10.30.2007

Rutas para la historia -11

EN BUSCA DE LA ALDEA PERDIDA
Prao Chortales, en la Sierra de las Villas

Índice
Quiero aclarar
1- Como una leyenda
2- Los incendios
3- La carretera
4- Desde el puente al embalse
5- La acampada/ 1ª Parte
5- La acampada/ 2ª Parte
6- Los fósiles
7- Desde el cauce al cortijo
8- El cerro de charol
9- La senda de la yegua
10- Cortijo por casa
11- Los nuevos dueños
12- Agricultura ecológica
13- El collado de las setas
14- Como un trozo de museo
15- Avistando la aldea
16- Pisando la emoción
17- El dinero
18- La cueva

Quiero aclarar
El texto que sigue a continuación fue escrito al poco de ser declarado Parque Natural estas sierras. Es una ruta por el arroyo de María arriba hasta las ruinas de la que fue aldea de Los Chortales. Pero esta ruta está escriba en forma de leyenda con un trasfondo de narración literaria. La pongo aquí porque creo que puede gustar y enriquecer para descubrir la sierra desde otros aspectos y realidades.

LA RUTA: Puente de los Agustines, arroyo de María, embalse en el arroyo de María, fuente de Cueva Fría, Majá del Serbal, vieja vereda por la solana hasta el carril a los Chortales, cortijo del Tejuelo, rincón y ruinas de las casas Prao de los Chortales. Zona restringida.
Distancia: 10 ó 12 km. según por donde vayamos.
Desnivel : 500 Metros.
Tiempo : Una jornada completa.
Dificultad: Es complicada por el monte y lo escarpado.

En su primer tramo la ruta va por carretera, luego por carril de tierra, del embalse para arriba se torna vereda muy deteriorada que se pierde casi por completo hasta que se encuentra con el carril de tierra y ya no lo abandona hasta Prao Chortales.

Como una leyenda - 1

Desde el pueblo blanco sale la carretera que va hasta el gran pantano. Pues si la sigues, por el kilómetro veinte o así, hay una desviación a la derecha. Allí han hecho ahora una gran explanada para poder girar y para los autobuses principalmente de los turistas pero los que van a los otros pueblos también, paran alguna vez.

Así que te vienes por la carretera que sale a la derecha que no es una gran cosa pero que está bien porque la transitan casi sólo turistas. Y como no va a ningún sitio sino que sólo atraviesa la Sierra de las Villas, sirve. No conviene otra carretera mejor porque a los turistas lo que nos interesa, por aquí, es sólo el monte, la vegetación, la montaña y a la montaña hay que dañarla poco. Es bueno que andemos y por lo menos, en estos lugares, dejar el coche lejos. Pero el primer trozo sí está bien porque éste sí viene a dos o tres sitios concretos. Al cortijo, el puente, la zona de acampada que ya no es, el chiringuito, el Charco- piscina y el Arroyo. Por aquí vamos a perdernos nosotros dentro de un rato. Pero ahora, como en cuanto bajamos un poco enseguida nos encontramos, lo primero de todo, el cortijo, no nos podemos escapar ni de su presencia ni de cuanto en él respira.

El chiringuito que le han construido al lado tiene cerca el almez. Un Celtis australis que es el nombre científico del almez y que también por aquí, lo llaman melmecino. En otras zonas de Andalucía lo llamamos almezo con ese y no con ceta como sería lo lógico. Pero es que esto de los nombres es muy amplio porque puestos a sacarlos todos existen por lo menos veinte maneras distintas de nombrar este árbol y por supuesto, siempre en castellano. Este Celtis australis es viejísimo. El almez es un árbol que puede vivir hasta 600 años y alcanzar 25 m. de altura, cosa que este ejemplar casi, casi lo cumple. Cuando vayas por ahí, tú fíjate bien verás como no te engaño.

Bueno, pues aquí cerca del almez, que son varios aunque uno sólo es el gigante, se encuentra el chiringuito y al lado mismo, el cortijo. Desde luego que primero fue el cortijo, después el árbol, luego la fuente junto al árbol con dos caños de agua fresquísima y por último, el chiringuito que fue cuando empezó todo esto del turismo en la sierra. Pero es que todavía antes que el cortijo fue el olivar que para eso sirvió el cortijo durante mucho tiempo, para acoger a las cuadrillas de aceituneros en los meses de la recolección de la aceituna.

Digo esto porque yo los he visto muchos años en esa época invernal, viviendo aquí, amontonando las aceitunas en la puerta donde las criban para limpiarlas de las hojas y a ellos, los aceituneros, vestidos con sus ropas viejas, manchados de aceite, alpechín y barro. Los he visto por la puerta, el patio y en la fuente cogiendo agua o lavando. Así que si tú, por esta época, pasas por aquí, no tienes mas remedio que ver mil señales, todas relacionadas con el olivar, las aceitunas, los aceituneros, los tractores, los sacos llenos de las aceitunas el humo de las lumbres por entre el olivar y el que sale por la chimenea del cortijo y sobre todo, al caer el día, el olor de hojas quemadas y el de las aceitunas y el del alpechín. Es todo esto un mundo lleno de vida que te asombra por su realidad viva y bella pero dura.

Pues el caso es que a este cortijo yo lo conozco desde hace mucho tiempo y como es normal o quizá no debiera ser normal, he ido siguiendo todos los cambios que, en estos años, ahí se han dado. Aquel verano en que anduvimos por aquí pasando unos días con una familia, era todavía un cortijo aceitunero. Podías entrar a su patio, tocar su almez y hasta llamar por teléfono en un aparato que, por aquellos tiempos, puso la administración para tener un detalle con los turistas, decían pero desde luego no era gratis. Era un lugar este muy agradable en la época de calor porque la sombra de los árboles lo llenaban todo de fresco y eso de estar sentado aquí, con los chorrillos de agua cayendo, te gustaba mucho. Podía venir cualquiera porque estaba abierto a todo el mundo y quitando el teléfono, todo lo demás sí era gratis y sin permiso de ninguna clase. Ya digo, la sombra espesa de los árboles, el viento que siempre se sentía pasar por las hojas del almez, el agua cayendo y luego en la pileta estancada, el murmullo del río que pasa por aquí mismo, los olivos y las laderas llenas de madroños al otro lado, todo te llenaba de una sensación vivificante y nueva.

Pero resulta que ya no es. Casi nada de lo que yo recuerdo de aquellos tiempos, ahora ya no es y ni siquiera es en ningún sentido. Este año pasé yo por allí y al ver el cambio me llamó la atención. Ya no se puede llegar hasta los dos grandes caños de agua ni se puede uno sentar bajo la sombra del árbol. Todo y el terreno alrededor, lo han acotado. Han cogido y como el rincón es bonito y vale mucho, lo han cerrado para su propio uso. Hasta el agua de la fuente es ahora particular y eso que hay agua para todo el mundo. Quizá se han cansado de que los turistas se metan en todos los rincones manchando el suelo de basura y el viento de ruidos y por eso han hecho esto. Cuando pasé por allí vi que dentro, a la sombra, descansaba uno de los retenes contra incendios.

Ahora, casi es mejor pasar de largo porque según están las cosas ya no te puedes parar sino algo más adelante, en el chiringuito de Juan Pedro. El tiene por aquí una pequeña propiedad de tierra y en ella fue donde, al principio, hizo una construcción sencilla sólo con la intención de venirse todos los veranos unos días con su familia. Con el tiempo descubrió que si vendía algunos refrescos y café para los turistas, al mismo tiempo de estar allí de vacaciones también podía sacar algunas pesetillas. Y como le fue bien, también lo fue ampliando según los turistas le iban pidiendo y las pesetas iban llegando y ahora todo aquello ha quedado perfectamente remodelado, algo moderno pero sin perder ni romper el encanto del paisaje que le rodea. Es él el que me dice que lo del cortijo del alado, no son los del AMA los que lo han acotado sino el dueño.
- Lo están arreglando para las vacaciones en los meses del verano.
- Bueno ¿Y qué pasó del rincón de la alameda donde siempre hemos acampado?
- Que no hacían nada más que molestarme
- ¿Tuviste que decirle a los turistas que ya no se podía acampar?
- Tuve que decirle que me habían dicho que ya no dejara que nadie más acampara en esta alameda.
- Pero un día me dijiste que estas tierras son tuyas. ¿Cómo pueden mandar ellos en ellas? Porque yo recuerdo que tú no cobrabas nada a nadie por acampar ahí y recuerdo que todo estaba bien vigilado y limpio y, además, también recuerdo que siempre eran amigos tuyos, cuatro amigos tuyos, los que entre la alameda ponían la tienda.
- Recuerdas bien, porque es así como eran las cosas pero como no dejaban de venir, amenazándome con multas y otras historias y como yo nunca he tenido problemas con nadie y con ellos tampoco los quiero tener, ya me he rendido.
- ¡Una pena, ¿verdad?!
- Vaya que si lo es, porque poca cosa era pero algunas pesetillas me dejaban ellos.
- Dime tú lo hermoso que era aquello de venirse a este chiringuito tuyo y al caer la tarde, aquí junto al río y con el fresquito que por él sube, sentarse a tomar un café, un refresco o un bocadillo y charlar contigo. Porque yo recuerdo también que a ti te gustaba charlar con todo el mundo y hasta pienso que muchos de los que por aquí venían en el fondo eran atraídos por estos ratos de charla contigo aquí en estas mesas de tu chiringuito.
- Hombre, yo siempre procuré ser amigo de todo el mundo y precisamente este móvil fue lo que me empujó a montar el chiringuito. Las cuatro pesetas que uno puede sacar de aquí no valen nada comparado con lo bien que te lo pasas con la gente y como tú bien dices, en esas tardes tan bonitas y tranquilas.
- Claro y, además, si luego esos amigos tuyos no tenían que irse a ningún otro sitio a dormir sino cuando a ellos les apetecían cogían y se metían en la tienda que habían puesto bajo los chopos, fíjate que agusto se encontraban ellos.
- Casi o mejor que en su casa, era lo que siempre me decían unos y otros.
- Pues ¡qué pena ¿verdad?!
- Hay cosas que uno nunca podrá entender pero en fin, antes de tener problemas con nadie, mejor es arrugarte aunque sea duro.

El rincón de la alameda se ve en cuanto paso el puente. Un puente moderno que un día hicieron aquí para cruzar el río y es por donde va la carretera que sigue adelante hasta recorrer toda la Sierra. Podría ser un puente bonito como otros muchos por ahí un poco más abajo antes de que este río abandone las sierras de este parque. Este que cruzamos ahora podría ser un puente bonito pero no lo es por la cantidad de hierros y hormigón que aquí han puesto. ¡Claro, es un puente de estos tiempos moderno y de estos tiempos ¿Qué esperabas?

Pues nada más cruzar este puente, de los Agustines, al lado derecho se alza la alameda. En cuanto cruzas el control que tampoco se sabe muy bien para que sirve este control. Sólo en verano lo atienden y por la experiencia que tengo, mas bien te complican la vida que otra cosa. Ni siquiera son profesionales los que te abren o cierran la barrera y en cuanto te ven, todo su interés se concentra en apuntarte la matricula del coche y la gente que va dentro.
- Nosotros vamos nada más que hasta el puente del Arroyo y volvemos en cinco minutos. Ya sabes, ese puente queda a dos pasos de aquí.
- No importa, yo tengo órdenes de anotar todos y cada uno de los coches que crucen esta barrera.
- ¿Aunque sus ocupantes no vayan nada más que a beber agua a ese chorrillo que brota un poco más allá?
- Aunque sólo vayan a beber agua y vuelva en dos minutos.
- Un poco tonto ¿Verdad?
- Ni lo sé siquiera; me pagan por este trabajo y me limito a cumplirlo.
- Pues menudo trabajo, menudos beneficios para el resto de los humanos que somos los que te pagamos y menuda realización personal.
- No creas, porque todas estas matrículas que yo anoto en este cuaderno y toda la gente que también voy anotando aquí luego sirve para mucho.
- ¿Para qué sirve?
- De vez en cuanto publican revistas y otras cosas y en ellas sacan la gente que a lo largo del verano o de otras épocas del año, han entrado y han salido del parque. Mira, ayer mismo, en una publicación se decía que cuando aún restan cuatro meses para la finalización del año en curso prácticamente se ha igualada el número de coches y autobuses de 1986 y se está cerca de la afluencia de 1987, 110.000 y 113.000 vehículos, respectivamente. Hasta el pasado día 15 de agosto se habían contabilizado 106.000 vehículos lo que supone una afluencia de visitantes superior al medio millón de personas.
- Y estos datos, ¿para qué sirve?
- Hombre, siempre es bueno saber las cosas y saber la gente que ha visitado el parque en estas o aquellas épocas.
- Pero vamos a ver, si yo paso por este control varias veces al día ¿Tú me apuntas cada vez que paso?
- Pues claro.
- Entonces ¿Cuantos veces soy yo distinto en un día?
- Tantas veces como por aquí pases.
- Y si me apuntas todas las veces aunque sólo vaya a beber agua y volver enseguida ¿Luego cómo aparezco en esas listas que publican?
- Pues cómo vas a aparecer, como cinco, seis, diez turistas o los que sean que se suman a todos los otros turistas que a lo largo de una temporada hayan entrado y salido de este parque.
- Porque yo por ejemplo soy uno solo y no cinco turistas en uno y si me apuras ni siquiera soy turista como los turistas.
- Da igual, ellos lo hacen así.
- ¿Y, además, lo publican para que lo sepa todo el mundo?
- Es que ya te lo he dicho. Tanto como tú presumes de saber las sierras y todas las cosas que en la sierra existen y que no sepas todavía que estas cosas son así.
- Quizá tengas razón y puede que a partir de ahora sí me quede bien enterado de que estas cosas.

Nada más cruzar la barrera del control que no controla nada aunque sí te complican cada vez que pasas, tienes el rincón de la alameda. Tampoco hoy es la misma de aquellos días, hace tan sólo unos años. Antes venías por aquí, parabas, montabas la tienda, se lo decías al dueño y ¡ale! a gozar de la corriente del río que pasa por aquí mismo y de la otra corriente, la del Arroyo. Era un pequeño paraíso de tan silencioso, tan bañado por la corriente, tan armonizado por el cascabeleo de las hojas de los álamos que el aire movía continuamente. En fin, que era este un trozo bonito de verdad y como no estaba permitido el paso a todos los turistas sino que él sabía lo que hacía, todo quedaba un poco como en familia.

Pero hoy no es lo de aquellos tiempos. Lo primero que te encuentras es una alambrada que rodea por completo toda la alameda. Luego te encuentras unos tubos de plástico que han metido por ahí por donde traen el agua para regar los árboles nuevos que también han sembrado después de aquellos días y también los que por aquellos días ya existían. Te encuentras que todo lo han prohibido y al final sacas la conclusión de que ahí ya no se puede ni entrar. La tierra ya la ocupan muchos más álamos que antes, te impide el paso los alambres y, además, con tantos tubos de plástico ¿tú te crees que eso queda bonito?

Merodeas un poco por el lugar mientras notas que te afloran los sentimientos al recordar aquellos días, te paras a contemplar la corriente del arroyo y te acuerdas cuando también aquel verano te bañabas ahí, en el charco que se forma justo donde El Arroyo se entrega a las aguas turbulentas del Gran río. Al ver ahora el agua te acuerdas de lo fría que estaba por aquellos días aunque fuera el mes de agosto, las olas que este charco formaba y los peces casi de cristal que no dejaban de moverse en todas las direcciones. Te acuerdas de aquellos tres jóvenes que pusieron la tienda muy cerquita de la tuya y aunque parecían unos montañeros de campeonato, por aquella vestimenta similar a las del ejército americano y aquellos machetes, todo se quedaba en lo externo, en pura apariencia. Porque aquellos montañeros de cartón, como tú les decías, se pasaban la noche oyendo música escandalosa para no dejar dormir a ninguno de los que allí acampaban y fumando sentados en la puerta de la tienda y luego el día se les iba en dormir para así tampoco dejar en libertad a los demás que se bañaban o iban y venían por sus tiendas. Sólo se les veía cuando iban al chiringuito a por cervezas. En cambio tú, y de esto también te acuerdas, te levantabas nada más rayar el día.
- ¿Para qué tanto madrugar?
Te decía.
- Tú no sabes lo que es ver el amanecer desde este asiento que tengo aquí frente a la corriente del arroyo, cuando todavía duerme todo el mundo y parece que en el campo no hay nada más que silencio.

De todas estas cosas tú te acuerdas ahora y de la que en aquellos días parecían la más importante pero luego se quedó casi en nada: el cuanto que se te ocurrió escribir. No salió redondo ni cuadrado ni nada, porque apenas fue una pequeña redacción que titulaste “Vacaciones junto al río”. Entre otras muchas cosas, bellas pero no bellamente expresadas, tú decías que: “Fíjate cuántas bolsas de plástico, cuántas botellas y cuántas latas tiradas por el campo. Los que vienen de la ciudad van a lo suyo y les da igual romper el monte, tirar papeles por doquier o llenar de porquerías las aguas de los arroyos. Es como si no supieran gozar sin romper, manchar o tirar. A la sombra de los pinos, junto a las mesas de piedra, se amontonan los coches. Sus dueños han abierto las hamacas y tumbados boca arriba, tuestan al sol sus barrigas infladas de grasa y tripas. De los coches brotan enjambre de música enlatada mientras las mujeres llenan las parrillas de filetes y los niños no dejan de comer un helado tras otro. Se vienen al campo y ni siquiera saben usarlo para llenarse de salud, descansar y limpiar un poco el espíritu. Parece como si sólo les hiciera felices engullir filetes, chorizos, cervezas y dormir bajo la sombra de los pinos mientras el sol cae y las cigarras cantan”.

Todo ahora por aquí son recuerdos y aunque en el fondo surgen de la amargura de aquellas cosas que ya pertenecen al pasado y nunca más volverán, también en el fondo te gusta sentirlos. Su agridulce sabor te proyecta hacia las dos direcciones fundamentales: la del espíritu, que es más que materia y tiempo, y la de la materia que se transforma y rompe.

Contigo mismo y tus recuerdos acuestas, te vienes otra vez a la carretera y hoy por primera vez, te das cuanta que todo aquello, desde el pequeño camino de tierra que lleva al puente en cuya parte baja pusiste la tienda, hacia arriba, por donde ponía su tienda, el de la farmacia, todo aquello son tierras de huertas. Nadie te lo dice como tan poco nadie te ha dicho tantas otras cosas de estas sierras pero tú lo intuyes, lo adivinas y porque, además, las señales son claras: todavía crecen allí las parras que sembraron ellos. Como ahora es otoño, octubre un poco avanzado, las viejas parras que aún cuelgan por entre las ramas de las encinas y las zarzas del arroyo, tienen uvas. Son pequeñitas pero son uvas. Esas uvas negras, de piel recia, muy agrias aunque estén negras y más agrias aún si están negras pero no maduras del todo. Las mismas uvas que tú tantas veces has visto en tantos otros rincones de estas sierras y sobre todo en las ruinas de esos cientos de cortijillos abandonados y casi por completo desaparecido muchos de ellos. Sabes tú, mejor que nadie, lo mucho que te intrigan estos racimos de uvas negras, redonditas como un garbanzo pero reconfortantes cuando recorres los caminos ásperos de estos montes.

