3.13.2008

Entorno a Segura de la Sierra -4


23 de agosto: Ruta al corazón del gran incendio, Guadalquivir y Arroyo de María

Nos despertamos junto al río Guadalquivir. Por debajo del Charco del Aceite, a cincuenta metros del Puente de los Agustines y justo donde el Arroyo de María se entrega al río. Muy cerca del puente de piedra que da paso al cauce de este arroyo, a la derecha y bajo el álamo y el viejo cerezo, hemos pasado la noche. Escoltados por la corriente del Guadalquivir al norte y, al saliente y sur, protegidos por las aguas del Arroyo de María. Aquí es donde esta noche hemos dormido los dos. Tú, borriquillo amigo, no has dormido nada. Toda la noche te la has pasado buscando el mejor pasto y la más tierna hierba de este rincón. Porque a pesar de la escasez de lluvia en todo lo que va de año, en este rincón, es abundante el pasto y la hierba. Las aguas del río y del arroyo lo mantienen vivo.

Ahora mismo empieza a salir el sol y yo me estiro dentro de mi saco. Te miro y te veo muy cerca del charco. Y miro y veo la ancha corriente del río y las claras aguas que por el arroyo saltan. Sigo mirando y veo las ramas de los álamos temblando empujadas por el vientecillo de la mañana y, desde el lado de arriba, me llega el olor de la sierra quemada. Nos estamos aproximando al corazón del gran incendio que hace unos días se ha llevado por delante lo mejor de la Sierra de Las Villas. Desde aquí y, según me voy incorporando, me llega el olor de los pinos quemados y veo las crestas y laderas achicharradas. Abro mi mochila, cojo mi cuaderno y, con el fresco de este nuevo día y el arrullo de las aguas del río y el arroyo, te digo:
- Sinombre, mi buen amigo, voy a escribir en estas páginas lo que vivimos ayer para que quede recogido y pueda saborearlo luego la niña nuestra, la Princesa y todas aquellas personas que creen en nosotros. Sigue tú en tu tarea y come del pasto y de la hierba que en seguida termino y reanudamos el camino. La ruta al corazón de lo ardido. Ninguno de los dos estamos cansados y sí, en el corazón, nos empuja la ilusión y el deseo de recorrer los caminos de las montañas que conozco y por aquí han ardido. Escribo en el cuaderno.

Ayer por la mañana, temprano salimos del Prado del Molino, bajamos al Puente Moro, dejamos atrás las aldeas de Trujala y El Batán y, atravesando los olivares, llegamos hasta la aldea de Rihornos. Mientras atravesábamos esas tierras le decía yo al borriquillo:
- Mira cuantos olivos se han secado. De los grandes hielos en este invierno pasado y de la sequía a lo largo de todo el año. Y son los mismos olivos que fumigaban las avionetas el verano pasado cuando por aquí también pasábamos nosotros. Y con tanta sequedad y desolación, los olivareros de la Sierra de Segura, también este verano quieren que las avionetas vengan por aquí a echar veneno. Me lo han dicho unos amigos que acabo de conocer en Segura de la Sierra. Me dijeron:
- Si no han fumigado ya es porque todas las mañanas nosotros vamos al Conicabra, que es de donde salen las avionetas con el veneno, y antes de levantar vuelo las paramos. No queremos nosotros que vengan otros de fuera a experimentar en nuestras tierras y a dejarnos los campos intoxicados, sin vida y con miseria.
Me dolió oír esto y los comprendí porque en el fondo nosotros estamos con ellos.

De un peral silvestre que hay junto al camino antes de la aldea de Rihornos cogimos unos puñados de peras chicas. Maduras y dulces y le di unas cuantas la borriquillo. Las otras me las guardé en la mochila. En Cortijos Nuevos, la gran aldea de la llanura y al borde del pico Yelmo, nos paramos solo unos minutos. Lo justo para comprar una barra de pan, un trozo de queso y nada más. Le seguía diciendo al borriquillo:
- Agua tenemos mucha por toda la ruta y fruta, ya verás como encontramos moras, higos y almendras. Cogeremos de todo un poco y con esto nos iremos apañando estos días. A ti no te faltará pasto, hierba y agua, ya lo verás.

En Fuente Mala, antes del camping de Montillana, nos volvimos a parar a beber un trago. A pesar del nombre es muy buena esta agua y siempre está fresca y agrada mucho beber en ella frente a las aguas del pantano del Tranco. Desde esta Fuente Mala hay una bonita visión del pueblo de Hornos de Segura y todo el valle que cubren las aguas del pantano. Otra vez le dije al borriquillo:
- Y las tierras y laderas y montañas que se ven al otro lado, todo lo conozco y lo tengo andando y soñado y bañado con mis lágrimas. Aquello que se ve allí es Hornos el Viejo, más abajo se alza la Platera, la Canalica y Fuente de la Higuera. No iremos por ahí ningún día de estos y puede que nunca pero mira desde aquí y recréate en su belleza. Te contaré, si nos queda un rato libre, algunas de las mil aventuras que por ahí tengo vividas.

Y seguimos. En el muro del pantano del Tranco tampoco nos paramos porque este rincón es, en exclusiva, de los turistas. Todos los que por aquí pasan se paran a beberse su “cervecita”, a contarse sus cosas o simplemente porque al llegar ven a otros parados. Así son la mayoría de los humanos. Nosotros seguimos. Atravesamos el túnel que salva al Tranco y volvimos a rozar la fuente Floro. Bebimos un trago y el siguiente fue en el arroyo de Masegoso. Donde el agua cae como en una gran ducha para que los camiones que usan para apagar los incendios puedan llenar. Otra vez le dije al borriquillo:
- Este rincón y esa carretera que sube a la Hoya de los Trevejiles también los tengo muy andados y soñados y llorados. Te contaré un secreto: en otros tiempos, yo disfruté mucho recorriendo todas estas montañas pero al mismo tiempo también me dolieron mucho y por eso lloré hasta el límite. No sé si lo entenderás. Nosotros hoy tampoco vamos a recorrer estos lugares que te digo porque sino nunca llegamos. Pero sí te digo que mires al frente, al otro lado del río Guadalquivir. Fíjate como están todos aquellos montes de achicharrados. Vamos a seguir que tenemos todavía mucho que recorrer y quiero enseñarte mi querida madroñera. La que, desde que era niño, me ha regalado madroños rojos y flores blancas y olores deliciosos a miel y a cielo. Quiero que vea la madroñera que tiene más de trescientos años si es que el fuego de estos días la ha dejado con vida. Sería una gran pena que haya ardido. Como esta madroñera que te digo no hay otra en todo el Parque Natural ni creo que en el mundo entero.

Y continuamos y al llegar al Puente de los Agustines, ya con el día muy vencido hacia el lado de la tarde y de la noche, cruzamos el río. Buscamos el rincón del cerezo y del álamo muy pegado al arroyo de María, nos acomodamos, bebimos en la corriente del arroyo, nos bañamos para aliviarnos un poco del calor, el sudor y el polvo del camino y junto al río y, mientras la tarde se iba, le volví a decir al borriquillo:
- Aquí nos quedamos para pasar la noche. Es este un rincón muy entrañable para mí y nos queda cerca de lo que mañana seguiremos recorriendo. Mientras se pone el sol y en las primeras horas de la noche, en esta ocasión sí te voy a contar algo de lo que por aquí viví hace años.
Y me puse y a continuación pongo, algo de lo que le fui contando. Luego nos dejamos arropar por la noche y el murmullo de la corriente y, al amanecer de este nuevo día, ya nos estamos preparando para seguir la ruta. Vamos a subir hoy hasta la Fuente de los Cerezos y veremos la madroñera que yo tanto quiero.


Vivencia íntima: “Tocando la vida en la tarde de la muerte”

Y ahora digo que aquellos días no fueron tales sino la única bocanada de vida limpia que tuve bajo el sol que ilumina el Planeta Tierra. Fueron la vida para mí y por eso se quedaron tan fuertemente grabados en mi espíritu y no los puedo borrar. A ellos vuelvo una y otra vez, aun sabiendo que ya no los podré resucitar ni tampoco podré rescatar de ellos lo que tan real y vivo fue alimento para el alma que Dios colocó en mi cuerpo. Como una bocanada de aire fresco y limpio en el espacio de la herrumbre y el veneno. Como un trocico de primavera en el centro del más extenso desierto de la aridez, la soledad y el achicharrante sol.

Así que esta tarde me aparto del carril que he traído desde el puente de los estrechos de la Hoz y para la izquierda, me vengo. Lo primero que me encuentro es el gran peñasco, rodeado de sus zarzas, el tronco del viejo cerezo, todavía con algunas ramas verdes pero sin cerezas, el llanete donde estuvo montada la tienda, el ramalejo de caminillo que se mete para las limpias aguas del arroyo y el charco remansado ahí, los troncos de los álamos donde sigue la piedra que tanto sirvió de asiento, más zarzas en el rincón final donde estuvo la hermosa tienda que arropó y dio calor al corazón cuando todavía no tenía polvo ni sabía de tristezas y la verde hierba. La hierba tapiza el oscuro color de la tierra y con el mismo verde puro y vivo de aquellos días, sigue con sus raíces clavadas en el terreno. La parra, hoy más asilvestrada que nunca, enredada en las ramas de los álamos y las zarzas y sin frutos aunque sí con pámpanas recién brotadas. Ando sin darme cuenta que piso el lugar, miro y dejo que los sentimientos fluyan. Son tantos y tan indescriptibles que lo único que se me ocurre murmurar, como expresión y resumen de todos ellos, es: Dios mío, Tú tendrás esto grabado en algún lugar para que permanezca con la eternidad que nos tienes prometido.

El rumor de la corriente del arroyo y las aguas turbulentas que esta tarde bajan por el río, ahogan los suspiros que del alma salen y por eso no se me oye. Sigo todavía unos pasos más y por el final total del rinconcico me encuentro con las matas de orégano. Ya está brotado y bastante crecido. A punto de echar sus flores. Por aquí nace mucho orégano que también cogimos en aquellas tardes y mañanas. Las cuatro matas de durillo que rozaba la tela de la tienda tienen sus semillas bien desarrolladas y ahora echa tallos nuevos. Los mismos juncos siguen tapizando hacia el arroyo y al final, por entre los tarayes y la espesura de la vegetación, las olas azules y verdes de las aguas del Guadalquivir. Quiero gritar porque de algún modo pretendo que alguien sepa lo que por el corazón se amontona pero tengo claro que no sirve para lo que necesito. Me seco las lágrimas que van saliendo por los ojos y miro al arroyo. Sin parar desde aquel día, corre limpio y siempre dibujando fantásticas volutas en sus aguas, remansándose en el charco que fue piscina y deslizándose feroz por el surco que ha tallado en las rocas. Por lo demás, todo silencio. Un silencio espeso que abraza con tanta fuerza que hasta corta la respiración.

Nadie sabe que en estos momentos ando por aquí. Nadie sabe lo que al pisar el rincón siente el corazón y menos nadie sabe de la gran belleza y sensaciones placenteras contenidas en el mundo que el alma ahora recrea. Nadie sabe nada y sin embargo en la tarde primaveral que el cielo ha sembrado por este hondo barranco del Guadalquivir, aquí estoy con más vida que nunca y al mismo tiempo, con una muerte que es más gigante y real que todas las otras.

Al rincón nuestro de la hierba
cayendo la tarde azul
de la hermosa primavera,
voy llegando río arriba
y antes de llegar me tiembla
la sangre en el corazón,
la tristeza por las venas
y, en el limpio y puro sol
tú recuerdo, hermana bella.
Al rincón nuestro que besó
aquella ilusión primera
que el cielo nos regaló
por donde crece la hierba,
vengo llegando y muriendo
de espalda a la vida entera,
escondido entre el viento
para que sólo Dios sepa
que al rincón que nos abrazó
aquella tarde primera,
vuelvo como buscando
Alivio para mis penas.


