tejo.

‑ Es lo que yo pienso pero por otro lado ¿Quién se resiste a no llenarse los bolsillos teniéndolo tan fácil?
‑ Pero hombre, es que son unas motivaciones demasiado pobres. Por dinero ¿vas a permitir la destrucción de un árbol como este?
‑ Todo eso lo pienso pero cuando veo que los veo ¿Qué harías tú?
‑ Quizá tampoco yo sabría decirte lo que haría.

‑ Pero es que cada día veo menos ejemplos y menos aún de aquellos que más obligación tienen.
‑ En fin, tú verás lo que haces con tu tejo milenario, tus sueños y el dinero que ambos te puedan dar.
‑ Quizá te haga caso y me proponga no caer en la tentación de mostrar mi árbol a la gene pero ya verás tú lo que va a pasar. Ya verás tú dentro de unos años en lo que acaba este rincón mío que tanto quiero.

Yo hoy quería dejar claro aquí que este amigo mío no se cansaba de repetirme que tenía que venir un día de estos a su cortijo. En el fondo él se siente orgulloso de su tejo, su río y su rincón pero este amigo mío hoy tiene un problema y la verdad es que yo no estoy muy seguro que sea tan fuerte como para resistir la tentación.

Y ya se acabó. Es todo lo que tenía que contarte de este amigo mío. Por eso te decía antes que tengas cuidado con lo que puedas decir o escribir tanto del bonetero como de otras cosas de estas sierras.
‑ No te preocupes que de esto sí sé algo pero ahora dime: desde aquí quiero regresar otra vez al centro del pueblo, y no deseo volver por el mismo sitio que he venido ¿qué hago?

LOS DE LA TELE ‑ 37

El joven que conoce y quiere a esta sierra y se ha quedado por aquí porque al parecer sí encontró algún trabajo que le ha permitido no arrancarse de sus raíces, después de terminar su relato del pino del rayo, se dispone a darte una respuesta para indicarte la ruta de regreso. Pero en este momento, del lado de las casas antiguas del pueblo, por el camino de tierra, hacia vosotros se acercan unas cuantas personas. Uno de ellos, otro muchacho joven, más no tanto, trae sobre su hombro una pesada cámara de televisión, cables, máquinas de fotos, papeles y otros instrumentos. Os quedáis mirando y cuando ya los tenéis cerca, el que parece ser el director, os saluda.
‑ Somos los de la tele.
‑ ¡Ya ve!
Expresa el joven que charlaba contigo.

También los conoces un poco sin conocerlos. Alguien te ha dicho que la tele de España, anda por estas sierras recogiendo bosques, cascadas y serranos para luego ponerlas un día a las dos y media de la tarde en un programa de naturaleza. Te habían dicho a ti esto y por eso en algún momento te habías preguntado de qué asuntos hablarían estos de la tele y de qué modo contarían las cosas. “A lo mejor son buenos y sinceros artistas, con mucha inteligencia y una gran sensibilidad y resulta que les sale un programa espléndido. A lo mejor sucede esto”, te decías para ti y ello te llenaba de curiosidad. Uno de ellos, el que tiene pinta de director, el protagonista, el que anda por las sendas y va preguntando al tiempo que narra lo que la cámara recoge, dice:
‑ Mirad, que vamos a hacer un bonito reportaje para que estas sierras salgan en la tele y las conozcan mucha gente.

El joven te mira, tú miras al joven, miras al director y como te sientes por completo incompetente para hablar y decir nada para la tele y menos de los hechizos y hechos de estas sierras, dejas que el muchacho tome la palabra y se las entienda con ellos.
‑ ¿Y cómo lo tenéis planteado?
Les pregunta a lo que enseguida el director responde:
‑ De la siguiente manera a ver si te gusta, porque me han dicho que tú sí conoces bien los vericuetos de los lugares.
‑ No demasiado ni como yo quisiera pero es cierto que soy de aquí y a esta tierra mía le tengo cariño.
‑ Fíjate, nosotros en el reportaje entramos por Cazorla, tocando por encima, tres calles del pueblo, del castillo de la Iruela y luego decimos que los de la Cooperativa nos van a guiar por los caminos montañosos y vericuetos de las sierras. Subimos con ellos en su todoterreno y en el mirador del Valle nos paramos. El cámara me saca y a uno de los de la cooperativa que lo saludo como si diera la impresión que en ese mismo punto nos hemos encontrado por casualidad. Le pregunto cuatro cosas y nos asomamos al mirador.

El cámara nos saca mientras charlamos de esas construcciones en arroyo Frío precisamente dentro de las tierras del Coto Nacional para que así el público se oriente en la entrada a esta gran sierra y luego regresamos. Seguimos pero esto ya no se ve en la tele. Decimos que nos metemos por el río Borosa hasta la Cerrada de Elías, dando la sensación que a ella, en lugar de en coche, vamos andando, porque esto quiero que quede claro, se trata de un recorrido por la sierra pero pisoteando sus sendas. Andando como Dios manda. La Cerrada de Elías, es un lugar que a los turistas les gusta y después de sacar algunas imágenes allí mismo, mientras el cámara me graba, despido al de la cooperativa dando la impresión que él ya se vuelve a su pueblo y yo sigo río arriba en busca del gran corazón de la sierra de Segura. Pero claro, andando para que la cámara me saque aunque luego no sea verdad. La verdad es que a la sierra entramos subidos en coche. Desde las zonas altas el cámara va recogiendo una gran manada de ovejas que pastan y un paisaje con nieve.

AMás de 50.000 ovejas buscan las tierras altas en verano, en invierno acuden a refugios de climas más suaves pero las que no han trashumado hacia Sierra Morena, este año se han de contentar con los helados bosques”, es lo que voy narrando mientras la cámara saca a las ovejas, caminando por entre paisajes llenos de nieve. Se oye de fondo el balido del rebaño, se ve un primer plano de las ovejas en fila, el pastor que las sigue y una panorámica para que se les contemple yéndose barranco adelante. Suena la música de fondo mientras ahora la cámara trae a primer plano unos cuantos de estos animales, unas casas cubiertas de la nieve y yo que sigo diciendo: “Uno de los pilares económicos de la sierra, el ganado lanar, ha sobrevivido esta vez a los mazazos finales del desértico invierno o a las primeras locuras de la primavera aunque otras veces estas nieves las aísla durante días haciendo peligrar esta preciosa e importante fuente de riqueza”.

Al oír la expresión el joven toma la palabra para aclarar:
‑ Para un momento.
‑ ¿Qué pasa?
‑ Que eso no es verdad.
‑ ¿El qué no es verdad?
‑ La nieve, por muy grandes que sean las nevadas y esto sí es verdad que en otras ocasiones las nevadas han sido grandísimas en estas sierras, nunca hacen peligrar esta preciosa fuente de riqueza como dices. La nieve es precisamente la primera fuente de riqueza de estas tierras porque ella deja agua sobre los campos, mucha hierba y como consecuencia abundante alimento tanto para el ganado como para los bosques y los animales que viven en ellos. Los pastores y las ovejas de estas sierras, siempre les temen a las grandes nevadas por lo mal que lo pasan los animales y ellos y eso sí es verdad pero todos sabemos que nada peligra bajo una gran nevada aunque se complique y sea casi cruel la vida de tan dura, sino todo lo contrario: la riqueza y la salvación vienen de aquí.

‑ Pero en fin, digo eso porque en un reportaje de televisión tampoco podemos matizar mucho. A continuación de esta escena aparezco sentado junto a un camino, con la mochila entre los pies, un trozo de pan en la mano, queso y navaja y mientras el cámara me enfoca, digo: “El descenso hacia la costa, como por aquí llaman al extenso valle, la nieve va dejando paso cada vez más a pastos abiertos por donde los ganados comen con menos agobios y desasosiego. Y como con pan, queso y vino se hace el camino, a la hora en que las tripas me reclaman, me detengo y mientras observo el horizonte le doy al cuerpo lo que pide porque al espíritu ya le he ofrecido hoy una buena ración de belleza”.

Esto lo voy diciendo mientras el cámara me enfoca sentado en unas piedras que he puesto junto al camino. Se ve un rebaño de ovejas que baja por el valle y al pastor que las sigue. He hablado con él antes y le he dicho que al pasar junto a mí lo voy a llamar para ofrecerle un trago de vino. Le voy a pedir que se siente a mi lado, en las piedras que también he preparado. “Con la parsimonia del buen yantar observo a un pastor afanado con sus ovejas para su recogida y como en el camino siempre hay que ir haciendo amigos, le invito a un buen trago de caldo de los dioses”.