Por eso ahora te acercas a una de las ramas que cuelgan de uno de los granados y como por ahí cuelgan también los racimos de esas uvas negras y pequeñitas, te ayudas del palo que llevas en la mano y coges el racimo más grande. Empiezas a comértelas, sabiendo ya de antemano el sabor que ellas van a dejar en tu boca por la experiencia que tienes de otras veces y mientras las saboreas, sigues y no tardas en darte casi de bruces con ese gran letrero de la Junta de Andalucía. Otras ves te paras porque aunque también estás ya más que acostumbrado a ver letreros como este por todos los rincones y sierras del Parque, como tú bien dices, cada uno es una aventura. Despacio lo vas leyendo y lo que te imaginabas es lo que en él te encuentras escrito.

Los incendios -2

“Repoblación forestal. AMA, inversión 100782928. 3-10-94". Cuando ya lo has leído y empiezas a recorrer, mentalmente, estas sierras en unas épocas y otras, te dices que antes de seguir, todo lo que aquí has leído merece explicarlo un poco.

Porque recuerdas tú como el 22 de agosto de 1888 un incendio calcinaba cientos de hectáreas en esta sierra. El fuego se inició simultáneamente en varios focos y arrasó uno de los pinares más bellos en el término municipal de Sorihuela de Guadalimar. En su extinción participó alrededor de 200 personas, muchas de ellas voluntarios civiles que fueron reclutados por los alcaldes de los municipios próximos al fuego. Además de los hidroaviones, dos de tipo Canadairs, desplazados a Jaén desde sus bases en Jerez de la Frontera y otros dos más ligeros con base en Jaén en la extinción intervino también un helicóptero, camiones contra incendios y numerosos efectivos de la Guardia Civil. En toda aquella tarde los aviones no cesaron de descargar agua sobre las llamas. Los distintos focos que presentaba el incendio en su inicio, uno de los más grandes en todo aquel verano en la provincia, hacía pensar en que su origen había sido intencionado. La climatología y el fuerte aire reinante aquella tarde favorecieron la vertiginosa propagación de las lenguas de fuego que desprendieron profusas cortinas de humo blanco. Adentrada la noche los distintos focos tendía a fusionares en uno. Aquella misma tarde un vecino de la zona decía que se habían quemado más de mil hectáreas en la zona más bonita de la sierra de Las Villas. Y la zona tú la conocías y la conoces bien.

Al día siguiente los periódicos decían que el incendio de las Villas, que había sido intencionado, ya estaba controlado. “Los servicios contra incendios lograron controlar en la mañana de ayer el incendio declarado el pasado domingo y que ha desbastado 600 hectáreas de encinar, olivos y fundamentalmente masa forestal de alta riqueza ecológica y cinegética. Los trabajos de extinción en los que han intervenido unas 500 personas y sólo dos de ellas resultaron con heridas leves, ya están casi concluidos. Pero para impedir que el incendio se reavivara esta madrugada han permanecido en el lugar del siniestro varios retenes de los distintos organismo afectados a aplicaciones forestales. Los daños materiales rondan los 120 millones de pesetas. Repoblar una hectárea de masa forestal cuesta al estado del orden de 200.000 pesetas. No obstante, la riqueza y el incomparable marco afectado hacen que las pérdidas sean inestimables. Los montes calcinados por este incendio presentaba ayer un aspecto desolador, impregnado de un color grisáceo del que se desprendía un fuerte olor a tragedia”.

Con tristeza, preocupación y no cierta rabia contenida viviste tú esta noticia porque sabías bien que aquellos pinos quemados tenían más de cuarenta años de vida y sobrepasaban los 20 m. de altura.
- Más de cuarenta años pasarán antes de que la zona calcinada por el fuego vuelva a ser lo que era. Tras un incendio es preciso preparar el terreno lo que conlleva un coste en función de las características del mismo, de unas 100.000 pesetas. Posteriormente entre la plantación y demás gastos el coste suele superar las 75.000 pesetas más.
Te decía tu amigo.

- ¿Te a cuerdas tú del incendio que hubo en la Sierra de Cazorla, por la ladera de la torre del Vinagre en el año 1986?
- Sí que me acuerdo.
- ¿Qué pasó con aquella madera?
- Que acabó en manos privadas.
- Claro que sí pero primero la compró una empresa publica con sede muy lejos de este parque al precio de 3,675 pesetas el metro cúbico y luego los madereros de este parque la pudieron adquirir a esta misma empresa a un precio bastante superior. ¿Quién fue el que ganó dineros en ese negocio?
- Yo no lo sé.
- Vamos a ver ¿Tú has leído el libro de Herman Hesse?
- Sí que lo he leído y no uno sino varios.
- Pues entonces sabrás como yo que él dice que “Los árboles son santuarios, quien sabe hablar con ellos sabe escucharlos, aprende la verdad”…

Tú aquel día guardaste silencio porque sabes bien que en muchas ocasiones en la vida es mejor guardar silencio y esperar que luego el tiempo ponga las cosas en su sitio y porque también sabes bien que no siempre se sabe y si se sabe no se puede decir lo que realmente hay que decir y en el momento adecuado. Además, sabes también que cuando los otros son superiores y tú súbdito, en más de una ocasión tienes que tragarte las cosas y dejar que se pudran contigo hasta más allá de la tumba. Yo creo que hiciste bien en guardar silencio tanto aquel día como otros pero sobre todo aquel día, porque ya viste como hablaron ellos y casi parecía que hablaban por ti.

Por estas cosas y otras muchas tú te has parado delante del gran letrero que la Junta de Andalucía ha puesto aquí, muy cerquita de la carretera para que todo el mundo que por aquí pase lo vea bien. Y mientras lo lees y le das vuelta en la cabeza a los recuerdos y a las historias te dices que en todo esto falla algo y ahí, a ese fallo, es a donde habría que acudir para curar la enfermedad donde realmente hay que curarla. La tierra tiene que ser dirigida y cuidada por los de aquí, porque ellos sí la sienten suya y la quieren de verdad. Las otras soluciones ninguna será eficaz jamás aunque se inviertan muchos millones en apagar fuegos y en repoblar luego después. Esto es lo que tú te dices sabiendo que ni siquiera eres original porque lo mismo que tú estás pensando ahora es lo que los serranos ya han pesando a lo largo de muchos años e incluso siglos.

La carretera - 3

Así que te dejas a la derecha el cartel de la Junta donde a bombo y platillo se anuncia los millones que van a invertir en repoblar los montes quemados y sigues. No te has alejado ni diez metros y al mirar para atrás, sin ninguna razón, vuelves a ver otra vez el dichoso cartel. Ahora descubres que hasta es feo y ello te dice que ni para esto tienen sensibilidad. En un rincón como este hiere en el alma tropezarse con estos rótulos tan poco elegantes y por completo disonantes con los paisajes. Pero, además, si los paisajes son tan queridos y bellos como estos lo son para ti aún todavía duele más hondamente. Aceptas que así son las administraciones: mientras por un lado te rompen el paisaje por otro te están diciendo que ellos sí son los que lo cuidan de verdad.

Sigues, aprovechando la carretera que entra arroyo arriba, por la izquierda, perdiéndose por entre la frondosa y verde vegetación mientras te acompaña el murmullo de la corriente. Si no fuera precisamente por esta carretera, la senda que en otros tiempos por aquí subía y el rincón que por aquí existe, harían del lugar un barranco mágico. Porque a pesar de la carretera ahora mismo todo esto es magnífico de tanto verde, tanta sombra, tanta humedad y tanta agua. Recuerdas que era de ensueño todo esto cuando por aquí sólo pasaba una pequeña senda que llevaba a varios sitios: un par de cortijos a la derecha y junto al arroyo y a la aldea perdida que se encuentra allá en todo lo alto y muy al final. Vino Icona e hizo la carretera y decía que era para traer el progreso y darle vida a la gente de estos cortijos. Decían esto y en cuanto la carretera estuvo trazada y asfaltada echaron a la gente de los cortijos y enseguida los minaron. Incongruencias de las historias de estas sierras.

Y recuerdas como tú les decías a ellos que cuando un serrano le pide muchas cosas a los de la administración y más si le dice que esto o aquello lo tienen que hacer así a asao, los de la administración no hacen ni chispa de caso. Y, además, parece que cuanto más harto esté el serrano de ellos más ellos quieran dar porsaco. Y los serranos estaban hartos. ¿Verdad que estaban hartos? Quizá ahora ya menos porque como los echaron y los que han nacido después se fueron a otro sitio ya ellos pueden hacer a su antojo sin que, al menos los serranos como los de aquellos tiempos, los critiquen.

La carretera por este barranco sube por el arroyo y luego por el puente que le hicieron, se la llevaran ladera adelante para meterla a través de toda la gran sierra de Las Villas. Sólo Dios sabe cuánto es lo que han roto por ahí casi para nada aunque tú la has recorrido varias veces para ir de un lado a otro. Si ahora la siguieras, en cuanto terminaras de remontar todas estas primeras laderas te encontrarías con los montes quemados de ese gran incendio que algo más atrás recordabas. Te encontrarías luego con la zona esa que se llama El Collado del Ojuelo y por ahí, te encontrarías con la pista que sube y llega hasta la aldea que vas buscando. Pero hasta esa aldea tú ahora te vas a ir siguiendo el arroyo.

Desde el puente al embalse -4

Sabes que aquí en el puente la carretera se va para la derecha y sube serpenteando buscando la sierra. Aquí en el puente dejan los coches los turistas y se van por la pista de la izquierda hasta el pequeño embalse, remanso de paz en aquellos días y escondrijo para las parejas hoy. Tanto que hasta te acercas a él con un poco de reparo. Si te vienes por la senda y te acerca en silencio, ahí te puedes encontrar lo que menos te esperas. Es lo que me decía mi amigo el otro día que algunos de los que vienen por estas sierras se comportan como si fueran animales.

Pero todavía no has llegado al embalse. Andas ahora por el puente observando como la corriente, a pesar de la sequía, baja repleta, tan escandalosamente bella como siempre y limpia aún más que otras veces. Lo que hoy te intriga precisamente es averiguar dónde nace, por fin, este arroyo. Te han dicho muchas veces que nace allá en lo más profundo de este barranco que es donde está la gran cordillera y hay una inmensa nava. La Nava de la Perra parece que se llama aquello y por allí te han dicho que nace este arroyo o más arriba, Cañada Somera. Pero como tú no lo has visto con tus propios ojos, aunque te lo creas y te lo imagines, quieres verlo porque es que te fascina a ti este arroyo, su barranco, el silencio que a simple vista descubre en él y por encima de todo, su abundante corriente de aguas transparentes. También otra cosa que te intriga desde siempre es la similitud que en tu interior encuentras entre este arroyo y esas lejanas sierras llamas del agua. Y eso que nunca te llegaste a explicar por qué en cuanto te acercas a este arroyo por este barranco se te viene a la mente en nombre de aquellas sierras y su recuerdo. Pero es más paradójico aún porque ni siquiera conoces tú todavía las Sierras del Agua.

Tú has oído decir que estas sierras de agua fueron invención de mucho ingenio, “pues con una sola rueda que trae el agua se haz en cuatro movimientos muy diferentes. Uno de alto abaxo para la assierra. Otro de caminar por tierra el madero que se corta al justo de lo que la assierra, que esta queda siempre en un lugar, pide. Otros dos de dos ruedas diferentes, uno con el eje levantado en pie y otro con el exe tendido para dar cuerda a la caxa en que va metido el madero, otra para coger aquella cuerda. Y siendo el impetud del agua furiossisimo, por caer de muy alto, con gran facilidad se para siempre que es menester, cuando acabado de dar un hilo al madero se pone otro. Y por ser esta machina cosa de tanto ingenio y porque las ay en pocas partes quise dar aquí cumplida noticia de ella”. (Madoz)

También has oído decir que estos instrumentos movidos por agua estaban en los montes de Segura de la Sierra y cuyo emplazamiento estaba en las márgenes del río Tus que es afluente del Segura.

¿Por qué asocias tú este arroyo y en concreto este tramo entre el puente donde la carretera gira para irse por la ladera de los olivos y la zona donde tuviste la tienda, con aquellas sierras de agua, no artilugios sino accidente de tierra que tiene agua? Sé que no puedes responderme porque no lo sabes. Es algo que te brota desde dentro y cada vez que vienes por este rincón tu mente lo saca a flote sin motivos alguno que lo justifique. Aunque pudiera ser el barranco mismo, la corriente de agua de este arroyo, el denso silencio que por aquí siempre existe, el tono de oscuridad que le prestan los bosques y la profundidad del cauce por donde el agua se despeña. Todo ello te sugiere un mundo muy similar al que debió existir allí donde montaron las sierras de agua. Pero, aún así, no deja de ser curioso porque tú nunca estuviste en aquellos lugares y por lo tanto ni siquiera puedes saber cómo son para poderlos asociar a estos otros lugares. En fin, parece que esto pertenece más a ese mundo oculto y silencioso que todos llevamos dentro y que en más de una ocasión nos sorprende con imágenes o sensaciones que luego jamás sabemos relacionar con nada.

Desde este pequeño puente que da paso a la carretera para que se vaya ladera arriba por entre los olivos, te decides y te echas a andar por la pista que viene por el lado izquierdo. No te gustaría encontrarte con gente por aquí. No sabes por qué pero prefieres la sierra vacía de gente cuando por ella vas y más de esta gente que pertenece al gremio de los turistas. No es todavía el momento de la avalancha y por eso piensas que a lo mejor tienes suerte. Y tienes suerte. De nuevo ahora el subir por aquí vuelve a ser el mismo placer de aquellos tiempos. El rumor de la corriente que cada vez más está al alcance de la mano, el trino de algún pajarillo, el verde de las zarzas, las parras silvestres, las adelfas, todo y el silencio te remite a la paz de aquellos tiempos. Dos grandes recuerdos tienes tú por aquí aunque son muchos más pero dos de ellos tienen un encanto especial: la primera vez que viniste por aquí y aquella otra tarde del pantano color viento.

La primera vez fue en compañía de aquel amigo que ya no existe. En su compañía y con los tres niños de la Puerta. Planeasteis un día de juegos por estas sierras y vinisteis a caer justo a este rincón. Como unos turistas más dejasteis el coche en el puente y os vinisteis andando arroyo arriba y como aquel día era la primera vez, todo resultaba nuevo apareciendo la sorpresa a cada paso, la fascinación y el gozo de lo que se descubres por primera vez. Y tú sabes que cuando el mundo se descubre desde la inocencia de los niños y montados sobre ese manojo de juegos que ellos tienen siempre entre manos, es una experiencia que no tiene comparación con ninguna otra.

Por el pantano jugasteis, os bañasteis en sus cristalinas aguas, cogisteis peces con la fantasía, corristeis tras las mariposas que por aquí siempre abundan y sobre todo, esas pequeñitas llamadas Niñas andaluzas, comisteis sentados en las rocas con los pies metidos en el agua, descubristeis la cascada oscura y con la soga gorda acuestas por si la necesitabais para alguna emergencia, recorristeis metro a metro todo el rincón. No había nadie; totalmente solo estaba aquel día este tan maravilloso trozo de sierra y por eso a vosotros se os metió tan dentro, tan hondo en los pliegues del alma que hasta os daba pena dejarlo cuando ya la tarde caía. Para perpetuar la emoción de aquellas horas os hicisteis un montón de fotos que aún guardas con cariño porque para ti tienen el valor de un tesoro único. Al caer la tarde os vinisteis trayendo con vosotros vuestro ser de carne y hueso pero quedándose aquí para siempre el hálito más puro de todo cuanto vosotros sois.

Desde aquel día, tan punto y aparte entre todos los otros días de tu vida, mil veces has soñado con este rincón y mil veces te has despertado con el alma convertida en un mar de agridulce sabor. Es aquí, con la experiencia que viviste aquel día, donde has descubierto que lo soñado y añorado es mucho más bello que la más desbordante realidad. Desde entonces tienes el alma llena de nostalgia, que no es tristeza, cada vez que al alma acude el recuerdo de este trozo del Arroyo y desde entonces sabes que esta nostalgia niña no se apaga ni se termina viniendo otra vez por aquí. Es nostalgia de algo que nada tiene que ver con el mundo de la materia; de algo que pertenece al misterio del espíritu, al más allá de lo que se ve y se toca y que es por donde anda ese juego dulce de aquellos niños sencillos con los cuales viviste la primera aventura con y por este arroyo.

Tu segundo gran recuerdo de este pantano color cielo y viento fue también otra tarde de primavera. Te viniste con tus amigos de Úbeda, ya mayores que aquellos primeros y aunque vuestro objetivo era el pantano para daros un baño en sus limpias aguas, antes de llegar a la noguera grande os parasteis. A la izquierda, ahí por donde pasa esta pista que llevas ahora mismo, es de donde han sacado las piedras para la carretera que surca esta hermosa sierra de las Villas. A las rocas del cerro le han pegado un gran bocado y como ellos y tú sois un poco aficionados a los minerales y en especial a los que se dan por estos montes, al pasar por aquí os parasteis con la intención de recorrer la cantera.
- A ver si encontramos algo bueno.
Decías tú queriendo entusiasmarlos y enseguida os pusisteis a buscar. Y nada más empezar la búsqueda os encontrasteis pequeños trocitos de cuarzo, calcita, algo de pedernal y muchas rocas calizas. Poca cosa pero que os sirvió para estar un buen rato entusiasmados o más bien ocupados en y con las cosas sencillas de estas sierras, por entre las rocas que la conforman, el aroma de la mejorana que ya estaba florecida y algún que otro tallo de orégano. Ese orégano famoso y exquisito que tan abundante fue siempre por aquí y tan escaso y difícil es ya de encontrar.