24 de agosto: Por entre las cenizas del gran incendio

Me despierto sobre las hojarascas secas al borde del Arroyo de San Martín. El cauce que se fragua en las alturas de la Albarda y laderas norte del Caballo del Torraso y desciende por la umbría de la Lancha del Tosero, pasa por el rincón de la Fuente de los Cerezos y se funde con el Arroyo de María poco antes de encontrarse con el río Guadalquivir. En este rincón me despierto en el día de hoy, bajo los pinos, casi entre las zarzas y arrullado por los tres gruesos caños que caen al pilar de la Fuente de los Cerezos. Los tengo ahora mismo a mi izquierda y los veo con solo levantar un poco mi cabeza. Mi borriquillo amigo está aquí conmigo. A solo unos metros de mí y come de la fresca hierba que hay junto a las aguas del arroyo y también al borde de la acequia que sale de la fuente.

Si miro, desde donde estoy acostado y me despierto, frente a mí tengo y se eleva la fabulosa Lancha del Tosero. Por su umbría sube la pista forestal de tierra que lleva al corazón del Caballo de la Albarda. Y miro y no quiero ver lo que por ahí hay. Toda la umbría de la gran Lancha del Tosero, hasta el mismo Arroyo de San Martín y Fuente de los Cerezos, ha sido arrasada por el fuego. Por completo calcinada y, todo para arriba, aun mucho más. Le digo a mi borriquillo bueno que come hierba junto a mí:
- Me levanto en seguida y nos ponemos en camino umbría arriba en busca de la vieja madroñera que yo, hace años, hice mía. Desde que era muy pequeño y que he visitado un millón de veces para coger sus madroños, oler el perfume de sus flores y dormir la siesta a su sombra. Sigue tú comiendo hierba que un poco más arriba ya ves como está la tierra. Toda calcinada, solo cenizas blancas y negras y ni una sola brizna ni de pasto ni de hierba. Ni romeros siquiera han quedado ni una mata de espliego ni ajedrea. Todo ha sido calcinado. Y los pinos mucho más y las encinas, las cornicabras, las madroñeras, las madreselvas, los enebros, los… ¿Se habrá salvado de este incendio mi vieja y hermosa madroñera? Vamos a verla dentro de un rato pero tengo miedo. Si se ha quemado, como todo lo que por ahí estoy viendo, me voy a sentir muy disgustado. Pero continúa y come un poco más de hierba que en seguida me levanto y seguimos subiendo a ver si somos capaces de llegar a lo alto. Al corazón mismo de estas sierras que es donde comenzó en gran incendio que, desde ese fatal día, no dejo de soñarlo. Pero te adelanto que, según estoy viendo, aquello de arriba y de lo hondo sí que estará por completo achicharrado. ¡Qué terrible ha sido este gran incendio y eso que nosotros apenas vemos algunos retazos!

Me doy media vuelta en mi saco, busco mi mochila, cojo mi cuaderno y, para que luego lo sepa la niña y la Princesa y Enebro y Bandolero y todas aquellas personas que en el corazón llevamos, me pongo y escribo: Ayer por la mañana temprano recogimos nuestras cosas en el rincón del Arroyo de María, junto al borde mismo de las aguas del Guadalquivir y seguimos subiendo por el camino. Arroyo de María arriba hasta el puente de piedra. Ahí mismo cogimos por el carril de tierra que se aparta por la izquierda y seguimos hasta mi noguera. La vieja y centenaria noguera que clava sus raíces entre las piedras. No tiene nueces este año pero casi hasta su misma sombra el fuego ha llegado. Le dije al borriquillo, como si desde el alma, se me escapara un llanto:
- ¡Qué pena!
Y luego cogimos moras de las zarzas que crecen ahí, junto a las aguas del Arroyo de María, cerca de la noguera y por debajo del embalse chico. Seguimos subiendo y antes del muro, nos paramos un momento y mirando al borriquillo le dije de nuevo:
- Aquí mismo, entre estas piedras y casi en el camino, verano tras verano yo he visto creciendo una gran mata de orégano. Planta silvestre que abunda mucho por estos barrancos y que ahora mismo, lo estás viendo, achicharrada está por el gran incendio. Y mira ese acantilado y el de la derecha y el que hay por encina del pantano chico. Ni un solo pino vivo ni una madroñera ni una encina ni una mata de orégano. Todo quemado como si por ahí hubiera pasado, en llamas vivas, el propio infierno. ¿A que te duele el corazón?

Y seguimos remontando hasta las claras aguas del embalse chico. El de una pequeña playa de arena, de granos pequeños y a los lados algunos fresnos y madroñeras por el lado de arriba y una cascada blanca entre las cornicabras y muchas encinas y muchas zarzas y muchas mariposas pero, todo esto en aquellos tiempos. Porque ahora mismo, todo está por aquí carbonizado. Como si lo hubiera devorado el mismo infierno. Ni siquiera un árbol ni una mata de orégano ni un lentisco ni un enebro ni… Y le digo otra vez a mi borriquillo:
- Pues aquí mismo, en esta playita de fina arena que moja el agua clara que viene de los veneros, se juntaban las mariposas. Cientos y cientos de mariposas de todos los tamaños, colores y formas que venían a libar las claras gotitas de agua entre los granos de arena. Era un espectáculo aquello y a mí me gustaba mucho verlo. Me gustaba a mí venirme y quedarme aquí, mirando largo rato, siempre quieto. Pero ahora mismo ya estás viendo. Ni una sola mariposa ni un solo insecto ni un solo pajarillo ni una sola águila surcando el cielo ni un solo buitre ni una sola paloma ni un solo arrendajo ni… Todo está hundido en su silencio, achicharrado, negro, cubierto de cenizas, como meditando y durmiendo un sueño que tiene olor a muerte y cara de infierno. ¡Qué pena me da a mi esto!

Desde el embalse chico nos volvemos y regresamos al puente, torcemos para la izquierda y por la carretera seguimos subiendo. Por entre los olivos de la Cuesta del Tosero y caminamos despacio, como si meditáramos no sé qué secreto con olor a bosque calcinado que ahora solo consuela el silencio. ¡Qué silenciosos se quedan los bosques después de ser achicharrados! Como si ya no tuvieran nada de vida o como si ya no pertenecieran a este suelo. De vez en cuando, nos paramos para echarle una mirada a las montañas de enfrente. Las montañas y laderas y cumbres y barrancos que han sido arrasadas por el fuego. Y le sigo yo diciendo al borriquillo:
- Aquellos voladeros de allí son los Poyos de Andaragasca, arriba están los picos de la Veleta, de las Culebras y de las Grajas. Y en aquel collado precioso es donde se encuentra Cueva Buena. Para arriba y a la derecha, lo que se ve es el Tambor de la Rosa, la Majá de la Salobreja, la Lancha de la Salobreja y ya a continuación, el barranco y las ruinas de la aldea de Prao Chortales. En todo lo alto queda el pico Almagreros que con sus 1467 metros es el más alto de la sierra por este rincón de Las Villas. Y ya estás viendo tú qué grande y qué inmenso y qué excelso es todo esto. Y porque no lo tienes recorrido como yo que si no ya verías. Que por eso sé bien lo que te digo. Pero ya estás comprobando: todo calcinado y los pinos centenarios colgando de las rocas como negros esqueletos y las cenizas blanqueando como trazando caminos hacia la desolación y la tristeza. Y arriba, donde más las montañas parecen tocar el cielo, es donde más todo está doblemente achicharrado. Como si por ahí hubieran pasado muchos más infiernos. ¡Qué pena y qué tremendo!

En la pequeña fuente del cortijo del Palancar Bajo, nos paramos y bebemos un nuevo trago. Agua fresca del corazón de estas montañas que sabe a incienso achicharrado y a rocas carbonizadas. Y, sin embargo, el aire de la mañana es fresco y, por entre los olivos de la Cuesta del Tosero, sí vuelan las mariposas y los arrendajos y algunos pájaros carpinteros. Quizá, por entre estos olivos, se hayan refugiado, los que han podido escapar de las llamas y por aquí buscan alimento. Le vuelvo a comentar al borriquillo:
- Al menos agua fresca y clara sí tienen. El corazón de las montañas, al pesar del año tan seco y a pesar del gran incendio, todavía regala savia de agua no contaminada. Agua que parece rocío de cielo. Pero si volvemos a mirar para atrás y observamos despacio lo que por allí veo ¿sabes qué me pregunto? ¿Que si nos merecemos los humanos que el cielo nos regale una mañana como esta, con este azul tan bello, con la brisa tan fresca y un manantial de agua tan clara que parece esencia de cielo?
Y el borriquillo mío no me contesta.

Seguimos subiendo y, a cada paso ladera arriba por entre los olivos, los ojos se me van para las cumbres que, según remontamos, se nos descubren más. Y le sigo yo comentando a él de vez en cuando:
- ¿Cómo es posible que hayan dejado que las llamas arrasaran todo? Dicen ellos que nadie puede entrar a esas cumbres para apagar un fuego y, sin embargo, hasta con los ojos cerrados yo sé por dónde va cada camino, cada senda, donde crece cada árbol, donde brota cada fuente y dónde anida cada águila y come y duermen cada cabra montés y ciervo y jabalí y lagarto. Te pregunto otra vez: ¿Cómo es posible que con tantas personas y con tantos aviones y tantos vigilantes y tantos gastos y tantos medios se haya quemado tanto? No lo entiendo y por eso tampoco sé explicarlo. Pero lo que sí sé, borriquillo amigo mío, es que pasarán años, quizás siglos, antes de que todo esto vuelva a ser lo que yo siempre he visto en estos campos. Quizá nunca más vea nadie madroñeras tan bellas como las que yo he visto, a lo largo de muchos años. Quizá nunca más nadie llore tanto como lo hice yo recorriendo y gozando los caminos que iban por entre los bosques que ahora el fuego ha devorado.

Y al llegar a la casa forestal del Palancar Alto, en la noguera de la curva, nos paramos. Del chorrillo que cae a la alberca bebemos otro trago y, de las higueras de los higos negros, cogemos unos puñados.
- Para cenar esta noche y para desayunar mañana. Luego cogeremos unas cuantas moras más y con esto nos apañamos.
Le comento de nuevo a mi borriquillo Sinombre y seguimos. Rozamos, unos metros más arriba, la pista de tierra que sube a la Albarda y de nuevo comenzamos a pisar más cenizas. Por aquí, por el arroyo de San Martín, en la misma carretera han sujetado el fuego. Por eso, de la carretera para arriba, todo está carbonizado y, de la carretera para abajo, a la derecha según se sube, sigue verde el bosque y los chaparros. Y al llegar a la llanura de la Fuente de los Cerezos lo primero que encontramos son letreros que dicen: “Zona de Acampada libre, organizada”, y al lado otro que acaban de poner hoy mismo donde leemos: “Prohibido encender fuego. Junta de Andalucía.” Y otra vez le comento al borriquillo:
- Nunca hubo, en estas sierras, un incendio que fuera originado en esta zona de acampada ni en ninguna otra de las muchas que conozco en este Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Pero ahora, mira otra vez conmigo y asómbrate: cuando solo hace unos días que acaban de arder lo más virgen, emblemático y bello de estas montañas, se sienten en la obligación de hacer algo y lo mejor que se les ocurre es prohibir cuando lo acertado sería amar, abrir todos los caminos, todas las fuentes, todos los ríos y enseñar a las personas que todo esto es un regalo de Dios. Regalo precioso y único que si no sabemos cuidar, amar y respetar tampoco nunca seremos completamente libres y buenos. Esto es lo que pienso y a ti te lo digo porque eres mi amigo.