Se le ve andando por el camino junto a su perro como si nada supiera de la presencia de la tele pero la verdad es que está bien preparado. Ya le hemos dicho que él no tiene que mirar a la cámara ni tampoco a mí. Así que al pasar cerca le digo:
‑ Buenas tardes.
Se para, me mira y responde:
‑ Hola, buenas tardes.
Alzo la bota para arriba y le digo:
‑ ¿Echamos un trago?
‑ “Amos” a probarlo a ver que tal es.
Y el pastor deja su rumbo y se viene a mi encuentro. Se acerca y me dice:
‑ Beba, beba usted primero.
Bebo y le digo:
‑ Está bueno.
Se lo alargo y después de echar un trago me dice:
‑ Está bueno, sí.
‑ Siéntese aquí un rato conmigo.
Se sienta a mi lado en las piedras que le he preparado y le pregunto:
‑ ¿Qué tipo de oveja es esta?
‑ Esta es la oveja segureña.
‑ ¿Y por qué se llama segureña?
‑ Hombre, en primer lugar se cría en la Sierra de Segura, es una oveja pequeñica, se adapta bien al clima de aquí, al frío, a la mala calidad del pasto y se nota porque es una oveja que tiene poca lana y se aprovecha para la carne, porque ordeñar no ordeñamos y la lana no vale. Mire, usted ponga lo que quiera en la tele, porque sé que esto es para la tele pero yo le voy a decir a usted una cosa:

En la provincia y en los límites la oveja segureña va siendo colonizadora hasta el punto de desplazar a todo el tronco merino. En ello, la disminución del precio de la lana ha sido fundamental. La oveja segureña es de lana basta y de mala calidad pero el nulo precio de su vellón carece de importancia, porque lo que se aprecia de ella es la calidad del cordero, de la carne. La provincia de Jaén es una neta exportadora de cordero a Cataluña y Levante. Mas podríamos decir que España ha tenido tres grandes éxitos zootécnicos a escala mundial: el caballo español, el toro de lidia y la oveja segureña y esto quiero que quede claro para que lo sepa mucha gente. Desde hace unos años se están realizando unos cruces selectivos del ovino segureño con un parámetro de configuración morfológica que están dando buenos resultados y beneficios. A escala nacional e internacional consigue sonados éxitos.

Porque, para que usted lo sepa, el cordero europeo es de más peso en canal y por tanto más viejo. Se suele vender en las grandes superficies comerciales y es destinado fundamentalmente al guiso pero en las carnicerías tradicionales se sigue vendiendo el cordero nacional que es al que estamos realmente acostumbrados. En cuanto a calidad, buquet, peso, etc., la nuestra es una manera distinta de consumir el cordero, es de mayor calidad y sabe mejor. Y para que usted sepa algunas cosas más de esta ganadería nuestra, de aquí de la sierra y de la provincia, le diré que la provincia de Jaén ahora mismo se divide en nueve zonas comarcales ganaderas. En la zona de Sierra Morena hay unas 14.500 cabezas de vacas, 28.000 ovejas y 6.000 cabras.

En el Condado, que son unas tierras que nos cogen relativamente cerca a nosotros, existen unas 5.600 cabezas de vacuno, 27.000 ovejas y alrededor de 7.000 cerdos. En nuestra vecina la Sierra de Mágina la cantidad de ganado que existe es de unas 18.000 ovejas, 5.000 cabras y 1.200 équidos. Por Cazorla, puede haber unas 150 vacas de leche, 35.000 ovejas y 3.500 cabras y por último, en mi sierra, la gran Sierra de Segura, hay en torno a 1.000 vacas, 70.000 ovejas reproductoras, 10.500 cabras, 1.400 équidos y 1.500 cerdos, así que fíjese lo que puede ser para nosotros esto de la ganadería y sobre todo las ovejas.

Le digo que no es esto lo que quería que me respondiera pero que ya que la realidad ha salido así, veremos si luego lo puedo decir en la tele. También le pregunto por la comercialización, por la trashumancia, por la declaración del Parque Natural y si le afecta a los ganaderos, le pido que echemos otro trago, le hablo de lo que dice la gente que la culpa de la sarna en la cabra montés la tiene el ganado lanar.

‑ Se sienten esos comentarios pero realmente, como ganadero digo que no, porque nosotros cuando observamos los primeros síntomas de sarna ponemos rápidamente remedio para que no se nos infecte el resto del ganado, mientras que los animales salvajes, pregunto yo que quién es el que le pone ese remedio. Además, si usted quiere y tiene tiempo, le explico extensamente detalle a detalle, toda la historia de la sarna de la cabra montés en este Parque. Hay mucho que contar y que cortar, porque también, como tantas otras veces, cuando las cosas no salen como se había pensado, se busca culpables y nosotros ya lo sabemos: los pastores y los serranos, somos los culpables de casi todas las desgracias que ocurrieron, ocurren y ocurrirán en estas sierras. ¿Quiere que le cuente?
- No por favor, porque nos salimos del guión. Eso, aunque sea verdad, no estaba previsto y por lo tanto no puedo sacarlo.

- Entonces ¿qué quiere?
‑ Nos ceñimos al guión. ¿Os dan una subvención?
‑ Sí, una subvención de la comunidad Europea que es lo que nos mantiene; o sea, que gracias a la subvención si no estaríamos los ganaderos pero hundidos de verdad. Sería insostenible la cabaña ganadera y estaría llamada a desaparecer. La Unión Europea subvenciona sólo a las ovejas y cabras reproductoras que en el momento de hacerse la solicitud han parido al menos una vez o tienen un año de edad en el día que lo hacen. En total la subvención comunitaria asciende para el ovino y caprino jiennense a 512 millones de pesetas. Así mismo también se subvenciona el ganado vacuno pero sólo a las vacas nodrizas.

Mientras charlamos se ven las ovejas en primer plano y aunque el joven pastor se ha metido en más profundidad de lo que en un principio quería, dejo que siga con el futuro de la ganadería aquí en estas sierras y después de echar otro trago cortamos las tomas.
- Me tengo que ir. He de seguir con mi historia.
- Antes, y sin que salga en el guión, le quería preguntar una cosa.
- ¿Qué es?
- ¿Usted ha oído hablar de “Las vacas locas?”
- Claro que sí ¿qué pasa?
- ¿Usted quiere que le cuente la historia de las ovejas locas?
- ¿Ovejas locas?.
- Ocurrió no hace mucho y fue a un amigo mío.

El valle que es abierto, aunque majestuosamente enmarcado al norte y al sur por dos grandes cordilleras, tiene su encanto, guarda sus secretos y por muchos sitios, misterios que nunca nadie conocerá. Entre ellos, uno más de tantos, está la presencia del rebaño de ovejas. Un pequeño rebaño blanco que durante años y años ha buscado su alimento por las fértiles praderas de los barrancos, arroyuelos y llanuras del río. Un rebaño como otros tantos en estos montes pero con su personalidad propia que es lo que le da ese encanto inconfundible.

Por ejemplo: ya estaba establecido como una norma habitual que el rebaño siempre subiera valle adelante. No daba igual ni era igual entrarles a estas llanuras por cualquier extremo. Siempre era desde lo hondo hacia arriba como si se tratara de un rito más que de otra cosa. Desde las profundidades hacia la luz de la cumbre pero sin llegar nunca a la meta última porque siempre el día se apagaba antes del encuentro con el final.

Y en un punto de este recorrido, por la mitad del valle o así, siempre se repetía la escena. Se estrecha un poco por aquí la llanura y los animales, en lugar de echarse por la ladera, tomaban por la zona más llana y con su ritmo cadencioso de careo por entre la hierba, poco a poco iba superando el cerro oscuro de la izquierda hasta salir otra vez a los espacios amplios. Esto fue así y ha sido así durante tantísimos años que tanto para las ovejas como para el pastor, la forma de tomar el valle se había convertido en una costumbre casi vital. Hasta que sucedió que un día, por el lado donde el valle se estrecha y las ovejas tomaban con tanto gusto, entró el progreso: construyeron edificios con piscinas, trazaron una carretera, arrancaron las encinas, montaron una gasolinera y sembraron plantas de jardines.