Aquel día se os pasó la tarde entusiasmados por entre estas piedras y cuando ya iba cayendo el sol por fin subisteis hasta el pantano, objeto de vuestra presencia aquel día por aquí. Porque sabes muy bien que eras tú quien realmente tenía interés en mostrar a tus amigos las aguas del pantano y los silencios abrumadores que en todo momento brotan de este arroyo.
- Es que no conozco una hermosura como esta en ninguna otra parte de estas sierras.
Les decías. Así que ellos, en cuanto llegaron al pantano y vieron la transparencia de aquellas aguas, sus tonos azules y la serenidad que sobre el embalse se mecía, tan plenamente convencidos quedaron que no pudieron resistir la tentación y enseguida se lanzaron a ellas. Tú también quisiste acompañarlos por la razón de compartir con ellos su emoción y gozar la frescura de tan delicado líquido pero te encontraste en un apuro: querías grabarlos y querías bañarte con ellos. ¿Cómo podías estar y vivir las dos cosas a la vez? Es lo que tantas y tantas veces sucede cuando te encuentras sumergido en las sencillas pero siempre emocionantes aventuras de los caminos y paisajes de estas sierras.
- Tú graba el momento para sujetarlo un poco y luego te bañas.
Fue lo que te dijeron ellos y eso fue lo que hiciste. Pero la cosa empezó a ponerse mucho más divertida de lo que ninguno de vosotros habías pensado en un primer momento.

Dos de ellos, entre el que estaba el que ya murió, se metieron en el agua por la parte de arriba, por donde le llega al pantano, la corriente del arroyo en forma de un hilillo blanco, casi plata, desparramado por la arena. Es aquí donde el pantano empieza a hacerse pantano o más bien, donde el hilillo de plata se derrama y funde en la gran masa de agua y aunque sigue siendo claro en el fondo crecen muchas algas verdes. Aquel que ya no está fue el primero en tirarse al agua y desde arriba, atravesar todo el embalse hasta el pequeño muro. El jipi, que es como lo llamaban ellos porque tenía el pelo largo, no se atrevía y era por dos cosas: no sabía nadar muy bien y, además, le daba miedo las algas verdes del fondo.
- Venga, jipi, que aquí estamos nosotros para salvarte.
Le decía el que ya no está.

Viviste tú un momento realmente divertido viendo lo bien que se lo estaban pasando ellos, tomándose todo aquello realmente como aquello era; un juego sencillo, lleno de la más profunda inocencia y dejando que las cosas de la vida y la naturaleza en sí desprendieran la alegría que realmente ellas tienen cuando entre ellas funciona la armonía. Por eso el jipi, después de mucho pensarlo, se tiró al agua y aunque cruzó el pantano con más miedo que elegancia, al llegar al muro, que es donde estaban ellos y él tenía puesta toda su confianza, ellos le hicieron una buena jugarreta: no querían recogerlo y ello fue la causa de aquel tan mal rato para el pobre jipi.
- No vuelvo a fiarme más de vosotros aunque me lo juréis.
Le decía cuando ya por fin estuvo sentado en el muro de piedra del pantano, jadeando sin parar y dando gracia a la creación entera por haber salido vivo de la encerrona que los amigos acababan de hacerle.
- ¡Pero hombre, si ha sido sólo una broma!
- Una broma pesada.

Le dieron ellos varias palmadas en las espaldas y sobre el muro se tumbaron a tomar el sol hasta que el sol empezó a ocultarse. Allí mismo, algo más tarde, entre esa luz tenue que va poco a poco dejando paso a la oscuridad de la noche y aquellos últimos rayos de sol que se iban apagando detrás de las montañas sembrada de olivos, vosotros os fuisteis comiendo aquel bocadillo de jamón que habías comprado unas horas antes en una tienda de Úbeda. Y como aquel día tampoco había mucha gente por aquí, la experiencia fue de las que jamás se olvidan.
- Digan lo que digan, la sierra tiene su encanto especial cuando la sorprendes en su silencio, su paz, su tristeza y sin coches.
Le decías tú a ellos.
- Es que esta tarde también hemos tenido suerte. Eso de encontrar este rincón tan solitario nos es normal.

Pero aunque ciertamente no es normal ni fácil encontrar este rincón tan solitario ahora esta tarde parece que tú también tienes suerte. No hay nadie tampoco esta tarde por aquí y mientras a tu mente ha ido acudiendo un recuerdo y otro ya vas por entre la sombra del nogal grande. Aquí, entre su sombra y ramas aquel primer día descansasteis y estuvisteis buscando nueces. Tú ahora sigues tu camino, salvas la pequeña pendiente y coronas el muro del embalse. La visión es fantástica: la gran masa de agua azul sigue aquí y tan verde y serena como aquel día. Hasta parece que hoy está más limpia por eso de que también el silencio es más grande y la soledad más rotunda. En el centro de esta pequeña masa de agua, porque es pequeña en sí, aunque grande en belleza y misterio, todavía se yergue el hermoso pino seco que el agua cubrió. Sus ramas ya no tienen vida a pesar de estar todo cubierto de agua pero, aún así, su figura es bonita meciéndose por entre las pequeñas olas. Sigue aquí también el dulce chorrillo del arroyo, deslizándose por entre la arena y durmiéndose en la masa azul del embalse. Casi parece que ni siquiera han pasado los días.

Te gustaría pero hoy no te paras. Antes de que se haga de noche, antes de que la tarde acabe de irse, ya te gustaría a ti encontrarte cerca de la gran cascada. Es aquí donde tienes pesando acampar esta noche y ahora deseas llegar a tiempo, con luz del día aún, para una vez aquí, dedicarte a despedir la tarde desde un lugar como este y como la tarde en sí se merece. Sigues por la sendilla y como este rincón, la sendilla, el arroyo y los olivos tú ya lo tienes recogidos en aquellas páginas que titulaste “Los Olivos”, ahora aquí, das un salto y te encajas en ese punto donde te recogiste frente a la noche.

La acampada -5
1 Parte

¿Recuerdas tú lo que hiciste aquella tarde? En cuanto dejaste atrás la senda que va en la otra dirección en busca del olivar, cien metros más arriba, tienes que cruzar el arroyo. Poco a poco por aquí la senda se va perdiendo porque, además, el terreno es mucho más complicado. Se pasa al lado derecho y gatea por la torrentera, metiéndose por entre la espesura del monte. Ya desde aquí se siente y, además, se ve la gran cascada, la más importante cascada, la única cascada grande en todo el arroyo. La has descubierto y antes de llegar a ella te paras. Después de tanto tiempo, ahora tienes la impresión que no conoces ni poco ni mucho el trozo de arroyo que aún queda hasta la cumbre por donde, o cerca, se encuentra la aldea o lo que queda de ella objetivo de esta ruta tuya hoy. Así que la cascada te detiene, te frena y aunque al principio no te gusta, después te alegras.

¿Sabes por qué? Como ya va cayendo la tarde te viene bien pararte y acampar que por otra parte, es lo que ya habías pensando. Vas a tener tiempo de montar la tienda, recorrer el terreno de los alrededores, jugar o bañarte en algún charco de estos que por aquí el arroyo remansa porque, además, es esta una de las razones por la cual paras aquí y la otra, el rebaño de cabras blancas que viene bajando por esa ladera de la cascada. Enseguida piensas que si puedes, vas a buscar al cabrero para echar un rato de charla con él. Seguro que sabe infinidad de cosas que tú ahora mismo ignoras y deseas conocer vivamente porque intuyes que todas ellas son de lo más interesante. También estás pensando que es interesante ese pequeño deporte que vas a practicar en cuanto termines de montar la tienda.

Siempre sucede que cuando tú llegas a un rincón y decides acampar lo primero y lo que más te gusta es darte una vuelta por todo el entorno que te rodea. Como resulta que en estos momentos ya no tienes ninguna prisa, cualquier roca, charco, árbol, pradera, flor o animal que caiga bajo tu mirada, es observada, mirada y gozada de una forma muy distinta a cualquiera de las mil otras situaciones que puedas vivir en estas sierras. Esto es así de interesante y lo conoces por experiencia puesto que lo has vivido una vez y otra. Y tú sabes que ello es una de las formas más bellas de gozar y conocer la sierra a parte de lo engrandecedor que es por el buen conocimiento que puedes llegar a tener de las cosas, de la sierra en sus trozos pequeños y en su gran extensión en general. Y luego está la magnífica oportunidad que siempre te brindan estas ocasiones para convivir con los compañeros.

La Acampada -5
2 Parte

Como todavía no has respondido a la pregunta que aparece en esta primera aparte del capítulo llamado la acampada, vas a ver si ahora puedes. ¿Recuerdas tú lo que hiciste nada más llegar al rincón? Es decir, en cuanto has llegado al sitio donde decides poner la tienda, cualquiera puede pensar que lo primero que has hecho es esto: montar la tienda.

Pero tú te has apartado de la senda y muy cerquita de la corriente, entre unas adelfas, encuentras el lugar ideal para quedarte. No es una pequeña pradera con hierba o pasto sino una playa de arena dorada. Está protegida por rocas a un lado y otro que la corriente del arroyo ha pulido y luego ha dejado por aquí por ser gordas y pesar mucho. La playa no es muy grande y aunque sí muy bonita, acogedora y suave, por más vueltas que le das, no te cabe la tienda. Ni quiera la tienda tipo túnel que siempre llevas contigo cuando te mueves por estas sierras. Te pones a pensar y sí, ya tienes la solución: dormir sobre la arena sin tienda. No es la primera vez que tú has dormido sobre la tierra de estas montañas y sabes bien que ello tampoco es ninguna cosa del otro mundo.

Ellos, los serranos que en todo tiempo poblaron estas sierras, dormían muy a menudo sobre la hierba de las praderas, entre las hojas secas de los grandes pinos, al abrigo de alguna roca o covacha y donde fuera necesario con tal de estar junto a su ganado prestándole sus atenciones. Todavía sucede esto y para ellos no es ninguna cosa del otro mundo, por las zonas esas de la Sierra de Segura que es por donde el ganado aún forma grandes rebaños. Así que si tú ahora, esta noche, te decides dormir sobre la arena dorada de esta pequeña playa, no inventas nada que ya no esté inventado y practicado por mucha de la gente de estos montes desde hace montones de años. Despacio vuelves o más bien sigues mirando el lugar y no tarda en surgir en tu interior la emoción por la experiencia agradable de dormir sobre la arena.

Como la arena es fina, está seca y por lo tanto suelta, es fácil modelarla a las necesidades o gusto tuyo. Te pones mano la obra y en media hora tienes tu nueva cama terminada. La cama que es un surco alargado, una hendidura en la arena lo más parecido posible al cuerpo de una persona y según las vas formando la pruebas varias veces. Tienes que añadirle varios centímetros más por la parte de los pies y por el lado de la cabecera también tienes que perfeccionarla. Hasta quieres hacerle una almohada y todo. Por fin, te queda perfecta. Ya no se le puede ni añadir ni quitar nada, sólo poner una manta en el fondo y a dormir que seguro va a ser la noche que mejor vas a dormir en toda tu vida. En contacto con la tierra sabiendo que tú también eres tierra y a ella vas a volver. Y hasta piensas que nunca jamás has tenido una cama tan moderna, nunca te has sentido tan cerca de la tierra, tan en contacto con ella, tan ella.

Así que terminada la faena de la construcción de tan original cama, te dedicas a ordenar un poco las cosas: la mochila, los alimentos, el saco, la tienda que esta noche va a quedarse sin utilidad alguna y antes de que oscurezca del todo te dispones a dar una vuelta por el entorno. Por aquí tú también tienes recuerdos y eso hace que todo sea más cálido, más tuyo, más tierra amada y eternamente hermana en la región del espíritu. Siguiendo la corriente te vas arroyo abajo buscando las rocas que se ven desde donde has montado tu campamento. Conoces tú este rincón y sabes que hay aquí como una pequeña cascada que no es tal sino que la corriente ha lamido las rocas y con el tiempo sobre ella ha tallado surcos, piletas y hasta pozos profundos. Uno de ellos es especialmente interesante no sólo para ti sino para cualquiera que por aquí venga y lo descubra. Pero para ti es especialmente interesante por el chorrillo de agua que cae en él y lo poco que parece ser a pesar de lo mucho que es. No tendrá más de dos metros de diámetro.

- ¿Y de profundo cómo será?
Decían tus amigos aquella tarde que estuvisteis por aquí en compañía del que ya se fue.
- Lo mejor es meternos y comprobarlo.
- Pero ¿Quién se mete con el miedo que da meterse en un pozo como este y, además, lleno de agua?
- Será muy profundo pero como estamos viendo que no hay más hoyo que este redondel de unos dos metros de diámetro, por más que pueda dar miedo lo tenemos todo dominado. Así que adentro, que hay que darse un baño y, además, quedarnos con la tranquilidad de saber bien lo que este pozo encierra.

El amigo, que ahora cuando escribo esto ya no está, como siempre es el primero en lanzarse a lo desconocido y sacar de dudas a todos sus compañeros. Salta y se hunde en el charco que todo está recogido como en una perfecta taza de piedra. Se zambulle y asombrados veis como desaparece por completo. Mientras esperáis a que vuelva a la superficie os miráis y desde luego ninguno pensáis que aquello pueda ser una profundidad tremenda. Y tal como lo habéis pensado sucede. El amigo, después de unos segundos, sala a la superficie y lo primero que exclama es que a pesar de todo ni ha tocado fondo.
- ¿Es posible? Si visto desde aquí apenas parece nada.
- Pues es posible y si no me creéis meteros vosotros.
Lo creéis pero, además, aunque también os frena un poco lo fría que está el agua, queréis aprovechar la ocasión que en estos momentos os brinda esta tan misteriosa y fantástica tierra para saborear el gozo de un chapuzón más en los pozos que aquí el arroyo ha tallado. Y por otro lado, también queréis demostrar a vuestro amigo que sois capaces de hundiros en el pozo que tanto miedo da. Pero antes de entrar vosotros tiene que salirse él para que podáis entrar uno de vosotros.

Uno por uno os vais bañando en la tan original bañera del arroyo dejando que el chorrillo que le entra desde arriba, todo el cauce entero, os caiga por encima de la cabeza como si fuera una ducha de verdad pero a lo natural: sin tubos para conducir el agua y sin grifos para cerrar o abrir cuando tu voluntad lo desee. Pasado un rato y repletos ya de tanto juego, tanta agua y tanto descubrir y admirase de la profundidad del pozo, os vais sentando sobre el resto de la roca para aprovechar los últimos rayos de sol de la tarde.

Recordándolos a ellos tú ahora te da una vuelta por el charco, te bañas en él para dormir mejor en tu cama de arena entre las adelfas y muy cerquita de la corriente y como hoy no hay sol, porque la tarde ya sí se ha ido, enseguida te vuelves a tu campamento. Antes de que se vaya la última brizna de luz recoges un poco de leña seca y en el otro hoyo que has hecho en la arena cerquita de tu cama, preparas la lumbre. Una lumbre chiquita y muy controlada como tantas veces tú has hecho en estas sierras y entre las rocas, junto a las llamas y con el murmullo del arroyo de fondo, dejas que pasen las primeras horas de la noche. Aunque ya es otoño, esta noche parece una gran noche de verano cosa por lo cual ni siquiera te apetece irte a la cama.

Sin embargo, sobre las doce o así, sí te vas a tu cama de arena pero no para dormirte enseguida sino que mientras el sueño te va llegando, te dedicas a observar las estrellas que titilan sobre el lejano firmamento. Des vez en cuando oyes el bramido de algún que otro animal por las laderas de ambos lados. Algunos son ciervos, otros jabalíes, zorros y hasta el triste pero bello canto del cárabo. No te da miedo, porque sabes bien que esta es la naturaleza en su realidad de libertad y mundo lleno de vida. Ella es todo lo que ahora oyes y existe por aquí y lo único que sobra o al menos puede ser extraño a este mundo eres tú. Eso lo sabes bien y lo acepta sin trauma alguno. Antes de que el sueño se apodere de ti piensas en la ruta del día siguiente. Será emocionante el día siguiente hasta y por las ruinas de la aldea perdida, en las profundidades del barranco donde nace El Arroyo.

Los fósiles -6

Mirándolo desde una visión más amplia el punto de tu acampada lo has situado casi en el centro, entre la primera cascada, al lado del embalse y la segunda cascada, trescientos metros más arriba de donde has construido tu cama de arena. Y ahora mismo, cuando ya está amaneciendo y desde esta cama entre las adelfas y la llanura de arena que el arroyo ha ido modelando en el silencio del barranco, miras y ves la cascada y como el amanecer es tan silencioso y trae consigo tantos tonos de luces doradas, todo te parece un sueño fantástico. Sigues en tu cama y ni siquiera tienes que buscar un punto más allá o más acá para ver el agua cayendo por la cascada. Tal como estás en tu cama te vas despertando y lo primero que llega a tus oídos es el rumor de la cascada despeñándose al mismo tiempo que también la observas toda hermosa cayendo por el gran paredón convertida en grandes chorreones de espuma blanca. Precisamente, cuando ayer subías por la senda, ahí donde traza la primera gran curva, por encima del embalse, recogiste algunos fósiles. Te los has traído contigo y ahora esta mañana, cuando ya te vas a poner en marcha con el objetivo de alcanzar las ruinas de la aldea sobre medio día o así al mirar hacia la gran cascada se te viene a la mente el recuerdo de aquel día que por primera vez llegasteis hasta esta cascada grande.

Subisteis vosotros aquel día con todo el grupo completo de los montañeros pequeños. Los dos primos menores, la niña rubia y el primo mayor. Subisteis vosotros aquel día con gran dificultad hasta el pie mismo de esta segunda cascada porque para llegar hasta ese charco redondo donde el agua se recoge después de despeñarse, no existe ninguna senda y ahí mismo, en ese pequeño charco que hay donde cae el agua, establecisteis vuestros juegos, que por supuesto estaban más limitados que otras veces: no tenías campo para correr. Entre las rocas y el desnivel de la pared sólo podíais encontrar pequeños trocitos de tierra o playas de arena, algunos charcos y poco más. Así que en este escenario tan reducido, tan original porque os encontrabais bastante alzados sobre el gran cortado rocoso y por otro lado tan bonito no ya sólo por su altura sino por la ambientación de la música que mana del agua desprendiéndose despeñadero abajo y luego yéndose por la corriente hasta pasar cerca de donde hoy tienes tu cama, en este escenario establecisteis vuestros juegos.

Llegasteis a él un poco antes del medio día y como os estabais sintiendo tan bien y os acompañaban con tanta alegría y dulzura aquellos chorros de agua cristalina teñidos de blanco, enseguida os dedicasteis a explorar todo lo que en aquel momento por allí era explorable y accesible según vuestra pequeña ciencia de estas sierras. El primo mayor y la niña son los primeros que traen la emoción al grupo justo en un momento que nadie lo espera.
- ¡Venid y veréis!
Gritan por la derecha de la cascada algo metidos en la ladera que es por donde se han ido. Al oírlos, vosotros corréis en la medida que se puede correr por un lugar como este, tan lleno de rocas y monte y enseguida veis lo que a ellos le llama tanto la atención. Es un fósil; un bloque de piedra que casi no podéis mover de tan grande y tiene forma de caracol. Bueno, es un auténtico caracol todo de piedra, roca pura igual que todas las otras rocas que se amontonan por toda la ladera.
- Nunca he visto algo igual.
Comenta el primo pequeño.
- Yo sí pero en el museo de la Torre del Vinagre y también en una ocasión, por unos barrancos grandes cerca de donde nace el Guadalquivir pero en la ladera norte, cuando se llega al nacimiento del arroyo de los Habares pero por las cumbres.
- ¿Cómo se llama?
- Lo leí allí en la Torre del Vinagre pero ahora no me acuerdo de nombre tan raro.
- De esto nos podía sacar de duda enseguida si estuviera con nosotros nuestro amigo el científico.
- Esto sí es verdad. ¡Qué pena que no esté porque sería una buena ocasión para poderle preguntar un montón de cosas sobre el tema.
- ¿Y quién ha dicho que no está?
Expone con alegría el primo grande señalando hacia la hondonada por donde va la sendilla que debería llevar a algún lugar bonito de este barranco pero que vosotros en aquel momento desconocéis.
- ¡Es el científico!
- Sí que lo es; vamos a llamarlo para que sepa que estamos aquí.