Y al caer la tarde, cuando ya el borriquillo comía tranquilo junto al arroyo que se ha salvado del fuego, más de diez ardillas se acercaron por aquí a verlo y a jugar con él. Son algunas de las ardillas que han podido escapar de las llamas y han venido a este fresco rincón de la Fuente de los Cerezos en el Arroyo de San Martín. Me gustó a mí mucho ver esto y más me ha gustado la dulce noche que hemos pasado en este trocito de la sierra. Ahora, dentro de un rato y en este nuevo día, vamos a seguir la ruta hacia el corazón del incendio. En busca de mi centenaria madroñera a ver si ella se ha salvado de las llamas. Tengo mucho miedo encontrarme lo que temo y, por eso, se lo digo a él de vez en cuando. Voy a levantarme, me lavo en el agua fresca de la Fuente de los Cerezos, como algunos higos y moras y seguimos con esta ruta nuestra. Más tarde o, si no mañana, sigo y te cuento.


25 de agosto: Otra vez se nos rompen los sueños

En este prado tranquilo junto al molino viejo nos despertamos hoy. Con un día limpio de nubes y ya, a las nueve de la mañana, con algo de calor. Mi amigo el borriquillo, al contrario de lo que esperaba, no está cansado de la ruta que estos días hemos trazado hacia el corazón del gran incendio. Lo estoy mirando ahora mismo y lo veo, por entre las cañas en el prado pequeño del río, y creo que me está esperando. Ya muy tarde anoche me vine aquí con él, por lo que ahora le contaré y escribiré en mi cuaderno. Pero en estos momentos ya estoy deseando ponerme en forma y comenzar la investigación. Le digo, mientras me voy preparando para escribir lo más importante:
- Ya oíste tú que, cuando ayer por la tarde nos acercábamos a este rincón, nos dijeron que nos habían estado buscando. El hombre que, con su burro recorre los montes buscando leña seca para vendérsela a la panadería de los pueblos, al vernos nos dijo:
- Tres muchachas guapas, que nunca antes yo he visto por aquí, os han estado buscando.
No le pregunté nada pero en seguida supe que ellas son las tres muchachas encantadas, diosas de estos prados. ¿Qué querrán de nosotros? Y en la mañana fresca de este día nuevo otra vez le digo a mi borriquillo:
- En seguida me voy contigo y los dos nos ponemos a buscar por estos prados a ver si damos con estas tres muchachas que nos buscan. Algo quieren de nosotros.

Y cojo mi mochila, saco mi cuaderno, me siento en el pequeño peñasco que hay en el centro de la corriente del río y, para que luego se sepa y lo sepa la niña nuestra, me pongo y escribo: ayer nosotros, desde el rincón de la Fuente de los Cerezos, nos vinimos para el olivar buscando el carril de tierra que sube a la Albarda y por él nos pusimos a caminar. En busca de mi madroñera centenaria con la ilusión y el temor de ver lo que el incendio ha hecho con ella. Pero solo llevábamos nosotros como unos diez minutos pista arriba hacia el corazón de lo ardido cuando nos encontramos con alguien que por lo visto tiene autoridad en estas montañas y cuida y puede prohibir y hasta poner multas. Al verme con el borriquillo nos impidió el paso y me preguntó:
- ¿Qué es lo que buscas por estos montes?
Algo temeroso le respondía:
- Solo recorremos los caminos para ver los desastres del incendio. Y de paso también quiero ver si, la madroñera grande que conozco, ha ardido.
Y me respondió con autoridad:
- Está prohibido. No se puede recorrer estos caminos ni ir como lo haces tú por los montes. Así que darte la vuelta y desaparece de estas sierras.
Y extrañado le pregunto:
- ¿Ni siquiera puedo ver la madroñera que ha crecido conmigo?
Y me contesta:
- No creo que yo hable en griego. Ya te lo he dicho: no se puede andar por estos montes y más con un borriquillo como el tuyo. No tiene sentido y ni es lógico. Y lo de la madroñera que conoces desde niño no son razones suficientes para venir por estos sitios. Así que ya te estás dando la vuelta y te largas rápidamente y si no tendré que denunciarte y si te resistes llamaré a la central y te vienes conmigo a declarar. Creo que hablo claro y alto. ¿Me has oído?
Y ya no respondí a su pregunta.

Dimos media vuelta y, por el mismo camino que habíamos llegado, tristes y humillados, comenzamos a bajar despacio. Como dos delincuentes perseguidos porque detrás nuestra nos seguía el que nos había prohibido acercarme a la centenaria madroñera. Le decía yo al borriquillo:
- Lo escribiré en mi cuaderno para que se quede recogido y para que nunca se nos olvides este mal encuentro.
Pero le comentaba esto porque no sabía qué otra cosa decirle del incidente, para mí, sin sentido. Pero, como en mi mente siempre se me amontonan los recuerdos, le volví a comentar:
- De esta madroñera mía, hace muchos años, yo escribí esto que ahora mismo te cuento. Escucha verás qué bello: “¿Dónde creció la vieja madroñera que fue el asombro de aquellos serranos?”

Porque a mí me dijeron que fue por aquí, por donde aquel ejemplar de arbusto tenía clavadas sus raíces. Entre las rocas y la espesura de este bosque. Y me dijeron que la madroñera fue el mejor ejemplar que se podía ver por estas sierras. Cinco troncos tenía y los cinco eran de gruesos como dos veces el cuerpo de un buen serrano. Clavados los cinco en una negra peana que a su vez se hincaba en las grietas de tres grandes rocas. Los cinco troncos negros surgían de la peana y retorcidos, se tumbaban en la dirección de la ladera. Como si desearan asomarse al barranco para ver el río. Las ramas se entrelazaban, llenas muchas veces de madroños y otras, de mil florecillas blancas.

Y dicen que cuando la madroñera estaba florecida, ella sola era toda una primavera plena. Manojos de graciosos ramilletes de florecillas acampanadas, se mecían al aire desde las cien ramas de la planta. Un mar de olas de perfume revoloteaba por el entorno, ciento de abejas acudían a libar por entre los estambres de tan delicadas florecillas y otras tantas mariposas surcaban el aire de un lado a otro por aquel universo en pequeño. También los pajarillos acudían a la sombra de su bosque de ramas y hasta los ciervos y los jabalíes iban y venían buscando los rojos madroños que en el otoño rodaban por la ladera. Un puro manto rojo parecía el suelo y un bosque casi completo que además de hermoso y lozano, daba vida a un sin fin de hierbecillas, setas y otras mil variadas plantas.

Así de perfecta, grande y completa, era la vieja madroñera que desde hacia ciento de años, adornaba la ladera en todas las épocas. Cuando los nevazos cubrían de blanco los montes, la madroñera crujía bajo el peso de los copos apilados en sus ramas. Crujía por las noches cuando el frío era tanto que se cuajaban los chorrillos de agua. Crujía bajo el calor de los dorados rayos de sol en las largas tardes de verano. Y crujía cada vez que el viento soplaba desde el barranco del río y bajo los hirientes zarpazos de los granizos y las lluvias de las tormentas. La madroñera crujía pero siempre clavada en su ladera, corazón de su propia vida, seguía verde y desafiaba al tiempo año tras año y así a lo largo de los siglos.”

En silencio, tristes y humillados bajamos por la Cuesta del Topadero, cruzamos el Arroyo de María, el río Guadalquivir, el muro del pantano del Tranco y, sin parar en ningún sitio, hicimos el camino de regreso. Al caer la tarde llegábamos nosotros al Prado del Molino Viejo. Y justo en el Puente Moro nos encontramos al hombre que recoge leña seca de los montes para los hornos de pan de los pueblos y, al vernos, fue cuando nos dijo lo de las tres muchachas encantadas. Esta noticia nos refrescó un poco el alma pero, el fino dolor que nos quemaba por dentro, no se nos apagaba. Le comenté al borriquillo, cuando ya estábamos en el Prado de la Cañas:
- Voy a subir al Pueblo de la Cumbre. Necesito algo que luego te digo. Pero tú no te preocupes. Ninguno de los dos somos delincuentes sino todo lo contrario: dos enamorados de las cosas, caminos, ríos y madroñeras de estas montañas y esto, para nosotros, tiene un gran sentido. Lo que nos ha pasado hoy es lo que ya otra veces te he dicho: no saben cómo gestionar con acierto las cosas y, como el incendio ha sido inmenso, sus reacciones son las de siempre: prohibir, cortar los caminos, denunciar, acorralar, echar la culpa, del gran incendio, a los que aman y recorren estas montañas. No te preocupes tú.

Y por la senda que remonta Burrueco arriba, andando y con prisa, subí yo al pueblo. Oscureciendo llegaba a la Fuente Imperial de Carlos V y por aquí me encontré con unos amigos que en seguida me dijeron:
- Esta noche te vienes con nosotros. Te invitamos y comemos en el restaurante de la Mesa Segureña.
Me fui con ellos pensando en ti, en el borriquillo, en la Princesa, en Enebro y Bandolero y en todos aquellos que llevo en mi corazón y conocemos. En la pequeña terraza, en mitad de las casas del pueblo y alumbrados con velas de cera y quinqueles de petróleo. Nos pusieron sepia, ajoatao y un helado mezclado con el fresquito que corría por entre la noche y el pueblo recostado. Hasta muy tarde estuve con estos amigos y luego regresé al Prado del Molino Viejo para pasar la noche con mi borriquillo. He dormido algo pero no mucho y es que, en el fondo, estoy preocupado. No es sencillo vivir y pasar por este mundo persiguiendo un sueño. Y menos sencillo aun cuando este sueño es distinto al que hay en el corazón de la mayoría de las personas. Pero así son las cosas y ya lo he dicho.

Ahora, dentro de un rato, ya voy a cerrar este cuaderno mío y me voy a poner al lado de mi borriquillo. Vamos a investigar, en este día nuevo, para ver si damos con las tres muchachas encantadas del Prado del Molino. ¿Por qué nos buscan ellas? Todavía no las hemos visto y lo estamos deseando. Le digo al borriquillo:
- Ea, vamos al charco grande del río, que nos damos un baño, nos ponemos al sol, nos secamos y que aparezcan ellas. Las necesitamos.


26 de agosto: algunas claves de lo que pasa este año

Esta noche no he dormido yo en el Prado del Molino sino en el Pueblo de la Cumbre. Y desde la cama donde me he despertado, conforme va saliendo el sol, miro al valle de los olivos y me recreo en panorama tan hermoso. Pero ni los olivos tienen el mismo verdor del año pasado ni las grandes piscinas que hicieron entre ellos tienen agua ni los bosques de pinos que se ven al otro lado muestran colores bellos por esas laderas. Veo los restos de otro de los incendios que este verano han quemado muchas de las montañas del Parque Natural. Éste ha sido cerca de la aldea de Valdemarín. Desde donde me voy despertando veo lo que por ahí se ha quemado.

Acabo de tener un sueño y, por eso, en cuanto termine de levantarme voy a regresar al Prado del Molino para encontrarme con mi borriquillo amigo. Quiero compartir con él y ver qué mensaje nos trae este sueño. Pensado en mi borriquillo y en la niña nuestra cojo yo mi cuaderno y escribo: Ayer no pudimos nosotros dedicar mucho tiempo a investigar lo de las muchachas del misterio. Un poco antes de media mañana, un amigo bajó del pueblo y me dijo:
- Que en la casa grande de piedra y el arco viejo, te esperan. La madre del novio Jorge, el que se casó el otro día y es de Orcera, ha tenido un detalle muy bueno. Ha hecho croquetas de jamón y almendra y un flan muy grande y quiere que os lo comáis todos juntos. Como obsequio por la boda de su hijo porque ella está contenta.
Y no se habló más. Con este amigo, a media mañana, subimos al pueblo y, al mediodía, todos juntos, comimos en la casa grande de piedra. Para complacer a la madre del novio y en agradecimiento, ellos a mí y yo a ellos. ¡Qué buenas personas hay en este pueblo!