‑ Que no vuelvan a pasar más por aquí tus ovejas.
Le dijeron al pastor y como por lo visto aquella gente eran personas importantes el pastor les hizo caso y cuando los animales llegaban a donde el valle se estrecha él se ponía delante y los desviaba por la parte del cerro. Mucho trabajo le costaba porque aquello era algo muy querido por los animales y el pastor; las ovejas se resistían a romper con sus costumbres.

Una vez y otra, cuando ya iban por la ladera, se volvían para atrás y no había manera de hacerles ir por aquel sitio nuevo. Un día de aquellos, cuando el pastor creía que los animales ya se habían acostumbrado, cuando subían por la ladera, de repente todo el rebaño se volvió para atrás, se metieron por el acantilado y en menos de media hora todas las ovejas perecieron despeñadas. El pastor no daba crédito a lo que veía y en cuanto se supo la noticia por el valle todos coincidían en que los animales se había suicidado.
- Son ovejas locas.
Decía la gente
- Se han suicidado como los cerdos del evangelio

Pero mi amigo a todo el mundo les decía que no; que las ovejas no estaban locas.
- ¿Entonces qué ha pasado?
- Pues que los animales también sienten y sufren. Guiadas por un impulso interno, las ovejas no fueron capaces de resistir la pérdida de sus tierras y decidieron morir antes que adaptarse a otros montes nuevos.
- ¡ Qué cosa más rara!

Despido al pastor y poco después, se ve en la tele la presentación de una vieja aldea. “Hoy se guarda en muchos de sus núcleos urbanos el testimonio de una vieja época en que el trigo se trajinaba por era y molinos, trigo que a veces llegaba desde las próximas tierras manchegas o se recogía por las propias lindes de los pueblos. Pero hoy, de todo aquello, sólo queda el recuerdo y a veces, algún molino viejo que totalmente astillado por el paso del tiempo, se pone en marcha para que la memoria no olvide los antiguos oficios a punto ya de ser abandonados”. Mientras voy pronunciando estas palabras, la cámara empieza a mostrar las viejas casas de la aldea, el molino, las poleas del molino, la piedra que muele y luego el río.

“Con el ritmo tranquilo de una época en que el tiempo tenía otro valor, regreso hacia los bosques”. Se ve la corriente clara del río, el agua del pantano de las Anchuricas y bosques. “El rugir de las sierras mecánicas me anuncian que por los alrededores andan talando pinos”, y ahora se ve la imagen de un gran pino que cae cortado por la sierra. En primer plano el tronco cortado. “Otra de las fuentes de riqueza de la sierra se me presenta de bruces y mientras contemplo la tarea de los pineros en esas horas en que la tierra aún se despereza del relente de la noche, pego la hebra con el guarda forestal jubilado que sigue acudiendo al bosque, quizá para rememorar otros tiempos.

‑ ¿Usted un día vio bajar pinos por el río?
‑ Sí, en el año 47. El 17 de enero, o sea, el 46 creo que fue, bajaron los últimos que procedían del Viznagal y esa madera, sino cogía distante, la bajaban ajorrando hasta la orilla del río, las hacían paquetes y en su día la echaban al agua. Y los gancheros, pulléndole que se llamaba, pincharle a una traviesa se llama bollar, se la iban llevando.
‑ Y la madera de aquí ¿a dónde iba y para qué se utilizaba?
‑ Por estas zonas, sobre el año cincuenta, la Renfe se quedó con la subasta del Estado, porque es que por aquellos años las serradoras que había, en Siles había dos, en Orcera llegaron a funcionar hasta tres, en La Puerta, sobre el cincuenta y algo construyeron otra, no daba abasto a cortar la madera que solían señalar en un período de diez años que llevaba entonces el Estado y entonces, ya entró la Renfe y lo ha estado haciendo hasta cinco o seis años que ya lo ha dejado.

Pero la historia de la madera aquí en estas sierras tiene mucha tela que cortar. Si tiene tiempo nos sentamos y me escucha despacio porque merece la pena.
Creo que sería interesante hablar de ellos para que la gente conozca la verdad de las cosas en estas sierras. ¿Me pongo y hablo?
- Yo tengo ya mi guión escrito y como director debo velar para que no se me vaya de las manos.
- ¡Qué pena, hombre! Pero en fin, dígame por dónde seguimos.

‑ ¿Usted cree que al bosque le conviene el ganado o no es bueno para el bosque?
‑ Los ganados tendrían mucho que decir. Ganado, sobre todo ovejas, deberían de llevar los montes el que lleve, exceso no pero el que pueda llevar debería de tenerlo continuo porque produce mucha facilidad para que el piñón germine y luego destruye una cantidad de broza. Quiere decir que el monte que es pisado por el ganado, el día que se produce un incendio puede ser el 60% menos peligroso. Así que los montes, necesita del ganado. Los ingenieros y los guardas nunca hemos querido a la cabra, la cabra, donde deba de estar que esté. Pero ¿quiere que le cuente todo lo que sé?
- Por ahora ya vale.
- De todos modos si se espera un poco, aunque no salga en su guión, le puedo contar una pequeña historia que seguro le va a gusta al mismo tiempo que le va a servir como aclaración a la pregunta que me ha hecho hace un momento.
- Pero que sea rápido porque tengo prisa.
- Serán tres minutos.

Hubo un tiempo en que las cosas en estas sierras ocurrían así: “Se consideraba agravantes las denuncias que el Icona presentaba a los pastores de la sierra por invadir estos con sus ovejas las zonas repobladas por este organismo y negarse ellos a pagar las cuarenta pesetas mensuales que les cobra a los pastores por cada cabra u oveja que pasta bajo los pinos”.

Y como ilustración a su pregunta y lo que acabo de contarle, la siguiente anécdota ocurrida en el “Collado de las Querencias”. Los animales siempre le entran ladera arriba, en la dirección contraria a como corre el arroyo. Como es solana, en cuanto llega la primavera, en el otoño y luego en el invierno, el rebaño toma estas tierras muy bien. Siempre les entran por abajo, por el otro arroyo pequeño que atraviesa el bosquecillo. Se desparraman por la pendiente que en algunos sitios está tupida de monte y en otros aparecen grandes rodales donde la hierba crece fresca y abundante. Al comienzo de la solana está el barranco coronado por el gran paredón recoso y luego le viene la suavidad hacia el collado por donde sube la senda.

Pero hoy, primer día del mes de otoño y ya con las primeras lluvias cayendo sobre las tierras, el rebaño va ladera arriba. Como en aquellos tiempos los animales entran por la parte baja y vienen desparramados lentamente hacia el collado. Casi en toda la sierra andan ya agotados los pastos. Ni siquiera una brizna de pasto queda por ningún sitio. Por el collado y las tierras que desde el collado caen hacia el arroyo, sí hay mucho pasto. Alto, porque en la primavera creció todo lo que quiso, espeso y recio. Ahora que ya no queda comida en ningún sitio los ganaderos piensan que antes que mueran de hambre sus rebaños y a continuación ellos, tienen derecho a aprovechar estas hierbas les duela a quien les duela y quieran o no quieran el que sea.

Así que toda la mañana, el ganado ha estado pastando por la tierra. Hasta el mismo collado han llegado y algunas incluso han volcado al otro lado. El pastor las está viendo y como a conciencia las ha dejado entrar en el rincón, no tiene nada que ocultar. Si vienen los que vigilan se enfrentará con ellos con la decisión de la razón que le asiste. Está decidido pero siente algo de miedo. Sabe que no es agradable una situación de estas y desde luego le gustaría no vivirla pero la razón poderosa de sus ovejas que se mueren de hambre es fuerte.

Puede asomar por lo alto del monte pero su mayor temor es al otro. Y lo que teme sucede: por lo alto del monte que hay frente al collado, primero aparece la figura de un hombre montado a caballo; luego se para sobre el azul del cielo y al rato lanza voces. Claro que el pastor las oye y aunque a cada voz le entra más miedo, no le hace ni chispa de caso. Se hace el sordo y deja que corra el tiempo. El otro, no se sabe si por miedo a enfrentarse cara a cara con el pastor o por querer hacer una buena acción y dejar que las ovejas hoy sí coman bien, el caso es que al rato se mueve con el caballo hacia la izquierda y se pierde en el monte. "Dentro de media hora está junto a mí," se dice el pastor.