Y sin más os ponéis a dar voces sin guardar ningún orden ni enviar más mensaje que llamar la atención. Enseguida os oye porque veis que se para y mira hacia vuestra cascada. Es ahora el primo mayor el que sí ya le lanza una gran voz con un mensaje concreto.
- Sube por favor, te necesitamos.
Veis que alza su mano como diciendo que ha recibido el mensaje y que se viene con vosotros. Así que cambia su rumbo y comienza a escalar, porque hay que casi escalar para llegar a donde vosotros estáis.

Es la niña la que, adelantándose por la ladera, lo recibe dándole la bien venida a vuestro rincón y una vez más a vuestro grupo.
- Hemos encontrado un fósil que es enorme.
- ¿Dónde está?
- Entre esos lentiscos que hay en la ladera. ¿Tú sabes cómo se llama?
- Tendré que verlo aunque ya me imagino qué tipo de fósil es.
Y cuando ya se encuentra junto a la magnífica piedra, antes que tenga tiempo de responder a la primera pregunta de la niña, tiene que responder a otra que según ella es mucho más importante.
- ¿Qué son los fósiles?
- Para explicarlo bien y que tú lo entiendas no tengo más remedio que empezar por el principio.
- ¿Y cual es el principio?
- La evolución.
- Pues entonces ¿Qué es la evolución sin que sea demasiado rollo?

- Sin ser demasiado rollo la palabra evolución tiene un sentido de cambio. Desde el punto de vista semántico podría definirse como cambio a lo largo del tiempo. Esta palabra tiene en si misma un cierto carácter positivo, ya que si se le quiere dar un carácter negativo, por lo general se le añade un adjetivo. Se dice por ejemplo, el estado de tal persona ha evolucionado desfavorablemente o las circunstancias de tal guerra evolucionan negativamente. La aplicación de la palabra evolución al cambio de los seres vivos es relativamente reciente. En términos biológicos la evolución se entiende como el cambio que va acompañado de un desarrollo gradual de los organismos a lo largo del tiempo. Hasta mediado de siglo XIX se pensaba que los seres vivos se habían mantenido igual desde su aparición sobre la tierra hasta nuestros días.

Esta idea de inmutabilidad de la vida comenzó a cuestionarse cuando diversos investigadores enfocaron, con métodos estrictamente científicos, el estudio del planeta Tierra y de los seres que lo pueblan. Tanto la Tierra como los seres vivos tienen una historia que manifiesta los cambios geológicos y biológicos producidos a lo largo del tiempo. En el caso del hombre, la historia de su evolución adquiere caracteres especiales debido a su condición de especie capacitada para una evolución cultural. Sin embargo, las primeras huellas de la actividad del hombre, instrumentos tallados en piedra, solamente tienen una antigüedad de unos tres millones de años, prácticamente despreciable si se la compara con la edad de la tierra que son 4.600 millones de años.

Inmediatamente surge la cuestión de cómo era el hombre en épocas remotas y de cómo y cuáles eran los demás seres vivos que poblaban la Tierra en aquellos tiempos. Muchos de los aspectos de esta cuestión se han visto clarificados con el descubrimiento y estudio de los fósiles, restos de seres vivos que se han conservado desde épocas muy remotas en virtud de ciertas circunstancias especiales. Por lo tanto, ahora ya sí podemos hablar de los fósiles.
- ¡Ea! Pues ahora dime ¿Qué son los fósiles?
- Los fósiles han sido conocidos por el hombre desde épocas muy antiguas. La extrañeza que le causaba al encontrar “piedras” con formas parecidas a los seres vivos les hizo atribuir a los fósiles propiedades mágicas y por esta razón los utilizó como fetiches o amuletos. Aristóteles dijo que los fósiles son simples “caprichos de la naturaleza” que se forman de manera espontánea y que no tienen relación alguna con los seres vivientes. Estas ideas se mantuvieron durante toda la Edad Media y fue necesario llegar al siglo XVII para que se aventuraran nuevas hipótesis. Stenon y Leibniz fueron los primeros en afirmar que los fósiles son restos de seres vivos.

El verdadero fundador de la Paleobiología moderna fue el científico francés Georges Cuvier que estudió fundamentalmente fósiles de vertebrados y elaboró una teoría llamada de la correlación orgánica, según la cual podría reconstruirse un animal entero a partir de unos pocos huesos.
- Bueno, y llegados ahora a este punto, ¿me podrías decir cómo se formaron los fósiles?
- Pues mira, es bien conocido de todos, el hecho de que la materia viva se pudre. Los restos de los animales y plantas que mueren desaparecen en poco tiempo sin dejar prácticamente ningún vestigio. Sin embargo, pueden darse circunstancias que permitan la conservación de todo o de parte del cuerpo de un ser viviente. Para que un ser vivo pueda conservarse es necesario que sus restos orgánicos queden rápidamente aislados de la atmósfera y de los microorganismos que son los responsables de la putrefacción. Incluso cuando se produce este aislamiento, por ejemplo un enterramiento rápido, normalmente las partes blandas del cuerpo desaparecen y sólo se conservan las partes duras, esqueleto y concha.

Únicamente se conservan los cuerpos enteros en circunstancias muy especiales: en general cuando el ser vivo queda enterrado en un medio aséptico, petróleo, resina, turba o cuando sufre una congelación rápida. A parte de estas circunstancias muy especiales el proceso de fosilización normal consiste en realidad en la sustitución de las moléculas orgánicas del cuerpo del ser vivo por moléculas minerales generalmente de calcita, sílice o pirita. En los casos más favorables todas las moléculas orgánicas son sustituidas por moléculas minerales en cuyo caso se conserva el cuerpo con toda su estructura. Sin embargo, lo normal es que esta sustitución sólo se produzca en determinadas zonas del cuerpo, normalmente en las partes duras como huesos o conchas.

Como resultado final de la fosilización, proceso que requiere muchísimos años, el cuerpo o partes del cuerpo del ser vivo quedan convertidas en piedra. Puede darse otro tipo de fosilización en el que en realidad no se conserva el cuerpo sino un molde o huella del mismo. Supón que el animal muere enterrado súbitamente por un desprendimiento de arcillas. Si estas arcillas se hacen más compactas y se convierten en roca el cuerpo del animal quedará como una burbuja dentro de la masa pétrea. Aunque el cuerpo se pudra el espacio que ocupa puede ser rellenado por materia mineral, originando un molde exactamente igual al animal original.

- Y ya que estás tan metido en esto de explicarnos los fósiles y nos estás llenando de tantas curiosidades se me ocurre que podrías decirnos cómo se puede conocer la edad de estos bichitos de piedra.
- Ya os he dicho que estos bichitos de piedra o estas piedras que parecen bichitos y que llamamos fósiles se producen normalmente por enterramiento del ser vivo en materiales minerales sedimentarios. Estos materiales se acumulan sobre la corteza terrestre formando capas o estratos que van aumentando de grosor con el paso de los siglos. Los conocimientos de la geología permiten saber la antigüedad de los estratos en función del tipo de materiales que los forman, con lo cual puede conocerse la edad de un fósil que se ha encontrado en un estrato determinado. En otros casos ocurre al revés, es decir, el hallazgo del fósil de un ser vivo determinado permite conocer la edad del estrato que lo contiene. En la actualidad se han desarrollado métodos que permiten conocer con más exactitud la edad de los fósiles mediante la utilización de isótopos radiactivos.

- En fin, todo bastante complejo aunque pueda ser bonito y tú me dijeras que no iba a ser nada rollo pero bueno, ya que estás metido dentro del tema y andas tan emocionado porque es lo tuyo y se ve que te gusta a rabiar, nos podrías decir qué importancia tienen los fósiles si se les compara con los seres vivos que ahora podemos ver sobre la tierra.
- Sí que os lo puedo decir y hasta será bueno que lo sepáis para que cada día tengáis más conocimiento de estas sierras. Porque del estudio de los fósiles se deduce que si bien hay algunos que son muy parecidos a ciertos animales actuales existen muchos otros que no presentan ningún parecido con ningún animal viviente. Mientras que algunos fósiles de animales marinos provistos de concha son prácticamente iguales a los moluscos actuales, los enormes huesos de reptiles y mamíferos que se han encontrado fosilizados no parecen guardar una relación estrecha con los reptiles y mamíferos actuales. Y para completar tenéis que saber que el descubrimiento de los fósiles y su estudio ha sido uno de los factores que más decididamente han influido en el desarrollo de las teorías evolucionistas elaboradas a partir del siglo XIX. Las enseñanzas que se extraen de este estudio puede resumirse como sigue: *Los fósiles son indudablemente restos de seres vivos. *Se han descubierto fósiles que datan de hace más de 3.500 millones de años, lo que indica que en aquellos tiempos ya existía vida sobre la tierra. *Los fósiles no son casi nunca idénticos a los seres que actualmente pueblan la tierra. Y llegado a estas alturas podría ser yo el que os hiciera a vosotros una pregunta.
- ¿Qué pregunta?
- Pues la pregunta puede ser que ¿cuál es, por lo tanto, la relación que existe entre los fósiles y los seres vivos?

Momento éste en el cual todos os quedáis mirándoos unos a otros y como el científico se da cuanta que os ha puesto en un aprieto, mira al primo mayor y le dice.
- Sácanos tú del apuro?
- ¿Yo?
- Sí, pregúntame tú alguna cosa que queráis saber.
- La verdad es que yo no sé qué preguntar pero como el otro día oí en clase algo sobre los fósiles vivientes ¿podrías tú decirnos qué son?
- Se ha aplicado el nombre de fósiles vivientes a algunas especies de plantas y animales actuales que han conservado anatomía y forma de vida muy primitiva. El Nautilus actual, molusco cefalópodo de concha arrollada, presenta unas características anatómicas muy parecidas a las de los primitivos cefalópodos que fueron muy abundantes durante el Mesozoico. Hacen 200 millones de años existían ya especies muy parecidas.

Es especialmente interesante el caso del pez celacanto denominado Latimeria, del que se han pescado dos o tres ejemplares en los últimos años. Este pez presenta unas características muy similares a las que debieron tener los peces que poblaron los mares hace 100 millones de años; por lo tanto se trata de un verdadero fósil viviente. El estudio de los fósiles vivientes ha aportado gran cantidad de datos sobre la vida en los tiempos lejanos y muchas veces, como es el caso de Latimeria, ha venido a confirma la hipótesis que se había establecido basándose exclusivamente en los descubrimientos fósiles.
- En fin, yo pido un alto.
Exclama ahora el primo mayor.
- También yo.
Dice la niña rubia e interviniendo ahora tú dices al científico que por qué no os habla de vuestro fósil, del que la niña se ha encontrado y tenéis ahora mismo allí delante de vosotros.
- Desde luego que eso es lo que ahora mismo os importa a vosotros, vuestro fósil del cual voy a empezar diciendo que es precioso y que os lo habéis encontrado hoy aquí porque precisamente toda esta cordillera, desde el gran cerro de Villalta, Puerto Lorente, toda la cumbre del Gilillo y desde el Puerto de Las Palomas hasta las cumbres del pico Buitreras, abundan mucho toda esta clase de fósiles. El vuestro pertenece al Triásico que es el primer período de la era secundaria y es un gasterópodo.
- Muy raro es ese nombre ¿Qué significa?
Pregunta uno de los primos pequeños.
- Gasterópodo, dícese del molusco con una concha univalva, de cabeza diferenciada y provista de tentáculos sensoriales y el pie en forma de suela reptadora, como el caracol y la babosa. Grupo taxonómico con categoría de clase que constituye estos moluscos. La concha de los gasterópodos puede estar arrollada, caracoles, abierta o de dimensiones reducidas como la babosa. El único grupo con el cual se puede confundir es el de los ammonites o cefalópodos con concha. Las características importantes de los gasterópodos tienen relación con el arrollamiento, la abertura y la ornamentación de la concha. Y todos sabéis que la ornamentación de la concha de un gasterópodo puede ser en espiral o transversal.
- Sí, algo sabemos pero en fin, lo que nos interesa es nuestro caracol de piedra porque según tú nos has explicado esto es un caracol.
- Exactamente.
- Pues sabemos ya que este caracol nuestro pertenece a un grupo y sabemos cómo se llama y de qué época es pero el nombre, no ya del grupo, sino del caracol en sí ¿cuál es?
- Podéis llamarlo Natica. Pertenece al triásico y se da en todo el mundo. No suelen ser muy grandes a pesar de lo grande que es el vuestro y es porque la última vuelta de su concha siempre es muy grande. La forma varía de casi esférica a cónica y se da en muchas partes de estas sierras.

Desde el Cauce al cortijo -7

Ahora tú esta mañana, mientras te has ido despertando frente al día que empieza a derramarse barranco abajo y frente a la cascada donde aquel día vivisteis la aventura del fósil con vuestro amigo el científico, comienzas a caer en la cuenta que te espera la senda. Si quieres llegar hasta donde tienes pensado llegar has de levantarte y ponerte en ruta.

Desde donde estás hasta el pequeño cortijo en ruinas sobre la lomilla, aunque la distancia es relativamente corta, resulta algo complicada la subida por falta de senda o camino. Quizá en otros tiempos sí hubo por aquí una senda que venía desde el cortijo para salir arroyo abajo y esa sería la senda que ayer por la tarde trajiste tú hasta llegar a donde has pasado la noche. Pero hasta este punto está clara la senda, mas de este punto para arriba, ni se sabe por donde va.

Te pones en marcha echando una ojeada antes a la ladera por donde piensas subir y crees que lo mejor es, desde el lugar de tu acampada, cruzar el cauce del Arroyo, subir un poco por el arroyo por el margen derecho y al encontrarte con ese pequeño arroyo que le entra a este principal, irte por ahí. Y por ahí te vas. Por la derecha, lo cruzas y subes por el lado izquierdo al tiempo que te vas remontando porque aquí los niveles son bastante grandes y el cauce del arroyo pequeño al descender casi en picado, ha horadado profundo cortes en el paisaje. Pero por este lado izquierdo, te das cuenta que sabiéndola buscar, si va algo de senda, aunque sea de los animales salvajes. Así que poco a poco te vas adentrando en la profundidad del barranco de este arroyo corto porque ya la cumbre está casi al alcance de la mano y una de las cosas que más te llama la atención son precisamente las laderas rocosas que te acompañan a lo largo de todo el arroyo por la margen opuesta a la que tú vas. Royo llaman los pastores de la sierra de Cazorla a los cauces que son cortos y torrenciales. Aguascebas los llaman por algunos pueblos de estas zonas de las villas. Tú lo llamas arroyo aunque sea pequeño porque todavía no has aprendido los matices del lenguaje de estos montes.

Por el lado izquierdo de este arroyo vas tú buscando la senda pero ¡Ojo! en cuanto llegas a la mitad o así del arroyo, tienes que cambiar de rumbo, viniéndote hacia la izquierda como si fueras a remontar la cascada y siguiendo siempre sendillas de animales salvajes y ahora es cuando comienzas a remontar seriamente la gran cascada del Arroyo. La tienes remontada en cuanto llegas a lo alto de la lomilla y es un gran alivio para todo: para la vista porque los horizontes se te abren ofreciendo en primer plano la pequeña llanura de la loma donde estuvo y aún se ven los restos del cortijo, el abarranco del arroyo por la parte de arriba de la cascada y las profundidades del gran barranco desde donde se adivina viene este arroyo que vas siguiendo. Y el otro respiro es el del de corazón: descansas porque la cuesta se te convierte en llanura y eso se agradece sobre todo si es verano o primavera. En el empuje de la subida el sudor te ha bañado todo el cuerpo y el corazón te late aprisa bombeando sangre con rapidez. Por esto y otros alicientes la coronación del pequeño montículo se te presenta como un mar de gozo que al venir acompañado de pequeñas ráfagas de aire fresco te llena de placer hasta lo más hondo.

Y otro placer son los arrullos de las tórtolas y las torcaces. No ahora porque es otoño pero tú sí sabes que en los meses de primavera y verano, como por aquí son abundantes y espesos los pinares de pino negral y como con el calor del verano las piñas de estos pinos llenan los aires y el suelo de piñones pequeñitos, a la abundante cosecha las palomas acuden en grandes bandadas. Ellas se instalan entre las espesas ramas de los pinos y en la época del celo y de cría se pasan todo el día arrullando. Un espectáculo fabuloso que tú conoces muy bien y que aprovechas y gozas en todos los momentos que puedes para así sacarle a estas tierras un puñado más de sensaciones únicas.

Por otro lado las ruinas del pequeño cortijillo sobre la loma que se te mete en el corazón y te adentra en un mundo de sentimientos, tiene hoy para ti una imagen bella y triste. Mirándolo ahora a tu recuerdo viene la figura del joven aquel día que él bajaba desde las laderas de la parte alta. Era uno de tantos días que al oscurecer volvía al calor del hogar encerrado en las cuatro paredes de este humilde y pequeño cortijillo. Pero aunque era uno de tantos días al mismo tiempo para él hoy era un día especial. Entre las ramas del pino grande descubrió el nido de la ardilla y como todavía estaban pequeñas no pudo resistir la tentación de coger la más bonita y traérsela al cortijo.

No sólo fue bien recibida entre las paredes y el calor del este cortijo de piedra sino que el animal, en cuanto creció un poco, se convirtió en la alegría de las cuatro personas que en el cortijo vivían. Como la mascota de cada uno de ellos y el amigo inseparable del joven. Para donde él se moviera para allá se iba la ardilla y siempre saltando como si estuviera en su pino en lo más remoto del bosque y entre las otras ardillas de la sierra. Siempre moviendo su cola y siempre derramando alegría como si el animal de alguna manera sintiera que su deber era hacer feliz al joven a cambio de los muchos cuidados que el joven le prodigaba.
- ¡Qué raro y al mismo tiempo qué simpático es este animal!
Decían los hermanos del joven.
- Raro no es sino que nunca vimos a una ardilla tan cariñosa como esta ni tan sencillamente sociable.
- Es que no doy un paso que ella también no lo dé conmigo.
Comentaba el joven.


