11.10.2007

Paisajes del Alto Guadalquivir//Rumor de poemas-4

Cuando cae la nieve, las cumbres de donde nace el río, se cubren con mantos como la que muestran la foto. En el silencio de las altas montañas y de los espesos bosques los blancos copos se hacen alfombras y duermen soñando hacerse fuentes rumorosas y luego, río plateado.

NAVIDAD ANTICIPADA *

Primero, brisa.
Más tarde, copo.
Ahora, nieve.

En la alta sierra,
la blancura del tiempo,
ha engalanado con gráciles tentáculos
la enérgica distribución de las ramas
de los árboles, que como vigías,
llevan al sagrado lugar del destino.

La vereda, cubierta por la
inmaculada nieve, reitera su alegría
sabiéndose paisaje en la virginal capa
de la gentil novia llamada primavera.

Los álamos,
con soberanas vestiduras
en un imaginado desposorio
entre la sierra y el cielo,
se cimbran levemente, haciendo honores,
ante la paz y el amor
de quien concede tal ventura.

No holléis el camino
con vuestras huellas de hombres
y soñad por unas horas,
aún sin serlo, la grandeza
de una Navidad anticipada.

Después de una gran nevada, la nieve se va fundiendo en un juego precioso que empapa y da vida al arroyuelo. Algo más adelante, ya será la fuente primera que va dando cuerpo al gran río Guadalquivir. Son las laderas sur del Pico Cabañas, Sierra del Pozo. Cazorla.

REDONDO ESPEJO #

Blanca nieve que en silencio
ayer jugando volabas
cuando caías del cielo
y eras sonrisas de hadas
y esencias del puro cielo,
en mi camino hoy te encuentro
por el suelo derramada
vestida aún con tu misterio
y todavía inmaculada.

Blanca nieve que en silencio
ayer jugando volabas,
ahora que eres como sueño
que a la sierra engalanas
presa del sol, en su beso,
te vas muriendo callada
y te haces arroyuelo
y reluciente cascada
justo cuando yo te encuentro
y enamoras a mi alma.

Blanca nieve que en silencio
te vas transformando en agua
y te llevas a la vida
antes de que ésta nazca,
si te encuentras a tu dueño,
el que mi corazón tanto ama,
dile que también yo muero
y que contigo en el alba,
quiero irme de este suelo
y en el mismo noble silencio
que fuiste y ahora te acabas.

Blanca nieve que en silencio
de mi Dios, tú me regalas,
luz y un redondo espejo
con su cara reflejada,
frente a ti soñando muero
y frente a ti, llora mi alma
por aquel que tanto quiero
y tanto, ahora, echo en falta.

Paisaje calizo cerca del arroyo de Linarejos, por encima de la Cerrada de Utrero. Hasta en el más apartado rincón o en el paisaje menos llamativo, se esconde o refleja una belleza, a veces modelada por los elementos y otras veces, dejada ahí momentáneamente, que siempre es única en el Universo. Tuve la suerte de admirarla, recogerla parcialmente y dar gracias. Sierra de Cazorla.

FUERTE COMO LA ROCA *

Como el mástil del velero
así te alzas, magnífico pináculo.
Gentil caballero, incólume
y erguido protegiendo tus dominios.

Fuerte eres como la roca viva
en la que te sostienes y te elevas.

A tus pies, para alcanzarte,
la erosión de tu terreno
se ha hecho delicada escalera
alfombrada en sus peldaños
con la blanca textura de la nieve,
limpiando así, el posible moho
que te hiciera entumecer
y derribar tu esfinge.

Hoy, tu corona es blanca
como blancas son las nubes
que te premian con su aliento,
y tu capa de azul índigo
semeja el bello color,
copia literal del bello azul,
de las aguas del río que proteges.

Cuánto diera por ser como tú,
encarándote a las inclemencias
y resistiendo a los inhóspitos elementos
que te acarician con deseos de doblegarte.

¡De verdad!
Cuánto diera para que fueras un día
el menhir de mi lacerado cuerpo.