Pero no; pasa media hora, dos horas, toda la mañana y cuando ya por la tarde las ovejas se mueven hacia la parte de arriba saliéndose algo de las tierras del coto, es cuando aparece el ingeniero. Parece que no trae ánimo de enfrentamiento aunque sí desea hacerle saber que está prohibido meter las ovejas en las tierras que pertenecen al coto.
‑ Tú sabes que las ovejas no hacen daño sino que más bien benefician al bosque.
‑ ¿Dime en qué?
‑ Fíjate en esas que comen allí. Solo aprovechan el pasto que hay por entre los enebros y bajo las encinas. Si hubiera un incendio estas hierbas secas arderían como la yesca. Las ovejas están limpiando la cubierta vegetal y eso más que dañar es bueno al mismo tiempo que se alimentan.
‑ Quizá tengas razón pero. ... si traes a tu ganado por aquí las monteses se irán a otro sitio. Si no hay cabras no vendrán cazadores y entonces esto del coto no será serio.
‑ De todos modos es bueno que sepas el bien y lo mucho que los pastores y sus ovejas hacen por estas sierras. Un día tendremos que reuniros a todos vosotros, a los encargados de la conservación de los montes y os diremos más de una cosa que ignoráis sobre la realidad y la identidad de estos parajes.
‑ ¿Acaso crees que no sabemos más que vosotros?
‑ Aunque sea así, estáis en un error gordo y no queréis, no acabáis de creer que sólo poseéis un poco de toda la verdad.

- Y se acabó. Esta es la historia del Collado de las Querencias.
- Gracias por haberla contado pero no me puedo parar más.
- Vaya usted con Dios buen hombre y porque veo que no quiere ni hacerme caso que sino le iba yo a contar otra historia de los otros que tienen prisa por estas sierras.

Mientras él me explica su sierra y sus problemas la cámara muestra los pinos cayendo, los mulos arrastrándolos, las ovejas por el monte, una cabra alzada sobre unos arbustos ramoneando y más pinos cayendo. Lo despido y la cámara muestra ahora un primer plano la preparación de las gachas migas en un gran fuego en medio del campo. “A estas tierras todo el mundo le ha metido mano y todo el mundo le ha sacado buen provecho, como buen provecho me propongo sacar de las gachas migas que la hospitalidad leñadora me ofrece como almuerzo y que, curiosamente me recuerdan las migas de Macael, con su “engañifa y to”, como dicen por aquí”.

La cámara muestra ahora al leñador volteando las migas en la gran sartén donde humean deliciosamente y luego los trozos de chorizo que poco a poco, el cocinero va poniendo sobre las doradas y apetitosas migas en la amplia sartén. Chorizo, sardinas y pimientos secos, todo encima de las migas para que así se vea en la tele y toda España sepa cual es la comida típica de estas sierras y de los serranos que cortan pinos.

Se alza la cámara mostrando a lo lejos un gran pico rocoso, las copas de los pinos de un espeso bosque por donde parece que se va. “De nuevo al camino, al sendero boscoso, a entre cruzarme por los inmensos pinares y los robles jugosos pero esta vez para descubrir uno de los núcleos urbanos más hermosos de esta comarca: Segura”. Y en estos momentos, en un precioso fundido desde los bosques aparecemos frente a la hermosa Segura de la Sierra. Sólo unos segundos y enseguida asomo caminando cuesta arriba, con un papel en una mano, un bastón en la otra, una mochila que ni es zurrón ni mochila porque la cuelgo sólo de un hombro y una enorme pelliza. Me aproximo al precioso arco que da entrada al pueblo y antes de pasar por él me paro.

Miro las piedras que lo forman, miro mi plano mientras la cámara me acerca y se ven al fondo los grupos de jubilados que siempre vigilan esta entrada mirando al valle. Enseguida una imagen de la entrada al Ayuntamiento, otra por donde me veo cruzando por delante de la iglesia, bajando luego hacia la calle de los baños, pasando por delante de la que fue la iglesia de los Jesuitas donde se ve a un hombre al fondo trabajando la madera y enseguida aparece un viejo amigo mío charlando con una alumna de la Escuela Taller precisamente por donde se encuentran los Baños Moros. Mientras se me va viendo y aparecen las calles y casas de este pueblo, pongo mi voz de fondo para decir:

“Esta localidad que da nombre a la sierra, se encuentra sobre un inaccesible cerro. Caminar por sus calles es descubrir un pueblo limpio, cuidado, respetado en su viejo urbanismo. Palacios que fueron antiguos colegios de Jesuitas, iglesias entre el gótico y el renacimiento, calles recoletas, escalonadas, rincones sombríos y algún edificio en recuperación. Entro en uno de ellos, una impresionante iglesia desguazada y al fondo, el rostro de un amigo me sorprende”.

‑ En fin, no sigas más; ya me sé o puedo adivinar lo que viene después.
Le dice el joven al director parándolo un poco en su exposición del guión que va a sacar de esta sierra en el programa televisivo.
‑ ¿Cómo es que te lo sabes?
Pregunta el director un poco sorprendido.
‑ Me lo sé y no me lo sé pero por lo que me has contado puedo adivinar el resto y hasta el final. Seguro que ahora charlarás un poco con este amigo tuyo que no estaba aquí de casualidad sino que le has dicho que venga para que saliera en la tele. Charlarás de historia y luego bajarás sin bajar, por un camino hacia Orcera y
por ahí te vas a encontrar primero con un grupo de serranos que hasta se han puesto la corbata y juegan a los bolos y a la petanca.

Luego en Orcera con un miembro de los de “Segura Verde”, con el cual también charlarás de las Ordenanzas y otras visiones de estas sierras. Te encuentras con un grupo de aceituneros, charlarás con ellos y luego, como preparan andrajos, te invitarán a comer con ellos. Algo así como si todo el mundo en estas sierras se pasara el día poniendo en marcha viejos molinos, haciendo gachas migas en medio de los pinares que caen abatidos por las hachas, charlando con las guapas alumnas de la Escuela Taller donde se descubren restos de otras civilizaciones, jugando a los bolos y a las petancas vestidos hasta con sus corbatas, haciendo andrajos en medio de los olivares y comiendo liebre.

Nada, que esto es un mundo fantástico donde por arte de magia los pobladores se pasan el día jugando y comiendo en medio de sus bosques y uno de ciudad lejana se los va encontrando mientras asombrado recorre los caminos sin recorrerlos, porque no suda ni pasa frío ni calor ni hambre. ¡Qué bonita sierra le vas a pintar a los españoles que vean tu programa por la tele!

Y al final, para acabar ya con los fantásticos relatos de estos lugares, te subirás en un avión y te darás una vuelta empezando por el valle de la Sierra de Segura. Pasas por encima de la llanura cual sombra fantasma sin ni siquiera mirarla y ¿Sabes lo que es el valle?
‑ ¿Qué es?
‑ La otra realidad serrana, la que en cuanto la pisas un escalofrío te recorre el cuerpo entero. Que por lo menos a mí me ha sucedido muchas veces y me sigue sucediendo. La realidad que no se cuenta, la que no se puede contar porque es intangible. Nada más entrar por lo que todos conocemos “La Puerta”, que dos cosas son el lugar: puerta de entrada al valle y pueblo que desde tiempos remotos empezaron a construir ahí y ahora ya es grandísimo. La atraviesas y ya tienes el valle.

¿Qué es el valle? Quisiera saber lo que es el valle pero el caso es que me hiere dentro con tanta fuerza, tanta belleza y grandiosidad que late más abajo de lo que se ve con los ojos, que te pones a decir lo que es el valle y te sientes desbordado. No sabes ni qué coger ni por dónde empezar ni qué decir de esto o de aquello porque todo te aprieta, te grita, te llama, te abraza casi con la fuerza de la muerte que te lleva a la vida. No es fácil decir lo que es el valle porque al menos yo siempre lo veo desde las dos dimensiones: la que pertenece a la realidad que me entra por los ojos y la otra, la que te golpea en el espíritu desde el fondo de todo lo que ves y solamente intuyes, sientes, sufres y gozas.

Pero tú pasas por ahí, montado en tu avión y de refilón la cámara sacará los olivares de estas llanuras, algún trozo del pueblo de Hornos por donde a ti se te ve asomado a “la balconada”, como dices y asombrado divisas el Pantano del Tranco.
‑ Hablas como si no te gustara este programa mío.
‑ Te voy a decir una verdad para que la sepas: tu programa puede quedar bonito pero debería haber sido algo más que un anuncio para que vengan turistas a “solacarse” aunque no le voy a quitar el mérito a lo bueno, que lo tiene.
‑ ¿Qué hubieras hecho?