Y la verdad es que la ardilla fue así de simpática y así de cariñosa y sociable durante todos los años que aquel animal vivió. Hasta parecía que el joven era lo que era precisamente por la presencia de aquel animal siempre a su lado fuera para donde fuera. Una pequeña anécdota o historia serrana que no tiene nada de valor ni es importante para nada pero que tú ahora, al ver este cortijo, recuerdas y hasta te entra un poco de tristeza. ¡Qué lejos está ya todo aquello y qué silencio tan profundo guardan ahora estos barrancos donde a pesar del tiempo, todo está ahí, dormido entre la bruma y eterno! Si miras hacia el barranco por donde corre el arroyo, se te va el alma en pequeños chorros tras la corriente pero si miras hacia la casa, las ruinas que aún dan testimonio de su presencia aquí en otros tiempos, también por ahí se te va el alma y hasta se te queda enganchada entre las rocas y el monte. Se te va el alma por entre la música de la corriente y la cascada que algo más abajo chapotea sin parar. En aquellos tiempos sí era abundante este cauce. Precisamente el cortijo estuvo aquí para aprovechar la pequeña llanura de tierras fértiles regadas por la abundancia de las aguas que por el arroyo bajaba. Una visión hermosa y algo triste por lo bello que fue también aquello y lo lejos que ha quedado ya en el tiempo.

Será por esto o será porque las cosas en la vida son como son y muchas veces ni siquiera tienen una explicación lógica, el caso es que a tu mente acude el recuerdo de lo que hace unos días leíste. “España está entre las zonas más afectadas por el cambio climático según un estudio elaborado por el Centro Hadley. Incremento de las temperaturas de dos a cuatro grados centígrados hacia el año 2030, elevación del nivel del mar en unos 20 centímetros, reducción de las precipitaciones en un 17 por ciento localmente hasta un 40 por ciento y mayor virulencia y torrencialidad de las lluvias cuando se produzcan. Además, los últimos datos obtenidos de los modelos matemáticos de predicción, para cuyos cálculos se ha utilizado un potente ordenador, Cray C 90 valorado en 1.200 millones de pesetas, revelan que la velocidad del calentamiento de la atmósfera provocada por los gases del efecto invernadero, se acelera. En España se apuntan veranos más calurosos, inviernos más templados, menor humedad del suelo y mayor sequía. Como principal causa los expertos confirman el incremento de las emisiones de dióxido de carbono”.

El cerro de charol -8

Desde la pequeña llanura, mientras contemplas la corriente del arroyo que hoy te va a servir de guía y recuerdas lo que hace unos días leíste, miras hacia tus espaldas y ahí lo tiene: es el cerro de charol. El título no es real porque un cerro no puede ser de charol y de suyo no lo es sino que lo parece. Porque el cerro, con la lomilla donde se encuentran las ruinas del cortijo, la pequeña ladera casi llanura que desde el cortijo baja buscando la oscuridad y el agua limpia del arroyo, el puntal que se adentra hacia la cascada grande que por eso existe ahí dicha cascada, porque el arroyo corta un pequeño cerro y la ladera de la derecha por donde se remonta la senda, todo este conjunto no es un cerro de charol sino un precioso bosque de romeros, pinos, enebros y sabinas. Pero el cerro, para ti es de charol, por lo siguiente: tuviste tú la otra noche un sueño y te viste andando precisamente por la ladera de este cerro y fundamentalmente te llamó la atención dos cosas en la soledad y profunda belleza de este barranco: el cortijo que los viste sano y lleno de gente y hasta con sus paredes blancas por dentro, sus cantareras hechas de troncos de pino y los tres cántaros de barro llenos de agua puestos en los agujeros de las cantareras. Sólo una familia con tres miembros vivía en el pequeño pero más que hermoso cortijo. El joven que cruzaba el monte que lo rodeaba, el silencio de los campos y el verde del bosque y la gran inquietud que le hervía en lo hondo del alma y que era: salir de aquí algún día e irse por los pueblos y ciudades que según había oído decir existían por todo el mundo.

- ¿Es que todo eso que sueñas lo crees mejor, más importante y bello que este mundo nuestro?
Le preguntaban sus padres.
- No es que lo crea más importante porque tengo muy asimilado que en ninguna parte del mundo puede darse mayor gozo que en este rincón nuestro pero no sé; mi corazón sueña con esas cosas que he oído hablar y mientras no las conozca parece que no seré feliz.
- Ya verás como luego desearás volver porque el corazón se te viene para acá.

Y la otra cosa que mientras tú ibas andando por la senda del cerro por la ladera con la visión del cortijo sobre la lomilla y un poco a tus pies, a pesar del verde de esta ladera por la vegetación y la abundancia de pinos, el suelo, la tierra que pisabas, no se parecía a ninguna de las tierras que hasta hoy conoces. Por una extraña sensación real o sólo sentida tus ojos captaban una tierra llena de brillo parecido a ese que refleja el charol cuando lo tocas. Y no era esto lo más llamativo sino que sobre esta tierra tan llena de esa extraña belleza ibas descubriendo huellas de pisadas humanas.
- ¿Qué son?
Preguntaste al padre del joven que en estos momentos te acompañaba y en tu interior sabías que él era el más profundo conocedor de cuanto late y respira en estos montes.
- Las he visto muchas veces yo. Ellas son las huellas de aquellas personas atravesando los cerros de estas sierras y que se han quedado aquí para que no se nos olvide que todo esto tuvo su historia.
- Una historia, por lo que se ve, llena de vida que por ser de gente humilde y sin estudios no quedó escrita en ningún libro y estas huellas serían precisamente eso: los libros no escritos pero llenos de mensajes imperecederos para que sepamos de ellos.
- Exactamente, eso son estas huellas que, además, encierran otro pequeño gran misterio.
- ¿Cuál es?
- Que son invisibles para mucha gente. Sólo pueden verlas y gustarlas algunos y más que desde los ojos, desde dentro.
- Algo así como dice el libro del Principito que sólo se ve bien con el corazón.
- Algo así y parece que este es el principal atractivo de estas huellas que se extienden por toda la sierra y todos los rincones, arroyos, laderas y valles de estos montes.
- Pues todo un fabuloso tesoro que anda perdido, ignorado y desconocido para casi todo el mundo. Tienes que tener cuidado porque si de esto se enteran algunos, los turistas y otros parecidos, ya verás lo que harán de estas laderas y arroyos.
- Y sobre todo si se entera algunos de esos que se pasan la vida diciendo que el mundo, la tierra y todo el planeta e incluso la creación entera ha sido puesta aquí para que el hombre la domine, la transforme y haga de ella lo que le apetezca.
- Exactamente eso es lo que pienso.

En fin, esto es lo que tú viste aquella noche en tu sueño y ahora que andas por aquí te dices que en realidad entre aquello y esto sí hay algún parecido. Aunque el cortijillo es sólo unas cuantas paredes de piedra color chocolate ya bastante caídas, comidas por la vegetación y sin señales ninguna de vida humana. ¿Quién vivió aquí y en qué época? Interrogantes que se te amontonan en el río de todas esas experiencias que tienes de estas sierras quizá para quedar ahí eternamente arrinconadas y sin respuesta. El silencio y la soledad de estos montes hacen todo lo demás.

La senda de la yegua -9

Una vez que estás en el cortijo, en la pequeña llanura donde éste se alzaba y ahora se desmorona, te subes un poco por la senda de la derecha que es el cerro de charol. Por aquí sube la senda que ahora ya casi no lo parece porque como hace tiempo que sólo la usan los animales salvajes se distingue con dificultad y lo que más la desdibuja es la vegetación. Bueno, pues esta senda que va subiendo suavemente a media ladera como si buscara coronar la cumbre de la derecha que tiene más de 1.400 m. pero que no la corona sino que lo que busca es la cañada por donde nace un brazo del Arroyo, se llama de la yegua. La senda de la yegua y tú sabes bien que no es muy grande, es decir, larga. Sabes que en una hora o quizá menos te puedes encajar, desde el rasete del cortijillo, en la cañada donde existieron otros dos o tres cortijos más que también son ruinas ahora. Tampoco, esta senda, pasa por paisajes que sean demasiado espectaculares aunque las vistas si son de lo más grandioso. Subes por ella y te va quedando por el lado izquierdo, por abajo, el gran barranco por donde desciende el arroyo y al otro lado del arroyo los inenarrables paredones y picos de las cumbres del Almagreros que llegan a una altura de más de 1.665 m.

Desde hace mucho tiempo tú sabes que a esta senda se le llama La Senda de la Yegua y ello, como tantas cosas en estas sierras, tiene su significado y explicación. Bajaba un día uno de ellos desde este hermosos barranco, por donde hoy se encuentra la aldea perdida, y venía acompañado de un señorito que quiere decir joven adulador y ocioso, para los criados, hijo de los dueños con los que trabaja. Es decir, el amo que en este caso lo era con todas sus consecuencias porque este señorito tenía una gran finca de regadío allá por la vega cordobesa junto al río Guadalquivir y otra en la sierra norte de la misma ciudad. Ambos eran amigos y lo único que hacía por estos montes era pasearse y al mismo tiempo el señorito recorrer un poco el terreno para cuando llegara el momento venirse de caza una temporada. Y como por aquella época ellos eran casi los dueños de estos montes, aunque no lo fueran de derecho, por aquí hacían ellos lo que les daba la gana y la mayoría de las veces, a pesar de todo y de todos.

Subía también aquel día por la senda el joven del cortijo porque iba siguiendo su ganado y dio la casualidad que los tres se tropezaron en la senda. El ingeniero y el señorito que bajaba, ambos subidos en sus yeguas y el joven que subía pero andando, acompañando sólo de su ganado, su perro mastín y su cayado. Como a la mitad de la ladera o así hay un pequeño arroyuelo y unas rocas grandes que están casi arropadas por los pinos y el resto de la vegetación. Traza aquí la senda como una pequeña curva y justo en este punto es donde el joven se tropieza con los dos caballeros de las yeguas.

Al verlo los animales se pararon y el joven también y entonces él reacciona enseguida diciendo:
- Apártate del camino que si los animales se espantan darán con nuestros huesos por estos barrancos.
- Los animales no se espantarán, señor.
- ¿Por qué sabes tú eso?
- Porque ellos y yo nos conocemos y en el fondo nos queremos más que ustedes a ellos.
- ¿Cómo sabes tú eso y cómo me lo demuestras?
- Lo sé porque lo sé y se lo demuestro muy sencillamente, de esta forma.

El joven sigue plantado en el centro de la senda y como está junto al animal, a unos tres metros de ella, con la boca, los labios y el viento de los pulmones empieza a emitir como un silbido apagado.
- ¿Qué estás haciendo?
Pregunta el ingeniero. A lo que el señorito que está subido en el segundo animal pero detrás, contesta:
- Está llamando a la yegua; ya verá como el animal le responde favorablemente.
Y efectivamente; al oír el silbido la yegua se queda mirando al joven y al rato, da unos pasos hacia delante buscándolo. Alarga su cuello y como el muchacho le ofrece la cara y los labios por donde le sale el aire del silbido es a esta parte del cuerpo a donde la yegua dirige su boca. Con la suavidad más precisa y la belleza más grande del mundo ambos, animal y joven, se dan un auténtico beso que más que otra cosa lo que parece es una maravillosa exposición de amistad.
- Si no lo veo no lo creo.
Expresa sorprendido el que baja.
- Pues ya puede abrir bien los ojos porque no es sueño.
- ¿Y cómo lo consigues?
- Sencillamente sintiéndome amigo, íntimamente, de este animal y otros como este. Por eso le decía que la yegua no iba a espantarse de mí sino todo lo contrario: se alegra de encontrarse conmigo.

El joven acaricia al animal en la frente y apartándose un poco de la senda le da una palmada en el cuello y le dice que pase. El animal sigue su camino y detrás sigue la otra yegua. Los que bajan se despiden del joven porque éste sube y ellos bajan. Unos metros más adelante el que manda, dice:
- Hay que ver lo pobres que son esta gente y la de bondad y belleza que llevan en su alma.
- Y abría que añadir lo mal que nosotros nos portamos casi siempre con ellos.
- También es verdad porque fíjate ahora, sin merecerlo nosotros él nos ha dado una pequeña lección de humanidad.
- Y eso que tú no sabes lo que yo sé de él.
- ¿Qué sabes tú de él?
- En una ocasión me lo llevé a trabajar conmigo a esa finca que tengo en la sierra norte de Córdoba. Tenía yo allí una pequeña piara de cerdos y lo contraté para que me los cuidara en la época de las bellotas. ¿Cuál crees tú que fue el fruto de su trabajo con estos animales?
- Pues ni me lo imagino porque la verdad que estas cosas con ser tan grandes e importantes, yo no las he podido estudiar en los libros. Pertenecen a otro mundo.
- Desde luego que sí, porque el resultado del trabajo de este joven con los cerdos fue que me sacó adelante los mejores cerdos que en mi vida he criado nunca. Con las mismas bellotas y las mismas encinas de todos los años él me cebó unos cerdos que daban gloria verlos y fue porque no descansaba ni de día ni de noche de tan pendiente como a todas horas estaba de los animales.

Y Estaba ya la temporada de las bellotas casi llegando a su fin cuando una mañana me presenté en el campo y sin más le dije que ya había vendidos todos los cerdos.
- De aquí hasta que vengan a por ellos me iré haciendo a la idea y así me costará menos.
- Pues vienen a por ellos ahora mismo.
- ¿Cómo que ahora mismo?
- En esto mismo momento se los llevan.
El muchacho me miró, se apartó un poco del cerrillo donde estaba con sus cerdos, porque eran suyos más que mío aunque yo fuera el dueño y me dijo:
- Mire usted, señorito, las cosas no se hacen así. Porque aunque usted sea el dueño de estos animales yo los he visto crecer y los he estado cuidando todos estos meses. A uno, aunque uno no quiera, se le mete dentro el cariño por cada uno de estos animales y los empieza a querer como si cada uno de ellos fuera un amigo para mí. Usted no puede llegar ahora y sin haberme dicho nada antes, sin haber contado conmigo para nada, coger y quitarme a los animales sin más. Mire usted, señorito, yo creo que en alguna ocasión debería contar con nosotros comunicándonos las cosas a tiempo, hablando sobre lo que piensa hacer e incluso pidiendo nuestra opinión. Porque sucede que aunque usted sea el dueño, como los que bregamos con los animales somos nosotros, no se nos puede venir así, de la noche a la mañana y dejarnos sin ellos y echarnos de las tierras que todos los días estamos pisando. Porque yo creo que estas tierras y estos animales no se pueden reducir a simples billetes de banco y eso es lo que me parece que usted hace y siente.
- ¿Quieres decir que a mi no me importa ni los animales ni las tierras de mi finca?
- Yo lo tengo muy claro: a usted sólo le importa una cosa y otra en cuanto que tanto una cosa como la otra las puede convertir en dinero.
- Es verdad que me interesa el dinero pero también es verdad que a mí me gusta ver y gozar de estos montes y de la piara de cerdos corriendo por ellos.

- Sin embargo, no siente, nunca llega a sentir la tristeza que yo siento ahora cuando pienso que ya me voy a quedar para siempre sin estos animales y además de esta forma: sin haberme ni siquiera avisado una semana antes. Usted tiene poca consideración y menos sentimientos porque me lo tenía que haber dicho, me lo tenía que haber consultado. ¿A ver que hago yo ahora cuando me quede sin ver más a esta piara de cerdos?

- ¿Y sabes lo que hizo?
Le pregunta ahora el señorito al que manda mientras siguen bajando por la senda y dejan que el joven siga subiendo por ella hacia la cañada de la parte alta.
- ¿Qué hizo?
- Se despidió de mí, se despidió de mis tierras a las que dice quería con toda el alma y se vino otra vez a este cortijo de la lomilla. Dice que fui tan cruel con él, que me porté tan inhumanamente que ya no quería seguir más conmigo no fuera yo en el futuro a hacer otra fechoría como la de los cerdos.
- Verdaderamente esta gente sencilla del campo tienen cosas que sorprende al más pintado.
- Y sobre todo tienen dignidad a pesar de su pobreza.

Cortijo por casa -10

Con toda esta carga de sentimientos y recuerdos en tu alma hoy sigues tú subiendo por la senda que cada vez más te la vas encontrando llena de romeros y tapada con tantas piedras como en ella han dejado los años y las tormentas. Sigues tú subiendo con tu mente fija en la aldea que se encuentra al final del gran barranco y al volver tu vista para atrás caes en la cuenta que un cortijo es una finca rural más grande o más pequeña, con su casa de labor o alquería. Hacienda, granja. La casa es un edificio o parte de él para habitar las personas. Un chozo o choza es una cabaña de estacas con tejado de ramas o paja y por estas sierras existen, además, las tinadas, el cobertizo y las cuevas.

Tú sabes bien por qué traes a tu mente esto del cortijo, chozo o cobertizo. En estos momentos sigues subiendo por la senda de la yegua que ya sabes por qué se llama así y en cuanto remontas un poco más llegas a la pista; lo que fue la senda en otros tiempos pero ahora ya convertida en pista. Por cierto, no tienes seguridad pero crees que esta pista es la misma que sale a la izquierda de la carretera asfaltada que atraviesa la sierra cuando ésta remonta la solana de los olivos. Existe allí una gran casa tipo chalé y algo más adelante un arroyo con una fuente que tiene un gran caño de agua. Junto a la fuente crecen varios cerezos grandes que son los que le prestan el nombre a la fuente y al arroyo. En esta zona todos los años montan algunos campamentos y no allí mismo sino algo antes, a la izquierda, se desvía la pista que ya, en dos o tres ocasiones has estado tratando de recorrer para por fin conocer los paisajes por donde esta pista viene.

Aunque también crees que es la misma que os encontrasteis aquel día que subisteis hasta el nacimiento del río Aguascebas Grande entrando precisamente todo su curso arriba. Al llegar a lo alto, Los Tableros que le llaman a todos esos picos y llanuras, os tropezasteis con una pista que luego la fuisteis siguiendo y os llevó justo al Collado del Ojuelo, por lo cual se puede decir que desde luego no puede ser esta pista aquella o al revés. Lo que pasa es que por allí, por aquellas alturas, parece que se divide en varios ramales. Un día de estos tendrás que coger esta pista o mejor, la que se aparta de la carretera cuando ésta remonta la cuesta de los olivos y ver si es o no esta misma que por aquí ahora acabas de encontrarte.