Y fue una comida, un sencillo encuentro muy humano y lleno de amistad y respeto. La Mariposa Marta no estaba pero por la tarde, después de la misa de la siete y media, nos dijeron:
- Vamos a ir a la casa de Esperanza. Es la casa de la muchacha que hace unos meses murió en accidente. La gran amiga de Marta.
La muchacha que murió en accidente, que también se llama Marta, cantaba en el coro de la iglesia y trabajaba en el Ayuntamiento. Ella, una tarde del año que ha pasado, fue al pueblo de la Puerta de Segura y al volver se le echó encima un camión y se comió su coche. Veintiséis años tenía y era hija única, bióloga y buena como pocas personas. Eso es lo que todos dicen en este pueblo. Era ella también guapa y bella por fuera y por dentro y, por eso, todos la querían como a una hermana y con un amor sincero. Al vernos la madre, se echó a llorar y, entre suspiros y lamentos, nos decía:
- No puedo vivir sin ella. Desde que murió no tengo aliento y ni sé qué podría hacer para superar esto. ¿Por qué Dios permite cosas tan dolorosas?
Y yo no supe qué contestarle.
Como la Mariposa Marta también se llama ella Marta esta hermosa hija del pueblo que era tan buena y que la madre llora y llora en su silencio. Y luego, al caer la tarde, también estuvimos en casa de Laura, la niña que la Junta de Andalucía se llevó el otro año. Nos contaron también penas y luego me dijeron que las campanas del reloj ahora molestan a algunas personas del pueblo. Y cuando ya caía la noche me fui a mi habitación en la casa pequeña del Pueblo de la Cumbre y, mientras me dormía, se me venía a la mente los recuerdos de Lucera, la borriquilla guapa. Ya he dicho que no está este año en el pueblo y por eso, cada vez que recorro las calles por donde el año pasado la vimos, me entraba un desconsuelo. Y como rezando en silencio me decía: “Este año todo por aquí está muerto. Como lo que han dejado los incendios por la sierra. ¡Qué mal me siento!” Y mientras luego dormía he tenido un sueño. Por la llanura del Prado del Molino iba una niña jugando un juego y al verme me ha dicho:
- Tú y tu borriquillo veniros conmigo que os voy a desvelar el misterio de las muchachas encantadas. Venid por aquí conmigo.

Así que ahora mismo me levanto, me ducho y bajo corriendo al Prado del Molino. Quiero ver al borriquillo para compartir con él este sueño. Necesito luz y alegría y perfume nuevo para superar la melancolía que este año palpo por todos los rincones de este pueblo. Que no tengo yo alegría ninguna este año y por eso, una vez y otra, me digo: “Ya no vuelvo. Para sentir tanto y tener tan poca vida, ya nunca más vuelvo a este pueblo. Yo no sé lo que ha pasado pero me duele el corazón y estoy seco.”

Recordando a Marta

Yo no te conocí
o si te vi, no me acuerdo,
pero tu amiga Marta
me dijo que habías muerto
y me dijo que eras su amiga
desde mucho tiempo.
Yo no te conocí
pero en el pueblo
muchos me hablan de ti
y me dicen que tu recuerdo
permanece aquí,
tras el viento,
por donde la Fuente Imperial,
por donde el silencio
de la calle de tu casa,
el Ayuntamiento
y en cada corazón que late
por donde fuiste sueño
Yo no te conocí
pero sé cierto
que eres un ángel
que viniste del cielo

para esparcir por la tierra
incienso
mientras sembrabas sonrisas
de caramelo.
Por eso todos me dicen
que tú eras juego
vestida de primavera
regalando besos
blancos de flores blancas
y tiernos.

Todos me lo dicen,
paso y voy oyendo:
- Marta era fuente clara,
limpio venero
que a todos llenaba de vida
y de gozo fresco.
Era la aurora y el día
y el sol luciendo
regalando a todo el mundo
dicha y consuelo.
Yo no te conocí
pero en este suelo
tú has dejado un camino
tapizado de cielo
y por eso tus amigos,
tu pueblo entero,
tu amiga Marta del alma
y hasta el mismo viento,
lloran en silencio por ti
todos creyendo
que te has ido y no es verdad,
sigues viviendo
en el corazón de cada uno
y eres venero
y fuente clara y luz divina
en el centro del cielo.
Marta, tú no te has ido,
tu recuerdo
es más fuerte que la vida,
sigues incienso
y con la misma sonrisa
de aquellos momentos.
Todo y todos te quieren,
todos te queremos
porque sigues con nosotros
desde el centro del cielo.

27 de agosto: Van llegando los primeros borriquillos al Prado del Molino

Sinombre, tú vente por aquí conmigo que nos vamos a sentar en el mejor sitio para verlo todo claramente. Aquí, en la mitad de esta ladera, en la linde entre los olivos y el bosque y junto al río. En este sitio hay mucho pasto y el charco grande del río se ve a todo lo largo. Y mientras nos vamos sentado y esperamos un momento te voy a ir contando y paso a limpio las cosas en mi cuaderno porque no quiero que se me pierdan.

Ayer, como el año pasado, otra vez aparecieron las avionetas que rocían de veneno a todos los olivares de estas sierras. Los olivareros de Segura que siguen igual de locos y no cejan en su intento de dejar sin vida la tierra. Pero ayer por la mañana temprano, de Pueblo de la Cumbre, un grupo de personas fueron al Cornicabral donde está el aeropuerto de estas avionetas y pararon todo el proyecto de regar con veneno los olivos. En Segura de la Sierra hay un grupo que se llama Amigos de Segura y ayer estuve con ellos. Dicen que luchan para que no se pierdan más cosas en estas sierras y para que se rescate el cultivo de los huertos, la artesanía del esparto y otros oficios antiguos que, por aquí y por allá, todos van poco a poco abandonando. ¿A que a ti te parece bien esto? Yo me alegré de conocerlos y por ahora vamos a dejarlos. Ya veremos si algún día…

Escribo en mi cuaderno con la mente puesta en nuestra niña amada y, contigo aquí a mi lado, le digo: desde donde estamos, en mitad de la ladera y frente al río, yo he visto en mi sueño lo que a continuación te digo. Una niña hermosa, pequeña ella y muy graciosa, me traía de la mano surcando el terreno y acercándome a las aguas. Bajábamos y antes de llegar a la orilla me dijo:
- Por aquí, por este vado, nadando podrán pasar todos los borriquillos. ¡Ya verás qué hermoso cuando los veas todos juntos cruzando las aguas! Vente por aquí conmigo y subimos por este lado.
Y todo confiando la seguía yo a ella mientras le preguntaba:
- Pero esto es un sueño. Ni tú eres real ni la recua grande de borriquillos tiernos ni este río ni esos extensos y limpios prados. ¿A que de ninguna manera esto es cierto?
Y me respondía:
- Todo es más cierto que la misma realidad que por aquí estamos viendo.
Y seguimos subiendo, yo detrás de ella todo contento y, al llegar al prado donde estamos ahora mismo, nos paramos. Bajo la sombra de estos árboles gruesos y amplios. Me volvió a decir:
- Mira fijo a ese vado del río tan lleno de color blanco.

¿Y sabes, Sinombre? cada vez más confiado le hacía yo caso a la niña de mi sueño. Me puse a mirar concentrado y, de pronto, por la loma de enfrente, aparecieron los borriquillos. Un rebaño de más de cien todos preciosos y regordetes y como vestidos de blanco. Pero su color era perla claro, algunos negros, otros más blancos y algunos grises como las nubes que traen la nieve por estos campos. Y bajaban ellos, todos unidos, por los caminillos de la ladera y al llegar al vado, sin miedo, se metieron en las aguas. Fuertes y elegantes nadaron y al poco ya estaban a este lado del río. Y por aquí, por esta ladera del pasto y los bosques densos se pusieron ellos a comer cubriendo todo el terreno. ¡Qué cuadro más bonito y cuántos borriquillos todos guapos! A mí se me llenó el corazón de ternura y por eso, esta mañana, te he traído aquí. Para que veas todo lo que te he contado. A ver si este sueño se hace realidad y aparece la niña nuestra y la Princesa y Bandolero y Enebro y las tres muchachas encantadas que tanto estamos esperando.

Las cartas de los amigos

Y mientras esperamos, con el corazón en un puño y la ilusión ardiéndonos, te voy a ir leyendo las cartas que ayer me entregó el cartero. Estaba yo en la iglesia del Pueblo de la Cumbre atendiendo a unos turistas que habían entrado a verla y llegó el cartero, que es ella. Una mujer muy hermosa me saludó y preguntó:
- ¿Usted es el dueño del borriquillo que vive en el prado tercero?
Y le dije que sí aunque tú sabes que yo no soy tu dueño sino tu amigo. Pero a ella esto le daba lo mismo. Me dijo de nuevo:
- Han llegado unas cartas y aquí se las entrego.
Ilusionado las cogí de sus manos y, al mirar para ver quien las mandabas, me puse contento. Seis eran de esas personas amigas que nos escriben de vez en cuando y la séptima ¿de quién crees que era? Sí, piensas bien, de la niña nuestra. Mira, todas aquí las tengo y te las voy a leer despacio mientras esperamos pero la última, la más bella, la más tierna, la que tiene más sentimiento, es la de la niña nuestra. ¡Ya verás qué bonita! Empiezo y leo las seis primeras:

Carta- 1 La belleza también se oculta a cada paso, y sólo hace falta saber verla. En casa, también han madurado las brevas y mi niña las recoge a diario con sus blancas e inocentes manos, las comparte conmigo y con nuestros caballos. Luego, aunque a mí me cause susto, se trepa para recoger los nísperos que ya se han convertido en frutos secos bajo la vigilante y atenta mirada de nuestros enormes niños, se carga la fruta en los bolsillos y se descuelga para darles a ellos la tan deseada golosina. Cada vez que la ven trepar saben que les regalará aquel sabor diferente que les alegra un rato la vida. Ayer me alegró mucho el mal comportamiento de nuestro "viejo" que anda muy mal de sus rodillas y ya prácticamente no lo montamos sino que le permitimos disfrutar de sus últimos años a gusto. El viejo, venía muy mal y muy dolorido, todos los días me quedaba yo mirándole y razonando qué hacer para aliviarle las molestias, ya que sus rodillas deformadas se parecían a mis propios huesos estropeados (creo que por eso nos entendemos tan bien ambos), sin embargo ayer, lo amarramos diez minutos para trabajar tranquilas con una de las potras y al finalizar cuando fui a soltarlo parecía un potro salvaje nuestro niño. No más quitarle la cabezada se lanzó a correr y dar patadas y revolcarse y seguir corriendo para detenerse de a ratos tan sólo para levantar la cabeza orgulloso de su especie, nuestro niño hermoso, viejo ya pero aún nuestro niño, conserva en su interior lo mejor, el valor, la fuerza, la gracia y la nobleza... Me sonreía yo sola tan ampliamente, y comencé a reír y a animarlo, hasta que se acercó tranquilo y como de costumbre rozó mi cara con la suya varias veces, nuestro típico saludo y arrumaco, "hoy me siento mejor", parecía decirme y la felicidad le invadió. Besos.

Carta- 2 Tienes toda la razón cuando dices que me gusta la naturaleza, creo que hay personas que nacen con vocación de músicos otros con la pintura, yo por suerte nací y me crié con ella, además tengo la suerte de trabajar en lo que tanto me gusta, pues mi trabajo es la jardinería y añado que enseño mi profesión a personas discapacitadas, estas personas también me enseñan a conocer mejor las maravillas que nos rodean, sus expresiones y comentarios que otras personas no se atreverían a decir por vergüenza. Me gustaría ir a tu presentación, todavía no se si tendré vacaciones, creo que algunos días me darán, pero dime la fecha y el lugar por si acaso, de todas formas espero que tu libro sea muy bien recibido. Me gustaría que me comentaras mas cosas sobre esas joyas y lugares y que me describieras como es su belleza. Espero que la foto que te envío se vea con claridad y que te guste, ahora que ya sé cómo se hace espero poder compartir contigo la fotografías mas bonitas e interesantes. Que pases un buen día y hasta pronto.