Nieve sobre la dura cara de un agreste calar. Por uno de los muchos y solitarios rincones de estas sierras y como la luz de la tarde y el silencio de las horas la presentaban tan hermosa, aquí la tengo recogida. Ya se estaba derritiendo y algo más abajo era cascada hacia el río para llenarlo de vigor.

LOS BALCONES DEL CIELO *

Nieve.
Tú decoras las cumbres
como adorna la dulce nata
al mirador del pastel
que conmemora
la efemérides de un santo.

En el mismo mes de cada año,
a la cúspide de la sierra llegas,
tapizando con tu blancura
las mesas que esperan recibirte.

Eres como el tapete festoneado
de encajes en los diferentes
veladores donde se prepara
el celestial convite por tu presencia.

Si algún año no vinieras,
el sueño de la montaña
quedaría en la nostalgia
de saberte en otro lugar
celebrando, con otros, el divino festín
de paz, de hermosura y de silencio.

Pero mientras te veamos
en la grupa de las altas rocas,
sabremos, dulce nieve,
que como nosotros,
todavía sigues amando
a la a veces, inaccesible belleza
que tienen los balcones del cielo.

En el lugar llamado Blanquilla Baja, por las cumbres de la Sierra de las Villas, creció este hermoso ejemplar de pino laricio. Al caer las tardes me gustaba ir y sentarme junto a su tronco. Me emocionaba sentirlo latir mientras moría y tanto llegué a quererlo que cuando ya se apagó, me sentí triste. Hoy lo recuerdo desde el cariño que le tengo.

EL PINO DE LA CAÑADA #

No se borra de mi alma
ni la imagen tierna
ni el calor de la llama
que aquella niña bella
dejó cuando jugaba
por este rincón y tierra
aquellas mañanas claras.

Brotaba la primavera
y las nieves se marchaban,
brotaba la fresca hierba
y el agua mansa
siempre corriendo sincera
alegrando a la cañada
y clavado en las grises piedras
el pino de las montañas
ya con sus piñas resecas
y secas también sus ramas.

No se me borra del alma
la imagen de la niña bella,
la dulce hermana
siempre por aquí en esencia
soñando sueños de hada
y el pino seco,
la gran cañada,
la pura hierba
y la gris mañana,
dándonos su tierno beso
en su muerte larga.

En invierno, en los arroyos y cascadas de estas sierras, tiene lugar otro de los espectáculos menos conocidos por los que visitan estos lugares: las aguas se hielan, en los tallos de juncia, sobre las rocas, en los charcos, sobre las hojas de hierba en las cascadas y nacen así, una sinfonía de esculturas cristalinas que asombran por sus formas bellas. Cascada de Nace el Río, por encima de Cazorla.

DEDOS DE LAS MANOS DE DIOS *

Me recuerdas a los mágicos cristales
de una lámpara de murano.
Celebrando antiguas y jóvenes primaveras
a la tarta feliz de un cumpleaños.
A la bella estalagmita, que surge del suelo
de la cueva en las entrañas de la tierra
queriendo por su cuerpo subir a lo alto.
Al cristal de roca. Al diamante blanco.
A la sal gema. A los cristales de calcita
y al coral que se forma
en la profundidad del océano.

¡Pero no!. Tu belleza es diferente,
transitoria, inaccesible, inagarrable.
Eres un pequeño conjunto de carámbanos.
Dedos de las manos de Dios
bajados en inmaculados copos
hermosamente puros y blancos.

Vana ilusión sería cogerte.
En mis dedos humanos morirías,
mejor, mientras pueda, será verte.
Después, nada quedará de ti.

En los filamentos de la hierba
en que te sostienes estará tu alma
y sólo tendré, el instante
que, recordando tu estampa
de nuevo la soñaré en lo que parecías
un ramo de juncos en escarcha
lleno de alburas y de encajes.