Así que una vez en el camino pista ya no tienes que subir más sino que más bien empiezas a bajar un poco yendo hacia la cañada en la misma cabecera de este Arroyo. Ya por aquí empiezas a ver las ruinas de los cortijillos que ahí, pegados al joven arroyo, también están abandonados. El joven pastor que aquel día se encontró con uno de los que manda cuando ellos bajaban montados en sus yeguas, también hizo el mismo recorrido que hoy estás haciendo tú. Desde el cortijo del montecillo sobre la gran cascada venía buscando las praderas de esta cañada. Y estas tierras fértiles, algo llanas y repletas de silencios, al verlas tú hoy, una vez más adivinas todo aquel trajín suyo por estos montes. Y el más llamativo, el que en estos momentos te atrae con más fuerza es el cambio que todos estos pastores fueron haciendo, obligados en las mayorías de las ocasiones y cansados de la vida por estos montes, primero algunos y después casi todos los demás, fueron comprando sus viviendas en los pueblos cercanos. Al crecer los hijos tiraron hacia esos pueblos y unos a pisos y los que pudieron un poco más en casas, se fueron refugiando tanto en el pueblo de Villacarrillo como en el de Villanueva u otros por esta región y loma.

Los ves tú ahora y como el corazón no lo tienen allí sino en estos montes, llenan su tiempo y sus mañanas regando alguna maceta en la puerta de esas casas que cambiaron por el cortijo. Tienen ahora más cosas y menos ovejas pero en el fondo no son felices porque la ausencia se los come por dentro. “Pero a ver, uno se equivoca en la vida y cuando se da cuenta y quiere volver atrás, ya es demasiado tarde porque uno ya es viejo y con cualquier cosa se conforma”. Es lo único que te dicen. O en todo caso, los más animosos, te miran y echando mano de aquellos trozos de recuerdos a los cuales están agarrados con raíces profundas, te empiezan a contar sus vidas.
- ¿Tú sabes que la profesión más antigua es la de pastor? Ya el Antiguo testamento nos habla de que Abel era pastor.
- Sé yo algo de eso y por experiencia en mis carnes propias sé que esta profesión viene de muy lejos.
- Fíjate que en el libro del Génesis, hablando Jacob con Lab, le decía: “He pasado en tu casa veinte años; tus ovejas y tus cabras no abortaron y yo no me he comido los corderos de tus rebaños. Lo destrozado no te lo llevaba, la pérdida iba a cuenta mía. Me reclamabas lo que me robaban de día y lo que me robaban de noche. He vivido devorado por el calor del día y por el frío de la noche y huía de mis ojos el sueño. He llevado en tu casa veinte años, catorce te he servido por tus dos hijas, seis por tu ganado y me has mudado diez veces el sueldo”. ¿Qué te parece a ti esto?
- Que ciertamente desde aquellos tiempos a estos ha llovido mucho pero que las cosas casi parecen haber cambiado poco. En estas sierras y en aquellos tiempos, no los del Antiguo Testamento sino los de hace unos años atrás, entre los dueños del ganado y los pastores existían infinidad de contratos un tanto atípicos pero todos ello de obligado cumplimiento. Los dueños de los ganados, como los pastores, debían atenerse a la normativa establecida y que se fijaba en los fueros. Los contratos eran temporales. Así se expresa el fuero de Iznatoraf cuando habla del fuero de los pastores de las ovejas y de las vacas. “Cuando aún mando que el pastor de las ouveias curia la çrey de su sennor de la festa de Sant Johan el anno pasado al día de San Johan”. Es de decir, de fecha a fecha de San Juan.

Así que ya, la mayoría, se fueron de estos montes y si por esos pueblos te encuentras con alguno, como el corazón no lo tienen allí sino en estos montes, llenan su tiempo y sus mañanas regando alguna maceta en la puerta de esas casas que cambiaron por el cortijo. Tienen ahora más cosas y menos ovejas pero en el fondo no son felices porque la ausencia se los come por dentro. “Pero a ver, uno se equivoca en la vida y cuando se da cuenta y quiere volver atrás, ya es demasiado tarde porque uno ya es viejo y con cualquier cosa se conforma”. Es lo único que te dicen. O en todo caso, los más animosos, te miran y echando mano de aquellos trozos de recuerdos a los cuales están agarrados con raíces profundas, te empiezan a contar sus vidas.

Los nuevos dueños -11

Y según tus noticias el Arroyo nace por aquí. Bueno, es esto su cuenca alta que se encuentra en la ladera norte de la Sierra de Las Cuatro Villas, en la cordillera que viene desde el Puerto de Las Palomas hasta el tranco del pantano por donde se encuentra el muro. El rincón se localiza exactamente entre el pico Blanquillo y el pico Almagreros pero en este trozo de cuerda que es bastante largo, también nace el río Aguascebas Grande.

Desde donde tú le estás entrando, cuando ya la pista se derrama sobre la cañada, se ve el otro ramal del arroyo. Es decir, El Arroyo, en su parte alta, tiene al menos dos grandes arroyos. Este de la cañada por donde debe existir la fuentecilla del pastor y se desmoronan las paredes de aquellos cortijillos y el que desciende casi del pico Almagreros y que viene desde la nava de la Perra. Este último sería la segunda gran cuenca del Arroyo y es precisamente donde brotan los caudalosos manantiales. Ahí mismo se encuentra la aldea que vienes buscando. Desde aquí, según vas bajando pista adelante ya la vas viendo y aunque no es la primera vez que recorres estos paisajes, al pisarlos hoy tienes la sensación como si para ti fueran totalmente nuevos. Hay aquí un laberinto de barrancos, cañadas, picos y rocas que impregnan todo esta hondonada de un aspecto sobrecogedor y al mismo tiempo bello.

Es el silencio y la soledad lo que más se te clava en el alma mientras vas andando por aquí. Y desde este silencio una vez más se te llena el corazón de cariño por aquella gente en otros tiempos por estos montes. Y como tú tienes alguna información e incluso hasta has leído y has seguido la evolución y los procesos de estos montes y las cosas de aquellos tiempos en manos de unos y otros, ahora comparas y llegas a sacar algunas conclusiones. Así por ejemplos recuerdas como hace unos años, cuando los dueños y administradores de estos últimos tiempos declararon Parque Natural a todas estas sierras y a los cuatro vientos lanzaron la idea de que todo lo anterior fue negativo. Que lo de ahora, lo que ellos traían, sí era realmente lo bueno. Pero resulta que han pasado los años y al ir comprobando los resultados de todas aquellas polvaredas hasta sientes rabia.

Decían que todo lo que traían eran cosas auténticas y sobre todo limpias y respetuosas para los bosques y la gente de estas zonas. Esto es lo que decían hoy los periódicos de los nuevos gestores de estas tierras y a ti no te extraña porque sabes que mañana dirán otra cosa también relacionada con la corrupción y la mala gestión de estos montes. Y como tú en estos momentos que caminos por aquí con la visión de los cortijillos ahí por la llanura no sólo abandonados sino rotos y olvidados, no tienes más remedio que asombrarte ante el cúmulo de basura e indignidad que estos nuevos amos están dejando sobre los montes.

Porque, además, te viene también al recuerdo lo que leíste el otro día que este año, para solucionar un poco el problema de los incendios, los gobernantes, los que ahora manda y dirigen las sierras de este Parque, se les ha ocurrido que lo mejor es cerrar los caminos para que la gente no entre en el monte. “El consejero de Medio Ambiente sorprendió ayer con el anuncio de cerrar los montes públicos cuando haya alto riesgo de incendios. La sequía está provocando efectos dramáticos en la cubierta vegetal y el gobierno andaluz ha decidido endurecer la campaña de lucha contra el fuego.

El responsable de la gestión medioambiental compareció ante el pleno del parlamento para explicar la aplicación del Plan Forestal Andaluz, un proyecto con el que se pretendía cambiar el suelo andaluz en medio siglo y que a los cuatro años de su puesta en marcha ya requiere una revisión. Ante de su intervención realizó un anuncio sin precedentes: la Junta de Andalucía está dispuesta a cerrar el acceso a los montes públicos si, como es previsible, el peligro de incendio es elevado. Esta es una medida de choque para combatir el fuego en un año muy proclive a estos siniestros por la prolongada sequía. El consejero mostró unas fotografías transmitidas por satélite que demuestran el estrés de la vegetación, un fenómeno que refleja el avance de la erosión y el carácter vulnerable del medio. El consejero va a destinar 10.600 millones de pesetas en los próximos meses a actuaciones urgentes, una cantidad que dobla la cifra recogida en 1994 para prevención”.

Estas cosas y otras como estas tú no dejar de leer cada día en los medios de comunicación y en el fondo te ríes un poco porque sabes que todo son palabras que se lleva el viento. Sabes bien que en los últimos tiempos unas de las cosas que ocurren es que antes de poner en marcha un proyecto y de realizar obras reales y concretas siempre la airean a los cuatro vientos para que por lo menos haya ruido aunque no haya nueces. Por eso cada día más tú te ríes de todos estos anuncios en los periódicos y cada día más va creyendo sólo en aquello que ves. Tantas mentiras y tantos bulos has vistos y oído ya que no están las cosas para bromas.

Agricultura ecológica -12

Vas siguiendo tú la senda rumbo a donde crees vas a encontrarte con las ruinas de la aldea abandonado y ahí, donde El Arroyo se derrama hermoso en la verde cañada por donde empieza a correr, los pastores tenían su cortijillo y junto a él las tierras de cultivo. Cuatro trocillos de tierras que ellos fueron arañando a la cañada, a la ladera y a la orilla del arroyo. Y como tú ahora pasas por aquí, sin querer te tropiezas con estas tierrecillas, casi comidas ya por los majoletos y los romeros.

Te tropiezas con ellas, y como tú no dejas de ver cuanto hoy existe por estas tierras y al mismo tiempo no dejar de penetrar el silencio y ver también las cosas que fueron en aquellos días, descubres ahora aquella tarde que pasó por aquí al que el joven encontró montado en la yegua cuando iba por la senda y fue y le dijo al pastor:
- Este sistema de cultivo que vosotros desarrolláis ya no sirve.
- ¿Por qué no sirve?
- Hoy en día todo es mucho más moderno. En lugar de echarle estiércol a las tierras se le echa abono químico que es más fuerte y hacen que las plantas crezcan más rápidas y mejor. En lugar de regar con este sistema de regueras directamente desde el manantial al huerto hoy en día se usan periquitos, que son unos tubos de hierro por donde el agua sale en forma de lluvia. A este sistema de riego se le llama de aspersión y es mucho mejor y más moderno. También en lugar de tratar las plagas como vosotros que vais mata por mata sacudiendo los pulgones de las ramas, se usan unos productos que se llaman insecticidas que se los echas así esturreado y se mueren todas las plagas.
- Pero señor, yo tengo oído que todas esas cosas son venenosas tanto para las plantas como para las personas y las aguas.
- ¿Quién te ha dicho a ti que son contaminantes?
- Un amigo mío que es muy entendido.
- Bueno pues, aunque algunas de las cosas que te dice tu amigo son verdad hay otras muchas que son incierta, porque a vosotros los pastores de estas montañas lo que os interesa es modernizaros. Con todos estos métodos modernos que yo te estoy diciendo tú vas a sacar de tu huerta el doble de productos y el doble de gordos que con este método tuyo de siempre. Yo soy entendido y sé bien lo que me digo y también sé bien lo que te interesa.
- ¿Y qué es lo que me interesa?
- Ya te lo estoy diciendo: modernizarte y si quieres yo puedo echarte una mano.
- Hombre, por probar no se pierde nada y si resulta que es verdad lo que me dice usted a lo mejor salgo ganando. ¿Qué tengo que hacer?
- Mira, para empezara vamos a hacer una cosa: como tú tienes algunos ahorrillos de lo que vas sacando de las ovejas y de las tierras que siembras, me los vas a dar a mí.
- ¿Para qué quiere usted, señor, mi dinero?
- Es que tienes que empezar a modernizarte en todo; eso de guardar los dineros enterrados bajo una piedra ya ha pasado de moda. Hoy día existen bancos para que te guarden el dinero donde al mismo tiempo hasta te dan más dinero por tener los ahorros allí. En el banco es donde vamos a guardar tu dinero; luego yo me encargaré de, con ese dinero, irte comprando todo lo que necesites para a modernizar tu huerta. Ya verá que bien va a salir todo si te fías de mí que tengo estudios y sé bien lo que hay que hacer para que nada salga mal.
- Pues si usted lo dice, señor, que tiene más estudios que yo será verdad; vamos a fiarnos de usted.
- ¡Claro hombre, así me gusta que seas valiente y lanzado porque la vida y la suerte es de los valientes!

Aquel mismo día el pastor entregó todos sus ahorros al que mandaba y éste volvió unos días más tarde trayendo todo lo necesario para instalar un sistema de riego por aspersión en las pequeñas huertecillas donde nace El Arroyo.
- ¿No quedará feo esto aquí en el corazón de estas montañas donde todo es un puro paisaje?
Le pregunta el pastor a ver tantos cacharros.
- De feo nada porque la modernización tiene que llegar hasta los montes más lejanos.
- Pero vamos a ver, señor, para que salga el agua por estos tubos y caiga en forma de lluvia, habrá que meterla primero por los tubos y darle fuerza ¿no?
- Pues claro pero eso está ya pensado y estudiado: el sistema de desnivel.
- ¿Y qué es eso?
- Te lo voy a explicar con palabras sencillas para que lo entiendas. Los tubos van a venir desde el manantial: allí mismo cogemos el agua, la metemos en los tubos y como desde allí hasta el hortal hay mucho desnivel, ella misma, por sí sola tiene impulso suficiente para salir con fuerza por aquí y caer en forma de lluvia ¿lo entiendes?
- Un poco pero tendré que verlo para quedarme satisfecho. Hasta que mis ojos no lo vean no podré creerlo ni entenderlo del todo.
- Yo te explico como se hace y tú te pones manos a la obra porque esto tiene mucho trabajo y requiere tiempo cosa que yo no tengo ni a ello puedo dedicarme. Ya tengo bastante con gestionar tu dinero, traerte hasta aquí estos tubos y darte todas las explicaciones que necesites. Cuando vuelva el próximo día te traeré los abonos químicos y los insecticidas y si puedo también semillas seleccionadas y de tierras lejanas que son las buenas. Verás tú esta próxima primavera que cosecha vas a tener.
- Dios le oiga, porque yo estoy pensando que si todo va bien, hasta podré vender productos a otra gente y así ganar más dinero.
- Claro que sí y todo el mundo te envidiará por haber sido el primero en modernizar tus cosas y tu vida.

Se fue el señor y cuando unos días más tarde volvió venía cargado de montones de productos modernos. Y como el pastor no había terminado todavía de hacer aquella instalación de riego por aspersión, le dijo:
- Bueno, poco a poco pero ahora conviene que vayas aprendiendo hasta el significado de las palabras que vas a tener que usar en esta modernización tuya. Por ejemplo: riego por aspersión es el que mediante mangueras, bocas giratorias que le llaman periquitos en algunos sitios, dispersa el agua a modo de lluvia artificial.
- A pesar de todo yo creo que como la lluvia natural no hay nada y aquí en estos montes la lluvia es una cosa que casi nunca falta y cuando falta, después de la lluvia, aquí siempre se ha regado como regaban los antiguos: con regueras trazadas en la tierra por donde va el agua en forma de arroyo pequeño para empapar la tierra donde crecen las hortalizas y las legumbres.
- Es que vosotros los pastores y campesinos de estas montañas siempre habéis sido pesimistas y reacios a los nuevos tiempos. Si tenéis un duro en lugar de invertirlos en fábricas y otros proyectos, cogéis y lo enterráis. ¿Así cómo vas ni a progresar ni a cambiar nunca?
- A mi no me diga usted eso porque ya ve que estoy colaborando, aunque le voy a decir que mi amigo no dejaba de decirme que los cambios tienen que venir de otra manera.
- ¿De qué otra manera?
- Por la vía del estudio. Que nosotros tenemos que estudiar, formarnos bien y si es necesario hasta conseguir los títulos de ingeniero de montes o hacernos ministros para que así sepamos lo que hay que hacer y nadie nos engañe nunca.
- ¡Tonterías! ¿Para qué estamos nosotros entonces aquí? Tú déjate de tonterías y hazme caso verás como esto de la modernización de vuestros huertos, tal como yo lo tengo pensado, da buen resultado.
- Que Dios quiera que sea así porque sino me voy a quedar arruinado.

Otra vez más aquella tarde se fue él dejando en este rincón todos los objetos modernos que había traído y dándole instrucciones al pastor para que sembrara aquellas nuevas semillas de países lejanos y preparara las tierras con aquel abono químico.
- Ya volveré pero para entonces tu cosecha tiene que estar hasta recogida.
Le decía al pastor cuando se despedía.
- Ya veremos.
Le dijo el pastor.

Y lo que pasó es que aquel proyecto que el que mandaba quería poner en marcha en las tierras de la huerta del pastor no dio resultado. El agua por riego a aspersión no funcionó, las semillas extrajeras brotaron pero en cuanto vinieron las heladas tardías, se quemaron todos los tallos. Los tomates, los que se salvaron y pudieron por fin madurar, tenían sabores raros porque aquello del abono químico no dejaba el mismo sabor en las hortalizas que las que habían sido criadas con estiércol de las ovejas y lo peor de todo fueron los insecticidas. Hasta varias ovejas se murieron después de comer las hierbas que habían sido rociadas con aquellos insecticidas.

- Pero hombre, si vosotros tenéis la mejor agricultura del mundo ¿para qué os metéis ahora en eso de abonos químicos y riegos a aspersión?
Le decía al pastor su amigo de siempre.
- Es que me dijo que todo esto moderno era mucho mejor.
- De mejor nada; fíjate lo que te digo: la agroecología posee numerosas alternativas para erradicar las plagas en los cultivos sin necesidad de recurrir a producto contaminantes. El objetivo principal es prevenir las plagas mediante una perfecta selección de las semillas y la rotación y asociación de variedades que fertilicen las tierras. En última instancia se puede recurrir a productos orgánicos que se caracterizan por ser degradables.
- ¿Y entonces este abono químico que me ha traído?
- El objetivo de los abonos naturales y de la fertilización en este tipo de agricultura es aumentar el humus y favorecer la actividad de los microorganismos del suelo, utilizando únicamente productos orgánicos para que se liberen nutrientes que posteriormente absorberán las plantas.
- Total, que me ha estado engañando.
- No te ha dicho toda la verdad porque pone la modernidad en cosas que ya se han comprobado no son buenas ni para la salud ni para la naturaleza. Mira, para que te quedes con las cosas claras y no te dejes engañar más por el primero que te diga esto a aquello, te voy a decir, te voy a resumir en unos puntos, las normas generales para conseguir cosechas abundantes y sanas. *Para prevenir las plagas es imprescindible plantar variedades acordes al medio y mantener una rotación del suelo; esto vosotros los venís haciendo desde hace siglos y tenéis más experiencia que nadie. *Uno de los métodos más novedosos es el tratamiento térmico del suelo basado en la desinfección mediante calor. *El mejor abono es el estiércol de animales descompuesto por fermentación en montón, en hoyo o en la superficie. *Entre los productos verdes se incluye los restos de cosechas pasadas. *También se usa la paja, el serrín, las virutas y las cortezas. *La agricultura ecológica utiliza semillas naturales producidas en la misma finca o en aquellas otras que también son ecológicas. *En el laboreo se utiliza arado o azada para mezclar el suelo y así aumentar su fertilidad. *La siembra debe realizarse en los plazos de tiempo recomendados para la variedad que se esté utilizando. *La agroecología persigue volver a los sistemas tradicionales, es decir, lo que vosotros habéis estado haciendo desde toda la vida.
- Bueno pues, entonces ¿qué hago?
- Cuando venga por aquí le dices que te deje en paz; que se lleve todos los objetos que te ha traído y que te devuelva tu dinero.
Le aconsejó al pastor su amigo de verdad.