Tal como lo presentas parece como si todo el mundo se hubiera aprendido el guión para salir en la tele y así no se refleja la verdadera realidad de esta sierra. En tu programa nadie se asombra de que aparezca ni la cámara ni los viajeros que no recorren caminos andando sino que van en coche y de vez en cuando aparecen como si vinieran de trotar caminos pero sin una gota de sudor ni cansancio en su frente, con una gran pelliza puesta después de haber subido las magníficas cuestas que preceden al pueblo.

En tu tele deberías haber presentado nuestras sierras de siempre, con su sencillez y su belleza, con su dureza y su lucha, con el dolor y el gozo de cada uno de los serranos de aquellos tiempos y los de ahora para no seguir por el mismo rumbo en que en estos últimos tiempos va tanta gente por aquí.

Todos nos quieren salvar y nos presentan ante la gran sociedad de los civilizados como los de los paisajes hermosos y al mismo tiempo más aislados para que vengan los turistas a asombrarse de cuanto por aquí existe. Como si todo esto nuestro fuera un museo, una muestra de serranos y aldeas que se pierden en medio de paisajes nevados donde las ovejas y con ellas sus dueños, los pastores, luchan por sobrevivir.

‑ ¿Pero tan artificial es lo que expongo?
‑ En verdad te digo que sus cosas buenas sí tiene.
‑ Es que comprende que no es fácil.
‑ Precisamente porque no es fácil y lo que por aquí hay y siempre hubo son seres humanos, hay que esforzarse, encontrarse con ellos desde la ignorancia, la humildad y la sencillez.

Y la otra verdad, la más importante que ni siquiera puedes captar con tu cámara de televisión, es la que no se ve, la que desde hace tiempo acepto y considero como a la auténtica realidad serrana. No hay sólo lo que se ve sino mucho más. Todo es un mundo perfecto y grandioso que se organiza y late al otro lado del verde del bosque, del azul del viento y del cristal de la corriente. Para sentirlo, palparlo y gustarlo tienes que andar en una sintonía especial y mirar con unos ojos distintos. Pero creételo, esta es la sierra en su dimensión más completa y su autenticidad rotunda. La otra sierra es sólo la mitad, a medias, la presentación en su nivel más simple y somero.

CAMINO DE REGRESO ‑ 38

Cuando el joven termina de pronunciar sus palabras, de expresar aquello en que sinceramente cree y le grita dentro, el director le dice:
- Tú eres un romántico que en el fondo no has entendido mi obra. Me la has estropeado yéndote por “los cerros de Úbeda”. No sé para qué me he parado a hablar contigo. No sé para qué te he contado nada. Ahora me doy cuenta que no has entendido de la “misa la mitad”.

Y a continuación ve como los de la tele, con su director a la cabeza, casi sin despedirse, se alejan por el camino que va al mirador y luego desde ahí se pierden por las escaleras de las calles por donde se esfuerzan en recoger fotos y imágenes para su tele. Te mira y te dice:
‑ ¡Ah, lo suyo! Pues mire usted, desde aquí se pueden tomar varias direcciones e ir a salir a muchos sitios llenos de interés y emocionantes pero le voy a aconsejar lo siguiente: como tiene aquí mismo el mirador, dedíquese y pierda un rato a gozar desde él, la sierra y el pueblo. Fíjese que la iglesia le queda totalmente enfrente y más acá, todos los bonitos tejados de tejas árabes, las palomas que revolotean por encima de las casas y los gallos que cantan. Al fondo los olivos con el sol bañando de oro la sierra, el genuino silencio y Orcera que, por encima del pueblo, se ven allá en lo hondo, las tres torres por entre los olivos y al fondo total, La Puerta.

Cuando ya el espíritu se le allá saciado, desde el centro de esta mañana serrana, semejante a tantísimas mañanas aquí en mi pueblo, siga por el camino, carretera o pista de tierra pero yéndose a la izquierda. Por aquí va a salir a la zona del Góntar. Enseguida se encuentra una casa con un gran azulejo amarillo, verde y azul ultramar y un rótulo que dice: “Los Huertos, altitud 1.145 metros”. Algo más adelante verá la parte de atrás del convento, restos de la antigua muralla y la carretera que sigue.

Ya empiezan a aparecer las zarzas, trozos de ventanas de madera medio podrida y hasta un árbol seco. Siga y ya viene la calle Castillo con una farola y las escaleras. Puede irse por esta calle. Pero antes se habrá encontrado con un camión cisterna que vacía el agua en los depósitos del pueblo. Ese camión es de La Puerta de Segura y trae el agua desde el valle para que los que vivimos en el altísimo pueblo que se refugia mismamente en el último peldaño antes de llegar al cielo, no nos muramos de sed este verano. ¡Hay que ver la sequía que estamos padeciendo! Usted ya lo sabe: somos unos 2.200 habitantes que como tantos otros en casi todos los pueblos y aldeas de estas sierras, padecemos restricciones de agua por culpa de la fastidiosa sequía.

Al oír estos casi desconsolados lamentos, caes en la cuenta de lo que hace un rato te decían ahí más abajo.
- Sólo tenéis que aguantar un poco más.
Le dices tú a él.
- ¿Por qué habla así?
- Es que las lluvias no van a tardar en venir.
- ¿Y cómo lo sabe?
- Los “astrólogos” del campo, se lo han dicho a los jubilados de la plaza y ellos me lo han dicho a mí.
- ¿Qué le han dicho?
- Que el próximo año, en cuanto llegue el invierno, va a llover como en aquellos tiempos. Nevará tanto que el Yelmo se cubrirán de blanco, se cortarán las carreteras de los pueblos de la sierra, los pastores tendrán que encerrar a sus ovejas en las tinadas, las fuentes brotaran de nuevo, los ríos se derramarán por las cascadas, el nacimiento del Segura otra vez saldrá y el Pantano del Tranco volverá a llenarse.

Nacerá la hierba en los campos con la fuerza y el brillo de aquellos tiempos, resplandecerá el verde de los bosques, cantarán los pajarillos por entre los robles de las umbrías y el aire llevará el perfume de los romeros del refrán serrano. “En enero florece el romero”. El Yelmo se pondrá su montera, los barrancos se llenarán de nieblas y aquel otro refrán serrando: “Sol de enero, siempre anda detrás del otero”, se hará real. Porque escasos serán los días soleados por esas fechas.
- Ojalá se acierto y Dios quiera que llueva y en abundancia el próximo año. Si no llueve, será una verdadera catástrofe para nuestras tierras, ganado y muchos de nosotros.
- Verás como lloverá.

- Pues usted váyase por estas escaleras. Enseguida empezará a ver las casas que por ahí han dejado abandonadas. Todas hoy cerradas porque la gente se va. Cuatro escaleras son que giran y al final se encuentra con la calle de Las Higuericas. Si quiere se puede parar un rato a charlar con cualquiera de los que por ahí se tope y si no siga bajando y en el número 10 de la calle Velilla, se encontrará con Juan.
‑ ¿Quién es Juan?
‑ Es el único que a estas alturas todavía sigue con la artesanía del esparto en el pueblo. Te dirá que ya no hay ni esparto, que es difícil trabajarlo porque después de cogerlo hay que dejarlo que se seque, hay que cocerlo, hay que machacarlo, trenzarlo luego y comenzar ya a tejer la cesta para el pan, la espuerta, la barja...

Al oír la palabra, reaccionas y enseguida le preguntas:
- ¿Qué eso que has dicho al final?
- He dicho “Barja” y con ello me estoy refiriendo a una especie de cesta, que trenzada de esparto, siempre se usó por estas tierras. Sirve para llevar la comida al campo, sobre todo en la época de la recogida de la aceituna. La palabra “Barja”, probablemente viene de “Burjaca”, que quiere decir bolsa.

Juan le dirá que: “Aquí en la sierra, siempre fuimos muy industriosos. A todo y de todo siempre hemos sabido darle utilidad y sacar buen provecho. El esparto, esa planta que endurece las manos, ha disfrutado de una historia milenaria, por estas sierras. Su antigüedad se manifiesta en los numerosos restos prehistóricos de esparto tejidos y trenzados de forma idéntica a la actual y que aquí, en esta y otras poblaciones de la sierra, cuando ya prácticamente ha desaparecido, cualquier persona encuentra en su domicilio infinidad de utensilios realizados con él.
Antes, en muchos pueblos de estas sierras, los agricultores y ganaderos de forma artesanal realizaban lo que necesitaban: cestos, aguaderas, serones, espuertas, soplillos, capachos, serillas, barjas, queseras,... elaborados con esparto sin picar confeccionando previamente la pleita que es una tira más o menos ancha de esparto trenzado en varios ramales, que cosidas a otras, formaban los objetos de aquellos tiempos u otros tipos de utensilios, con el esparto picado tales como: hondas, sogas, cuerdas, cordeles, esparteñas, escliños, bozales, cinchas, cantimploras y sillas”.