Carta- 3 Hola, aquí me encuentro luego de varios días he encontrado tu hermoso relato que como siempre me regala el alma. Espero que tu estatuilla quede tan bella como Sinombre y que sea al menos en su imagen tan libre y natural como él mismo. Besos.

Carta- 4 ¡GRACIAS POR EL LIBRO! En verdad, como muchas veces ha sido un detalle muy lindo de tu parte, fíjate que tuve la oportunidad de imprimir el texto, le puse cinta a una cubierta para que lo proteja, esto lo hice en la oficina y vi los dibujos están muy bonitos, el trabajo en sí, quedó bien hecho, eso se plasma cuando haces las cosas con cariño y gusto como tú lo hiciste. "FELICIDADES" en verdad, me alegra que te hayas animado a escribir y plasmar cosas tan lindas, pero sobre todo gracias por compartirlas.

Carta- 5 Estamos buscando adoptantes para dos burros recogidos en la vía pública en la ciudad de Madrid. No han sido reclamados por lo que los podemos considerar abandonados. No están identificados. Su situación es muy precaria, tienen los cascos deformados, suponemos que por un nefasto manejo, uno de ellos presenta una situación de debilidad y deformación de las extremidades muy aparatosas. Interesados dirigirse al Departamento de Servicios Veterinarios, Madrid o al Centro de Control Zoosanitario, Ayuntamiento de Madrid

Carta- 6 Querido AMIGO: sé lo presente y viva que estoy en tu corazón, por eso doy gracias, soy una afortunada por sentirme tan apreciada por ti, y hay momentos que realmente no sé cómo tu gratuidad y valoración hacia mí puede ser tan grande. Mil gracias amigo, ojalá pudiese devolverte de alguna forma todo lo que haces por mí. La verdad es que lo estoy pasando regular, desde hace tiempo. Y siento que la alegría de la niña cada vez es más fugaz, mi autoestima se tambalea. Me siento frágil y débil; incluso tengo sensaciones como cuando mi padre estaba en casa y todo era tan difícil para sonreír. Todos mis amigos me dicen que desde hace tiempo no soy la misma, que mi júbilo y alegría están desapareciendo y tengo MIEDO, mucho miedo. Sabes que estoy haciendo todo lo posible por estar cerca de Rafa, mucho sacrificio, que a veces no responde con las circunstancias como quisiéramos. Se crean expectativas hacia el otro que muchas veces se ven frustradas, el poco tiempo que tenemos juntos lo queremos exprimir y algunas veces acabamos discutiendo. Los dos nos queremos con el alma, el corazón y la cabeza, pero esta distancia, a mí al menos, cada vez me duele más. Estoy impaciente, sobre todo cuando veo que al no darme traslado son 4 años como mínimo así y mientras y luego, nadie nos puede asegurar nada. Yo me he matriculado en la especialidad de inglés(y llevo 6 ni hablar nada de inglés) por si hubiese un ápice de esperanza para el aula nueva en Almería, ya que están poniendo en Safa, inglés en infantil. Si no, sirviese de nada, tras inglés me prepararé las oposiciones, tampoco me asegurarán nada, pero no puedo quedarme de brazos cruzados y esperar que otros decidan por mí. Tal vez desde el público (contando que sacase mi plaza dentro de 2 años) tenga más posibilidad de movimiento; aunque me gustan los principios y el ideal de Safa, me siento muy identificada con ella. Pero esto sólo es el cuento de la lechera...

Y mientras? todos estos años con visitas de fin de semana, los que podamos? porque como dice Rafa, el matrimonio no es ninguna solución a esto, además no apuesta mucho por "un acto social"; pero quiere compartir su vida entera conmigo, verme envejecer, tener niños con mis ojos... En fin, como verás, estoy como un tornado; y esto es sólo una parte de lo que dejo ver, y contigo puedo abrir mi corazón. Con Rafa también, pero no quiero ser una carga para él, y en estos pocos días que llevamos juntos por cómo estoy ya hemos discutido más de una vez. Quiero disfrutar de estos días juntos que tanto necesitamos, pero no sé cómo quitarme las armaduras y con las lágrimas no se oxidan. No te he contado con tanta lamentación, la semana del curso en Úbeda. El lunes me encontré con que el curso de autoestima que yo había solicitado (lo necesitaba) no lo podía hacer porque Isabel Parrilla, me había propuesto junto con otras 2 chicas de infantil, de entre todas las Safas para trabajar con Ángel Arenas en el grupo de trabajo de pastoral (y por un problema de correo no se me pudo avisar antes), elaborando la semana de identidad Safa para el próximo curso y todos los centros. Un honor para mí, pero era responsabilidad que en ese momento no sabía si estaría a la altura (luego me alegré mucho de haber participado y ha salido un buen trabajo). Pues esa misma mañana me encuentro con el rector en un pasillo! e intento quedar con él para hablar; me dijo que andaba bastante ocupado, iba a ser difícil. Entonces le dije quién era yo, si recordaba mi carta... Me dijo suavemente que este año un profesor de Málaga, Gerónimo, se iba como profesor de primaria a Almería y su mujer, pedagoga y de infantil se iba con él con un año de excedencia. Venían a Almería para cuidar de su madre que tiene alzeimer y que esos eran males mayores. "síguelo intentando.” Yo le dije que sabía que este año era imposible, que yo no quería mover a nadie tampoco, que mi esperanza era el aula que tienen que abrir, pero que al irse esta señora ya de excedencia, suponía que sería esperando a que abran ese aula para ella. Él se encogió de hombros y me dijo que ella también era pedagoga, que tal vez si ajustásemos de alguna forma...que más quisiera él que tenernos a todos en el sitio que queremos. Yo lo entendí y le di las gracias, pero me subí al grupo de trabajo diciéndome "venga Marieta! ahora hay que hacer bien este trabajo! que apuestan por ti! y eso es mucha responsabilidad... aunque también sentí... unas ganas enormes de que acabase1semana que acababa de empezar y no de la mejor manera.

Pues el jueves, volví al pasillo de dirección central (es pisarlo y me tiemblan las piernas) en busca de Manuel Barraca pero me encontré con Juanma, que es quien lleva los traslados y le dije que si me podía atender, dudó y entonces le dije que sólo era una pregunta. Desde la puerta le pregunté por el tema de los traslados y me digo: "Tu traslado es negativo, hemos dado 4 de 100." Yo contaba con eso este año, pero mi esperanza es el aula que abren el próximo curso... "ese aula ya tiene nombre, es para la mujer de Gerónimo. Ella es de infantil y pedagoga" - como, yo - le dije: "Pero ella tiene más años de trabajo que tú.” Le comenté también que estaba pensando en hacer inglés, ya que en Almería no hay doble especialista de infantil e inglés, y como lo están implantando, tal vez tuviese alguna posibilidad de entrar así… Pero que si no la iba a tener, prefería que me fuese claro y no me matricularía, pues requiere un esfuerzo personal y económico al compaginarlo desde Úbeda-Baena trabajando. Se calló y me dijo que lo llamara en septiembre, entonces es cuando él sabe las necesidades que hay en cada centro. Entonces me despedí dándole las gracias y me fui a mi cuarto a "oxidar la armadura" mientras hacía la maleta. El grupo de trabajo ya habíamos acabado y por la noche era la fiesta de todos los cursos pero yo no estaba para fiestas, me fui a Linares. El viernes por la mañana temprano eché la prescripción y luego volví a Úbeda, al acto de clausura (al que pocos se quedan y eso suele molestar) después me vine a Almería. Y al atardecer estuve en la misa del marido de una compañera de Almería, que hace una semana falleció de cáncer. Allí estaban muchos de mis compañeros y el director, Alfonso Góngora, que sé que me aprecia. Pero no me dijo más que, "me alegro de verte aunque sea aquí.” Sé que no era momento para hablar, pero él debe saber que no tengo posibilidades.

Menuda paliza te estoy dando AMIGO, pero he estado mucho tiempo sin escribirte y sé que mañana te vas de vacaciones, ¿no? Y no quería que te marchases sin saber nada de mí. Perdona por no llenar de sonrisas este correo, prometo esforzarme y mejorar el próximo. Mejorar mi día a día, para recuperar lo que se haya podido extraviar en el camino. 1abrazo muy fuerte, gracias, gracias por todo, por ser como eres, por ser mi AMIGO.


La carta de la niña nuestra

Y ahora, mi borriquillo amigo, te voy a leer la carta que nos escribe nuestra niña. Pero como tú sabes que ella es pequeña, la carta que nos manda se la ha escrito la madre. La niña se lo ha contado a la madre y ésta última la ha redactado y nos la manda para que lo sepamos y la tengamos viva entre nosotros. Es muy emocionante esto y por eso merece que nosotros le prestemos nuestro tiempo y le demos el mejor cariño, como siempre ha sido. Escucha tú atento que empiezo a leer su carta verás como te gusta por lo sincera y limpia. Y, luego y como tenemos tiempo, te voy a contar el sueño que he tenido. Leo despacio para no perdernos ningún detalle:

Yo, vuestra niña del alma, os recuerdo y os quiero. Desde que me faltáis en estas tierras del Cortijo de la Viña nada es lo mismo y hasta el cielo parece tener otro color y sabe distinto el aire fresco de las mañanas y es otra cosa el silencio. No estáis vosotros conmigo y también el sol tiene otra tonalidad y por eso ni las horas ni los días son bellos. Así que, desde que os fuisteis a esas montañas del Parque Natural y a ese Pueblo de la Cumbre, solo vivo pensando en el momento de volveros a ver por aquí de nuevo. Y lo que me pasa a mí le sucede a Enebro y al caballo Bandolero. Y, sobre todo, a Bandolero. Os voy a contar lo que me ha pasado con él esta mañana mismo, hace un momento.

Estaba yo sentada, con mi amigo del río, en la roca junto a la corriente y a la sombra de los álamos y los dos estábamos entretenidos en nuestros juegos. Yo tocaba mi flauta de caña, la que me regalasteis vosotros aquella mañana, y mi amigo grababa la melodía en el aparatito que también me regalasteis antes de iros. Y estábamos grabando una sencilla pero bella canción que yo me he inventado mientras los caballos pastaban por el lado de arriba de nosotros al borde de las aguas del río. Muy tranquilos estaban ellos y, mientras hacía yo sonar mi flauta, los miraba y me gustaba verlos tan pacíficos. Pero de pronto, Bandolero alzó su cabeza, oteó el horizonte y, antes de que a mí me diera tiempo a nada, emprendió un veloz galope río arriba. Hacia la luz de la mañana y por donde se espesan los bosques. Dejé de tocar mi flauta y preocupada lo llamé:
- Bandolero, ¿a dónde vas tan rápido y sin pronunciar palabra?
Y a trescientos metros se paró el caballo. Volvió su cabeza y, como lleno de miedo, me miraba.

Salimos corriendo y en unos minutos nos pusimos a su lado. Lo acaricié ofreciéndole mi confianza y entonces vi que volvía a mirar para las montañas de la parte alta del río. En sus orejas y en sus miradas leí que me decía: “Sinombre, mi borriquillo amigo y su dueño, por aquellas montañas se han marchado. Quiero irme con ellos porque los necesito.” Y le dije:
- Lo que dices es cierto pero ellos me han dicho que volverán dentro de unos días. Que no se han ido para siempre sino por un tiempo cortito. Así que tranquilízate que no pasa nada.
Y seguía leyendo yo en sus miradas: “Pero es que yo los necesito. Sin ellos dos nada bajo el sol es hermoso y ni siquiera el agua del río corre clara.” Y miré, en ese momento, a la corriente y era cierto. Las aguas que siempre por este río han bajado transparentes, parecían como teñidas de un fino color naranja. ¿Por qué había pasado esto? Convencí yo, a duras penas, a Bandolero para que se viniera conmigo y con Enebro y se vino pero no muy contento. Y allí seguimos nosotros jugando un rato más pero con escasa alegría. Vuestro recuerdo, vuestra ausencia en estos campos, nos tiene como vacíos por dentro. Así que volved pronto. Y aunque no nos traigáis ni regalos ni historias bonitas para contarnos, no importa eso. Lo que anhelamos es que volváis sanos porque os queremos.