Y esto fue lo que hizo el pastor pero como aquel hombre era tan cerrado de mollera, le dijo al pastor:
- Es que de tu dinero apenas quedan dos pesetas.
- ¿Y donde se ha ido entonces?
- ¿Te parece poco todo lo que te he comprado?
- Pero señor ingeniero, a mí no me sirve para nada ninguna de estas cosas que me ha traído usted.
- No te servirán pero todo esto vale un dineral además del trabajo que yo me he dado para traer a estos montes tanto cacharro.
- No se queje ahora porque todo fue idea suya.
- Claro pero para ayudarte a ti.
- Pues valiente ayuda la que me ha traído.
- Ahora no me eches a mí la culpa porque todo es por lo pesimista que te muestras, la poca preparación que tienes y también la poca fe que depositas en el futuro. - En fin, que ahora soy yo el culpable de todo.
- Y tan culpable.

Dos días más tarde volvió por allí y como le traía al pastor las cuentas de su dinero, lo llamó y sacando un sobre le dijo:
- Aquí tienes los resultados finales de todo aquel dinero que me diste. Cuenta ese dinero.
El pastor contó y luego escuchó las explicaciones que sobre aquellos papeles le daba y como nada cuadraba según las cuentas que el pastor había hecho mentalmente, miró al hombre y le dijo:
- No se me ocurrirá nunca más hacer ningún negocio con usted, señor de montes.
- Eso es lo que te digo yo, porque después que me he preocupado por ti para mejorar tu vida hasta me dices que las cosas de tu amigo son mejores que las mías. Pues sigue cultivando a lo antiguo ya verás qué antiguo te vas a quedar tú también. Porque te has creído que yo he venido aquí a dejarte sin identidad y sin tu denominación de origen y no era eso.
- En fin, señor, aunque no nos va boyante con este mundo que nos rodea en el fondo somos felices y no necesitamos de las modernidades que usted nos ha traído ni tampoco nosotros queremos ser tan modernos. Aunque tirando, siempre las cosas nos fueron bien y yo creo que así seguirán para que sigamos tirando.

El Collado de las Setas -13

Bueno pues, tú ya andas por la cañada donde nace este Arroyo y mientras vas andando, ya a punto de empezar a bajar para irte por la pista, pasar junto a los cortijillos y seguir directamente a la aldea, vas pensando que si en lugar de seguir bajando te vienes cañada arriba para acercarte cada vez más al punto exacto donde debe nacer esta gran arroyo, te encajas en el mismo collado. Un collado es la elevación suave de terreno menor que el monte; cañada pero algo menos.

Así que lo piensas bien y decides subirte por la cañada hasta lo más alto del collado. El nombre de este collado no es el de las setas sino que su nombre, según te dijo el joven pastor que todos los veranos trae a sus ovejas a pastar por aquí, es el collado de los Hermanillos. Le preguntaste por qué se llama así y no supo decirte más pero tú sí sabes que los Hermanillos también se refiera a unos picos que no caen muy lejos de aquí. De todos modos el nombre que te dijo el pastor te gustó y como encuentras que le queda bien a este collado así lo aceptas y así crees tú que es bueno que se llame.

Una vez en el mismo centro de este collado te queda a tus pies, hacia el poniente, la cuenca del río Aguascebas Grande y hacia el levante la cuenca del Arroyo. Es decir: te has situado justamente en el punto exacto donde nace y están los primeros metros de las cuencas de dos de los cauces más bellos de la Sierra de Las Villas. Algo impresionante si tienes en cuenta lo quebrado de esta ladera y lo lejano y la profundidad de estas sierras, un día entero se puede tardar en llegar hasta este punto si se prescindes de la pista por donde ciertamente se llega antes y con mucha más comodidad. Pero tú sabes que si te vienes por la pista, cosa que hoy no has hecho, el sentimiento de lejanía y profundidad sobres estas montañas no es ni mucho menos lo mismo. Y eso va en la línea de tu teoría: cuanto con más comodidad te muevas por estas sierras menos gozarás de ellos y menos te pertenecerán. Tiene un gozo especial la conquista basándose en esfuerzo y horas.

Y, además, si lo piensas bien, esto de encontrarte en un punto tan singular como este no es cualquier cosa. Aquella primera vez que lo hiciste lo sentiste como lo más hermoso y denso de tu vida. Una experiencia que como ocurre una sola vez en la vida resulta por excelencia única y más aún si como hoy tienes la suerte de volverla a repetir. Y por eso es la segunda vez que te encuentras en este collado. La primera fue aquel día que viniste con el amigo que ya no está y llegaste hasta este collado subiendo desde el Raso de la Honguera, Cueva del Peinero, siguiendo el curso del río Aguascebas Grande. Por esas ladera tan llenas de monte y rocas, tan quebradas y repletas de soledades profundas, se os levantaron varios jabalíes y bajo las rocas visteis sus camas. Recuerdas tú esto como si lo hubieras vivido en un sueño y, sin embargo, fue real.

Como aquel día también era otoño, cuando por fin os encontrasteis en lo alto del collado la emoción se multiplicó por aquellos dos encuentros: el de las setas bajo y a la sombra de los pinos pequeños y el del pastor. Con lo primero os parasteis un poco para gozarlas despacio porque os llamó la atención lo grande que eran aquellas setas y cuando os aplastasteis junto a ellas para fotografiarlas se os acercó el pastor.
- ¿Que, buscando setas?
Os preguntó. Fue una sorpresa porque no lo esperabais ni allí ni tan cerca y a su pregunta respondiste que:
- No exactamente pero ya que las hemos visto a ellas y a usted nos servirá para salir de una duda.
- ¿Que es lo que dudáis?
- Si se dan o no mucho por aquí los níscalos.
- Los níscalos, como el resto de las setas, se dan por aquí en abundancia si el otoño es bueno.
- Pero hasta este lugar ¿quién viene a buscarlos?
- Hoy día hay gente para todo y llegan hasta donde menos te lo esperas.
Cuando el pastor terminó de daros estas respuestas fuiste tú el que, animado por las circunstancias y el tema, le preguntaste:
- ¿Y que opina usted de eso?

- Quizá mi opinión no sirva para mucho pero como me la habéis preguntado voy a deciros que yo pienso que la economía de los vivientes rechaza el acopio y se aferra a la austeridad renovada cíclicamente. Por eso demasiadas veces se nos enturbia la actividad con un escandaloso saqueo masivo y hasta despreciativo hacia el propio regalo que nos ofrece los hongos y los suelos nutriéndose y a esto quería yo llegar después de esta tan larga exposición mía. Lamentablemente muchos en su trasiego destruyen las setas no comestibles, se llevan mucho más de lo que van a comer y arranca con afán clasificatorio varios ejemplares cuando basta uno. Y la presión es tan grande y la colecta tan masiva que empezamos a detectar también cansancio en los mismos hongos porque hay ya pinadas y campiñas esquilmadas. Así que esta es mi opinión.

Con interés seguisteis vosotros aquel día las cosas que os dijo el pastor y como de momento os encontrasteis agusto a su lado, allí os quedasteis con él un buen rato por entre los pinos del collado. Y como en este rato tuvisteis tiempo de hablar de las manadas de animales en tiempos pasados, entusiasmado él os decía:
- Era una gloria verlos monte arriba en busca de la hierba de las cumbres. Era una gloria cuando en los primeros albores del día los rebaños salían de sus corrales, tinadas y establos que es como lo llamamos aquí, e iban llenando cañadas y barrancos. A veces algunas de las manadas se te perdía tras las rocas de la loma, otra se te iba arroyo bajo buscando el arroyo más grande y la otra u otras se quedaban por los alrededores de la majada. Los pastores, vaqueros o cabreros llenaban de vida estos campos yendo por las sendas tras o en busca de sus rebaños y preocupados por aquel que se había perdido tras la cordillera. Había que subir a por él y había que procurar, si era posible, dejarlo que pastara por allí a lo largo de todo el día y al mismo tiempo volver antes de que la luz del día se fuera y la noche nos cogiera bajando la ladera.

Esto y otras muchas cosas os contó aquel pastor tan lleno todo de las vivencias de aquellos tiempos y como vosotros teníais que seguir ya que el día andaba muy avanzado y os encontrabais bastante lejos del punto a donde tenías que regresar, le preguntasteis y entonces os dijo:
- El monte que tenemos enfrente, hacia el norte, es Torraso que tiene 1600 m. Pues por el lado sur de este monte va una pista que arranca desde aquí mismo, desde el collado y baja o sube según el terreno, bordeándolo hasta juntarse con la otra que viene desde la aldea y por la zona esa que se llama Los Tableros.
- Pero nosotros no queremos ir tan lejos.
- Ya sé que vosotros hoy no queréis ir tan lejos a pesar de que habéis venido a parar lejos pero yo os voy a decir una cosa.
- ¿Qué es lo que nos va a decir usted?
- Que si vosotros hoy tuvierais tiempo os iríais por donde yo os iba a decir.
- ¿ Y por dónde nos iba a decir usted?
- Yo os iba a decir que os fuerais desde este collado atravesando el monte hasta salir a la parte alta de ese otro afluente del Arroyo, el que pasa cerca de la aldea y nace en la misma cumbre del pico Almagreros pero por aquí cerca de los Hermanillos que son dos picos preciosos entre el Almagreros y el Blanquillo.
- Pero según usted nos indica si nosotros hoy nos fuéramos por ahí íbamos a salir por la zona esa donde está la amplia y grandiosa Majada de la Perra.
- ¡Exactamente! La Majá de la Perra que es una llanura grandísima, como dos o tres campos de fútbol y que cuando está llena de hierba y luego a lo largo de casi todo el verano todavía pastan por allí los rebaños de ovejas. Por eso os digo que si tuvierais tiempo deberías iros por ahí y bajar luego por el arroyo hasta la aldea para subir por el ramal de la pista de abajo y venir a salir a Los Tableros.
- Y además de esa gran llanura ¿qué otra cosa es lo que nosotros veríamos por ahí en caso de que decidiéramos hacer esa ruta, si no hoy, cualquier otro día?
- Pues no veríais nada más que preciosidades. Todo un paisaje lleno de belleza que deberíais conocer para así tener lo mejor de la sierra dentro de vosotros. Os lo digo con toda sinceridad yo que conozco bien y desde toda la vida estos rincones.
- Bueno y si nos vamos por este sitio ¿cuánto tardaríamos en volver de nuevo al pico Torraso y desde aquí al Raso de la Honguera?
- Yo creo que vosotros podéis tardar un día largo, porque claro, todo depende de si lleváis prisa, conocéis el terreno y cogéis o no por trochas y veredas.
- Lo sentimos mucho pero no salen las cuentas. Ya tenemos gastado más de medio día, así que hoy no puede ser.
- Pues es una pena, os lo digo de verdad.
- En fin, en otra ocasión será.

Como un Trozo de Museo -14

Y la otra ocasión podría ser hoy. Porque hoy estás tú de nuevo en este collado y como no tienes que volver para atrás en busca del Raso de la Honguera sino que vas para delante, es tanto como decir, en la dirección correcta. Desde este collado, ahora, en lugar de bajar otra vez para buscar la pista y seguir luego por ella, puedes irte por la parte alta, saltando la lomilla de enmedio por donde ésta se une a la gran cuerda e ir a salir por la zona esa de la Majada de la Perra y después a los grandes manantiales. Esta es la misma ruta que aquel día os indicó el pastor y que dejasteis para otra ocasión que acaba de presentarse. Pero, aún siendo una pena, hoy tampoco la aprovechas tú. Y la verdad es que hoy no tienes ningún motivo importante para no aprovecharla pero el caso es que decides de nuevo volver por la cañada de los cortijillos y aquellas huertas donde el ingeniero quiso implantar la agricultura ecológica. Y si busca una razón profunda para justificarte a ti mismo la única que encuentras es la fuerza de una gran sensación.

Porque nada más empezar a bajar por la pista que se va hundiendo en el barranco, una extraña sensación de asombro te va dejando el alma embelesada.
- ¿Tú habías oído hablar algo de este barranco?
Te preguntó aquél día tu amigo el joven pastor.
- Yo había oído hablar bastante y todo en un sentido de asombro. Me lo definieron como el barranco de la gran catedral de la sierra. Un museo gigantesco donde más por su belleza que por sus proporciones, te asombra todo.
Le dijiste tú a él.

Ahora pasas rozando el segundo manantial que brota en el arroyo de los tres pinos y ya nada más verlo, te deja helado. Primero baja una pequeña sendilla por la pendiente que lo protege al lado del levante. Quizá en otros tiempos sí fue senda de verdad pero ahora es sólo una sendilla para los animales porque nadie más la usa ya. Bajas esta sendilla poniendo todo el cuidado en no resbalar y caer al agua y te sitúas frente al manantial. Lo miras y con tanta fuerza te coge que casi te quedas sin reacción. No sabes si beber un sorbo de este agua limpia, si tocarla para llenarte más de ella, si mirarla y quedarte ahí y así eternamente o si irte y no mirarla más a fin de no sufrir tanto.

Así que si consigues escabullirte de la magia de este hoyo con su manantial en el centro, los pinos y luego el chorrillo, en cuanto miras al frente te dan otro golpe, precisamente eso, los pinos. Clavados en las rocas que se desploman en tajos hacia los barrancos, se alzan potentes hacia el infinito del azul sobre las cumbres. Todos son gruesos, rectos, fuertes y majestuosos. Subes un poco y mientras por el pequeño llanillo adivinas el rescoldo de la lumbre aquella donde se calentaban los serranos cuando los inviernos llenaban de hielo todos estos barrancos, va sintiendo la presencia de aquellos otros serranos. Se habían instalado en un chozo de monte construido por ello, al lado norte del cerro redondo. Todo el mundo sabía que ellos estaban allí y que en aquel rincón vivían desde épocas lejanas. Todo el mundo sabía esto pero hasta el lugar del chozo nadie se acercaba precisamente por eso: por lo lejos y recóndito del rincón. Ahora los sientes mientras vas recorriendo estos lugares ya casi respirando el viento de la aldea que en la ladera permanece rota y también te siente con la necesidad de seguir y deshacerte, si puedes, por todo ese rincón.
- ¿Estará por ahí, todavía ese chozo?
Le preguntaste a tu amigo el joven pastor.
- Seguro que sí aunque la verdad es que yo nunca lo he visto. Pero aunque sea así, el acercarte por el lugar y pisar aquellas laderas, produce una extraña sensación.

Y es así, porque tú ahora mismo sientes como si todavía viviera aquí aquella gente. Como si a pesar de los años y el olvido de casi todos los seres humanos sobre el planeta tierra, ellos, su chozo, las sendas por donde iban y hasta el latido de sus corazones, aquí se hubiera quedado parado para siempre. Como si la escala temporal de la humanidad se hubiera detenido.

Así que tú, en un ir y venir, estar y no estar en cuerpo y espíritu, entre el pasado, el presente, la realidad, tus sueños y la eternidad, te encuentras que hoy andas perdido ya casi plenamente entre los misterios y las soledades de este barranco, nacimiento del gran Arroyo y a tu mente acude la declaración mundial de Reserva de la Biosfera para todos estos montes. A ti te han dicho que la Reservas de la Biosfera son áreas protegidas donde la conservación del ecosistema y su diversidad biológica se combina con el uso sostenido de los recursos naturales, en beneficio de las comunidades locales que habitan estos espacios naturales. A ti te han dicho también que la Unesco estableció esta figura en 1976 en el marco del programa internacional de investigación sobre el Hombre y la Biosfera, que tiene como objetivo proporcionar la base científica y capacitación necesaria para tratar los problemas que se relacionan con el uso de los recursos, la conservación del medio ambiente y los ASENTAMIENTOS HUMANOS. Y te han dicho que las Reservas de la Biosfera constituyen una red internacional de trescientas veinticuatro reservas en ochenta y dos países.

Por decirte te dijeron que el primer congreso internacional sobre Reservas de la Biosfera se celebró en 1983 en Minsk, Bielorusia, de donde emanó un plan de acción de nueve puntos de las Reservas de la Biosfera, que fue aprobado por la Unesco y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Te dijeron que diez años más tarde, en la Conferencia General de la Unesco celebrada en 1993, fue cuando se aceptó la invitación de España a convocar una reunión de expertos en Sevilla para evaluar el Plan de Acción y diseñar una nueva estrategia.

Todo esto y otras muchas más cosas te han dicho a ti y con todos estos datos en tu mente, tú has ido analizando, comparando, viendo y observando y al final, si es que este puede ser el final, tu has aprendido una cosa: primero, que en aquellos países más desarrollados la mayoría de las reservas han sido olvidadas por falta de prioridad política. Segundo, que los legisladores de estas reservas han dando muy buenos consejos a los países en vía de desarrollo pero no se lo han aplicado nunca a si mismos porque para ellos ha pesado más los beneficios económicos. Y tercero, lo más cruel y ofensivo es que precisamente, en los países más pobres, en las zonas más deprimidas y en aquellos rincones poblados de pastores y gente humilde, como es el caso de este rincón que ahora mismo pisas, es donde el planeta tierra está mejor conservado. Con lo que se confirma lo de siempre: los humildes de la tierra son los que menos la han roto, los que mejor la han conservado y cuidado.

Y esta realidad ¿acaso tiene algo que ver con la presencia de aquella gente por aquí, en aquellos tiempos, y el sentimiento que ahora mismo te embarga, según te acercas a la ruina de la aldea y pisas las tierras que los rezuma por todas partes? No sabes por dónde pero te resuena por algún sitio, que algunos de los que se dedican a planificar y gestionar hoy estas reservas, el otro día te decía que:
- Es necesario romper la coincidencia entre marginalidad socioeconómica y valor ecológico en Andalucía. Extensas sierras pobladas y marginadas de los ciclos económicos son precisamente las que encierran los mayores valores naturales.