Juan le dirá también que hace unos días el Ayuntamiento le compró piezas de esparto por valor de 15.000 pesetas y esto le llenó de mucha alegría. Si puede, cómprele usted algo también porque de verdad sus piezas son verdaderas obras de arte por lo bien tejidas y terminadas. El no es como otros que usen el esparto sin “amajancar” y por eso luego salen piezas bastas. Sus piezas son finas porque machaca bien el esparto. Vamos, pura paciencia y sincero cariño. Dígale luego que le enseñe su casa por dentro porque también es una gran casa antigua, remodelada y confortable pero respetando lo bueno de las casas serranas. Sólo la estancia primera con la cocina ya le llenará de emoción.

Desde aquí puede bajar y luego, en esos jardines tan bonitos que hace algún tiempo dedicaron al escritor y arzobispo de Valencia, don Martín Pérez de Ayala y que fue natural de aquí, párese. Se sienta en la sombra de esos árboles y si no tiene prisa, quieto en el rincón frente al valle, en el centro del silencio de este hermoso espacio, puede dedicarse a recrear su vista en el castillo que le queda sobre la cumbre.
‑ Del castillo, después quiero preguntarte algo, porque ahora que hemos llegado hasta el punto de los jardines donde se alza el monumento, y que aunque te resulte extraño, es la primera vez que veo, como estoy viviendo también en una ignorancia total con relación a quien fuera Martín Pérez de Ayala, ¿No me puedes decir unas palabras que me saquen de esta incultura?
‑ Mire, de este personaje, un buen escritor de estas sierras, cuando se celebró el acto de la inauguración del monumento, decía lo siguiente:

“La histórica e ilustre villa de Segura de la Sierra ha erigido a su eximio hijo y teólogo una estatua que se ha tenido el acierto de emplazar sobre un mirador espléndido que señorea el valle con sus pueblos y cortijos, en un paisaje de imponente majestad.

Nació don Martín Pérez de Ayala en 1.566. Su talento y amor al estudio se revelaron precozmente. A los cinco años leía y escribía latín. A los once años, reveses de fortuna y la desaparición de su padre le enfrentaron con la adversidad en la que templó su carácter. Luchando siempre con la pobreza se graduó en artes en Alcalá. Investido en Uclés del hábito de Santiago pasó luego a la Universidad de Salamanca. En la de Granada se doctoró en teología y explicó la Lógica. Desempeñó durante más de dos años el Vicariato de la Diócesis de Jaén. Versado en lengua clásica tradujo de su original ebreo el Antiguo Testamento. Arzobispo de Guadix y de Segovia y Arzobispo de Valencia, en cuya catedral reposan sus restos.

El día 7 de octubre, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Rosario, Patrona de la villa, fue la fecha elegida y en una tarde maravillosa, de cielo transparente y suave gradaciones de coloración y luz, tuvo lugar la brillantísima ceremonia. Pocos homenajes tan fructíferos como éste, porque cuando la tierra que le vio nacer ha sabido ensalzar, como lo ha hecho, la calidad humana de su preclaro hijo, es porque ha sabido también comprender y admirar la vida paradigmática de quien, en inquieta y desazonada lucha, con el trabajo incansable de una ordenada y clara inteligencia, llegó a ser un español universal, que puso al servicio de la verdad y de la Patria, un quehacer y una obra en la que se resumen y condensan largos y profundos años de intenso y esforzado estudio”.

EL CASTILLO DE LA CUMBRE ‑ 39

Y esto es lo que así, a grandes rasgos, sé decirle del personaje que representa la estatua del rincón de los jardines. Y en cuanto al castillo de mi pueblo sé algo. Por ejemplo, que lo reconstruyeron un poco cuando aquello de la Feria de los pueblos, en los primeros años de la gran fiebre de la declaración del Parque Natural. El primer año de aquella feria se celebró aquí, luego en Quesada, en La Puerta y finalmente en Cazorla donde murió.
‑ Estuve en algunos de aquellas mercados y bien te puedo decir que fue una pena, su comienzo, su desarrollo y final. ¿Qué pasó con ello?
‑ Pasó lo que pasa con tantas historias que nos traen por aquí, que como no son ni cosas nuestras ni surgen de dentro de estas tierras, no tienen valores ni identidad y por eso no resisten el tiempo.

Duran lo que dura el personaje de turno que lo pone en marcha y mientras tenga subvención y después muere como también murió la rimbombante fiesta del pastor inventada por los políticos y que se celebró una o dos veces en el nacimiento del río Segura.
‑ Una pena ¿Verdad?
‑ Sí que lo es pero del tema, como daría para contar y no acabar, mejor lo dejamos aparcado para otra ocasión. Ahora, lo que a usted le interesaba era el castillo ¿no?
‑ Vamos con el castillo.
‑ Ya se lo he dicho. Aparte de aquellas restauraciones que por aquel entonces le hicieron ahora andan con la idea de subir una carretera hasta lo alto, cosa que habría que pensarse un poco porque llegar andando hasta las mismas puertas del castillo, por aquel sendero de piedra, también era bello y a los turistas le gustaba, si de lo que se trata es de los turistas, que por ahí van los tiros.

“Las primeras noticias que tenemos de la fortaleza de Segura se remontan a 781, año en que Abderramán I la arrebata al primogénito de Yusuf, Abul‑Asuar, según algunos autores. Otros la hacen más antigua aún, fundación de los tirios‑fenicios durante la guerra entre cartagineses y romanos, entre Asdrúbal y los Escipiones. Los restos del derrotado ejército de Publio Escipión fueron a refugiarse a la fortaleza de Segura. En el siglo XVI los segureños daban otra versión no menos legendaria pero más poética, del origen de su pueblo: antes se llamaba Altamira, vino una reina huyendo y se acogió a la fortaleza della questa muy alta en gran manera que casi parece por algunas partes que todo el mundo no la podría ofender, dixo “aquí estoy segura” y de aquí se dice que tomó esta denominación Segura.

Lo que no hay que dudar es que en época musulmana Segura era castillo y lugar denominado Saqura. Fue cabeza del pequeño reino de taifa a cuyo distrito pertenecía también Hornos, Sócovos y Ferez. Es posible que los castillos luego adscritos al territorio santiaguista de Segura fuesen los que tuvo el reino taifa.

La primera conquista cristiana de Segura ocurrió al parecer en 1.214, aunque algunos autores lo remontan a 1.200. Las noticias de estos años son confusas. Parece que el lugar fue recuperado por los musulmanes, aunque por poco tiempo, puesto que 1.224 su situación, aislada en un territorio mayormente controlado ya por los castellanos, se hizo insostenible y volvió a manos cristianas. Fernando III la otorgó a la Orden de Santiago el 21 de agosto de 1.241. Tres años más tarde fue instituida Sede de la encomienda Mayor de Castilla que hasta entonces estuvo en Uclés. Esta encomienda estaba sometida a la jurisdicción eclesiástica de Toledo. En 1.462 pertenecería al obispado de Cartagena. En 1.246 se le concedió fuero.

Como Segura es un castillo roquero levantado por las empresas bélicas, en 1.810, toda la vieja sabia de un lugar cuyo fin era la guerra se enardece ante la invasión francesa y tras una valerosa e imposible resistencia opuesta desde el castillo por quince o veinte bravos, Segura nueva Numancia, fue aniquilada y archivos, libro de fuero, cartas y privilegios, franquicias y documentos, reducidos a cenizas en el incendio con que el invasor castigó la heroica defensa. Lo demás, lo acabó el martillo implacable del tiempo y de los hombres. Pero el castillo de Segura, testigo de grandes hechos históricos, símbolo de un glorioso pretérito, es un monumento insigne que no cabe mirar como un montón de ruinas desprovisto de interés. En la solidaria grandeza de este paraje todavía es algo el castillo”.