¡Ah! Os adelanto una noticia. ¿Os acordáis vosotros del acerolo viejo? Sí, el que crece entre el pomelo, los dos naranjos y la mata de espliego. Pues en estos días está que da gusto verlo. En sus ramas ya han madurado las acerolas que tanto le gusta al borriquillo y al caballo Bandolero. Desde lejos se ven colgando en sus ramas teñidas de roja sangre y son más gordas que nunca. Parecen cerezas y, como están engarzadas en racimos densos, hasta dan ganas de cogerlas todas y comérselas a puñados. Por el suelo ruedan las que, maduras y blandas, se caen de las ramas y por entre la espesura del árbol revolotean y revolotean los gorriones y los mirlos. ¿Y sabéis qué hago yo en mis ratos largos mientras os recuerdo? Como no tengo aquí conmigo al borriquillo de caramelo pero sí está entre mis manos la estatuilla de madera que me regalasteis, con ella me entretengo. Me voy por las sombras del acerolo buscando las frutas rojas, las amontono junto a la mata de espliego y ahí al lado pongo la estatuilla de palo. Y le digo, pensando que es el borriquillo que ahora lejos de mí tengo:
- Come un poco, corazón mío, de estos frutos frescos que yo te recojo. Ellos también son muy buenos y como te los doy yo con el mejor cariño, come tú ya verás como te saben a miel y a hinojo.
Y mirando a la estatuilla de madera me paso el rato pensando en vosotros y, aunque no debería decirlo os lo digo, a veces lloro. Así que, esto del acerolo, os lo cuento para que tengáis un motivo más para aligerar vuestra vuelta a las tierras de este cortijo nuestro.

Y ahora ya os dejo. Desde este Cortijo de la Viña os mandamos un millón de besos y os adelantamos una sorpresa: en el aparatito pequeño, el reproductor de mp3 que me regalasteis vosotros antes de iros, os estamos grabando una cosa muy graciosa y hermosa. Para que podáis oírla cuando regreséis y conozcáis un poco más lo que por aquí pasa ahora. Os queremos mucho, volved pronto, os mandamos un millón de besos.

Firman: La niña vuestra,
su amigo del río
y los caballos Enebro y Bandolero.


Sueño de una tormenta de verano.

Y a ahora te narro el sueño que he tenido contigo, en Cortijo de la Viña y con nuestra niña. Estás tú en esas tierras en tu paz y me acerco a ti y te digo: “Sinombre, mira qué viento se ha levantado justo según va llegando el día. Corriendo me he venido aquí a tu lado para compartir contigo este momento. Se presagia una gran tormenta y no estoy exagerando. Mira qué nubes más negras cubren todo el cielo y mira con cuantos nervios sopla el viento. Y es fresco, como si no fuera de verano sino de otoño invierno. Puede empezar a llover en cualquier momento y hasta pueden caer algunos rayos. ¿No oyes los truenos? Las nubes negras se arremolinean y de entre ellas saltan los relámpagos y se abren y se cierran cada vez más espesas. Escucha verás como se oye al viento silbar por entre los naranjos, por entre las nogueras, los álamos, las higueras, las encinas, los olivos y los granados. Hasta tengo miedo que se quiebre algún árbol o se le desgajen sus ramas y se quedan mutilados. ¡Qué viento más fuerte de pronto se ha levantado!

Ya ayer por la tarde empezó a cambiar el tiempo. Estaba yo contigo y con la niña entretenido y hablábamos de los caballos, de lo bonito y lustrosos que se han puesto con la llegada del verano, y aparecieron las nubes. En poco rato se llenó el cielo de densas nubes negras y comenzó a llover despacio. Como si fuera invierno y era una tormenta de verano. Y como a la niña y a su amigo les gustó, me dijo ella, con entusiasmo:
- Al menos, esta poca lluvia, ya levanta el ánimo. Comprueba como refresca y mira qué viento más delicado, de pronto, nos llega por aquí, por allí y por todos lados.
Y le dije yo a ella y a su amigo el niño del río:
- La fina lluvia que ya cae riega coqueteando y, aunque no sea mucha, el calor que nos había traído el verano parece que se queda como a un lado.
Y me respondió:
- A mí tampoco me gusta nada el verano. Y sí me llena de entusiasmo una tormenta como esta. ¡Cómo huele todo a recién regado!

Y con las palabras que pronunciaba la niña me iba yo también animando y me deleitaba gustoso con el viento tibio que iba soplando y en la lluvia fina y fría que caía como jugando. No era una tormenta dañina aunque no paraban de brillar, saltar y crujir los truenos y los relámpagos. Y luego siguió lloviendo mansamente durante un buen rato, cuando ya se ponía el sol y, a lo largo de la noche, la lluvia no ha parado. Casi no he dormido de tan pendiente como he estado del viento, de la lluvia, del crepitar de los rayos… ¡Qué noche más esponjosa y con cuanta esencia de nardo! También de las ramas de los álamos y de la tierra mojada con olor a puro campo, yo he estado pendiente toda la noche. Pero ¿Sabes qué es lo que más yo esta noche he disfrutado? Del bisbiseo del viento al romperse contra las acículas del pino largo que se alza frente al balcón de la niña. Esto, Sinombre, tiene un encanto que absorbe y emborracha al alma y la deja herida de amor blanco. Y al amanecer de este nuevo día, mira con que cara y color todo se viene presentando. Está el cielo cargado de nubes, emborrascado, y amenaza más lluvia. Y el viento, ya te lo he dicho: sopla con fuerza como si estuviera celebrando la fiesta que anuncia esta tormenta de verano. Ojalá siga lloviendo durante mucho más rato, todo el día de hoy, y hasta el sábado. La lluvia, el viento y el fresco levantan mucho el ánimo.

28 de agosto: Tarde mágica como un sueño

Ayer por la tarde se cubrió el cielo y el azul se hizo intenso, intenso. Empezó a correr un airecillo muy fresco y todo parecía avisar que, en cualquier momento de ayer por la tarde mismo o en cualquier día de estos, podría empezar a llover. Y estaba yo con el borriquillo sentado en la ladera que habíamos visto, por la noche, en sueño cuando le dije:
- Me gusta a mí mucho como se está poniendo ahora esto. Y lo que más me gustan son las nubes tan bonitas que, a lo ancho, están llenando el cielo. Ojalá lloviera en serio o que lo haga en estos últimos días de agosto o en los primeros de septiembre. Sí, que llueva y que este año sea un año bueno y que, de nuevo otra vez la tierra se empape de agua para que se recuperen los veneros y se llenen los campos de vida y de ese color verde intenso que tanto me reconforta a mí por dentro.

Y muy entusiasmado estaba yo con Sinombre, en el pequeño trozo de la ladera a la sombra de un gran fresno, cuando empezó el sol a caer por el horizonte. Allá a lo lejos y por esas cumbres que han achicharrado los incendios. Y estos últimos rayos de sol sobre los campos, vestidos de oro viejo, se derramaban sobre los pinares de las laderas del Yelmo y de las praderas y barrancos por donde vivimos ahora nosotros. Y se derramaban con tanta belleza y fuego y con tonos tan bonitos que, solo verlo, el corazón se llenaba de alegría y de ánimo y de consuelo. Por eso le dije yo, al borriquillo, de nuevo:
- Me gusta mucho lo que estoy viendo. Este sol de la tarde tan silencioso y bello y con tantos tonos tan vivos parecidos a fuego, es como la explosión de nuestro sueño. Arden los campos otra vez, todos los pinares hasta las mismas cumbres del cerro, pero las llamas que los queman no son fuegos que destruyan. Son llamaradas, reflejos de esa eternidad y paraíso que tanto soñamos en secreto. Como si los sueños más hondos del alma, los más dulces, los más bellos, los más limpios y los más tiernos, por aquí estuvieran retozando, pintando los campos de oro viejo. Me gusta mucho esto. Y por eso, ojalá mañana lloviera y que esta tarde, tan llena de rayos de sol caramelo, se convirtiera en una verdadera explosión de vida intensa y de armonía y de consuelo.

Y me embelesaba yo soñando esto y miraba los colores de la tarde sobre los pinares quietos cuando mi borriquillo amigo me sorprendió con su juego. Miraba él conmigo para el barranco del río por donde, en sueño, hemos visto llegar la recua de borriquillos serranos a este rincón del Molino Viejo, cuando explotó en un sonoro rebuzno. Alegre pero como inquieto, movía aprisa su rabo, alzó su cabeza, estiró su hocico hacia el barranco y lanzó su potente rebuzno. Como si de pronto él hubiera descubierto algo aun más bello que lo que yo estaba soñando. Le pregunté, pareciéndome hermoso su juego:
- ¿Qué está pasando o qué estás descubriendo que yo no veo y a ti te pone tan contento?
Y me miró mimoso, todavía con su rebuzno palpitando y como diciendo: “Mira lo que ocurre por el Prado del Molino Viejo. Por donde nosotros hemos dormido estas noches de verano seco.” Y miré muy interesado cuando justo estaba yo a punto de decirle a él:
- Ya se acerca el último día. Nos vamos otra vez de este mundo y con nosotros nos llevaremos de nuevo roto nuestro sueño sin saber si alguna vez más volveremos.
Pero lo que vi por el prado me hizo guardar silencio. Me agarré fuerte a su cuello para que vibrara con más poderío su rebuzno y, sin pretenderlo, se me escapó un hondo suspiro:
- ¡Es nuestro sueño que por fin se hace realidad! Sigue rebuznando animoso que ahora sí que me gusta esto.

29 de agosto: El sueño más bello

Al llegar el día, con el borriquillo, me he venido al charco grande. Para aprovechar y darnos hoy el último baño en esta laguna serrana. Está él hoy muy contento y yo también porque, a pesar de todo, nuestro sueño ha sido bello. Le digo, mientras vamos saboreando el frío del agua del charco del río:
- Ya hoy es el último día. Temprano, mañana, nos vamos. Así que aprovecha y déjame que aproveche yo contigo. Sigue jugando con el agua que y, antes de nada, voy a coger mi cuaderno y escribo las cosas para que se nos queden recogidas y la niña nuestra las sepa luego. Escribo y empiezo:

Ayer, cuando el borriquillo vio lo hermoso que se había puesto el valle, todo junto al río y las praderas, se puso a rebuznar y yo me agarré a su cuello para darle ánimo. Miré con él y lo que vi por el valle hizo que mi corazón diera brincos. En el mismo centro de la pradera más grande, la niña que me había dando su mano en sueño, leía un libro. Puesto sobre un atril de madera a la altura de su cara, la niña se erguía hermosa y, despacio, leía el libro. Era un libro gordo y grande y, sin que nadie me lo dijera, desde la distancia intuí que se trataba del libro “El Último Edén.” El mismo que yo siempre llevo en mi mochila conmigo y nos encontramos al borde del río en el nido de la nutria. Y la delicada niña leía quieta, serena, muy interesada y como si de las páginas de este libro ella bebiera esencia para alimentar la vida de su alma. Se nos escapaba a nosotros el corazón de tan contento viendo a la niña tan interesada leyendo.