Engalanados los arroyos con los hilillos del agua que saltan por las cascadas en busca del gran río. Pero sorprendidos por las bajas temperaturas de las noches se quedan congelados en el capricho y belleza que muestra la foto. Todo es posible en este mágico mundo de la honda y hermosísima sierra.

CUANDO LLOREN TUS HIELOS *

Se han congelado tus aguas
pareciendo, los suspendidos carámbanos,
a diamantinos zarcillos
colgados en los perfiles
de la ubérrima montaña.

Como en las grutas donde aparecen
las atractivas estalagmitas,
así sucede a tus mechones escarchados,
dejando en la cara de la cumbre
el sublime regalo que deslumbrará
en el mural de una noche de ensueño.

Poco te durará este precioso adorno
porque, tan pronto como el sol
te roce con su cálido beso
haciéndole llorar a tus hielos,
de nuevo volverás a la vida
convirtiendo tus extáticos pendientes
en lo que fueran sonoras cascadas
de luz, movimiento y fantasía
antes de que los gélidos vientos
te convirtieran, sin tu permiso,
en los blancos sollozos que
testifican la magnitud de tu belleza.

Cuando llega el día los rayos del sol derriten los hielos y las aguas siguen su camino saltando por las corrientes. Su misión es encontrarse con el río para henchirlo y a veces las cascadas son grandiosas y hasta llenas de misterio.

LLUVIA DE ROCÍO *
Como una incesante lluvia
de rocío te lava y te peina
tu dorada cabellera
ese pertinaz torrente
que, cayendo en el vacío
va dejando una estela
de blanca luz y de escarcha.

Roca de siglos. Enhiesta figura.
Obelisco sagrado de la montaña.

A ti dirijo mi verso
sabiendo tu dureza modelada
por el incansable beso del agua
y que sin bajar del cielo,
lluvia de estrellas parece
en su eterna catarata.

Racimo de blanca espuma
con avecillas de plata,
qué diera yo por estar
en el rocío de tus aguas
y por siempre acariciado
con ese batir de alas.


Estaba recién nacido y me lo encontré aplastado contra la tierra y las piedras una tarde cuando ni siquiera lo buscaba. Al verme, no huyó, se quedó contenido contra el suelo y esperó que el peligro pasara. Fue por la pista que sube a Puerto Lorente. Sierra de Cazorla.

CERVATILLO NO TEMAS *

Cervatillo. No temas.
Que sólo quiero, con mi disparo de amor,
llevarme en mi cámara fotográfica
la genuina belleza de tu estampa,
para después, recrearme admirando
la sabia inocencia de tu imagen
que, mimetizada yace
en el suelo donde te recuestas
esperando receloso que me vaya.

Cervatillo. No temas.

Siento que desde tu cohibida postura
me miras preguntándome quizás
mil preguntas sin respuesta.

Si alargara mi mano, te rozaría
con la sola intención de acariciarte
y quitarte si pudiera,
el temor y el miedo
que mi presencia te causa.

Bamby. No temas.

Ya tengo más que suficiente
con llevarte en mi cámara fotográfica.

Grandioso macho de muflón por la soledad de las cumbres del Calarillas. Son muy ariscos estos animales, ovejas silvestres, pero observados en su medio y en su libertad, qué belleza más noble imprimen y regalan al paisaje. Si se les contempla desde este punto de vista, qué sensaciones más limpias dejan en el espíritu. Sierra del Pozo.

ASOMBRO EN LAS CUMBRES #

Cuando ya el verano termine de llegar
y en pasto se convierta la verde hierba,
tengo que irme, o al menos eso quiero,
por los campos viejos de mi sierra.
Porque debo hacerle una visita
a los amigos que viven en las aldeas
y tengo que charlar con el pastor
del pinar espeso que también se seca.
Y entre tantos otros proyectos viejos
que en mi alma, pacientes esperan,
tengo que visitar a los hermanos
que ya recogen sus patatas de las huertas.