Esto es más o menos lo que siempre se dijo y se ha dicho del castillo mío en lo alto del monte que da refugio a mi pueblo y esto es más o menos lo que le puedo decir a usted. Pero además de ello, si usted algún día tiene un rato y se puede escapar por aquellas regiones azules, rozando ya casi las estrellas en que se asienta el castillo, verá que lo que se siente y se ve es otra cosa distinta a lo que se dice y se oye. Porque cuando las nubes cubren la cima del monte, abrazándolo en su seno, cuando el viento del norte lo azota en esos días invernales de nieve e hielo, cuando las nieves llenan las laderas de todos estos montes míos, cuando cae la lluvia mansa o furiosamente empujada por las ventiscas e iluminada por los rayos de las tormentas, este castillo de este pueblo mío y que lo siento como a mi castillo, es otra cosa distinta a lo que de él siempre se dijo en los libros y se narró en las crónicas.

Usted cuando tenga un rato véngase por aquí, súbase andando hasta lo alto de estas rocas que dan consistencia a los cimientos del castillo y deje que desde ahí el tiempo se le vaya desmoronando frente a la puesta de sol cuando ya los campos se visten con sus largos y hermosos trajes de alfombras verdes. Respire el viento limpio que sobre esa cumbre siempre corre y llénese del perfume de estos montes. Gócelo usted despacio, sin preguntar, sin leer libros, sin decir nada, sin hacer caso de nada y ya verá como este castillo mío es algo hermoso. Algo diferente, ya lo digo, de cuanto siempre de él se dijo y se escribió. Porque son cosas que se sienten, se gozan en lo hondo del alma y, se lo aseguro, ningún ser humano será capaz nunca de expresar ni con el arte de la lengua ni con ningún otro arte. Usted haga la prueba y ya verá. Así que por eso no le digo más de este castillo mío.
- Sólo me queda una pregunta y con ella cerramos el tema.
- ¿De qué se trata?
- Eso de crear en el castillo un centro de interpretación.
- Lo que la prensa decía el otro día era lo siguiente:

“El Ayuntamiento de Segura de la Sierra solicitará al Plan Leader II, gestionado por la Asociación para el Desarrollo Rural de la Sierra de Segura, una subvención para la instalación en el Castillo de Segura de la Sierra, de un centro de interpretación de la comarca. Para ello, representantes del módulo de promoción de la Diputación Provincial, han visitado la localidad y concretamente el castillo para emitir un informe y realizar un proyecto para la concesión de una subvención. El resto de la financiación de este atractivo proyecto se gestionará con otro tipo de subvenciones. El futuro albergue universitario y el centro de interpretación de la Sierra de Segura, convertirá aún más a Segura de la Sierra como el lugar de encuentro de la cultura serrana”.

Esto es lo que decía la prensa y con ello me voy a despedir porque tengo que irme a mis asuntillos. Me alegro de haberlo visto a usted y me alegro que se interese por este pueblo mío y también me alegró que esté viviendo ratos intensos cargados de pura emoción recorriendo las calles y los senderos montañosos que surcan las laderas de este hermoso cerro. El último peldaño en la escalera del cielo. Que se lo pase bien y que vuelva otra vez por aquí a llenarse de sol, viento, silencios emociones limpias y abrazos sinceros. Los de aquí siempre seremos amigo suyo. Siempre nos tendrá a su disposición. Hasta otra. “Gracias por lo que lleva dentro”.
Le dices que hasta otra y te vas por el recorrido que hace un rato te explicaba.

Y LA DESPEDIDA ‑ 40

Y como ahora ya descansas sentado a la sombra de unos de los viejos árboles del pequeño parque que da cobijo a la estatua de aquel arzobispo y saboreas la despedida y, además, también tienes aquí contigo un libro que recogiste de otras publicaciones y hasta encuadernaste lujosamente, piensas que nada mejor para esta separación tuya del pueblo pequeño, aquí sobre la cumbre y que en tan poco tiempo tantas emociones te ha transmitido, que leer algunas de las páginas de tal libro. Sabes bien que mucha gente conoce el contenido de estos párrafos pero que ello no te importa demasiado, porque lo que te interesa es esto y no aquello. Así que empiezas a leer en las páginas de tu libro y, una vez más descubres que ya en aquellos tiempos, Segura era grande.

“En esta çerca ay muchas torres y tiene cuatro puertas principales por donde salen y entran en la villa y las puertas que tienen con sus llabes que se pueden çerrar por dentro y en cada puerta ay una torre muy fuerte de calicanto y todos los y difiçios y templos y casas aunque sean muy particulares son de calicanto ques tapería de mucha costa e fuerte.

No ay ydifiçios de tierra por questa tierra no la sufre por su aspereça y fragosidad, y grandes ayres y bientos que continuamente baten en gran manera. Estas cuatro puertas se llaman la una la puerta de Gontar, questá a la parte dentre el norte e solano, y la otra puerta Nueba questá a la parte del medidia, y la otra puerta Catena questá al poniente y la otra, la puerta Horçera questá a la parte del norte. Esta villa tiene una fuente natural que naçe dentro della que se llama en Vano, a esta fuente no se le puede quitar el agua por naçer dentro de la villa. Tiene otra fuente que viene dos tiros de ballesta poco mas fuera de la villa que viene encañada por sus otenores y naçe contra çierço, está en medio de la villa, bajo la plaça, es fuente muy principal y de muy galano edifiçio. Tiene dos caños ques donde la mayor parte del pueblo se sirve y un pilar muy grande de mas de veynte baras de medir y de muy buena piedra, con sus cadenas y antepechos. Estás çerca de la puerta de la yglesia desta villa. Desta agua ya otras dos fuentes, la una a la puerta Horçera y la otra en el colegio de los Teatinos. Esta agua es muy buena y muy sana porque naçe en un calar contra çierço, como se dize arriba.

La fuerça desta villa es la mas fuerte y prinçipal que su magestad tiene en estos sus reinos, porque está, como dicho es fundada sobre peña biba por todas partes e no se puede minar ni arremeter por ninguna parte. Tiene una torre ques la torre mayor y del omenaje que dentro della y en el cuerpo del castyllo podrán estar mas de cuatro mill ombres armados. En este castyllo y fuerça ay una yglesia fecha de bóbeda y de ladrillo muy fundada que se llama Santiago, tiene dentro della un algibe de agua llobediça muy grande y fuera de la puerta prinçipal y dentro de la primera muralla otro algibe grande junto a una moral.

Para subir a esta fortaleça se ba por dos partes, por la puerta Gontar y por ençima de la plaza, tiene para subir arriba sus arcos, tiene para entrar en la fortaleça çinco puertas, las fuerça del castillo adentro está muy buena y bien reparada aunque no tiene armas dentro della. A la parte de la puerta Gontar ques entre el norte e solano, está antes de entra en la dicha puerta Gontar dozientos pasos y fuera de la muralla una fuente de mucha agua buena con un pilar y dos caños, hecha de buen edifiçio. Esta fuente naçe allí y ay una balsa grande de donde se riegan unos güertos que allí ay, y luego viniendo a esta villa está la puerta Herrada ques una torre y desde esta puerta Herrada, sube una çerca y muralla almenada a las casas labores, y en estas casas labores, está una torre algo descorporada muy fuerte y de calicanto, y otro torrejón de lo mismo, y entre medias de la torre y torrejón ay una caballeriça antigua en lo alto, toda descubierta, donde ay çiertas pisebreras hechas en la misma peña que allí está naçida con sus ataderos de la misma peña, horadados.

Ençima destos ay una masmorra muy honda labrada en la misma peña biba. Todas estas torres y caballeriças y murallas están fuera de las murallas principales que abraçan la villa. Sube una muralla fuerte de calicanto con quatro torrejones que la fortaleçen e guardan hasta dar en la muralla de la villa al pie de la fortaleça y ally ay una puerta falsa çerrada por donde se subía secreta y siguramente al castyllo. Desde las dichas casas labores e debajo de la dicha puerta Gontar, está una torre que se llama la Poçalucas que guarda çierta agua que allí ay, esta torre es de argamasa y más adelante está otra casa de calicanto muy grande y de grandes çimientos e junto a la puerta Horçera e fuera della ay muchos ydifiçios caydos de argamasa y calicanto que se llama el Alcantarería.