Y por el valle y las praderas anchas pastaban los borriquillos. Ciento y pico borriquillos serranos que, desde todas las partes de estas montañas, los habían traído las muchachas del misterio. Por el lado de arriba, junto a la corriente y entre la hierba, estaban sentadas y miraban embelesadas a los borriquillos esparcidos por las praderas. El corazón nos saltaba a nosotros cada vez más contento viendo lo que veíamos y, por eso, Sinombre, el borriquillo nuestro, se puso a rebuznar. De esta forma saludaba él a sus colegas y a las tres misteriosas muchachas que por aquí habían traído a los borriquillos. Pero mientras rebuznaba y movía su rabo y su cabeza y estiraba su cuello, él me miraba a mí y principalmente a la tierna niña que leía en el libro. Era como si me dijera: “Mira y no te canses de observar conmigo este cuadro tan precioso y tierno. ¡Qué niña tan bonita y qué perfume exhala al viento! ¿Qué será lo que ahora mismo siente su corazón mientras, tan recogida en sí, lee en el centro del prado?” Y le respondí yo al borriquillo nuestro:
- Es un ángel ella. El ángel de nuestro sueño que se ha puesto a jugar frente a nosotros para que se nos colme el corazón de amor y para entretenernos.

Y por la ladera nos pusimos nosotros a bajar al encuentro de la niña y las muchachas y los borriquillos. Y mientras caminábamos le seguía yo diciendo a nuestro Sinombre:
- ¿Sabes qué pienso? Mira para arriba y verás sobre la cumbre al blanco pueblo de Segura de la Sierra. Quieto ahí y silencioso como esperando el momento. Y mira por este valle y verás a los cien borriquillos y a la niña y a las muchachas y a las laderas de los cerros vestidas de bosques inmensos. Pues todo esto y las cien cosas más que veo y siento, yo creo que es lo más importante de la historia y vida de los pueblos. Estas cosas siempre habría que escribirlas en un libro inmenso para que se sepan en todos los rincones del mundo y para que queden eternas. Nada hay más hermoso y grande que escribir los sueños que las personas llevamos en el corazón. Porque dime tú, un pueblo, una región, un país, el mundo sin sueños ¿qué es? Por eso, quiero decirte, que nuestro sueño, por aquí este verano y aunque solo se haya convertido en realidad en parte, es bello. Hemos soñado el sueño más bello y, ahora mira por aquí, por estos prados y por las cumbres del pueblo y por las laderas y valles, lo tenemos extendido. Quizá solo así, en puro sueño que nunca podrá hacerse realidad tangible. Pero te repito de nuevo: solo el hecho de que lo hayamos deseado y, a lo largo de todos estos días, soñado, es valioso y bello. Nada hay más valioso, en la historia y vida de los pueblos, que las personas que viven en ellos, sueñen sueños. Y nada hay más grande en este mundo que estas personas luchen por estos sueños y que los dejen escritos para que otros lo sepan y se animen también a luchar por lo mejor, por lo puro, por lo bueno.

Y yo creo que esto que acabo de contar nuestro borriquillo sí supo entenderlo. Porque cuando terminamos de bajar y llegamos al valle lo primero que hicimos fue darle un gran beso a la niña que leía en el libro y luego acariciamos su pelo. Estábamos seguros: ella era nuestro ángel. La miramos despacio y allí a su lado nos quedamos como si ya todo, todo lo tuviéramos hecho. Ella era lo mejor del corazón nuestro y, en las praderas junto al río, estaban esparcidos y pastando los ciento y pico borriquillos serranos. Y junto a ellos, los miraban complacidas, las tres muchachas misteriosas. Ellas y el río y el prado y los borriquillos pastando y la tierna niña junto a nosotros, eran nuestro sueño.

30 de agosto: Algo más del Pueblo de la Cumbre y despedida

Voy a contártelo, amigo mío borriquillo, y luego nos preparamos y nos vamos. Ya es hoy el último día y, por lo tanto, la despedida. Pero antes de partir, voy a escribirlo en mi cuaderno para regalárselo luego a la niña nuestra y, de paso, que tú también lo sepas.

Ayer, tuve que subir otra vez al Pueblo de la Cumbre. Un joven, no te digo su nombre ni su cargo aunque él se proclama director, me dijo el otro día:
- Nosotros podemos colaborar en cosas como éstas.
Y tenía en sus manos uno de los trípticos que, para la iglesia, hicimos el otro año. Y también me mostraba la pequeña estampa de la Virgen de la Peña con la poesía mía. Al oír lo que me decía creí que a lo mejor él tenía interés en los trabajos literarios que tengo yo de Segura de la Sierra. Pensé: “Quizá se entusiasme por algo y quiera publicar otro librito de estas cosas mías.” Esto pensé yo y me ilusioné. Bien sabes tú cual es mi sueño. Por eso le dije:
- Un día de estos voy a tu oficina y te hago una visita.
Y me respondió:
- Te espero.
Y ayer por la mañana subí al Pueblo de la Cumbre un poco ilusionado.

Busqué la casa donde trabaja el muchacho que te digo y al llegar la encontré cerrada. Una preciosa casa todo lujo y bien restaurada. Empujé la puerta y estaba abierta. Dentro vi al joven que y a dos personas más que, con él, trabajan en la oficina. Uno de ellos lo conozco desde hace tiempo y no me cae bien porque me considera un rival, no sé de qué. Pero a ver toda esta oficina suya me quedé sorprendido. No me esperaba y sí, lo que encontré. Ordenadores últimos modelos, fotocopiadoras a todo color, lujoso despacho… Y, en seguida y para mí, me dije: “Más de lo mismo y como siempre. De algún sitio están sacando subvenciones y ya han montado aquí el tinglado para, con el pretexto de muchas cosas grandes y buenas para estas sierras, promocionarse y saquear lo que puedan. Y, como tantas veces, de espaldas a las personas de los pueblos y contra la propia señas de identidad de estas sierras. No me gusta esto porque es lo que siempre he visto en todos aquellos organismos que, con dinero de la Comunidad Europea o con la de las administraciones públicas, dicen que van a transformar la sierra y luego hacen más daño que beneficio. Poco a poco le han ido quitando a los serranos su tierra, sus señas de identidad, sus cosas, su aire, sus almas, sus… Por eso les tengo miedo a estos salvadores de corbata y lujosos despachos con los últimos inventos.

Me dijo, el joven del que estoy hablando:
- ¿Querías saber cual es nuestro proyecto? Pues siéntate y escucha.
Y le respondí:
- Solo por curiosidad.
Y se puso y largamente me explicó los planes de su fundación.
- Pretendemos que la Sierra de Segura sea una gran plataforma de los cuatro elementos. En el pueblo de Hornos el cielo y las estrellas, en Segura de la Sierra y en el Cornicabral, el aire y el agua y el fuego y un quinto elemento más. Así que si quieres te unes a nuestra asociación. Nos mandas tu currículo y te hacemos miembro.
Al oír esto me extrañé que se interesaran por mi persona pero en seguida supe por qué.
- Tú conoces la sierra en general como pocas personas y por eso me gustaría que estuvieras entre nosotros para aportar tu granito de arena.
Y no sabía él que precisamente el presidente de la asociación de la que hablaba, su asociación, hace años me dio la puñalada más baja y miserable que he recibido nunca. Y fue en nombre de los serranos y de la sierra pero para quitarme de en medio y ponerse él el galardón. Miserablemente me tendió una trampa para machacarme y encumbrarse. Pensaría que le estorbaba cosa que no habría hecho nunca un serrano. No olvidaré su deleznable comportamiento con el que consiguió lo que pretendía y por eso hoy es presidente y algo más pero con el corazón lleno de miseria. De esto no le dije nada al joven.

Sinombre, borriquillo mío, llegado a este punto me siento en la necesidad de compartir contigo algo de lo que pienso. Yo nunca he querido formar parte ni de esta asociación ni de ninguna otra que pretendiera salvar la sierra que me corre por las venas. Porque ¿sabes qué te digo? Desde hace muchos años, antes de que todas estas montañas fueran declaradas Parque Natural, ya empecé yo a ver proyectos de todas las clases para estas sierras. Recuerdo ahora, por ejemplo, lo de la Feria de los Pueblos, un invento político que acabó en nada. Lo de la Ruta Fotovoltaica, donde se invirtió mucho dinero y unos años después ya todo estaba abandonado y sin utilidad alguna. La Fiesta del Pastor, otro extraño invento político donde metieron por medio a los pastores de la Sierra de Segura y acabaron estafados y olvidados. La rimbombante idea del Parque Temático del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, lo de la Escuela de Ecología, lo del aceite ecológico, lo del Pantano del Siles, lo del Parque Cinegético, lo de las rutas a caballo en Navalcaballo, lo de la señalización de senderos, que en menos de un año y después de haber invertido mucho dinero, ya está todo roto y dejado en la mano de Dios, lo de… Y, sobre todo, me enfada ahora lo de la Escuela de Ecología y el aceite ecológico y, en estos días, igual que el año pasado, fumigan los campos de olivos con avionetas y venenos en plan de experimento.

Pues así, uno tras otro y a lo largo de los años, he visto, oído y leído mil proyectos en los que se invertían cientos de millones y luego nada sirvió para mejorar a estas sierras ni para enseñarles a los demás las verdaderas bellezas de estas montañas. El verdadero valor y señas de identidad y no los extraños tinglados que siempre han montado por aquí y nunca los auténticos serranos. Tú fíjate, de Lucera y de los demás borriquillos serranos, tampoco estos dicen nada ni muestran ningún interés en que os conozcan y os den cariño. Como si no hubierais existido nunca siendo como sois lo más importante en estas sierras y en la vida de los verdaderos serranos. ¿A que esto es una pena? Así que, al joven que te venía contando, le dije que lo de ser miembro de su asociación me lo pensaría y ya me lo he pensado. Quiero seguir siendo libre y amando y llorando por las fuentes, bosques y caminos que recorren y brotan en estas montañas. Porque nuestro sueño, tú bien lo sabes, es hablar y anunciar el camino que va desde el corazón al cielo para beber y disfrutar a fondo el aire y la luz de estos bosques. Las asociaciones política inventadas por los políticos con el dinero de las personas humildes no me gustan porque es un hervidero de mil cosas ninguna noble. Y lo siento.

Así que ayer por la tarde, me volví yo otra vez al Prado del Molino contigo. Ya ha amanecido el día treinta de agosto y es el último de nuestra estancia por estas sierras. Nos vamos dentro de un rato, vete preparando. Este año ni siquiera has subido al pueblo de la cumbre. No estaban ni están las cosas para que tú recorras las calles de este entrañable lugar pero por ti muchos me han preguntado. Y te digo que no hemos podido presentar el librito que te dije, el de nuestra historia, Lucera y tú y los caminos que recorrimos por estos rincones. Creo que quizá será para las fiestas del Pueblo de la Cumbre que es el día siete de octubre. Ya veremos. Tampoco este año hemos podido ir a todos los sitios que te había dicho y yo tenía planeado, como por ejemplo a la Fuente de las Malezas, que es donde estuvo la única mina de carbón que se ha descubierto en estas sierras. Y ni siquiera hemos podido ir a jugar uno ratico con los niños del pueblo y es una pena pero las cosas son como son.

En silencio y, desde este rincón del Prado del Molino, los dos hemos soñados sueños y hemos amado y hemos deseado lo mejor para esta tierra y para las personas que son de ella. La niña de nuestros sueños, las tres muchachas encantadas y los ciento y picos borriquillos serranos por aquí se quedan en estos prados. Lo mismo que se quedó Lucera el año pasado y ya no está. ¿Qué más podemos hacer a parte de desear siempre lo mejor y soñarlo con tanta fuerza? Todo lo del año pasado y todo lo de este año por aquí se queda hecho fantasía y silencio y muy hermoso. Te repito: como el año pasado, con todo el cariño del mundo y desde lo más sincero y limpio del corazón, lo hemos deseado. Y como ha sido un deseo y sueño hermoso, podemos irnos con la conciencia tranquila. Si quieres échale el último rebuzno a estos prados y a los borriquillos, imaginados y preciosos, que se quedan. También a la niña del sueño y a las tres muchachas encantadas. Si volvemos el próximo verano a lo mejor podemos hacer algo para convertir en realidad lo que no ha podido ser en esta ocasión. Di conmigo a todo adiós que nos vamos. Y di conmigo, a unos y a otros, que no es necesario más proyectos ni más dineros ni más fundaciones para rescatar el Patrimonio de la Sierra de Segura que hacer lo que hemos hecho nosotros: empaparse del agua fresca del río, del aire limpio de las montañas, de la soledad de estos campos, del verde de los bosques, del azul intenso del cielo y amar. Los que viven por aquí y los que venimos de fuera esto es lo que nos gusta y esto es lo que deseamos encontrar. Todo lo otro son inventos que más que conservar y construir destruyen. Así que echa el último rebuzno que nos vamos. Para todos y a todo hasta el año próximo si es que volvemos. Que lo quiera Dios.