No supiste tú qué responderle porque al parecer sentía, presentía y hasta tenía vivo dentro de ti lo que ahora mismo estas pisando y viendo con los ojos de tu alma. ¿Se puede elaborar de todo esto unas respuestas para aquellas palabras? El acercarte por el lugar y pisar estas laderas, produce una extraña sensación. Y es así, porque tú ahora mismo sientes como si todavía viviera aquí aquella gente. Como si a pesar de los años y el olvido de casi todos los seres humanos sobre el planeta tierra, ellos, su chozo, las sendas por donde iban y hasta el latido de sus corazones, aquí se hubiera quedado parado para siempre. Como si la escala temporal de la humanidad se hubiera detenido.

Avistando la Aldea -15

La pista seguida que es el ramal que entra por la parte de abajo y se va derecha a la aldea, en cuanto se despega de esta primera cañada, cimbrea a la lomilla de enmedio, la atraviesa como puede, que más bien es con bastante dificultad porque por el lugar existen grandes laderas de rocas, y cae a la otra cañada. Siguiendo la pista te vas tú y nada más coronar un poco las primeras curvas del puntal ya ves la aldea. Frente a ti queda en la misma ladera norte del pico Almagreros, en un pequeño collado que derrama sus tierras, casi llanas, hacia el lado en que avanza la pista. La aldea en realidad parece que ni siquiera llegó a la categoría de aldea, porque sólo fueron unos cuantos cortijillos construidos unos muy cerca de otros y hasta tal punto tuvieron poca importancia que ni siquiera vienen señalados en los mapas ni de ellos te habla casi nadie. Y para que todo el mundo los ignoren aún más, los que ahora gestionan las tierras de estos montes, por ningún sitio y en ningún momento oirás tú nunca que mencionen para nada a esta aldea o cortijillos.

Por el mismo lado en que avanza la pista y enfrentada también a la misma ladera algo llana de la aldea, te encuentras con la segunda cañada. Es el arroyo, primer gran afluente del Arroyo. Suavemente la pista empieza a irse por un poquito cañada arriba y ya aquí de nuevo el corazón se te llena de emociones encontradas. Este trozo de tierra se llama, según tu amigo el pastor joven, Cañada Somera, cosa que tú no sabías y te alegra conocer. Quizá la más importante de todas las emociones que en el corazón se te amontonan es la que te surge del cascabeleo de la corriente que baja por este arroyo el cual se le junta enseguida el cascabeleo y el caño del manantial que fluye en la misma ladera que acoge a la aldea. Y la otra gran emoción es la aldea. Mana de aquí, de su silencio, hoy un latido de vida ausente que se te clava en lo más profundo del espíritu.

Aún sientes el juego y la algarabía de los tres niños y medio que correteaban por esta aldea. Se juntan ellos por la zona esa de los nogales y pegados a la acequia, reguera con agua que atraviesa los huertos desde la parte alta para ir repartiendo el líquido por los distinto bancales, preparan una lumbre. Primero buscan trozos de ramas secas y teas de pinos y entre dos piedras enciende el fuego. Esperan que las llamas surjan y en cuanto éstas empiezan su revoloteo celeste los niños se acurrucan pegados a su calor intentando llenar de vida sus manos heladas y sus almas juguetonas. Corretean luego por las rocas de la derecha persiguiendo mil sueños de algodón que inaccesibles se les escapan por las cascadas heladas de la ladera hacia el infinito de la cumbre. La ladera es toda de ellos y como por la ladera, el bosque y las rocas, no hay nada más que paz y silencios, sus pequeños sueños se hacen tan grandes que no caben en el barranco. Ajenos anda ellos al mundo de los mayores y el mundo de los mayores, por estos días, anda también lleno de multitud de sensaciones. Algunos se han llenado de esperanza y otros, los más sensatos y prudentes, no acaban de ilusionarse.

Es el caso que por estos días hay bastante novedades por estas sierras y más aún en este rincón, precisamente por ser un rincón pequeño y alejado casi hasta el infinito, del resto de los humanos. Por un lado han crecido mucho algunas cosas y como casi siempre sucede, cuando algunas cosas crecen mucho, otras menguan. Y las que han quedado o quedan en el centro, en medio, andan casi a la deriva, envueltas en una gran incertidumbre. Por estos días ha venido por aquí, por estas sierras, otro que manda y como lo dirige todo y lo controla todo aunque haya trozos que no le corresponda a él dirigirlos. Hay muchos que se han ilusionado pensando que aquello que hasta este momento iba mal, a partir de ahora mejorará. Otros grupos temen que si las cosas cambian ellos pueden perder su situación de privilegiados pero, aún así, es más la expectación de esperanza que lo contrario.

Entre los mayores de esta aldea, desde hace algún tiempo, se vive con angustia, la idea de tener que irse de aquí. Más de uno ha pensado ahora que en cuanto le exponga estos temores al nuevo que manda él les va a echar una mano. Y el que ha venido hoy por aquí y enseguida aprovechan la ocasión para decirle:
- Miren usted, señor, lo que pasa es que con esta idea del Coto Nacional no hacen nada más que decirnos que sobramos aquí, y la verdad, toda la vida en este rincón, a uno se le mete en el corazón y le coge cariño. Ahora nos dolería mucho tener que irnos de aquí. Los otros directores de antes nos habían tomado manía y por eso nos hemos alegrado que haya venido nuevo. Usted nos ayudará ¿verdad?
- Se hará lo que se pueda. ¿Qué es lo que queréis?
- Pues queremos quedarnos aquí.
- Pero si os hacemos una casa nueva en otro sitio, más bonita, con muebles de estreno y más dentro de la civilización ¿nos os iríais con gusto?
- Es que no vemos la razón para tener que cambiar de casa.
- Una de las razones, la más importante, es que los animales silvestres necesitan más espacio. En los últimos tiempos han crecido mucho y las tierras que ahora ocupáis se necesitan para ellos.
- Por dos pedacillos más o menos tampoco van a sufrir mucho estos animales.
- Buen pero si razonamos bien vosotros vais a salir ganando; los animales y estos campos también.
- Y esto de que nosotros vamos a seguir ganando, depende de como se miré. Porque nuestra presencia aquí nunca ha perjudicado ni a estas sierras ni a los animales salvajes que viven en ellas sino más bien todo lo contrario. Nuestra presencia aquí siempre fue buena para todo.

- Mirad, si ahora os mudáis de vivienda, porque en el fondo es sólo eso, un cambio de lugar, vais a salir ganando en muchas cosas.
- ¿Cómo cuales?
- Tendréis una vivienda más digna, con muebles mejores, más comodidad y sobre todo estaréis mucho más integrados en la sociedad. ¡Mira que vivir aquí en este mundo tan apartado de la sociedad y siendo tan diferentes a ellos! En la nueva vivienda os vais a sentir insertados con los demás y por eso llegaréis a ser mucho más testimonio.
- De todas maneras no lo vemos tan claro. Nosotros nos sentimos muy agusto y creemos que somos felices y dejamos que los demás lo sean con esta forma de vida que ahora tenemos.
- En fin, se trataba de lo siguiente: quiero acordar con vosotros una serie de reuniones para explicaros despacio la gran ventaja que supone que os vayáis de estas sierras. Necesitáis que os lo explique despacio y punto por punto y veréis como llegáis a comprenderlo. En los tiempos que corren ya no se puede pensar en seguir viviendo dentro de estas sierras como si todo fuera igual que antes.

El que mandaba, aquella tarde se fue del lugar y los dejó allí tranquilos, según decía él pero se trataba de eso: de tener un primer contacto con ellos y hablarles del tema. Ya los irían aceptando poco a poco y como él tenía la última decisión en sus manos, si no aceptaban la idea por las buenas, se la haría tragar a la fuerza. Ahora, un director como él, demostraría a todo el mundo su gran valor si conseguía por la buenas y sin trauma lo que otros no habían sido ni eran capaces de conseguir ni a la fuerza. Además, esta gente tan sencilla y con motivaciones tan primitivas ¿cómo no los iba a convencer? ¿Cómo no iba a ser posible lograr el objetivo final?

Durante un tiempo más todavía los mayores de esta aldea no perdieron la esperanza de que el nuevo los comprendiera y se pusiera de su lado.
- A lo mejor nos comprende y deja de empujarnos. A lo mejor llega a comprender que su proyecto no es el más bueno y da marcha atrás.
- Claro, porque esto de irnos de aquí aunque sea a una casa más bonita y grande no acaba de gustarnos a ninguno de nosotros.

Pisando la emoción -16

Así que ahora, cuando hoy tú te encuentras pisando las tierras que tanto pisaron y amaron aquella gente hasta te entra una duda. ¿Sigues avanzando y te metes por entre las ruinas de aquellas casas que les pertenecieron para curiosear y ver qué queda por ahí o te paras y no entras en ese rincón sagrado? La verdad es que la curiosidad siempre empuja y te lleva hasta el deseo de tocar, pisar y si es posible saborear cualquier cosa que puedas encontrar en las ruinas de esta aldea. Seguir adelante, pisar los escombros de estas casas, ojearlo, recorrerlo, observar cualquier resto de aquella gente que todavía quede por aquí, es lo que parece sería lo normal. Cualquier otra persona en tu lugar esto sería lo que haría pero tú sabes bien que este rincón es mucho más que cuatro casas rotas que un día fueron habitadas por gente de estas sierras y luego tuvieron que irse y dejarlas aquí para que el tiempo y la lluvia las desmorone. Parece que es de más grandeza y respeto no llegar ahora hasta estas casas sino quedarte por aquí y desde la distancia observarlas y gustar los secretos que esta visión te contagia. Porque ¡sabe Dios dónde estarán ya ellos!

Y a esta interrogante parece como si desde lo hondo del alma una voz desgarradora se alzara potente y recorriendo todo tu espíritu te gritara diciendo:
- Ellos están vivos.
Algo asombrado tú le preguntas:
- ¿Por qué lo sabes?
- ¿Quieres que te lo cuente?
- Es lo que más deseo ahora mismo en este mundo.
- Pues mira, a todos ellos los he visto en muchas calles de una gran ciudad y todos sus intereses estaban en la búsqueda de un piso. Les habían dicho que junto al río que atraviesa la ciudad, mirando a las mismas aguas y con las praderas de hierba y grandes jardines entre la corriente del río y las casas, existían unos pisos muy bonitos.
- Usted venga que se los voy a enseñar.
Les decía el que quería vender los pisos. Y un día fue por allí el que los representaba y simbolizaba a todos y se puso a ver los pisos. Una hilera de bloques todos iguales con ventanas pequeñas y calles llenas de asfalto.
- Fíjese qué vista y qué belleza de paisajes con su placidez y todo.
- Pero si la vista es a un río que está seco y los paisajes son escombreras y basura llenando toda la orilla del río.
- Sí pero eso es ahora nada más. En cuanto llueva este río es una gloria de hermoso y todas esas escombreras, me han dicho que ya mismo la van a prohibir. Me han dicho que por aquí no va a haber nada más que espacios verdes llenos de silencios y muchos pajarillos cantando por los árboles.
- ¿Y los olores que suben desde el río?
- También van a prohibirlos poniendo desagües nuevos y depuradoras allí donde haga falta.
- Pero ¿y los ruidos de los coches que pasan por esta carretera que tengo justo debajo de mi ventana?
- Eso tampoco es problema. Dentro de unos días van a aprobar la nueva circunvalación y entonces todos los coches se irán de aquí.

Otro día lo volví a ver y era por la mañana. Salió a la calle y como era fin de semana se fue a comprar la prensa para ver los resultados de la liga de fútbol. Aquella noche televisaban una final de liga y todo parecía que se presentaba lleno de emoción. Compró luego unos churros para los nietos y al pasar luego por la puerta de la tienda donde venden la fruta y ver aquellas cerezas tan rojas, grandes y apetitosas, pidió que le dieran medio kilo para llevárselas a la familia. Y si no se las llevaría a los nietos y luego a media mañana los sacaría a pasear a los columpios del parque.
- ¿Esta es la nueva y moderna vida que habéis cambiado por aquello otra ruda y salvaje de la aldea allá en la sierra?
Le pregunté.
- Esta es la vida a la que me han traído obligándome a la fuerza y ahora no tengo más remedio que vivirla. Subvencionado por no decir comprado; modernizado porque tengo nevera coche, piso y hasta vacaciones que me pagan los servicios sociales, así es como yo he progresado al venirme de aquellas soledades y meterme en este enjambre de seres civilizados.

Dos veces más los he visto entre el bullicio de estas grandes ciudades y no me extrañaría que los siguiera viendo muchas veces más. Pero las dos veces me acordé de esta aldea y ahora no acabo de adaptar y comprender aquello que vi con lo que veo y hubo antes por aquí.

El dinero -17


Esto es lo que parece que dentro de tu alma grita y mientras desde ese mundo profundo de tus sentimientos intentas buscar una respuesta clara y hermosa que te deje plenamente satisfecho, ves con tus propios ojos como al amanecer el hombre salió de su casa, como cualquier otro día de los muchos que por allí él tenía vividos y se fue por el campo a ocuparse de sus cosas. Viste tú como dejó su casa toda ordenada. Limpia y con la puerta cerrada y luego, al caer la tarde, fíjate cómo estaba. En la puerta, junto al pequeño peñasco que él tantas veces había utilizado para hacer sus cosas, ahora tenía allí todas sus pertenencias amontonadas. Miró buscando la casa y como no la encontraba el hombre preguntó:
- ¿Qué me habéis hecho con mi casa?
Nadie respondió a su pregunta y entonces viste tú como el hombre de la pequeña casa en las laderas verdes de la profunda sierra de este Arroyo siguió buscando por entre los escombros del tejado y paredes de lo que hasta unas horas antes había sido su morada querida. Porque eso era todo lo que allí había: escombros, polvo y desolación.
- Pero si aquí estaba todo lo que yo tenía en esta vida.
Seguía lamentándose.
- Estaba pero ya no está.
Le dijo otro de los habitantes de la aldea que en esta ocasión se había escapado de milagro.
- ¿Y qué han hecho con mi dinero, el poco dinero que yo había ahorrado y que tenía escondido en el suelo de mi casa?
- No creo yo que tu dinero se lo hayan llevado. Si lo buscas seguro que lo encuentras porque no creo yo que ellos se hayan llevado tu dinero.

Tú viste como el hombre se puso a buscar escarbando en los escombros de lo que hasta ahora había sido su casa porque allí tenía él su dinero, su tesoro, sus pobres pero importantes ahorros, enterrados. Con tus propios ojos viste como aquel hombre, primero encontró unas monedas entre la tierra, las piedras y los trozos de tejas y luego siguió escarbando. Sacó unas cuantas monedas más y eso le hizo pensar que ellos no se habían llevado su dinero. No lo habían visto y por eso el dinero se había quedado por allí esparcido, medio enterrando y medio desenterrado y todo lleno de polvo y piedras.

Tú viste con tus propios ojos la alegría que tenía aquel hombre recogiendo su dinero casi a puñado porque suponía para él todo el trabajo de su vida y el único tesoro que ahora poseías y viste también como al mismo tiempo lloraba a lágrimas vivas por el destrozo que en su casa le habían hecho. Y viste que aunque para él era evidente y cruda la realidad no se lo cría a pesar de estar andando por encimas de sus ruinas.

La cueva -18

Luego viste tú como aquella noche el pobre hombre durmió allí, junto a los escombros de su querida vivienda con los dineros abrazados en sus pechos para que no se los quitaran. Luego, al nacer el nuevo día, como todo en su cabeza estaba echo un lío y en su alma le dolía la realidad, dio una vuelta por entre las otras cosas de la pequeña aldea y como al preguntar le dijeron que ayer había sido la suya y que seguro hoy iba a ser la del compañero, se despidió de aquellas ruinas y se fue.
- ¿Adónde vas?
Le preguntaron.
- No lo sé pero me voy, me tengo que ir para no morirme de tristeza y pena en el único rincón que tengo sobre esta tierra.

Cogió por la senda que sale por la parte de abajo y siguiéndola se fue hacia la gran pared de rocas. Cualquiera hubiera pensado que el hombre, como otras muchas veces en la vida, hubiera sido capaz de despeñarse por aquella inmensa pared de rocas para no seguir viviendo más por lo destrozado, herido y vacío de ilusión y sin raíces que los otros hombres lo habían dejado. Pero con tus propios ojos viste tú que él no hizo nada de esto. Siguió bajando por la senda y como por allí la senda se adentra primero en un gran bosque espeso y luego en un hondo barranco donde las rocas es casi el único paisaje que existe.

Antes de caer al arroyo y meterse por la otra senda que lleva directamente a la cueva, viste como el hombre se paró frente al pequeño trozo de tierra que había cavado el día anterior. Primero se paró en el trozo de más arriba donde ya empezaban a brotar las semillas y luego se paró en el trozo de más abajo, donde la tierra todavía estaba húmeda y recién movida. Ante un trozo y otro el hombre lloró un rato porque allí estaba él con toda su vida y sueños desde su niñez y como todo lo tenía tan confuso dentro de su mente y tan roto en su alma y en sus cosas, lo único que se le ocurre es seguir andando y dejar allí la tierra entre la soledad del bosque y el silencio de la montaña.

Viste tú como él llegó a la entrada de la cueva y después de mirar un poco a un lado y otro se puso a bajar por aquellas oscuridades rocosas. La cueva, en la misma roca, es como un gran agujero que baja en picado dando la impresión que va hacia el centro de la misma tierra pero formando repisas, escalones, columnas, agujeros hacia los lados y enjambre de estalactitas colgando por doquier. No es esta cueva precisamente un lugar bueno para vivir sino más bien una maravilla para asombrarse. Un tesoro silencioso que pocos por aquellos días conocían y menos aún conocen por estos días y por eso es a este rincón a donde el hombre acude cuando siente que todo, sobre la superficie de la tierra, se le ha roto.
- Seguiré bajando hasta llegar a su fin y si encuentro la muerte ahí, por esas profundidades, me da igual porque ¿dónde está el fin de esta cueva y qué es lo que en ese final hay?
Se dijo él como si ya por fin y para siempre quisiera olvidarse del resto del universo, de la aldea, de su casa y de la gente que tan inhumanamente le han dañado.

Y tú viste como aquel hombre, en cuanto llegó al final de la cueva y vio las maravillas que por allí colgaban, se quedó casi sin aliento. Frente a aquel misterio hermoso se quedó quieto y hasta sintió el deseo de no irse de allí nunca más porque según le decía su corazón encontró lo que encuentran tantos hombres que con limpieza de corazón miran al cielo.

Y recuerdas tú ahora, cuando ya te vas a despedir de este rincón con tu alma llena de tristeza porque todas las despedidas son tristes, que tu amigo el joven pastor te dio algunos nombres de este lugar. Donde nace El Arroyo y están los primeros cortes formadores del Aguascebas grande, él lo llamaba el Collado de los Hermanillos y al otro lado, sin precisar exactamente, lo llamaba La Majá de la Perra”. Y es aquello tan grande como dos campos de fútbol”. Te decía.

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