Cuando ya el verano termine de llegar
y unos y otros hagan sus maletas,
porque termina para ellos una etapa
y comienza en sus vidas otra nueva,
tengo que irme, si es que puedo,
por los caminos de mi amada sierra
a ver si me encuentro con los tesoros
que el tiempo, en silencio, pudre y seca
y de este modo me empapo un poco más
del dolor de ellos, que es vida sincera
y más me muero en la soledad
persiguiendo la llamada de la tierra.

Cuando ya el verano termine de llegar,
puede que en mi alma la vida florezca
sobre las ruinas de los ignorados y sin voz
y los pastores que por los campos quedan.

Por las cumbres de la cuerda del Gilillo, en otros tiempos, no era difícil ver grandes manadas de machos monteses. Este se iba solo por el barranco de Nace el Río. Era una fría mañana de invierno.

EL MACHO MONTÉS #

Íbamos en el juego
pisando la hierba
y el barro espeso
que la nieve al fundirse
dejaba en la tierra
y era por la mañana,
casi amaneciendo
y por eso estaba
el rocío en las hojas
y la hierba helada.

Estaba claro el día
y el viento pasaba
como de paseo
aunque era frío
y por eso dejaba
un beso tembloroso
en los labios y la cara
y al romperse en los pinos
estos se quejaban
de gozo y heridos
y luego se morían
temblando en el alba.

Tan en sí embebidos
íbamos nosotros
alma con alma,
amigo con amigo,
palabra con palabra
asombrados en el misterio
de la tierra amada,
que no descubrimos
que el macho montés
tranquilo bajaba
de su prado florido
y con él se llevaba
el día redondo
sobre un mar de plata.

Hubo un tiempo en que por las cumbres del Gilillo, las crestas que coronan al pueblo de Cazorla, las monteses y los ciervos, trotaban en su libertad llenando de belleza los paisajes. Aquellas escenas, como tantas otras en estas grandiosas sierras, estaban cargadas de una elevación espiritual que transcendían al tiempo y la materia. Estampas serranas por las cumbres del Gilillo. Sierra de Cazorla.

TAMBIÉN YA ESTARÁ MUERTO #

Trotaba por su cumbre
el hermano ciervo,
buscando la libertad
del espacio abierto
y yo que iba por allí
a la libertad, siguiendo,
al rodear unas matas
me lo encontré de lleno.

Trotaba por su cumbre
y al verlo,
detuve mi caminar
y detuve el tiempo
en el instante tan redondo
de gozo supremo
y como tantas otras veces,
me dije, desde dentro:
AYo que no sé hablar,
Dios mío del cielo,
¿por qué de Ti recibo
tanto amor sincero
justo cuando más desnudo
y menos lo merezco?

Trotaba por su cumbre
en la libertad del sueño
y cuando han pasado tantos años
y gustoso lo recuerdo,
me digo en la tristeza:
"También ya estará muerto
como los ríos de ilusión
que fueron en mi pecho".

Estaba en su silencio sobre la Peña de los Halcones. Durante un buen rato la estuve observando desde la distancia, le hice la foto y luego me fui, dejándola en su atalaya. Sobre los olivares del fondo el sol se derramaba y por la cumbre, el fresco viento acariciaba en forma de beso. Sierra de Cazorla.

ATARDECER DE ENSUEÑO *

En esta maravillosa tarde de septiembre
cuando el sol se oculta
y el cielo se tamiza de cárdenos colores,
con un catalejo te miro
porque de cerca, no me dejarías.

Sobre la alta peña
la silueta de tu imagen
me dice tantas cosas,
que te supongo en guardia
protegiendo así, la necesaria
búsqueda para el sustento
de quienes formáis una manada.

Cabra montés. Centinela.
Atenta vigía en las cumbres,
no des tus silbidos de estampida
porque no hay peligro,
y así recrearme yo pueda
en este atardecer de ensueño.

Mientras los tuyos pacen,
tu turno de imaginaria
es imprescindible y necesario.
Como necesario es
que vuestro hogar sea el alto monte
y vuestro destino,
la procreación de vuestra raza
para mayor esplendor
de la sierra que habitáis.

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