Saboreando el encuentro con la niña nuestra

Por la carretera que va desde Úbeda, la loma de los olivos, hasta Granada y pasa por el pueblo de Jódar y Belmez de la Moraleda, nos hemos venido nosotros. Regresamos ya de los días de vacaciones y, al pasar el pueblo de Benalua, antes de llegar a Iznalloz, cuando la carretera remonta a lo más elevado, nos hemos parado. A descansar un poco y para que bebas un trago. A la izquierda de la carretera y, justo al borde mismo, crece un precioso sauce llorón y, a su sombra, se estanca limpia el agua fresca. Cae al pilar un chorrillo claro y, como hace mucho calor, te digo:
- Mira, borriquillo amigo, este rincón del mundo es desconocido para nosotros y queda lejos de nuestro Cortijo de la Viña y del Prado del Molino en el arroyo de Romillán, por donde el Pueblo de la Cumbre. Pero este rincón es bonito y, como tiene sombra y abundante agua, nos viene muy bien para descansar un rato y respirar aire puro y beber un trago. Hoy no tenemos prisas. Tú sabes que nosotros nunca tenemos prisa y, aunque hoy nos espera la niña nuestra y por eso nos arde la ilusión en el corazón, ahora es bueno que descansemos un poco. Ponte a la sombra de este bello sauce y calma tu sed y come un bocado. Mira qué buena hierba crece por donde se va el agua del pilar de cemento. Como si la hubieran sembrado para ti y estuvieran esperando que hoy vinieras por aquí. Mientras tú saboreas estos dos alimentos que tanto te gustan yo voy a sacar mi cuaderno y, sentado al borde del pilar alargado, tan rebosante de agua fresca, escribo algunas cosas para que la niña sepa también las anécdotas de este viaje nuestro.

La sierra aquella que vemos allá a lo lejos tú no la conoces pero yo sí. Es el pequeño Parque Natural de la Sierra de Mágina. Aquí, a la derecha, nos quedan las sierras de Cazorla, allá muy lejos y por donde nace el río Guadalquivir y se encuentra el pueblo de Quesada. Son rincones esos muy bellos y llenos de grandes secretos y prados verdes pero tú tampoco los conoces. Alguna vez he soñado que también podríamos recorrerlos pero hay tanto terreno por ahí, tantos caminos surcándolo, tantas montañas y tantos valles que veo imposible poder realizar este sueño. Sería precioso para dejarlo recogido todo en mi cuaderno y siempre con tu compañía. Por aquí, al frente, nos queda la sierra Arana, ya en la provincia de Granada y cerca del pueblo de Iznalloz. Y justo donde estamos, en estas tierras onduladas y casi llanas, es donde empieza a nacer el río Jandulilla. Un pequeño cauce que se entrega al río Guadalquivir justo por la estación de Jódar, algo por debajo del embalse de Doña Aldonza. ¡Qué terrenos estos todos tan espaciosos y llenos de secretos! Hubo muchas luchas y guerras por aquí en lejanos tiempos porque, la configuración de estas serranías, hacían de frontera natural hacia los reinos de Granada. Pero en fin, esto es historia y leyendas y muchas más cosas en las cuales nosotros no entramos.

Te decía que el río Jandulilla yo también me lo conozco casi en todo su recorrido porque ¿sabes una cosa? En otros tiempos, en las riveras y valles de este río, yo buscaba y cogía regaliz. Por puro entretenimiento y para regalárselo a los niños que conocía en un gran colegio en el pueblo de la Loma de Úbeda. El regaliz es una planta cuya raíz es comestible. Tiene sabor dulce, con propiedades medicinales y que se masca y está muy rico. Era la golosina natural de los niños de otros tiempos. Yo, en aquellos días que te cuento y en mis ratos libres, me venía a las riveras de este río Jandulilla y me ponía a buscar esta raíz de regaliz. Crece muy bien y se da en gran abundancia por debajo del pueblo del Belmez de la Moraleda. Es este el pueblo de las caras misteriosas que también conozco y a la dueña de la casa de estas caras que se llamaba María, porque ya ha muerto.

Nosotros hoy ni vamos a coger regaliz ni veremos las caras misteriosas porque ya hemos dejado atrás el pueblo del Belmez y el rincón donde, en el río Jandulilla, crecen las matas de raíces dulces. Aquí, donde estamos parados para refrescarnos y beber un poco, es justo por donde empieza a nacer el río Jandulilla. Pero por aquí, ya estás viendo, no hay montañas ni bosques ni nada de eso. Solo algunos cortijos y tres llanos sembrados de girasoles. Pero ¿te has fijado tú en la gran belleza que tienen estos campos de girasoles? Yo sí que lo he visto en seguida y por eso, según veníamos acercándonos, me sentía cautivado. Y al llegar y empezar descubrir las tierras estas sembradas de girasoles, sentía con más fuerza, la necesidad de parar para verlos de cerca. Hasta me entran ganas, ahora mismo, de irme por estos sembrados y coger un puñado grande de estos girasoles bonitos. Por eso me apetecía mucho pararme aquí contigo. Para que tú también veas de cerca lo que tanto me está gustando a mí. No son nuestros estos campos y, como es seguro que tienen dueño, debemos tener mucho cuidado de no pisar ni romper el sembrado. Si el dueño nos viera con toda la razón del mundo podría enfadarse con nosotros y hasta denunciarnos por invasión de propiedad y no respetar lo que es suyo. Pero que esté tranquilo que nosotros no vamos a hacer daño alguno ni cogeremos, sin su permiso, lo que no es nuestro. Pero te repito otra vez: ¿a que son hermosos estos verdes y dorados campos de girasoles?

Y me apetece que los veas y que los huelas intensamente porque yo sé que tú nunca has estado en un sembrado de girasoles. ¿Sabes? De esta planta sale una semilla pequeña que las personas llaman pipas. Y hay dos clases de pipas de girasoles. Las que tuestan y venden en bolsitas pequeñas para que los niños y las personas mayores se las coman cuando van al cine o de paseo por las calles de las ciudades y las otras. Las pipas más pequeñas de color negro. Éstas las usan para extraer de ellas aceite. Y de esta especie última que te he dicho son los campos de girasoles que ahora mismo vemos por aquí. Y otra cosa más. Fíjate que con lo poco que ha llovido este año y el calor tan grande que hace este verano, estas plantas de girasoles han nacido y mira qué grandes están. Sin riego ninguno, bajo el sol del verano, mira qué presencia más lustrosa tienen. Dentro de poco ya estarán listos para ser segados. Tendríamos nosotros que volver por aquí otro día para ver la faena de la siega de un campo de girasoles. Que esto tampoco lo conoces tú ni de ello sabe nada la niña nuestra.

Y de la niña nuestra, ahora que te lo comento y lo escribo en mi cuaderno, también quiero hablar un poco. ¿A que le gustaría mucho a ella estar aquí en este momento? Seguro que sí. Le encantaría verte como yo te estoy viendo, a la sombra de este sauce gigante, y tranquilamente comiendo de la hierba fresca que por aquí también te regala el cielo. Y tú, como si de toda la vida este rincón tan precioso, también fuera tuyo. Bebes agua en el pilar y parece que te perteneciera desde siempre. Tomas la sombra bajo el sauce y da la impresión que el árbol y la sombra te conociera desde pequeño. Comes hierba y respiras el aire de estas tierras, que es algo distinto al del Cortijo de la Viña y al del Prado del Molino Viejo, y todo se comporta como si fuera tuyo desde que eras pollinillo. Y los campos de girasoles y los blancos cortijos que, a un lado y otro, vemos y el canto de las chicharras y la soledad y el rumor del chorrillo claro que cae al pilar y… Todo te envuelve y rodea a ti con la ternura y el amor del mejor amigo y por eso parece que te pertenece desde hace mucho, mucho tiempo. ¡Qué curioso es esto! De aquí lo que venía a decirte: que pienso que si ahora mismo te viera la niña nuestra sería para ella un delicioso y feliz momento.

Mira, Sinombre borriquillo mío, allá por el lado sur y a lo lejos, sobre las altas cumbres de Sierra Nevada, se amontonan las nubes. Las estoy mirando y me gusta la cara que tienen y por eso pienso que dentro de pocos días quizá vengan las lluvias. En los primeros días del mes de septiembre, que está a punto de presentarse. Y será esto muy bueno para todas las tierras, los ríos y los pantanos de España entera. Y mientras te lo estoy contando ya me siento animado. Porque sabes, si las lluvias que te anuncio llegan de verdad, sería lo mejor para celebrar el comienzo del nuevo curso. La niña nuestra seguro que ya está también preparando su ánimo para comenzar su colegio. Este nuevo curso, el año que parece empezará dentro de unos días, para nosotros y para ella las cosas serán distintas y muy emocionantes. Y también dentro de unos días dará comienzo la recogida de la uva en el Cortijo de la Viña. Es la época de la vendimia. También en esta temporada tú tendrás que ayudar todo lo que haga falta. La recogida de la uva y su acarreo y su molturación para obtener el vino tiene una emoción única y levanta mucho el ánimo. Así que vete preparando que se acercan los momentos más bellos del año. El otoño, cuánto me gusta a mí y cuánto yo daría para que fuera muy lluvioso, cargado de nieblas blancas y largo, largo, largo. Yo creo que la eternidad, allá en el cielo, tiene que ser toda otoño, con algunos trozos solo de invierno y, lo demás, fragante primavera. ¿Qué crees tú? Así que, con todo esto que estamos soñando, fíjate cuántas razones claras y emocionantes tenemos de nuestro lado para sentirnos bien ahora mismo. Y si te confirmo que la niña nuestra, también celebra las misma cosas que nosotros, fíjate que razón más contundente tenemos para seguir el camino ahora mismo y exaltados de entusiasmo.

Sin embargo, para mí y en silencio, yo ando pensando algo que no quería decirte. La niña nos dijo en su carta que Bandolero, por ti, estaba muy preocupado. Ya sabes que él te considera su mejor amigo. Quizá su único amigo en esta vida. Desde el momento que supe, lo que nos contaba la niña, no dejo de pensar en la posibilidad de que Bandolero se haya ido de las tierras del Cortijo de la Viña. Que por buscarte a ti él se haya ido por las montañas y por ahí esté perdido. Si esto ha sucedido, Dios no lo quiera, ¿te imaginas el trago que estará pasando ella? Y si ahora, cuando dentro de un rato, lleguemos nosotros y nos dicen que esto ha sucedido ¿qué nos pasaría? Ya sé que no debería ni pensar en esto que te digo pero no puedo evitarlo. Porque, y si lo que me estoy imaginando ¿de verdad ha pasado? Venga, prepárate que nos vamos. Ya hemos descansado y ahora lo que necesitamos es estar cuanto antes de vuelta en el Cortijo de la Viña. Solo nos quedan una hora y media o dos y para encontrarnos con nuestra niña, su amigo y los caballos. Vamos y no perdamos más tiempo que lo que te he dicho de Bandolero me está, según pasan las horas, torturando. Ojalá todo sea un temor sin fundamento y ojalá que aquellas nubes densas y negras que, sobre Sierra Nevada se amontonan, sí traigan las primeras lluvias del otoño para regar los campos. Sigamos nuestro camino al encuentro de nuestro sueño amado.

José Gómez Muñoz
Segura de la Sierra, 30-8-05

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