Yendo por detrás de la fortaleça está al pie della, unas peñas altas a maravilla, encima de que funda la torre mayor y donde está otra torreçilla ques atalaya y otro torrejón que se dize el Espolón, y al pie desta torre mayor y debajo de la mismos peñascos donde está fundada la torre mayor, está otra torre que se llama la Torre del Agua, ques ydifiçio grande y hecho de mucho tiempo antes de que se ganase esta villa, y pareçe que oy se acabó de haçer según está de nueba e blanca, y esta torre a estado toda çerrada sin ninguna puerta y abraça por la parte de arriba un peñasco muy grande de más de treçientas varas en alto.

Esta torre parece que solo sirvió en tiempos de moros de recoger agua y desde la fortaleça de lo alto por el mysmo peñasco avía una escalera sumida en el mysmo peñasco por donde pareçe que bajan por agua a esta torre desde lo alto de la fortaleça, por esta parte está tan hondo lo bajo y tan empinado los peñascos que sy todo el mundo viniese no le daría pesadumbre a la fortaleça con quatro ombres que estuviesen arriba. Esta Torre el Agua, se guardaba desde el torrejón. No tenía otra entrada esta torre sino por lo alto como está dicho, y la torre de más de veynte estados en alto e de quatro baras en ancho, es de hormigón. Avrá quarenta años que un juez que ubo aquí, la començó abrir por un lado y con mucho trabajo y costa, se abrió por donde pudiese entrar un ombre de lado.

Y agora visto este edifiçio por el señor liçençiado Diego Hernández, governador e justiçia mayor por su magestad deste partido, andando visitando esta villa y sus fuerças y murallas, como halló la dicha torre e que era tan gran fuerça, mandó limpialla por dentro, que avía en ella mucha tierra y piedra seca como puesta por mano y aviendo mucha cantidad de piedra está un lecho de argamasa, hasta que se llegó a lo hondo y quitando estas piedras y argamasa, que se sacaron más de ochoçientas cargas de piedra y más de mill de tierra, questaba como dicho es hechada la piedra por mano y llegado al suelo como dicho es desta torre se halló un poço muy grande y muy hondo el qual estaba cubierto de piedra seca por su orden, y ençima de la boca del poço y una gran piedra por clabe y abierto se bido un edifiçio de poço muy ynluçido y redondo, terná çinco estados de hondo.

No se acabó de limpiar lo bajo de dicho pozo para ver lo que dentro ay, más de que se entiende que ay agua porque debajo de la torre responde una fuente de agua y porque la misma torre quanto a que Sigura se ganó de los moros se llama y nombra la Torre del Agua. A torno desta villa como un tiro de ballesta della do quiera que se caben ay edifiçios y paredes de casas y sepulturas y se hallan muchos huesos de ombres y de muy largos terçios donde se entiende questa villa hera de gran población.

Todas las casas desta villa por pequeña que sea, son como casas fuertes, dexado aparte la fortaleça de las paredes. Como las casas están en ladera y las más calles con grande número descalones y angostas que no ay ninguna que no pueda resistir un ombre a çiento”.

Y terminado de leer las páginas de este libro donde encuentras mucha información novedosa del pueblo por aquellos tiempos, te dices que luego al caer la tarde te vas a llegar al punto de información donde trabajan Paqui y Yolanda, las dos muchachas de la Escuela Taller y amantes de este pueblo tan bello. Son ellas de aquí y sí, les vas a decir que te ha gustado mucho este pequeño y hermoso pueblo suyo.

Les vas a decir que has vivido uno de los mejores ratos de tu vida caminando por sus calles y le vas a decir que tienen mucha suerte por ser ellas naturales del “Pueblo de la Cumbre” donde aún los nuevos tiempos no ha rota tanto como en otros sitios pero que por eso precisamente tiene el valor que tienen. Y si te da tiempo y ellas quieren oírte también les vas a decir que estudien mucho, Que luchen mucho por este pueblo suyo y esta comarca tan grande y bella porque ese es el único camino, sincero y real, para salvar a estas tierras de lo que ellas saben hay que salvar.
De ellas y de otros jóvenes como ellas es de donde tiene que llegar la certera salvación a estas sierras porque son de aquí, de dentro y el gozo real y auténtico, la pura vida, nace, brota, germina, surge, sale, llega siempre desde dentro y no al revés como muchos creen y andan esperando. Les vas a decir que merece la pena y que te alegras porque al fin y al cabo el universo entero es eso: alegría. Tu descubrimiento hoy es casi sólo eso: un borbotón de gozo profundo que mana de la belleza más limpia a pesar de lo que en un principio habías creído. Y les vas a decir que bien tenían razón cuando te dijeron que: “Lo que se hace grande se hace en silencio”. Porque lo que es grande es siempre bello.

EL PUEBLO DE LA CUMBRE ‑ 41

En tu sueño, aquella mañana te viniste hasta La Puerta. Ahí te esperaba el que tenía que llevarte al rincón que sólo él conoce y sabe desde donde hay que mirarlo, cómo y qué día y hora.
‑ ¿Es hoy un día como cualquiera de los que conoces?
‑ Desde luego que no.
‑ ¿Qué tiene para que sea distinto?
‑ No sé por qué me lo preguntas, porque bien sabes que no hay lenguaje para estas sutilezas. Mucho tiempo llevo queriendo aprender este idioma para escribirlo y comunicárselo a otros pero progreso poco. Y el caso que oyéndolo enseguida tienes la sensación de que es el lenguaje más sencillo de todos; pero luego no intentes ni hablarlo ni escribirlo. Es sencillamente imposible.
‑ Si embargo el día de hoy sólo tiene algunas nieblas por los barrancos y las hondonadas del valle, nubes altas sobre los picos del Yelmo y las cumbres por donde revolotea y gime el pueblo, el silencio que siempre late sobre y por el valle, un aroma especial y poco más.

Pero el día de hoy tiene mucho más. Subís vosotros atravesando el valle, por el curso del río Trujala y cuando llegáis a la pequeña aldea, derramada, compartiendo nombre y aplastada junto al río, seguís cauce arriba. Hay por aquí un laberinto de arroyos que bajan desde el Yelmo, el Cerro del Rayo, Los Tornajos y Navalperal. Pues, donde los cauces se van juntando con el río os paráis y al salir de unos árboles, el que conoce la sierra y hoy quiere enseñarte sus secretos, te dice:
‑ Sitúate justo en este punto.
El punto exacto destaca bajo los árboles y frente al pueblo de la cumbre. Las ramas se abren en forma de arco y a través de él, lo primero que se ve es un gran charco; como una laguna de aguas azuladas rodeada de mucha vegetación. A lo lejos, sobre la cumbre, aparece el pueblo pero de tal modo que no brilla alejado sino que se refleja en el charco y lo que parece es que surge de aquí, de las aguas que brotan, corren y llenan el barranco.

En lo alto destaca el castillo, luego las casas blancas derramándose por la ladera hasta fundirse con las aguas y formar como un todo con las montañas, el bosque, el azul del cielo arropándolo y las nubes. A la derecha las cúspides de otros montes y más a la derecha las cascadas de los arroyos llenando con su música, barrancos, laderas y llanuras al otro lado de las cumbres. Por ahí se mecen las nubes blancas y donde termina su velo de viento, asoma el azul del cielo. Y por allí, por aquel reino de silenciosa y eterna lejanía, asoman y se enredan los caminos para recordar y demostrar que ellos nunca mueren. Y menos aún los caminos serranos. El camino es una manera de usar la vida, de acercarse a la tierra, de perderse en el tiempo para llegar a la meta donde la vida siempre es verdadera. Por eso los caminos nunca mueren y menos, los caminos serranos. Porque ellos son parte de los hombres de estas montañas, casi una cultura, casi una eternidad.

-¿Qué ves?
Te pregunta él.
‑ No veo, palpo con mi espíritu una realidad nueva, un mundo que es pura belleza y ni siquiera tiene cuerpo. Se parece al viento, al cristal de las aguas del charco pero no es ni aquello ni esto.
‑ ¿Crees que es sueño?
‑ No lo es aunque lo sea, porque dentro de él me siento plenamente y de tal modo que ya no soy el que siempre en carne mortal ha caminado por el suelo. Soy casi espíritu con el viento y la luz.
‑ Entonces ¿das fe de que no es sueño?
‑ Yo doy fe de que no es sueño y digo que tan bella es la visión que frente a ella me quedaría toda la vida porque, además, me siento lleno; como si todas las necesidades estuvieran plenamente satisfechas y con sólo esta realidad me bastara para la plenitud y ser, con la tierra, eterno.

14‑8‑95
12'15 de la mañana Úbeda
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